lunes, 24 de diciembre de 2012

Los “diez pequeños” grandes de África

 
Por Eber Gómez Berrade
 
No es un lugar común decir que África ofrece alternativas para todos los gustos. La vastedad del continente negro brinda opciones de fauna muy variada y con diversos grados de desafío.
Sin dudas que si hablamos de caza peligrosa nos referimos a los famosos “Cinco Grandes”, pero si nos referimos a la caza de planicie, podemos encontrar otra categoría compuesta por antílopes pigmeos que ofrece al cazador esfuerzos y dificultades aún mayores. Los “Diez Pequeños” antílopes de África. 
  
Dentro de la amplísima variedad faunística distribuida en el continente Africano, los cazadores y naturalistas han agrupado la fauna cinegética en distintas categorías para su identificación en el ámbito deportivo. Más allá de la taxonomía biológica que tiende a ordenar a los organismos en un sistema de clasificación, (usualmente con nombres en latín) estableciendo especies, subespecies y familias, los cazadores tenemos nuestras propias categorías. Así solemos dividir la cacería en: caza peligrosa, de planicie, de montaña, etc. Si nos enfocamos en África particularmente, la caza peligrosa (de especies que en su comportamiento incluyen el ataque ante una agresión o amenaza) está dada por los Cinco Grandes (León, Leopardo, Rinoceronte, Búfalo y Elefante). Hoy en día esta categoría fue mutando incorporando al Hipopótamo y al Cocodrilo y quitando de ella a los Rinocerontes debido a su estado de protección. Por otra parte, la caza de especies de planicie (que incluye antílopes, suidos, cebras, etc.), ha encontrado a su vez clasificaciones que ayudan a los cazadores a agrupar sus trofeos. Así podemos definir a los “Tres Grandes” de los antílopes espiralados, y a los “Diez Pequeños” antílopes pigmeos de África o “Tiny Ten” como se los conoce en idioma inglés.
Esta categorización, naturalmente es subjetiva, ya que las especies de los  denominados antílopes enanos, o pigmeos que habitan en el continente, son más que diez, pero por esa razón se los acota a los que se encuentran en los países australes, que -por otra parte- constituyen el destino más popular para los cazadores deportivos que realizan safaris en tierras africanas.
Estos diminutos y elusivos antílopes de tamaño similar a nuestras corzuelas o guasunchos, son: el Damara Dik-Dik, el Blue Duiker, el Bush Duiker, el Red Forest Duiker, el Cape Grysbok, el Sharpe's Grysbok, el Klipspringer, el Oribi, el Steenbok y el Suni.
 
Complemento o Especialidad?
La inclusión de cualquiera de estos en la lista de especies a obtener en un safari va a depender de los gustos de cada cazador así como de los territorios donde realice sus cacerías.
Muchas veces los cazadores no los buscan de manera especial, sino como complemento de su lista de trofeos, como sí pueden hacerlo con el Kudú, el Oryx o el Impala por nombrar algunas de las especies más populares que habitan las planicies. En estos casos, serán cazados sólo si se tiene la oportunidad de hacerlo en las áreas donde se encuentren las demás especies, y-naturalmente- si la suerte y la Madre Naturaleza lo permiten. En cambio, aquellos deportistas que se orienten en cazar la totalidad de este grupo, como una especialidad entre su colección de trofeos, deberán como mínimo visitar unos tres o cuatro países del sur de África, ya que por su distribución geográfica no podrán ser logrados en un solo safari que se realice en una sola área.
Un dato no menor, es la dificultad que representan estos pequeños animalitos para cazarlos. Esto hace que sea más frecuente tomar la oportunidad si se ve algún macho representativo en la zona de caza, que ir especialmente a buscarlo, lo que además conlleva un alto riesgo de pérdida de tiempo y oportunidades.
 
Características de su cacería
En términos generales, y si bien las diez especies son distintas y habitan lugares diferentes, todos tienen en común su pequeñez, un efectivo camuflaje con el medio, una alta sensibilidad en sus mecanismos de alarma y una gran velocidad de escapatoria. Todo esto combinado, conforma una de las cacerías más desafiantes y deportivas que existen en África, y por ende, también las que menor grado de éxito reportan si son realizadas -como deben ser- de manera ética y legal.
Así algunas especies pueden ser cazadas al acecho y otras recechándolas. En algunos casos solo bastará apostarse en aguadas, en otras recorrer picadas silenciosamente al amanecer, y en otras trepar riscos y colinas para encontrar lo que uno busca. En este sentido, la evaluación del trofeo en el campo es fundamental, en primer lugar para identificar el género del ejemplar, es decir si es macho o hembra, y luego para asegurarse que el tamaño de su cornamenta alcance el mínimo establecido como trofeo según la regulación particular del país donde se lo esté cazando. Si el cazador además quisiera inscribirlo en algunos de los Libros de Records disponibles tales como el del Safari Club Internacional o el del Rowland Ward, tendrá además que asegurarse que califiquen de acuerdo a cada uno de sus parámetros. Una tarea particularmente difícil teniendo en cuenta, las características biológicas y el comportamiento de cada uno de los Diez Pequeños.       
En cuanto a las distancias de disparo, variarán de acuerdo al terreno y la modalidad de caza que se elija, siendo en términos generales tiros de corta a media distancia. Lo que no variará seguramente, es la velocidad con el que cazador deberá disparar, una vez que se haya asegurado de las características mencionadas y tenga la aprobación del Cazador Profesional que lo acompañe. 
 
Armas y municiones
La cuestión de las armas para cazarlos requiere un apartado especial. Si hablamos de calibres mínimos para abatir cualquiera de estas especies de antílopes, podremos partir del viejo 22LR, 22 Magnum y de ahí para arriba. Estos calibres requerirán sí, de una buena identificación de puntos de impacto vital, lo que sumaría más complicaciones al ya complicado lance cinegético. Por otra parte, debo aclarar que el uso de estos calibres no está permitido en muchos países africanos a los visitantes extranjeros que ingresan por sus aduanas, como es el caso de la mayoría de los deportistas que realizan safaris en África.
Muchas veces se utilizan escopetas, provistas por las empresas outfitters de safaris, si se va a buscar alguna especie específicamente. En estos casos de “tiro al vuelo”, no cuenta demasiado la identificación de los puntos de impacto vitales, ya que la energía de los perdigones a corta distancia serán suficiente para detener a un animalito de 15 kg de peso en promedio.
Por último, está la opción de lo que llamo “los demás calibres”. Es decir, que se le tirará con lo que se tiene a mano. Esta situación se da particularmente en los casos que se cacen estos antílopes pigmeos como complemento de otras especies. Es decir que si el cazador está buscando un Impala y tiene un 270 Win o un 30-06 Springfield, si está detrás de un  Oryx y cuenta con un 300 Win Mag o si persigue a un Eland y tiene a la mano un venerable 375 H&H, y en algún momento se le aparece un Steenbok o un Duiker apropiado dándole la oportunidad, podrá usarlo también con toda tranquilidad sin fijarse mucho en la precisión de su disparo. Sin embargo, aquí creo que vale la pena un pequeño consejo, y es tratar de disparar en el cuarto trasero del animal. La energía entregada en esa parte, será sufrientemente letal, pero dejará sin dañar la  parte de la cabeza y pecho, que son las más delicadas a la hora de montar la taxidermia, ya sea de pecho o de cuerpo entero.  
Por último, si decide realizar un safari exclusivo de estos pigmeos, o sólo dedicarle una jornada en su cacería, y tiene la posibilidad de elegir la punta de su munición, no dude en usar sólidas. Así generará un menor daño en la piel del trofeo. Recuerde que la energía de cualquiera de los calibres usados para especies de planicie, es más que suficiente para abatir a cualquiera de estas diez especies. Si en cambio, sólo cuenta con munición blanda, elija la que tenga la punta más pesada lo que le dará una menor expansión en su balística terminal.
  
