Por Eber Gómez Berrade
Theodore Roosevelt es recordado por haber sido el
presidente número 26 de los Estados Unidos, por su política republicana
aguerrida, por su actuación en la Guerra de Cuba, su participación en la
creación del Canal de Panamá y por su Premio Nobel de la Paz. Pero también por
ser un incansable cazador y un pionero de la conservación, que dejó muchos
libros de cacería e impulsó la creación de parques nacionales. Un político
atípico que abandonó la política por cazar en Africa, y un aventurero
apasionado que dejó su vida por explorar y cazar en el Amazonas.
PERSONALIDAD RENACENTISTA
Teddy Roosevelt nació el 27 de octubre de 1858 en Nueva
York. Antes de cumplir 42 años ya había sido electo asambleísta y gobernador
del estado de Nueva York, comisionado de policía de esa ciudad, comisionado del
Servicio Civil, secretario asistente de la Armada, coronel de los Rough Riders,
vicepresidente y presidente de los Estados Unidos. Había escrito personalmente
la Ley de Parques Nacionales de su país, que iba a extenderse por todo el
mundo. Además había recorrido Yosemite, Yellowstone y los bosques de sequoias
gigantes. Tuvo tiempo también para manejar un rancho en el Oeste, cazar en casi
todos los continentes, criar una familia con seis hijos, leer una increíble
cantidad de libros (se dice que casi uno por día) y mantener relación con una
gran cantidad de amigos y personalidades. Sus biógrafos recuerdan que hay casi
150 mil cartas escritas de su puño y letra. Y como si todo esto fuera poco,
escribió más de treinta libros y cientos de artículos en diarios y revistas, de
temas tan distantes como política, economía, caza y literatura.
POLITICO DE RAZA
Su carrera política la inició en el Partido Republicano,
siendo elegido legislador del estado de Nueva York en 1880. Luego fue designado
Comisionado de la Policía de esa ciudad. Se hizo popular combatiendo la
corrupción y allí descubrió la génesis de la que sería la base de su política
exterior: el garrote (el big stick). Solía decir -en tono de humor- que un
dirigente político debía hablar suavemente y llevar un gran garrote. Eso fue
exactamente lo que hizo luego de su paso por Nueva York.
Fue nombrado secretario adjunto de la Armada de los
Estados Unidos durante la presidencia de McKinley. Al poco tiempo renunció a su
cargo para combatir a España en Cuba, al mando de sus famosos Rough Riders, con
el grado de teniente coronel. En 1899 fue electo gobernador de Nueva York y al
año siguiente vicepresidente. En ese puesto duró sólo un año, ya que Mc Kinley
fue asesinado y Roosevelt accedió a la presidencia del país.
En 1905 fue reelegido (en realidad electo como
presidente por primera vez). Al año siguiente fue galardonado con el Premio
Nobel de la Paz por su arbitraje en la Guerra Ruso Japonesa. Cuatro años
después las encuestas lo daban ganador para una reelección, pero declinó el
honor para poder realizar uno de sus sueños más anhelados: su safari en Africa.
EL GRAN SAFARI AFRICANO
Su pasión por visitar
Africa comenzó a temprana edad leyendo los reportes de las expediciones
británicas que se adentraban en ese ignoto continente. Fueron esos mismos
libros, juntos a los de los exploradores americanos Lewis and Clark, que encendieron
sus ansias de aventuras y su pasión por la caza mayor. Finalmente, ya siendo
presidente de Estados Unidos, llegó su oportunidad. El 23 de marzo de 1909
partió, junto a su hijo Kermit y un nutrido equipo de biólogos, naturalistas,
taxidermistas, desde el puerto de Nueva York con rumbo a Africa oriental,
dejando atrás la esperanza de una reelección casi segura para un nuevo mandato
presidencial. El safari que duró casi un año, fue patrocinado por el Instituto
Smithsoniano y se llamó Smithsonian-Roosevelt African Expedition. El objetivo
oficial: recolectar especímenes de fauna y flora, catalogarlos, estudiarlos y
exhibirlos en la sede del Instituto, hoy Museo Nacional de Historia Natural de
Nueva York. El extraoficial: cazar, explorar y divertirse a lo grande. Como el
mismo Teddy diría, esta fue su última oportunidad de ser un niño.
