jueves, 8 de octubre de 2009




Revista Vida Salvaje

Claves para cazar en el Continente Negro

Por Eber Gómez Berrade


África. Que cazador no se ha estremecido alguna vez con solo escuchar ese nombre. Quien no ha imaginado enfrentarse a un gran león de melena negra o a un elefante con colmillos de 100 libras, o simplemente quien no ha deseado estar sentado en un fogón escuchando las hienas mientras se pone el sol en el campamento.
África posee el encanto irresistible de la aventura, del misterio y de lo salvaje. Es la cuna de la civilización que ha cautivado la imaginación del hombre desde tiempos inmemoriales. Es también la tierra del Safari. Allí es donde nació.
Safari significa viaje en swahili, la lengua franca del este de África. Esta palabra fue usada inicialmente por el explorador británico Sir Richard Francis Burton, -descubridor del Lago Tanganika- como sinónimo de expedición. Años más tarde, se usaría como sinónimo de excursión de cacería.
Claro que aquellos primitivos safaris de caza eran muy diferentes a los que conocemos hoy. Fueron cambiando, como fue cambiando África.
Ex Africa semper aliquid novi, “Siempre hay algo nuevo en África” decía Plinio el Viejo en su “Historia Natural”, y tenía razón. África es un continente que cambia constantemente.
La caza deportiva comienza allí a fines del siglo XIX y principios del XX en lo que se conocía como el Protectorado del África Oriental Británica y que luego se convertiría en Kenia. Aquí es donde nace el concepto moderno del safari y junto con él la figura, ya legendaria del Cazador Blanco. Es en ese lugar, donde se desarrolla la Era Dorada en el Gran Cazadero como se lo conocía entonces y que se extendía -además de Kenia-, a Tanganika, el Sudan, Uganda, y alguna colonias del África Central.
Allí aparecen los champagne safaris en el período que va desde la Primera a la Segunda Guerra Mundial, largas excursiones que podían durar meses, con interminables caravanas de porteadores, campamentos lujosos y libertad absoluta para cazar lo que uno quisiera.
Allí se gestaron los héroes de nuestra infancia que se enfrentaban a tribus desconocidas y fieras salvajes en libros que ahora ya son clásicos, como las obras de Henry Rider Haggard, Karen Blixen, Ernest Hemingway o Robert Ruark.
Allí es también donde se filmaron las películas que hizo Hollywood en la década del ´50, muchas veces basadas en esas mismas obras.
Pero esa África, ya no existe. El proceso conocido como descolonización y la posterior independencia de muchos de sus países alrededor de la década del ´60 fue decisivo en esta transformación del continente.
En términos de caza deportiva, un punto de inflexión fue la decisión del gobierno independiente de Jomo Kenyatta de prohibir la cacería en el año 1977. Así comenzó otra etapa signada por un cambio constante en las regulaciones de caza en todo el continente que se mantiene hasta hoy.
Con la retirada de las grandes potencias imperiales del continente negro, aquellos viejos Cazadores Blancos que pasaron a llamarse Cazadores Profesionales, (para evitar herir todo tipo de susceptibilidad étnica), tuvieron que decidir si quedarse en Kenia o irse a buscar nuevos territorios de caza done llevar a sus clientes. Algunos se quedaron y se transformaron en guías de safaris fotográficos, otros como Harry Selby o Robin Hurt -por nombrar dos de los más reconocidos-decidieron irse. Selby rumbeó para Botswana y Hurt a Tanzania. Así comenzó una diáspora de profesionales de la caza que se extendió a otros países, independientes también, pero cuyos gobernantes entendieron que la industria de los safaris representaba una muy interesante fuente de ingresos para sus propias arcas, las del país, claro.
De esta manera, en los últimos 32 años, la industria del turismo cinegético prosperó, a veces más, a veces menos, transformándose en la principal fuente de ingreso de muchas naciones del África austral.