Los “Pequeños Diez” grandes del Sur de África
 
Damara Dik Dik
Nombre científico: Madoqua kirkii damarensis
Otras denominaciones y subespecies: Existen varias subespecies de antílope Dik Dik en África, entre las cuales pueden mencionarse las de Erlanger, Cordeaux, Salt, Swayne, Phillips, Guenther y  Kirk.
Distribución: El Damara Dik Dik se distribuye desde la región tribal de Namibia denominada Damaraland (tierra de los Damaras) y el Kaokoveld hasta las márgenes del río Cunene al sur de Angola.
Hábitat de cacería: Estos antílopes suelen ser encontrados en bosques cerrados de acacias, cubiertos entre ramas espinosas, y en valles entre colinas de piedra calizas. Suelen pasar la mitad del tiempo descansando, en horarios diurnos entre las 7 y las 19 horas, moviéndose para alimentarse de noche, comportamiento que intensifica en épocas de mucho calor.
Medidas corporales promedio: 38 a 40 cm de porte y de 4.5 a 5.5 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 4 1/8 de pulgada obtenida en Namibia en 1980.
 
Blue Duiker
Nombre científico: Cephalophus monticola
Otras denominaciones y subespecies: Los Duikers son una de las especies de antílopes más prolíficas y variadas del continente africano, entre las  que se encuentran las subespecies de Aders, Peters, Bay, Gabon, Red, Harvey, Black, Ogilby, Black-fronted, Red-flanked, Yellow-backed, Abbot, Zebra, Blue, Jentink, Simpson, Maxwell, Southern Bush, Bush, Angola Bush, Western Bush, y East African Bush.
Distribución: Junto con el Bush Duiker, este antílope se distribuye en amplias regiones boscosas del África subsahariana, a excepción de las áreas de selvas lluviosas, especialmente en las regiones del sur del continente.
Hábitat de cacería: Es frecuente verlos en bosques densos donde encuentran un buen refugio, moviéndose entre aguadas y pasos o caminos abiertos. Las frescas horas del amanecer suelen ser las mejores para cazarlos.
Medidas corporales promedio: 35.5 cm de porte y de 4.5 a 6.5 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 2 7/8 de pulgada obtenida en Zaire en 1972, y de los cazados en el sur del continente, el ejemplar que cazó Vaughan Kirby en la Provincia del Cabo de Sudáfrica en el año 1898.
 
Bush Duiker
Nombre científico: Sylvicapra grimmia grimmia
Otras denominaciones y subespecies: Esta especie  es conocida también con el nombre de Southern Bush, Grey o Common.
Distribución: Se distribuye en Sudáfrica, Botswana, Namibia, Mozambique, Zambia y Zimbabwe. 
Hábitat de cacería: Estos antílopes naturalmente prefieren la cobertura de densas zonas boscosas, pero al tener un hábitat tan amplio, también puede ubicárselos en pastizales altos, en medio de valles y cursos de ríos secos. Medidas corporales promedio: 66 cm de porte y 13.6 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 7 1/8 de pulgada obtenida en el Transvaal en el año 1921.
 
Red Forest Duiker
Nombre científico: Cephalophus natalensis
Otras denominaciones y subespecies: Conocido también como Red Duiker, Natal Duiker o Natal Red Duiker.
Distribución: Se distribuye en la actual provincia de KwaZulu-Natal en Sudáfrica, Mozambique, Malawi, este de Zimbabwe y sur de Tanzania.
Hábitat de cacería: Es uno de las duikers menos difíciles de encontrar ya que en su área de distribución no hay tanta cantidad de bosques y matorrales cerrados para refugiarse. Suelen moverse en grupos pequeños de no más de cinco o seis ejemplares, lo que les da en cambio un seguro de alerta en caso de peligro.   
Medidas corporales promedio: 46 a 48 cm de porte y 16 a 18 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 4 1/8 de pulgada obtenida en Mufindi, Tanzania en 1970.
 
Sharpe Grysbok
Nombre científico: Raphicerus sharpei
Otras denominaciones y subespecies: Es llamado también Southern Grysbok. Existe la especie de Grysbok de Sharpe y el Steenbuck que también es de la familia de los raphicerus.
Distribución: Se distribuye en los distritos costeros de la Provincia del Cabo en Sudáfrica.
Hábitat de cacería: Se lo encuentra abundantemente en densas áreas boscosas cercanas a Port Elizabeth y Addo, donde se encuentra el Addo National Park. La mejor hora de cacería es al atardecer cuando sale a espacios abiertos para alimentarse. No precisa visitar aguadas para hidratarse ya que suele ser suficiente con el líquido que obtiene de hojas y frutas. Se mueven casi siempre solos.
Medidas corporales promedio: 56 cm de porte y 11 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 5 1/4 de pulgada obtenida en Western Cape, Sudáfrica en 1988.
 
Cape Grysbok
Nombre científico: Raphicerus melanotis
Otras denominaciones y subespecies: Conocido también Northern Grysbok. Distribución: Desde las provincias del norte de Sudáfrica hasta Zimbabwe, Malawi, Zambia, Mozambique y parte de Tanzania.
Hábitat de cacería: El mejor lugar para su caza es en zonas montañosas y de colinas. Suele encontrárselos solos durante el día echados en la base de paredes y acantilados pequeños, donde su coloración hacía muy difícil identificarlo. También suelen usar cuevas de Aardvarks (similares a las que cavan nuestros peludos pero más grandes) para esconderse. Como sí necesitan de líquido, pueden usarse apostaderos en aguadas. 
Medidas corporales promedio: 56 cm de porte y 11.5 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 4 1/8 de pulgada obtenida en Massingir, en Mozambique en el año 1967.
 
Klipspringer
Nombre científico: Oreotragus oreotragus
Otras denominaciones y subespecies: El nombre klipspringer significa “saltador de rocas” en idioma Holandés y Afrikaans.
Distribución: Desde la provincia del Cabo en Sudáfrica, hasta Nigeria, y de Etiopía hasta el este de Somalia.
Hábitat de cacería: solo en regiones montañosas y acantilados, teniendo comportamientos similares a chivos y cabras de montaña. Durante el día suele vérselos en pares, echados en la base de paredes, en pozos de agua o a la sombra de matorrales en las colinas. Las mejores horas para su cacería es la mañana temprano y el atardecer.
Medidas corporales promedio: 51 a 56 cm de porte y 18 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 6 3/8 de pulgada obtenida en Transvaal, Sudáfrica en 1993.
 
