martes, 28 de diciembre de 2010

Libros con trabajos de Eber Gómez Berrade






Books with published works of Eber Gómez Berrade



















Cazar como Dios manda



Por Eber Gómez Berrade

Poco, casi nada es lo que dice Dios sobre la manera correcta de cazar. Las religiones reveladas en los libros sagrados dan algunas pistas, pero a la hora de poner reglas a la caza deportiva, fue el hombre quien desarrolló diversos códigos de ética para garantizar el juego limpio con la pieza buscada y el respeto por la naturaleza.

La caza deportiva tal como la conocemos y practicamos hoy día, es el último escalón en la evolución de una actividad que nació con la misma especie humana. Desde la oscura y prehistórica época de la caza de supervivencia hasta la actual industria de safaris, muchos cambios se han sucedido. En esta larga historia, los dos últimos hitos se dieron -a mi entender- a mediados y fines del siglo XIX cuando la caza se transformó en deporte, y a mediados y fines del siglo XX cuando la caza deportiva se transformó en herramienta para la conservación de las especies.
En ambos períodos históricos se hizo necesario crear reglas de conducta, de comportamiento para que los cazadores supieran de que estaban hablando cuando se hablaba de cazar bien, como Dios manda. Y así nacieron los códigos de ética que rigen esta actividad.
Mucho se ha dicho sobre la ética en la caza, y mucho se seguirá diciendo sin dudas, pero lo cierto es que en materia de regulaciones existen dos niveles, el legal y el ético. La caza deportiva es una actividad regulada legalmente en todos los países en donde se practica, ya sea con carácter nacional o provincial. Existen también entes de regulación supra nacionales, como el CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), que regulan la actividad en los países firmantes de dicho acuerdo.
Ahora en materia de códigos de ética, el panorama no está tan claro.
Un vistazo a la última versión del Diccionario de la Real Academia Española, muestra que la acepción que nos interesa para definir la palabra Código, es la de un conjunto de reglas o preceptos sobre cualquier materia.
En cuanto a Ética, dice también la Academia que es parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre y además dice que es, el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana.
Para llevar estos conceptos al campo de la práctica en la caza deportiva, diversas organizaciones internacionales desarrollaron sus propios códigos. Una de las primeras en poner reglas fue la East African Profesional Hunters Association, (Asociación de Cazadores Profesionales del Este de África), en tiempos en que parte del oriente africano conformaba el entonces poderoso imperio británico.
En 1934, los miembros de aquella asociación se pusieron de acuerdo en algunos pocas reglas a cumplir, como la de no disparar a un animal a menos de 500 yardas de un vehículo, y la de hacer suya la máxima de los guías de montaña que asegura que si uno solo tiene que volver con vida, ese siempre debe ser el cliente.
Desde entonces, otras asociaciones, clubes y demás organizaciones han trazado los lineamientos que se esperan de un cazador responsable.
En general, el espíritu de estos códigos es similar, haciendo hincapié en el juego limpio, el respeto a las leyes locales, el cuidado del medio ambiente, el apoyo a la conservación de las especies de fauna silvestre, etc. Algunos están más centrados en los guías y los cazadores profesionales, ya que fueron desarrollados por asociaciones que colegian la profesión, en especial en África. En estos casos enfocan su interés en el comportamiento de sus miembros para asegurar el prestigio de la actividad. Esas instituciones también dejan bien claro el “cómo” cazar. Casi todas coinciden en que no se debe disparar desde vehículos, ni usar aviones para avistar manadas, ni tampoco cazar de noche con la ayuda de luz artificial.
En algunos países africanos, estas regulaciones de “fair chasse” se han convertido en leyes de estricto cumplimiento, como ha sido el caso de Namibia que este año prohibió el uso de perros para cazar Leopardos y tampoco permite la cacería nocturna con luz artificial.
En términos generales, con estos listados de normas de conducta en el campo, se intenta promover el juego limpio, dándole oportunidades a la pieza buscada.
En el caso de los clubes, guildas (como en el caso de Rowland Ward) o asociaciones de conservación internacional, ellos estipulan reglas básicas de comportamiento pero no para los profesionales ni para los guías, aunque alguna mención se hace en cómo sería aconsejable que un guía de caza se comportara con sus clientes, haciendo hincapié además en la responsabilidad que tenemos los deportistas en cuanto al cuidado del medio ambiente y la biodiversidad.
Para estos organismos, el tema de la ética es fundamental, y es por eso que lo difunden a sus miembros en toda oportunidad que tienen.
Tanto es así que el mítico libro de récord de Rowland Ward, ha creado la Guilda de cazadores y deportistas exclusivamente muestra del tremendo interés que las reglas de comportamiento tienen hoy día en la caza deportiva. Su objetivo, es a la vez, recrear una mística de los buenos modales, promoviendo el orgullo de nuclear a un grupo selecto de cazadores que “hacen las cosas bien”, de acuerdo a sus parámetros, claro.
Lo cierto es que sobre modales, conducta, ética y moral, pueden escribirse cientos de trabajos, sin embargo todo gira sobre el mismo eje: darle una chance al animal que se va a cazar, para que el disfrute no esté en matarlo sino en cazarlo.
A modo de catálogo de algunos de los códigos de ética vigentes hoy en día, he querido transcribir los más emblemáticos que agrupan los de diversas asociaciones profesionales, de conservación, clubes y guildas.
Para eso, considero interesante dar un breve vistazo al de la African Professional Hunters Association, el de la Asociación de guías de Sud África, el del famoso Safari Club Internacional, el del Rowland Ward y el del CIC. Todas ellas, instituciones bastante bien conocidas entre los cazadores argentinos.