La puerta de entrada a África
Sin lugar a dudas, la posta como líder en esta industria de safaris fue recogida por Sudáfrica. Un país con una extensa tradición cazadora que tuvo a Frederick Courteney Selous, William Cornwallis Harris y William Burchell como algunos de sus protagonistas más conspicuos.
Lo que diferencia a Sudáfrica, es que allí se implementó con mucho éxito el concepto de game ranch management, o manejo de fauna en cotos de caza.
La era de la caza libre y el cazador libre para unos pocos afortunados y con mucho dinero y tiempo para gastar, había terminado.
Se abría ahora una nueva oportunidad para que más gente pudiera acceder a concretar su soñado safari africano.
Sudáfrica se convirtió así en la puerta de entrada al continente. No sólo porque los vuelos conectan allí con rutas a diversos países de la región, sino porque gracias a su política de manejo de fauna en áreas privadas, ofrece una enorme variedad de especies de planicie (plains game) endémicas e introducidas a precios muy económicos lo que pone el safari al alcance de billeteras no tan abultadas.
El fin del apartheid y la era Mandela vieron florecer una industria con un sólido basamento científico. Cada una de las provincias sudafricanas desarrolló un extraordinario cuerpo de legislación de fauna, orientado a la protección y manejo de especies autóctonas e introducidas. Se crearon carreras universitarias, se colegió la actividad de los guías, y se alocaron recursos para la promoción del país en el exterior. Esto dio como resultado un aumento considerable en el flujo de visitantes provenientes mayormente de Estados Unidos, España, y algunos países escandinavos.
Sin embargo -por aquello del cambio permanente-, durante la administración del presidente Mbeki (sucesor de Mandela) se produjeron algunas circunstancias que parecieron amenazar el liderazgo sudafricano en materia de caza deportiva.
De acuerdo a estadísticas de la prestigiosa Asociación de Cazadores Profesionales de Sudáfrica (PHASA), en los últimos cinco años el promedio de cazadores que visitaron el país fue de 9.000 al año. Esta cantidad de visitas cayó luego a 6.000. Por qué?, Por una conjunción de factores. Primero fue la introducción de la Ley de Control de Armas de Fuego que generó caos y confusión en su inicio en los aeropuertos de entrada; luego las noticias sobre el incremento en las tasas de criminalidad en algunos centros urbanos así como violentos brotes de xenofobia contra inmigrantes de Zimbabwe y Nigeria; y por último, debido a ciertas conductas anti éticas llevadas a cabo por operadores profesionales de la cacería, que incluye la tan cuestionada cría de leones en cautiverio para su posterior caza en cotos cercados. Una modalidad que es legal en el país, pero que hoy en día pone los pelos de punta a la comunidad internacional de cazadores por considerarla reñida con la ética deportiva.
Hoy Sudáfrica está trabajando fuertemente para revertir esa situación, en todos sus frentes, y ha vuelto a recuperar los niveles de turismo receptivo que supo tener hace poco menos de una década.
Ahora, si alguien salió beneficiado por las vicisitudes sufridas por Sudáfrica, sin dudas fue Namibia. Un país vecino, que formó parte de Sudáfrica hasta el año 1990, y que en el mismo período analizado por las estadísticas de la PHASA, pasó de recibir 3.000 cazadores por año a 6.000.
El gobierno de este país aprovechó la situación y a pesar de contar con menos especies autóctonas que su vecino del este, comenzó una campaña de difusión entre los cazadores extranjeros, haciendo hincapié en el alto nivel de seguridad que disfruta el país, en una legislación moderna que facilita el ingreso de armas y el profesionalismo de sus operadores que brindan servicios de excelencia.
De esta manera, Namibia se ha convertido en los últimos años en la otra puerta de entrada obligada para los cazadores nóveles en la fauna africana. Su industria está estructurada de manera similar a su vecino. Se puede cazar en casi la totalidad del territorio en game farms, alojado en confortables cabañas a precios similares o aún más baratos que Sudáfrica. La diferencia es que además de tener una excelente oferta de cotos, se suma el hecho que cuenta además con unas pocas áreas free range como Damaraland, Bushmanland y la franja del Caprivi que seducen también a los deportistas más experimentados en busca de trofeos de calidad, tanto de planicie como de caza peligrosa.