Oribi
Nombre científico: Ourebia ourebi
Otras denominaciones y subespecies: Existe otra clase de Oribi en el norte de Kenia conocido como de Haggard.
Distribución: Vastas áreas aisladas en los países subsaharianos excepto en las regiones de selva lluviosas del Centro y Occidente de África.
Hábitat de cacería: Puede ubicárselos en aguadas o en sus cercanías durante las horas más calurosas del día. Utiliza los pastizales altos como refugio y tienen un gran sentido de alarma.
Medidas corporales promedio: 56 a 66 cm de porte y 17 a 20.5 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 7 1/2 de pulgada obtenida en Zomba, Malawi en el año 1898.
 
Steenbok
Nombre científico: Raphicerus campestris
Otras denominaciones y subespecies: Es el tercer miembro del grupo de los raphicerus (junto con el Sharpe y Cape Grysbok). Se lo conoce también con los nombres de Steinbuck y  Steinbok. 
Distribución: Desde la Provincia del Cabo en Sudáfrica, hasta Botswana, Zimbabwe, Zambia, Mozambique, Tanzania, el centro de Kenia, Namibia y sudeste de Angola.
Hábitat de cacería: Es muy común en los países del África austral y puede encontrárselos, en bosques cerrados y matorrales achaparrados. Se mueven en solitario excepto en la época de celo, y las mejor horas para su caza es la del amanecer, a la vera de caminos y picadas (similar a nuestras corzuelas). 
Medidas corporales promedio: 56 cm de porte y 13.5 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 7 1/2 de pulgada obtenida en la Provincia del Cabo en Sudáfrica en el año 1909.
 
Suni de Livingstone
Nombre científico: Neotragus moschatus livingstonianus
Otras denominaciones y subespecies: Existe el Suni (a secas), de nombre científico Neotragus moschatus moschatus que habita la zonas de los Aberdares, Monte Kenia y río tana en Kenia.
Distribución: la especie de Livingstone se distribuye desde la Provincia de KwaZulu-Natal en Sudáfrica hasta Mozambique, Zambia y Zimbabwe.
Hábitat de cacería: Habita en matorrales densos donde encuentra buen refugio, y se hidrata de las plantas y hojas con las que se alimenta, por lo tanto no precisa visitar aguadas. Es solitario aunque se los suele ver en pares también y tiene un gran sentido de alarma lo que hace dificultosa su cacería. 
Medidas corporales promedio: 35.5 a 38 cm de porte y 4.5 a 7 kg. de peso.
Cornamenta récord en el Rowland Ward: 5 1/4 de pulgada obtenida en Mozambique en 1971.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Caza con halcones, un arte de Reyes y Emires

Por Eber Gómez Berrade

La caza mediante el entrenamiento y uso de aves rapaces es una de las artes más antiguas practicada por el hombre. Al igual que la caza mayor o la esgrima, la cetrería se debate entre la definición de arte y deporte, y cuenta también con una historia milenaria.
Con orígenes comprobados en las planicies de China y Mongolia unos 2000 años antes de Cristo, la cetrería ha pasado de ser una herramienta para la subsistencia, a un arte de reyes, marahaes, emires y sultanes, y -en el presente- un deporte conservacionista patrimonio de la humanidad.
La caza con aves de presa tiene varios nombres en español: cetrería, halconería y altanería. Todos indican lo mismo: el arte de cazar mediante el uso de aves rapaces, mayormente diversas especies de halcones propiamente entrenados para esa tarea. Esta actividad milenaria cuenta con adeptos en todo el mundo y se ha convertido además en un excelente instrumento de conservación.
Un viaje a los países del golfo Pérsico me permitió observar de cerca este antiquísimo arte y ser testigo de la maestría con que son adiestrados halcones peregrinos, que cuentan hoy con un valor promedio de 18.000 dólares cada uno para quien los quiera comprar.
Si bien es cierto que esta especie de rapaz es la preferida por su agresividad, fortaleza y forma de volar que la hace alcanzar una velocidad de 180 km por hora, convirtiéndola en el ave más rápida de la Tierra, también son entrenadas otras especies de halcones, así como gavilanes, águilas, azores, lechuzas y búhos.
Las presas más buscadas para estos raptores -dependiendo sean de alto o bajo vuelo- son otras aves como palomas, patos, avutardas; conejos, liebres y ratones; y algunos mamíferos de porte mediano y pequeño como gacelas y antílopes.
En los países del Golfo, así como en Siria, Irak o Irán, se utilizan perros en las partidas de cetrería, particularmente los de raza Saluki, muy similar a los galgos, tal vez más rápidos ya que son capaces de correr a 40 km por hora, lo cual los hace aptos para cazar gacelas y antílopes en las planicies, y tienen una historia casi común de ayuda mutua en los desiertos del Oriente Medio y del Magreb africano.
Según la tradición islámica, el halcón es un compañero del cazador, y el perro su sirviente. Por esa razón les es permitido (halal) a los musulmanes comer la carne de las presas que cazan.

Entrenando aves para cazar
El entrenamiento de halcones y otras aves rapaces varía de acuerdo a las especies. El primer paso para realizar esta actividad es naturalmente la obtención del ave, que hoy en día se realiza casi siempre mediante la compra en un criadero. La modalidad de criar aves es relativamente reciente en la historia de la cetrería, ya que históricamente siempre se utilizaba la captura de animales silvestres en la naturaleza.
Una vez obtenida el ave, se establecerá un período de acostumbramiento del animal para que pueda ser manejado por su propietario, mediante el uso de diferentes técnicas que deberán ser precisamente aprendidas y practicadas bajo la supervisión del maestro halconero.
Los ojos del ave serán cubiertos con una capucha de cuero colocada sobre su cabeza (algunas veces con exquisitas ornamentaciones y diseños), que servirá para relajar al animal y evitar el estrés durante el curso del entrenamiento. De esta forma, como otras técnicas de domesticación, el animal se acostumbrará al contacto del halconero y estará listo para la etapa del aprendizaje.
Cuando se comprueba que el ave ha perdido el miedo y se ha hecho dócil, el halconero comenzará una serie de ejercicios muy similares al adiestramiento de otros animales, utilizando el alimento como incentivo y señuelos colocados en distintas posiciones y circunstancias.
Una vez superada esta etapa, el ave podrá ser llevada al campo para realizar vuelos cortos, de manera de inculcar la respuesta incondicional a los señuelos, y una vez que responda a las direcciones del halconero, ya podrá emprender vuelos y capturas libre de ataduras.