El primer puerto africano
en el que atracaron fue Mombasa, en territorio británico. De allí viajaron por
tierra al Congo Belga y luego navegaron el Nilo hacia Jartún, en el Sudán Anglo
Egipcio. Sin dudas, los mejores lugares para la caza mayor de esa época.
Para la organización del
safari, Roosevelt eligió a lo más granado de los cazadores blancos de la época.
Entre ellos a los ingleses R.J. Cunninghame y Frederick Selous, ya considerado
un personaje legendario de la caza mayor en el Imperio Británico.
Según los registros de la
expedición, fueron recolectados 11.400 especímenes de fauna y flora en el
período que duró la travesía. Una cifra increíble incluso para los estándares
actuales. Al Smithsoniano le llevó ocho años catalogar la colección completa.
De esas especies, la mitad fueron de flora, y el resto desde pequeños insectos
a elefantes. En cuanto a especies de caza mayor, Roosevelt cazó más de 500,
entre planicie y peligrosas, abarcando 17 leones, 3 leopardos, 7 cheetas, 11
elefantes, 10 búfalos, 11 rinocerontes negros y 9 blancos. Casi 300 antílopes
fueron abatidos para alimentar a ejército de nativos que trabajaban en el
campamento.
La mayoría de los trofeos
fueron salados y enviados a Washington desde la costa africana. Para eso
Roosevelt llevó consigo cuatro toneladas de sal. Una vez en los Estados Unidos,
los taxidermistas tardaron varios años en terminar sus trabajos.
Dos cosas no faltaron
nunca en las expediciones del expresidente: armas y libros. En Africa, Teddy
llevó como arma principal un rifle doble Holland & Holland en calibre
500/450, un regalo que recibió de la comunidad británica en su país. También
contó con su infaltable Winchester 1895 en calibre 405 Win., un 30-06
Springfield y una escopeta Fox del 12. En cuanto a libros, viajó con una
biblioteca que él denominó la Pigskin Library (ver recuadro).
La contribución de
Roosevelt a la conservación de las especies fue y sigue siendo indiscutible. En
lo que respecta a la fauna y flora africana, su expedición permitió grandes
adelantos en la investigación de los ecosistemas locales, y marcó un gran
impulso a la política británica de establecer reservas naturales en sus
colonias, que luego se convirtieron en los grandes parques nacionales que
existen hoy día en el continente africano.
ROOSEVELT EN ARGENTINA
No estaban aún montados los trofeos africanos en el
Smithsoniano, que Roosevelt ya se hallaba embarcado en otro proyecto
aventurero. Esta vez, la exploración del Amazonas. Hacia principios de siglo
XX, la cuenca amazónica era todavía un lugar inexplorado, plagado de bestias
salvajes, indios caníbales, pirañas, marabuntas, plantas carnívoras y todo lo
que la imaginación del hombre civilizado pudiera agregarle, incluido
civilizaciones perdidas, tesoros escondidos y aborígenes de raza blanca ocultos
en la maraña. Allí se encontraba lo que el autor de Sherlock Holmes, Sir
Arthur Connan Doyle, denominó: “El mundo perdido”.
No había mucho que pensar para que Roosevelt lo eligiera
como próximo destino. Y así fue que en noviembre de 1913 desembarcó en el
puerto de Buenos Aires a bordo del vapor Uruguay. Ese sería el primer paso para
una extensa y muy activa gira por Argentina, Chile, Bolivia y Brasil. Pero
también, el inicio de su otra gran aventura: el safari al Amazonas.