Un menú para todos los gustos
África hoy ofrece una amplia gama de opciones para todos los gustos y billeteras. Los safaris para caza de animales de planicie (plains game) en Sudáfrica o Namibia se extienden un promedio de 7 a 10 días, en general el alojamiento es en lodges de caza y los costos son bajos debido a que no se requiere una logística complicada ni grandes desplazamientos. Si las tarifas aéreas lo permiten, muchas veces el costo de un safari en cualquiera de estos países es igual o menor al de un buen ciervo colorado cazado en un coto argentino. Ambos países ofrecen la opción ideal para empezar a tomarle el gustito sin gastar demasiado.
Pero como la caza africana es un viaje de ida, ya en el aeropuerto, esperando embarcar al avión que lo traerá de vuelta a la Argentina, estará pensando en cazar los antílopes que le faltan, y por qué no agregar al menos uno de los Cinco Grandes (elefante, búfalo, león, leopardo y rinoceronte) a su incipiente colección que aún se encuentra en proceso de secado.
Si es así, tendrá que decidirse por el Búfalo o el Leopardo. Para ambos trofeos Sudáfrica y Namibia son muy buenas opciones.
En Sudáfrica por ejemplo, la cría de búfalos ha aumentado muchísimo en los últimos años de la mano del aumento de la demanda, lo que ha provocado un lógico incremento en los precios. En Namibia podrá cazar los búfalos en libertad a un precio razonable, pero para eso deberá dirigirse a Bushmanland o la franja del Caprivi en el noroeste del país, justo en la frontera con Botswana y Angola.
Si de leopardo se trata, a mi entender Namibia es “el lugar” por el crecimiento demográfico de este felino, especialmente en las áreas free range. De todas maneras, la calidad de los trofeos es muy buena en ambos destinos. Para leopardo, le recomiendo una safari de no menos de 14 días, y tenga presente además que es imposible garantizar su caza.
Saliendo de la puerta de entrada del continente, se encuentra Zimbabwe, que es otra opción barata para agregar caza peligrosa a su safari de animales de planicie. En realidad, debería decir que fue otra opción.
La crisis política, económica y social que está atravesando el país (y que perdura desde la asunción del gobierno “democrático” de Robert Mugabe que lleva casi treinta años en el poder), ha convertido a un país magnífico, con extraordinarias riquezas naturales, paisajes paradisíacos y una riquísima fauna silvestre, en una nación paria con un PBI per cápita de 200 dólares que lo ubica a la cabeza de los índices de pobreza de África, siendo además en la actualidad el país más pobre del mundo.
La lógica indica que la dictadura de Robert Mugabe está cerca de llegar a su fin. Un eventual gobierno de su hoy primer ministro, el opositor Morgan Tsvangirai, se enfrentará claramente con la ciclópea tarea de reconstruir el país, incluyendo obviamente sus recursos naturales y su industria turística.
Visto desde esta perspectiva, y a pesar de que operan allí todavía buenos profesionales, los niveles de corrupción, los altos índices de criminalidad y el mal manejo que el Estado ha hecho de su fauna, no es un destino que yo pueda recomendarle por ahora.
Subiendo en latitud pero también en precios, aparecen Botswana, Zambia, Mozambique y Tanzania. Acá la cosa es diferente. La cacería se desarrolla mayormente en concesiones del gobierno, reservas, parques nacionales, y áreas comunales, que son naturalmente mucho más extensas que las granjas privadas.
En general, los precios de las licencias y las tasas de abate (trophy fee) son mayores, así como los precios de las estadía (daily rate), ya que se requiere una logística compleja y el transporte de suministros hasta zonas bastante alejadas de los centros urbanos. El tiempo promedio de un safari en estas áreas se extiende de 14 a 21 días, dependiendo de la cantidad de animales que se vayan a buscar, o si ellos son además algunos de las cinco grandes. Todo esto encarece el safari naturalmente.
Cabe aclarar que todos estos países, incluidos Sudáfrica y Namibia ofrecen además la posibilidad de cazar los Cinco Grandes, o por lo menos algunos de los cinco. Hay excepciones como el león y el rinoceronte que no están permitidos en varios destinos. (Ver detalle por países).
Si hablamos de los Cinco Grandes, tengo que abrir un paréntesis con el elefante. Su cacería es exclusiva, es una especialidad. Es en mi opinión el mayor desafío que puede enfrentar hoy un cazador en África (aunque hay quien dirá que conseguir un pequeño duiker en las selvas del Camerún también tiene lo suyo). Es una actividad que demanda tiempo y esfuerzo, y requiere de un equipo muy avezado de profesionales compuesto, entre otros, por el pistero (tracker) y el PH. Hay dos variables más a considerar antes de decidir ir en su búsqueda. Una es la elección del mejor outfitter, quien debe operar en áreas con un alto índice de captura, y la otra es la elección del mejor momento durante la temporada para obtener los mejores marfiles.
En este tipo de cacería, los demás trofeos, son realmente secundarios. Se cazan sólo si hay tiempo y muchas veces tampoco así. He visto en distintas oportunidades en Botswana, que una vez que el cliente cazó su tan ansiado trofeo, se olvida de sus licencias de impala o facocero y nunca las usa.
Como dije, son safaris costos, especialmente en Botswana y Tanzania, encontrando muy buenas oportunidades en Namibia (en la franja del Caprivi) y en Mozambique.