Una historia de miles de años
Como sucedió con la caza mayor deportiva, la necesidad de proveerse de alimentos, dio paso a la práctica como actividad social de recreación y condición social. De esa manera reyes, zares, emperadores europeos, marahaes, emires y sultanes orientales practicaban el arte de cazar con aves.
Los comienzos de la cetrería estuvieron relacionados con una forma de ayuda a la caza de subsistencia. Se cree que comenzó (como casi todas las cosas) en China unos 2000 años antes de Cristo. Desde allí pasó a Japón, India, Arabia, Persia y Turquía y casi como la caza mayor, también se convirtió en un signo de estatus social y real, que distinguía a los dignatarios de sus cortesanos.
En Mongolia también las clases gobernantes disfrutaron de la caza con rapaces, convirtiéndose en un importante bastión de la actividad.
En la India, por ejemplo, los marahaes usaban el halcón peregrino unos 600 años antes de Cristo, y esta práctica se extendió hasta la década del 1940 al finalizar el período de la colonización británica conocida como el Raj.
Naturalmente, los viajeros occidentales que se adentraron por el Asia Menor y el Lejano Oriente, no tardaron en incorporarla a sus costumbres convirtiéndola en un deporte. Marco Polo cuenta, por ejemplo, sobre la cacería llevada a cabo por el Kublai Kan con aves de presa y acompañando por una partida de 10.000 ayudantes, entre porteadores y batidores.
El arte de la caza con halcones llegó a Europa durante la época de las Cruzadas. Allí los “cruzados” establecidos en Tierra Santa aprendieron el arte, entre otras muchas cosas, de los árabes, y lo llevaron con ellos de vuelta a Europa luego de las diferentes derrotas que sufrieron a manos de los musulmanes en las varias cruzadas que se llevaron a cabo
Aquí también las Cruzadas ayudaron para conectar Oriente con Occidente, lo que convirtió a cristianos caballeros en entusiastas halconeros, como el caso del rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de Leon, quien viajaba siempre con su halcón. Años después, otro compatriota suyo, el famoso rey Enrique VIII, así como el Emperador Napoleón se sumaron a las filas de los aficionados al arte de la halconería. Por ese entonces, muchas aves usadas en cetrería solían ser capturadas en Holanda, la península escandinava, Islandia y Groenlandia.
En la Inglaterra medieval, también fue utilizada para ascender en la escala social, y tanto fue su auge que en 1486, el Priorato de Sopwell escribió unas normas que regulaban la actividad, a las que denominaron El libro de San Albano, y que establecía las reglas para poseer aves y practicar dicha actividad. Imponiendo por ejemplo, el castigo de cortarles las manos a aquel que tuviera un ave superior a su rango social de nobleza.

Halcones y libros
La cetrería está presente en la literatura desde hace cientos de años. Hay registros que datan del siglo IX, sobre un pequeño tratado sobre el cuidado de las aves de presa conocido como Anónimo de Vercelli. El emperador Federico II Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico,  escribió un tratado en latín sobre ornitología, entrenamiento de aves y caza en el siglo XI. En el 1325 el príncipe Juan Manuel de España, compiló un volumen sobre temas de cacería basado en la obra de Federico II al que tituló El libro de la caza con aves. Con un nombre similar, Libro de la caza de las aves, el poeta castellano Pedro López de Ayala publicó en el siglo IV el que sería el tratado definitivo sobre la cetrería ibérica, hasta el siglo XX.
Mi primera aproximación a la literatura de halconería fue un raro libro publicado en Londres en 1852 por el explorador, traductor y erudito británico Sir Richard Francis Burton, quien se inició en el arte de la cetrería en sus días de juventud en Francia, y quien escribió Falconry in the Valley of the Indus (Cetrería en el Valle del Indo), donde relata sus experiencias en este deporte mientras viajaba por la provincia de Sinde, en la actual Pakistán.
Más cerca en la historia, y en nuestra cultura, el español Félix Rodríguez de la Fuente, también fue un cultor de la halconería ibérica. De la Fuente, fue entre muchas otras cosas tales como naturalista, escritor, divulgador y guía de safaris fotográficos, el autor en 1965, de un clásico que tituló El arte de la cetrería.
Seguramente por la convivencia que árabes y españoles tuvieron durante 800 años, es que este deporte se popularizó tanto en España. Sin embargo, su auge fue decayendo hasta casi desaparecer, y no fue hasta mediados del siglo XX, que Don Félix la reintrodujo en el reino, trabajando con un sistema de aves silvestres tal cual como se hacía en la antigüedad.

El presente de un arte conservacionista
Si bien la era de oro de la halconería en Europa terminó naturalmente con el advenimiento de las armas de fuego, ha tenido un resurgimiento tanto en Europa continental como en las islas Británicas durante el siglo XX.
En el subcontinente Indio, la partición de la India británica en India y Pakistán en 1947, así como las sucesivas guerras en Afganistán durante el siglo XX y XXI, hicieron que este arte ya no sea tan frecuentemente practicado allí. De hecho en Pakistán la cetrería fue prohibida en 1950, aunque una década más tarde se permitió a los extranjeros puedan practicarla convirtiéndose en una interesante fuentes de ingreso de turismo cinegético.
Corrió mejor suerte en el Medio Oriente donde aún hoy es muy popular entre la nobleza y las clases acomodadas de los diversos reinos y emiratos, donde se utilizan aves de criadero, lo que ha prevenido a numerosas especies del inexorable camino de la extinción.
En África la cetrería es practicada legalmente en todas las provincias de Sudáfrica. Allí por ejemplo, la actividad es administrada por clubes provinciales, que pertenecen a la South African Falconry Asociation, quienes velan para que la actividad se realice bajo estrictos normas legales y apropiados códigos de ética.
En Zimbabwe, por su parte, también es legal aunque cuenta con menos adeptos que en su vecino del sur. Si vamos al este africano, encontraremos halconeros en Tanzania, que es otro lugar donde la cetrería es practicada, mayormente en las afueras de Dar es Salam donde se cazan diversas variedades de gacelas, así como en el Sudán donde se realizan cacerías de plumas. Ambos países cuentan con la ventaja de estar muy cerca de la península arábiga y es un destino tradicional para los árabes provenientes del Reino de Arabia Saudita y los Emiratos.
Las presas más buscadas para la cetrería en África son las gacelas del este, como las de Thompson, Grant, Speke y Nuemann;  los antílopes medianos como impala, springbock; y los antílopes más pequeños como duiker, steenbuck o dik dik.
Para los árabes el trofeo de pluma más codiciado en las tierras árabes es sin dudas, la houbara, una especie de ave grande de la familia de las avutardas (bustard), muy común en las regiones del Golfo Pérsico. En África en cambio, he visto a los árabes ir con sus halcones detrás de la avutarda kori (kori bustard), casi un trofeo de caza mayor a juzgar por su tamaño y peso.
En Argentina la cetrería cuenta también con entusiastas adeptos, quienes se dedican a la cría, entrenamiento, caza, y además control ecológico de plagas aviarias (léase palomas y/o patos) en silos, sembrados y aeropuertos