Su llegada a tierras porteñas fue celebrada con los
honores dignos de un presidente en ejercicio. En la capital lo esperaba
Victorino de la Plaza, quien estaba a cargo de la presidencia en ese momento.
Roosevelt tuvo una agenda muy cargada mientras visitó nuestro país: recorrió
Buenos Aires, La Plata, Tucumán, Córdoba, Mendoza y Bariloche. Se entrevistó
con las personalidades más destacadas de la política, la ciencia y el arte
vernáculos. Asistió al Zoológico de Buenos Aires, donde conversó con su
director, Clemente Onelli. Fue recibido en el Congreso por Estanisalo Zeballos,
se entrevistó con el general Julio Argentino Roca, Joaquín V. González y Angel
Gallardo. Recorrió el Museo de Historia Natural de La Plata y se interesó por
la obra de Florentino Ameghino. El Perito Moreno fue otro de los que trabaron
amistad y acompañó a Roosevelt en una buena parte de su viaje. Moreno lo esperó
en los Andes del lado argentino. De allí se fueron a Bariloche y al lago Nahuel
Huapi montando a caballo y navegando. El Perito lo llevó a recorrer Bariloche a
pie. En ese entonces, esa bella ciudad recodaba a uno de los pueblos del far west, decía Teddy. Conoció el ciprés
histórico donde el Perito Moreno hizo campamento en 1880 y donde fue capturado
por los indios de la zona. Comió trucha y salmones, se dejó agasajar, dio
innumerables discursos y sedujo a su auditorio en largas sobremesas hablando de
Cervantes, Lope de Vega, Shakespeare y Luis Vaz de Camoens. Era, sin dudas, un
erudito en materia literaria, y según dijo, nunca encontró tanta cultura en un
pueblo fronterizo.
De Bariloche pasó a Neuquén, de allí a Bahía Blanca y
finalmente de nuevo a Buenos Aires para embarcarse con rumbo norte hacia
Asunción en Paraguay y luego a Corumbá, en el Mato Grosso brasileño.
Ya en territorio de Brasil lo esperaba una comitiva
extensa con quien se adentraría hasta Manaos. Dos mil kilómetros de maraña
tropical, animales salvajes, enfermedades desconocidas y tribus hostiles.
EL GRAN SAFARI AMAZONICO
El nombre de esta expedición fue Roosevelt-Rondon
Scientific Expedition, debido a que fue liderada juntamente con el mariscal
brasileño Cándido Mariano da Silva Rondón, un prócer para la historia de este
país vecino, que hizo mucho por la exploración de la selva y la protección de
los indios. Tanto es así que el estado amazónico de Rondonia fue nombrado en su
honor. El sponsor de la expedición fue esta vez el Museo Americano de Historia
Natural.
Esta parte del viaje comenzó en Cáceres con quince
porteadores brasileños, su hijo Kermitt, el naturalista George Cherrie, Rondón
y el mismo Roosevelt. Un safari mucho más modesto que su aventura africana.
De Cáceres navegaron por el río Paraguay hasta Tapirapuá,
y de allí con rumbo noroeste hasta alcanzar el Río de la Duda, en febrero de
1914. Allí el grupo se separó. Una parte continuó por el río Gi-Paraná hasta el
Madeira, y la otra -con los dos líderes a bordo- navegando más de mil
kilómetros por el inexplorado Río de la Duda. Una excursión plagada de riesgos
y peligros.
Desde el comienzo los expedicionarios tuvieron que lidiar
con infinidad de insectos y enfermedades. Casi todos los participantes
contrajeron malaria y tuvieron un estado de enfermedad constante durante todo
el trayecto hasta la civilización.