El posgrado del cazador africano
Si seguimos viajando hacia el norte, nos encontramos con países que cuentan con verdaderas rarezas entre su fauna silvestre. Aquí, el cazador sólo vendrá en busca de raros antílopes que habitan en zonas inhóspitas. Me estoy refiriendo a países como Camerún, República Centro Africana, Etiopía o Benín.
La geografía aquí no se parece en nada a las grandes planicies, desiertos o pantanos del sur del continente. Acá estamos hablando de selvas lluviosas y cadenas montañosas.
Una característica de este tipo de safaris es que a diferencia de los “clásicos”, donde se cazan muchos trofeos, aquí se viene a buscar una sola especie. Generalmente se cazan también algunas otras que aparecen al azar siempre y cuando las licencias compradas las incluyan. Pero en este tipo de excursión, el cazador elije la región en función de esa especie que encabeza su lista de trofeos a cobrar.
En otras palabras, aquí paradójicamente, se paga más y se caza menos. Sin embargo, este tipo de safaris demandan más tiempo -calcule pasarse entre dos y tres semanas en el campo- y un esfuerzo físico superior para superar rigores climáticos y ambientales. Si se caza en la selva, se lo hace en la temporada de lluvias, si va a las montañas etíopes deberá soportar el frío y la extenuación de los trekings de altura y si elige las áridas sabanas del África central, se expondrá a marchas interminables bajo un sol agobiante.
Ejemplos de estos safaris son, la cacería del bongo en las selvas del sur del Camerún, la del eland de Lord Derby en República Centro Africana, la del nyala de montaña en Etiopía, o la del roan y del kob de África occidental en Benín.
Por último, quisiera agregar que existen hoy en día otros destinos como Ghana, Uganda, Sudán, Chad o Burkina Fasso que ofrecen también raras y exclusivas especies, pero que aún no cuentan con una industria propiamente dicha de safaris, sino con muy pocos operadores que hacen un trabajo casi artesanal. En general, en estos destinos aparecen muy buenas oportunidades -si bien casi nunca son baratas-, de obtener nuevos ejemplares recién habilitados para su caza.
Las condiciones de la industria cinegética en África cambian todo el tiempo: prohibiciones, habilitaciones, aumento de tarifas, modificación de cuotas, regulaciones de CITES, impedimentos en la importación temporal de armas y una larga lista de complicaciones aparecen y desaparecen a cada instante.
Por esa razón, siempre hay que estar atento y lo mejor informado posible a la hora de organizar un safari. No es raro que de la noche a la mañana una especie se prohíba en un lugar determinado como sucedió recientemente con los leones en Botswana o el duiker de lomo amarillo en Camerún, o un gobierno decida que ahora los precios de las licencias de caza son muy baratos y quiera subirlos un 500% como se intentó en Tanzania hace dos años. Por otro lado, muchas veces también aparecen nuevos países que habilitan la cacería deportiva en sus territorios. Así es como desde hace años escucho el rumor de que Kenia se volverá a abrir a los cazadores. Ojalá sea así, pero hasta ahora solo parecen frutos de un deseo inconsciente de recuperar lo que alguna vez fue el Shangri-La de los safaris africanos.
Como dije al inicio de este artículo, África es un viaje de ida. Dice un viejo refrán shona que una vez que se bebe el agua del Zambezi siempre se volverá a beberla. Puede ser. Pero la realidad es que aunque uno nunca se haya acercado a ese río, una vez que conozca África, no podrá dejar de volver.
Si no es el agua del Zambezi, son los atardeceres increíblemente naranjas, o las largas charlas frente al fuego, o simplemente la visión de una tierra mágica y prehistórica, que nos retrotrae a nuestros orígenes como hombres.
Porque eso sí, no cambió.
Cualquiera sea el país elegido o los animales buscados, esta tierra ofrece al cazador recuperar su esencia atávica en una de las últimas grandes aventuras del presente. Algo que, a pesar del paso del tiempo y de los cambios constantes, sigue intacto en el África de hoy.