Patrimonio de la humanidad
Gracias a una iniciativa de los Emiratos Árabes, la cetrería fue reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, quien ha recomendado que se  garantice la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial presente en el territorio del los estados miembros. La propuesta fue avalada por España, Qatar, Siria, Mongolia, Republica Checa, Eslovaquia, Marruecos, Francia, Bélgica, Corea y Arabia Saudita.
La supervivencia de las aves rapaces muchas veces se ve afectada por la intensa presencia de DDT en el medioambiente, lo que afecta la dureza y calidad de los huevos, poniendo en peligro la sustentabilidad de varias especies. Sin embargo existen varios grupos de conservación de halcones como Falcons International, fundada por deportistas árabes, la Agencia Ambiental de Abu Dhabi, y la Falcon Fundation International de Pakistán que se han reunido para implementar programas de investigación y conservación que incluyen la liberación de halcones a la naturaleza, provenientes de criaderos y de decomisos de cazadores furtivos.
Tradicionalmente las aves de presa era capturadas en la naturaleza y luego de una o dos temporadas de caza, liberadas nuevamente en sus hábitats naturales. Hoy en día, y desde mediados del siglo XX aproximadamente,  muchos halconeros utilizan aves de criadero pero también se utilizan algunas capturadas de la naturaleza, ya que gracias a los censos biológicos, se ha establecido que existe un número suficiente de algunas especies que pueden ser capturadas para estos propósitos. Esta medida desalienta el tráfico ilegal de aves, reduce el número de aves exóticas en cautiverio, y alienta a los halconeros a convertirse en parte importante en la conservación de las aves de presa.

martes, 30 de octubre de 2012

Decálogo de la Etiqueta en el Safari

Por Eber Gómez Berrade

El safari de caza mayor es una actividad social y deportiva, regida por las reglas de cortesía habituales en cualquier actividad humana. Sin embargo, hay algunas normas no escritas, gestos y detalles caballerescos que hacen que -más allá del éxito final de la cacería-, ésta se transforme en una experiencia enriquecedora para todos los integrantes del safari, desde el cliente mismo hasta el cazador profesional y el personal de campamento.
Lo que sigue es un breve decálogo de consideraciones de comportamiento, que -como indica el significado de la palabra “cortesía”-, no hace más que demostrar que se manifiesta atención, respeto o afecto por sus semejantes.

1.- Reglas de seguridad del campamento
Existe un viejo dicho atribuido al general ateniense Alcibíades que reza: “Donde fueres haz lo que vieres”. En lo que se refiere a las reglas de seguridad de un campamento de caza mayor, ya sea tanto en África, como en La Pampa o Kamchatka, lo importante es adecuarse a las normas de seguridad que allí se establecen. En líneas generales, el cazador que accede a un safari Africano ya tiene una vasta experiencia en su propio país. Esto significa que ha aprendido y aplicado algunas reglas básicas en todo lo que al uso de las armas. Sin embargo, como aquello de “cada maestrito con su librito”, es aconsejable en estos casos seguir las instrucciones o recomendaciones del cazador profesional sobre esta materia.
Para eso, la etiqueta del cazador considerado, exige que no sólo se respeten las normas mínimas de seguridad como la de no llevar bala en la recámara en el campamento o en el vehículo, ni apuntar a nadie aún con el arma descargada, etc. etc., sino también considerar algunas otras cuestiones pensando en terceros. Por ejemplo, es un buen detalle el mantener el cerrojo abierto ni bien se ingresa al campamento. De esa forma, no solo el cazador sino todos los que estén alrededor sabrán indiscutiblemente que el arma está desactivada y no representa un riesgo potencial.
En segundo lugar, es un buen gesto de cortesía llevar desmontado el disparador del fusil -aunque esté sin bala en recámara- mientras el rifle esté en el soporte del vehículo, por una razón similar: evitará la preocupación de terceros al desconocer si hay o no bala en recámara.
Si llegase a viajar en el asiento del acompañante dentro de la cabina del vehículo, coloque siempre la boca del cañón apuntando hacia abajo aunque el fusil esté descargado. Es un detalle de consideración para con el rastreador o la persona que vaya parada detrás en la caja, que le evitará el stress de ver como el cañón le apunta a su cabeza, aunque sepa que el arma está vacía. 
Otro detalle de buenos modales, es ser cuidadoso con el arma que alquila. Si bien es la que estará usando y le caben las generales de la ley para el uso de cualquier fusil, recuerde que casi siempre los rifles de alquiler son propiedad del cazador profesional para quien son herramientas de trabajo, por lo tanto ofrecer limpiarlo o mostrarse atento al cuidado del mismo, será otro gesto muy apreciado y agradecido por el profesional.
Como última consideración de este apartado, le sugiero que le haga caso al guía en todo lo que respecta a temas de seguridad, ya que esa materia es de total y exclusiva responsabilidad del guía, y muy especialmente si se encuentra en un campamento de caza peligrosa.

2.- Mentalidad del personal del campamento
Muchas veces la cultura de los habitantes de África se diferencia bastante con la nuestra, y muchas otras, la de ellos mismos también se diferencian entre sí.
Esto puede llamar la atención en especial a aquellos que pisan por primera vez el continente. Allí se encontrarán con nativos de raza negra muy serviciales, de trato cortés y profundas creencias religiosas. Exactamente igual que los nativos de raza blanca. Los primeros, podrán rezar a sus antepasados cada noche pidiendo que el cazador pueda obtener el trofeo buscado, ya que eso representa una gran alegría para ellos, mejores propinas al final del safari y proteínas aseguradas para su aldea. Los blancos, en cambio, podrán dar gracias por los alimentos recibidos ante cada comida, o no realizar ninguna actividad con armas los días domingo, especialmente si practican la fe protestante, y en especial aquellos de ascendencia boer que suelen ser miembros de la Iglesia Reformada Holandesa. En cada caso, la comprensión es la mejor actitud para demostrar el debido respeto a sus creencias.

3.- Estado físico y condiciones de tiro mínimas indispensables
En estas páginas ya hablamos de la importancia de tener un estado físico adecuado y de contar también con habilidades de tiro afines a las exigencias de la cacería. En ambos casos, hice hincapié en las ventajas que estar preparado en todo sentido ofrece al mismo cazador. Desde el punto de vista del profesional e incluso de los asistentes, que el cliente esté a la altura de la circunstancias es fundamental a la hora de ver su trabajo coronado con el éxito.
Seguir las huellas de cualquier animal en el bush, ya sea de planicie o de caza peligrosa, es una tarea demandante tanto física como mentalmente. En estos casos, el cliente cuenta con una ventaja que es la ansiedad y la excitación por estar detrás de su pieza. El personal de safari, por su parte, cuenta con la familiaridad y el entrenamiento que le otorga su diaria actividad. Sin embargo, todos se enfrentan más tarde o más temprano a los rigores del cansancio. Ayuda mucho al espíritu de equipo, comprobar que el cazador está en poder de un estado físico adecuado que le permite alcanzar la meta aunque sea con esfuerzo. Naturalmente a la hora del disparo, también ayuda mucho que demuestre sus condiciones como tirador. Con esto no quiero decir que no pueda fallar. Eso en definitiva no es lo importante. La clave en estos casos es estar a la altura de la cacería, no solo para el obvio beneficio propio, sino también como una forma de valorar y respetar el arduo trabajo del resto del equipo del safari.

4.- Puntualidad
Un safari cuenta con reglas más o menos establecidas al inicio del mismo. Algunas de ellas tienen que ver con los tiempos para determinadas actividades. En general, el toque de diana se hace antes del amanecer, hay un horario fijo para el desayuno y para el comienzo en sí de la jornada de caza. Naturalmente como es su safari y consecuentemente sus vacaciones, el cazador deberá estar de acuerdo en el cronograma establecido, pero una vez acordado, deberá ser respetado. Recuerde que si el desayuno está pautado para las 5 de la mañana, el personal de cocina deberá estar al pie del cañón a las 4. Lo mismo ocurre con el personal de campo, conductor, rastreadores, guardaparques, y el propio profesional que estarán listo a la hora señalada para la partida. Todo está perfectamente ordenado en un campamento de safari, por lo que también es un gesto de cortesía respetar sus horarios en la medida que esto sea posible.