Sumado a eso, debieron enfrentar rápidos en el curso del
río que hundían sus embarcaciones. Y lamentar la perdida de provisiones y
alimentos, lo que los llevó a padecer hambre en más de una oportunidad. Y como
si esto fuera poco, la constante e invisible amenaza de los indios de la tribu
Cinta Larga, que vigilaban el paso de los intrusos desde la costa. Un panorama
sombrío y en las antípodas del “champagne safari” africano.
De los 19 miembros que conformaron la expedición,
volvieron con vida 16. Un porteador amigo de Rondón fue asesinado por otro al
que descubrió robando raciones de alimentos.
El mismo Roosevelt, enfermo y
debilitado, intentó disparar al asesino, pero este escapó hacia la selva y
desapareció. La tercera baja del viaje fue otro porteador que cayó al agua al
atravesar unos rápidos, cuyo cuerpo nunca fue encontrado. Hubo casi una cuarta
víctima, el mismo Roosevelt. No habían completado ni la mitad del viaje cuando
ya estaba totalmente abatido por la malaria, una infección en la pierna y mala
alimentación. La ayuda de seringueiros, que se dedicaban a la extracción del
caucho, fue esencial en su supervivencia.
Finalmente, los dos grupos de la expedición volvieron a
reunirse en abril de 1914 en la confluencia del río Aripuana. Ni bien todos
llegaron a Manaos, Teddy fue llevado al hospital y atendido por los médicos.
Tres semanas más tarde era recibido como un héroe en el puerto de Nueva York,
pero su salud no volvió a restablecerse nunca. Murió el 6 de enero de 1919,
casi cinco años después de aquella gran aventura.
Al igual que con la experiencia africana, su contribución
a la ciencia y la exploración también se mantienen hasta hoy en día. El Río de
la Duda pasó a llamarse río Roosevelt, y fue esta expedición la primera que lo
recorrió y mapeó desde sus fuentes hasta su desembocadura. Numerosas especies
de fauna y flora fueron recolectadas y llevadas al Museo de Historia Natural en
Nueva York, para ser luego estudiadas por botánicos y zoólogos. Incluso una
técnica de relevamiento arqueológico fue desarrollada por Roosevelt, que aún es
utilizada por los científicos de esa área de especialización.
A su regreso, Teddy dio conferencias sobre sus
descubrimientos amazónicos en la National Geographic Society en Washington y en
la Royal Geographical Society de Londres. En 1927, el explorador George Dyott
lideró una segunda expedición al río Roosevelt confirmando los hallazgos del
expresidente, explorador y cazador.
LIBROS
AFRICAN GAME TRAILS
La primera edición de este clásico, que tengo la suerte
de contar en mi biblioteca, fue publicada en 1910 por la casa editora Charles
Scribner's Sons. Allí hace un raconto minucioso de la expedición que realizara
luego de bajarse de la carrera por la reelección a la presidencia de Estados
Unidos. Como dato que lo marca de cuerpo entero como una personalidad
renacentista, Roosevelt agrega como uno de sus apéndices la lista de libros que
llevó en su safari. El la denominó la Pigskin Library porque mandó a
encuadernar cada uno de sus libros en piel de cerdo para preservarlos de las
inclemencias del tiempo. En numerosos baúles sus porteadores nativos llevaban
las obras de Homero, Shakespeare, Dante, Cervantes, Tennyson, Poe, Dickens y
Mark Twain, entre otros.
Through the Brazilian Wilderness es un libro también publicado por Charles Scribner's
Sons, en 1914. Dedicado al secretario de Asuntos Exteriores de Brasil,
al coronel Mariano da Silva Rondón y a los miembros de su expedición, cuenta
detalladamente -como sólo Roosevelt sabe hacerlo- los pormenores de su
expedición, relatos de cacería de fauna amazónica y resultados de las
investigaciones geográficas y zoológicas llevadas a cabo por los especialistas
que participaron.
1 comentario:
Me parece mentira que no hayan indicado ningún comentario desde el año 2015. ENHORABUENA por el artículo, muy bien documentado! Saludos desde España
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