5.- Regateo
La industria de safaris en África deja actualmente poco lugar a la improvisación. Todo está perfectamente organizado desde el primer momento; desde la gestión de los permisos de caza, la asignación del personal del campamento, los guardaparques que actuarán como rangers en las áreas de cacería, la logística y administración, la asignación de guías locales para cada cliente, etc. Esto hace por otra parte, que poco sea lo que se puede regatear u obtener del operador que ya no esté especificado en las condiciones de contratación. Si tiene que negociar algo, hágalo antes con la persona a cargo expresándole sus requerimientos. Pero también recuerde que el tratar de regatear con el guía para obtener alguna ventaja extra, como disminución de precios, posibilidad de cazar especies no establecidas en los permisos, o simplemente obtener una ventaja en cualquier otra circunstancia en detrimento del propio profesional o de la empresa outfitter, no solo no tendrá resultados positivos, sino que dejará al cazador mal parado a los ojos del equipo que trabaja duro para lograr un safari exitoso.

6.- Respeto y cortesía
Las reglas normales de cortesía y civilidad se aplican en cualquier campamento de cacería al igual que en cualquier otra circunstancia. No hay mucho que ahondar sobre este particular. En lo personal jamás he tenido ningún problema con cazadores en este respecto. Al contrario, la relación que se forja entre clientes y el equipo de asistentes es admirable. Tal vez sea por nuestra cálida cultura latina o tal vez por el alto nivel educativo con el que contamos. De cualquier forma, al final del safari, las despedidas siempre son emotivas y afectuosas. He visto sí, ver tratar como simples sirvientes al personal de color por parte de algunos cazadores extranjeros, algo que a estas alturas ha quedado afortunadamente fuera de lugar del continente africano.   

7.- Paciencia
La paciencia es -sin dudas- una de las principales virtudes con las que debe contar un cazador. Esto está clarísimo, pero debe tenerse más en cuenta aún si luego de cuatro días de estar recorriendo kilómetros a pie en busca de algún esquivo trofeo, no se ha podido dar con él y sólo se han disparado los tiros para regular el rifle. Las situaciones pueden ser más que variadas: sólo se ven huellas de los animales buscados en el área, no se encuentra el trofeo que uno busca en particular, se han perdido las oportunidades de cazarlo al acercarse, los animales han abandonado el área de caza y muchas situaciones por el estilo. En cualquiera de estos casos, solo cabe analizar la situación junto al profesional, buscar nuevas estrategias y ser paciente. Pero además de estas tres condiciones, le sugiero como detalle de cortesía, que le haga saber a su guía, que comprende cabalmente la situación y que como buen cazador, no se desesperará si el resultado no es el buscado. Este gesto de caballerosidad será muy apreciado por el profesional quien -estoy seguro- hará todo el esfuerzo posible para que usted cace lo que está buscando. Como dicen los ingleses, él hará la “milla extra” para que esto suceda, pero con la confianza de que están entre caballeros que entienden y comparten uno de los pilares fundamentales de la deportividad de esta actividad: la incerteza de la caza.

8.- Expectativas racionales
No me refiero aquí a la teoría económica de este mismo nombre, sino a la actitud que debería tener el cazador a la hora de buscar los distintos trofeos en su safari. Expectativas racionales y razonables deberían ser las que se tienen cuando se inicia la cacería en cualquier parte del mundo.
Es naturalmente muy deprimente darse cuenta en el lugar, que las medidas de trofeo que uno busca no existen allí. La solución es obviamente averiguar con anterioridad los niveles promedios de los trofeos representativos en esa región. 
Para eso puede recabar información en los libros de récords existentes, preguntarle a algún amigo que haya cazado en esa área recientemente, o hablar con su cazador profesional sobre las expectativas que tiene y conocer cuál es su opinión al respecto. Esta información, si es conocida de antemano, evitará desilusiones al cliente y presiones extras al profesional que puedan opacar la magnífica experiencia que un safari africano representa. 

9.- Comunicación con el cazador profesional
Esto es fundamental para garantizar el éxito de un safari. La comunicación con guía debe ser fluida desde mucho antes que comience la cacería. Ya sea por correo electrónico o personalmente, pregúntele, asesórese sobre todo lo que considere necesario: alojamiento, comodidades, tipo de geografía, forma de cazar, calidad de trofeos esperados, y todo lo que se le ocurra. De la misma manera, una vez iniciado el safari, mantenga la comunicación con él y participe en las decisiones, estrategias y planes de acción que deberán tomar en conjunto. La confianza con su guía le permitirá tal vez señalarle a él cosas que deberían mejorar o perfeccionar en la operación, así como también expresarle aquello en lo que concuerda o le parece bien. Este ida y vuelta ayudará mucho al profesional en su trabajo con las naturales consecuencias en el éxito final de la cacería.  

10.- Propinas justas
No hace mucho hablamos también sobre las maneras posibles de estimar una propina correcta para el personal del safari. Algo que en estos días, si bien es voluntario, es también una regla no escrita de uso común en los safaris internacionales. En este caso, quisiera señalar, que una norma de etiqueta importante en el campamento, es aceptar las sugerencias del cazador profesional en este respecto. Con esto quiero decir que si bien las propinas son absolutamente voluntarias, existe siempre un rango en el que se mueven los valores del dinero a otorgar al personal. Por esa razón, trate de ajustarse a los usos y costumbres en este sentido. Una propina inferior a la media, puede ser tomada como una muestra de disconformidad por parte del cliente, algo que no está mal si realmente existiera esa disconformidad en el servicio o en la atención. Pero también un exceso en los valores de la propina, puede traer aparejados problemas para el guía profesional o la empresa outfitter, en especial cuando se trata del personal nativo. Para ilustrar una situación de este estilo, me permito contar el caso de un rastreador que al día siguiente que se fuera el cliente del campamento, vino a pedir los 250 dólares que le faltaban de su propina. Al preguntarle de qué estaba hablando, ya que el dinero había sido entregado en mano, contestó que el cliente le había dejado 100 dólares (que era el monto usual para gratificaciones en aquel lugar), pero que otro cliente le había dejado 350 dólares al otro rastreador del equipo por un período similar de safari. Lo que no entendía el rastreador, era que las propinas eran un regalo voluntario, y no un derecho adquirido. Explicado esto, se solucionó su humor y no pasó a mayores. Pero lo que el cliente nunca supo, fue que generó una situación de tensión gracias a su excesiva generosidad.  

domingo, 30 de septiembre de 2012

Rowland Ward, el inquieto taxidermista victoriano


Por Eber Gómez Berrade

El nombre de Rowland Ward se relaciona -hoy en día- con la persona que inventó las mediciones de trofeos de caza mayor. Es cierto que fue el creador del primer libro de récords del mundo, y al mismo tiempo del sistema de medición creado ad hoc para inscribir dichos trofeos. Pero Ward fue mucho más que eso. De hecho fue taxidermista, escultor, naturalista, pescador, cazador, decorador, hombre de negocios, autor y publicista de numerosos libros. En definitiva, un personaje inquieto y apasionado, amante de la naturaleza y claro exponente de la Inglaterra imperial de fines de siglo XIX regida por la reina Victoria.    
James Rowland Ward nació en Londres en el año 1847, en el seno de una familia de amantes de la naturaleza. Su padre, Henry Ward era en su tiempo taxidermista y naturalista, propietario de un prestigioso taller de taxidermia londinense, y muy amigo del ornitólogo francés John James Audubon, a quien acompañó en varias de sus expediciones en busca de nuevas especies por la América del Norte.     
El joven James, hijo menor de la familia, heredó de su padre el amor por la naturaleza y el buen gusto en el arte. Se aficionó desde muy chico a la escultura y a la pintura, y abandonó sus estudios a los catorce años para convertirse en aprendiz en el taller familiar.
A medida que iba progresando en su aprendizaje, el joven Ward iba creando sus propios moldes y de vez en cuando haciendo trabajos por cuenta propia.
Su primer encargo conocido es un par de halcones peregrinos, que actualmente se encuentran exhibidos en el Museo de Glasgow, en Escocia, y datan de 1868, cuando sólo tenía veintiún años de edad. Un tiempo después montó dos cabezas de caballo para un excéntrico cliente que los había comprado durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Este trabajo quedó tan bien que como consecuencia de ello, fue comisionado por otro empresario de fortuna para montar una colección de trofeos de cuerpo entero destinada a decorar su casa de campo en las afueras de Londres. Tenía entonces, veinticuatro años. Fue un trabajo largo y bien remunerado, por lo que el joven Ward vio la oportunidad de independizarse invirtiendo el dinero que había ganado para abrir su propio negocio de taxidermia en Harley Street, en Westminster bajo el nombre de J. Rowland Ward”. En 1879, un año después de la muerte de su padre, adquiriría la que sería su famosa sede en el 158 de Piccadilly Street, bajo el nombre de “Ward & Co. Ltd” también conocida como “Rowland Ward of Picadilly” o simplemente “La Jungla”. El estudio se convirtió en el lugar obligado para todos los cazadores y pescadores de la época que recorrían este famoso barrio londinense. 
En 1886 su estudio participó de la Exposición India y Colonial con cuatro majestuosos exhibidores donde recreó diversos ambientes exóticos. En uno de ellos colocó un elefante entre cuatro tigres de Bengala, todos montados de cuerpo entero. En otro stand, denominado “La vida en la jungla”, -también ambientado en un escenario indio- incluyó un elefante, más tigres, antílopes, cocodrilos y serpientes colgadas de árboles. Para esta muestra hizo traer especialmente pastos altos, cañas de bambú y palmeras de la India para completar la decoración. El éxito fue rotundo, tanto es así que esa misma decoración fue replicada en las exposiciones de 1895 y 1896.
Ward era sin dudas, un perfeccionista. Podía llevarle 30 horas diseñar solo la expresión de un tigre. Pasaba largas horas en el Zoológico de Londres estudiando los animales, tomando notas de sus cuerpos, expresiones, y movimientos. Sus condiciones de naturalista y de pintor, le ayudaban para armar sus borradores que luego usaría a la hora de esculpir los moldes de sus piezas. A partir de entonces sus stands en las exposiciones serían conocidos como “La Jungla”, marca que iba a ser registrada posteriormente y usada como logo en las etiquetas de sus embalajes. En 1898 cambió el nombre de su compañía a “Rowland Ward Ltd.”, consolidando la fama de ser el mejor estudio de taxidermia del Imperio.

Inventor y decorador
Su personalidad curiosa y ambiciosa, hizo que Ward no se conformara sólo con ser el mejor taxidermista de su época, sino que también lo impulsó a explorar nuevos negocios –naturalmente relacionados a su actividad-, para complementar los trabajos de su estudio. Así fue que creó una original colección de muebles y artículos de decoración compuestos por partes de trofeos de caza a los que se llamó “Wardian furniture”. Ya en 1872 había inventado la lámpara zoológica, hecha con animales pequeños en diversas actitudes. Convirtió tortugas de la India en cajas de música, cocodrilos en cajas de cigarros o paraguas, osos en posaplatos, cráneos de tigres en veladores, huevos de avestruz en azucareras, pezuñas de caballos en tinteros, tabaqueras, campanas o cajitas  de fósforos, y cornamentas de ciervos en mangos de cuchillos. Incluso fue él quien comenzó a utilizar los despojos de los elefantes en artículos de decoración. Normalmente los clientes utilizaban sólo los colmillos de marfil en exhibición, o algunos más intrépidos podían montar la cabeza entera sobre una pared de su sala de trofeos. Pero Ward fue el primero que comenzó a utilizar el cuero para hacer bandejas, las patas del paquidermo para gabinetes de bebidas, cajas de costura, o papeleros.   
Cuando el Príncipe de Gales, heredero al trono británico, cumplió las bodas de plata con su esposa en 1888, Ward les obsequió al matrimonio un cocodrilo montado como aparador para vajilla.
En cuanto al arte de la taxidermia propiamente dicho, Ward fue el inventor de numerosas técnicas que revolucionaron la actividad y que hoy siguen vigentes.

El Libro de Récords
Siguiendo con su pasión por los nuevos emprendimientos, Ward comenzó a pensar en convertirse en autor, escribiendo sus propias experiencias de viajes y naturaleza.
Pero no fue hasta 1892 que tuvo la genial idea de crear el primer libro de récords de trofeos de caza. Lo llamó “Horn Measurements and Weights of the Great Game of the World”, que traducido es “Medidas y pesos de cuernos de especies de caza mayor del mundo”.
El objetivo de este trabajo era el construir una especie de “mapa” de los mejores trofeos del mundo, dedicado fundamentalmente a cazadores y científicos. El libro contaba con las medidas y pesos de los animales recolectados e inscriptos, así como la distribución y características de cada especie. Cada pieza estaba listada por orden de mayor a menor y por fecha de recolección. El libro estaba ilustrado también con dibujos y fotografías de animales montados de cuerpo entero y de medio cuerpo. De esta manera, deportistas y zoólogos podrían ver de inmediato en qué lugar del planeta estaban los mejores animales de cada especie, y analizar los cambios de acuerdo al paso del tiempo.
La segunda edición del libro de récords se llamó “Records of Big Game”, tal como se lo conoce hoy día, y fue publicada en 1896. Así como la primera edición contenía mediciones tomadas por el propio Rowland Ward, a partir de la segunda, la información fue suministrada por muchos cazadores y deportistas en el mundo entero como se sigue haciendo en la actualidad.
Todas las ediciones que le siguieron contenían mediciones de animales del todos los continentes. Esto fue así hasta la novena edición inclusive de 1928. A partir de la décima edición sólo se listaron las especies de África y Asia solamente. De la onceava a la décimo novena, sólo se listaron las de África. La vigésima edición volvió a incluir Asia junto a África, y la vigésima primera cubrió exclusivamente las especies de Europa. Recién a partir de la edición vigésimo segunda -del año 1989-, hasta la actual vigésimo octava -de 2010-, es que se incluyeron a los trofeos de todos los continentes.
En el año 2002, la compañía debió dividir en dos volúmenes el libro, debido a la gran cantidad de ingresos que recibían y que se iban acumulando. En la presente edición, un volumen está dedicado a las especies africanas, y el otro a las de Norte y Sud América, Europa, Asia y Oceanía.
La importancia de este libro para los cazadores, es fundamental, no sólo por ser el primero de su clase en la historia, sino porque se enfoca exclusivamente en la calidad de las especies de cada área. No importa si el trofeo fue cazado o encontrado, tampoco genera competencia entre los cazadores ni premia al “mejor cazador”. Simplemente deja constancia de la evolución del mapa zoológico de las especies de caza mayor en cada continente.
Para poder inscribir los pesos y medidas de cada trofeo, Ward ideó paralelamente su propio sistema de medición, que dividió en 18 métodos para las distintas clases de especies, y que vale la pena analizar en otro artículo dedicado especialmente a ello.
Este sistema, fue usado luego en base a los demás sistemas vigentes en el mundo entero, pero cabe la aclaración que el viejo “Rowland Ward”, sigue siendo el más utilizado por los cazadores profesionales en África en la actualidad. 

Autor y Publicista
A esta altura del partido, ya se puede ver la enorme capacidad de trabajo que tenía Ward, así como la creatividad para generar nuevos productos relacionados a su actividad. Su gusto por las letras, lo llevó a crear su propia editorial, que entre los años 1880 y 1911, publicó más de 30 títulos, todos orientados a la caza mayor y sus trofeos.  
Como autor, él mismo, publicó en 1880 su libro “Rowland Ward´s Sportsman Handbook to collecting and preserving trophies & specimens”, dedicado a diversos temas como armas y calibres, instrucciones sobre medición, preparación primaria de trofeos, notas taxonómicas de las especies de caza mayor, etc.  
A esta obra, no muy grande por cierto en tamaño, pero convertida en un clásico temprano en la literatura de caza mayor, le siguieron otras que pendularon entre la cacería y la pesca, actividades que obviamente lo apasionaban.
Así es que en 1898, publicó “The English Angler in Florida”, con sus anécdotas y fotografías propias de su viaje de pesca que realizó a los Estados Unidos el año anterior, y en el que aprovechó para visitar el Museo de Historia Natural de Nueva York, donde se encuentra la colección de aves de Audubon, muchas de las cuales fueron recolectadas por el ornitólogo junto a su padre Henry, unos sesenta años antes.
En 1908, Ward publicó “The Sportsman's British Bird Book”, algo así como el libro de aves del deportista británico, con más de 300 ilustraciones de pájaros montados en su propio estudio de taxidermia.
En 1913, un año después de su muerte, la editorial publicó su autobiografía “A Naturalist's Life Study in the Art of Taxidermy”. Originalmente el libro fue ideado para una circulación privada y reducida entre sus amigos y clientes, no más de cincuenta en total. Allí Ward, más que exponer su vida privada, detalla los métodos que utilizaba en su estudio, junto con varias anécdotas ocurridas a él y a varios de sus amigos en diversos safaris africanos y shikars indios. Un libro raro, pero my interesante. 
La compañía editorial Rowland Ward, publicó también en vida de su fundador, varios clásicos de la literatura cinegética como "Travel and Adventure”, y “Sunshine and Storm in Rhodesia”, de Frederick Courteney Selous; "Game Animals of Africa”, de Lydekkers; y “Great and Small Game of Africa” de Bryden.

Naturalista
Otra faceta importante en la vida de este inquieto personaje victoriano, fue su amor y conocimiento de zoología, algo que le valió la distinción de ser nombrado Fellow de la Zoological Society de Londres en 1879.
Como es de imaginarse, fue amigo personal de muchos de los más reconocidos y afamados exploradores, cazadores y naturalistas de la época, como el mencionado Selous, Sir Samuel Baker y Arthur Neumann, por nombrar sólo algunos, a muchos de los cuales les publicó sus obras.
Por sus dotes de naturalista Ward también contó con el extraño privilegio de ser homenajeado a través de varias especies zoológicas, tales como la subespecie de ibex asiático “Capra sibirica wardi”, una subespecie de reedbuck africano “Redunca redunca wardi”, y una subespecie de oso malayo “Ursus malayanus wardi”.
Su pasión por la naturaleza lo acompañó hasta su muerte. Su vida privada, se mantuvo así, privada y poco escribió sobre ella. Estuvo casado con Lina Ward, quien falleció en 1951 y quien fuera veinte años más joven que él. Nunca tuvieron hijos. Rowland Ward murió de neumonía en 1912, en Boscombe, Inglaterra, luego de un extenso período de enfermedad.

El presente de Rowland Ward
Luego de su muerte, el estudio de taxidermia y la editorial siguieron funcionando, atravesando los complicados períodos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En 1946, Gerald Best tomó a su cargo la conducción de la empresa orientándose a una clientela extranjera, mayormente de los Estados Unidos e India. La guerra ya había pasado y los safaris africanos estaban de nuevo tomando vigor entre las clases acomodadas del mundo entero. Potentados estadounidenses y marajaes hindúes podían enviar decenas de tigres, leones y elefantes a los estudios de Picadilly en aquellos días.
Alentado por esta coyuntura, Best decidió abrir un local en Nairobi, Kenia, capital de los safaris africanos. Allí los clientes llegaron a enviar hasta tres leones por semana para montarlos de cuerpo entero. Todo parecía marchar sobre rieles, pero la tormenta se cernía sobre la prestigiosa empresa y su suerte estaba echada. Comenzaron a aparecer competidores en los Estados Unidos, como la firma “The Jonas Brothers” de Denver, -de actual fama internacional-,  que ofrecían trabajos de igual calidad y buen gusto.
A la muerte de Best en 1969, la empresa pasó a sus hijos pero se dividió y comenzó su período de declinación definitiva. El estudio de taxidermia cerró un año después. Los derechos de la editorial que incluían al libro de Récords fueron vendidos a la organización Game Conservation International de San Antonio, Texas en 1982. Y en 1983 la empresa cerró sus puertas definitivamente.
El libro de Récords siguió publicándose hasta que sus derechos fueron vendidos a su vez a un editor sudafricano, Stephen Smith. Al morir éste, fueron comprados por la familia Halse, también de Sudáfrica, donde se edita actualmente. 
Hoy la firma Rowland Ward además de continuar con la publicación del famoso “Record Book”, y el “Sportsman Handbook”, ha incorporado nuevas unidades de negocios como la publicación de libros de terceros, material gráfico y de video relacionado a la caza y la historia natural, así como colección de indumentaria y accesorios para cazadores y tiradores. Además desde hace ya unos años, la firma reflotó la “Rowland Ward´s Guild of Field Sportsmen”, creada por Robin Halse, G.A. Sparks y Stephen Smith en Sudáfrica, organización dedicada a la propagación y mantenimiento de los más altos estándares de ética en la caza mayor deportiva. Un legado digno para un apasionado artista y cazador como Rowland Ward.