AFRICAN PROFESSIONAL HUNTERS ASSOCIATION
(Asociación Africana de Cazadores Profesionales)
Esta asociación fue creada en 1993 por los reconocidos cazadores profesionales Gerard Pasanisi, Robin Hurt, Tony Sánchez Ariño junto con otros 24 profesionales de larga y prestigiosa trayectoria, con el objetivo de asegurar la industria de safaris en África y que esta sea conducida solo de manera ética. Promueve la colaboración con autoridades de gobierno, con organizaciones no gubernamentales en temas concernientes a la conservación y el uso sustentable de la fauna silvestre africana, beneficiando a la vez a las comunidades originarias en cada uno de los países abiertos a la caza deportiva.

Código de ética
• Se harán todos los esfuerzos necesarios para rastrear, encontrar y matar animales heridos ya sean especies de caza peligrosa o de planicie.
• Todos los animales heridos y perdidos son considerados como cazados para la licencia de caza
• No disparar desde o cerca de un vehículo o aeronave de cualquier tipo
• No cazar ni rastrear con vehículos mecanizados, botes o aeronaves
• No arriar o conducir animales hacia el cazador con ningún tipo de vehículo mecánico
• No usar radio para asistir en la cacería
• No usar perros excepto en la caza de pluma
• No cazar durante horas de oscuridad
• No usar luz artificial ni equipo de visión nocturna
• No cazar animales enjaulados o artificialmente criados
• No disparar a animales en cercados que restrinjan su escape
• No disparar a animales previamente drogados
• No disparar a animales inmaduros ni a hembras preñadas
• No desperdiciar la carne. Se permite el uso de carne para cebos en donde sea permitido
• Obedecer las leyes de fauna silvestre del país, y asistir a los departamentos de fauna del país en todas las formas posibles.
• No exceder las cuotas de animales que disponga el país, la comunidad o la provincia.
• Promover la participación de la comunidad en la lucha contra la caza furtiva
• Promover y observar el respeto por el medio ambiente, la fauna y sus hábitats naturales
• Respetar los límites de de las áreas de caza, propiedades privadas, reservas de caza y parques nacionales
• Usar calibres apropiados para caza mayor. Para caza de animales peligrosos excepto el Leopardo: calibre mínimo 375 H&H Magnum. Para animales de planicie grande y Leopardo: calibre mínimo 300, para Antílopes medianos, calibre mínimo: .275 y para antílopes pequeños: calibre mínimo .243.
• Las expectativas del cazador de un safari de caza mayor deben ser razonables y basadas en conceptos de ética deportiva. El cliente no debe esperar ni demandar garantías de su Cazador Profesional por obtener un trofeo específico, ni tampoco promover que el Cazador Profesional incurra o adopte métodos antideportivos.
• Por su parte, el Cazador Profesional no debe hacer promesas ni garantizar la obtención de un trofeo específico, ya que esto inevitablemente involucra métodos antideportivos. Tampoco el Cazador Profesional podrá sugerir al cliente cazar de manera antideportiva.



PROFESSIONAL HUNTERS´ ASSOCIATION OF SOUTH AFRICA
(Asociación de Cazadores Profesionales de Sud África)
Es el organismo que nuclea a los profesionales de esta república. Desde su fundación ha trabajado duramente para promover y salvaguardar los intereses y el buen nombre de la industria sudafricana de safaris y de sus miembros. Apoya programas de conservación y uso sustentable de la fauna, así como la promoción de la cacería ética en ese país.
Los profesionales que ingresen a sus filas deben comprometerse a observar el siguiente código de Conducta:
• Obedecer las leyes y regulaciones del país
• Conducirse honestamente, con integridad evitando que superponer intereses en ganancias materiales a los principios éticos y morales
• Respetar los recursos naturales del país
• Cuidar los intereses de los clientes cazadores
• Observar que los clientes reciban los servicios por los que contrataron y asegurarles seguridad y confort en el safari


ROWLAND WARD GUILD OF FIELD SPORTSMEN
Creada hace algunos años, a expensas del viejo libro de récords del famoso taxidermista británico Rowland Ward, esta guilda, (nombre tomado de las corporaciones medievales de artesanos), promueve especialmente la difusión de un código de conducta a observar en actividades al aire libre. Prioriza también, la conservación, el cuidado del medio ambiente y la relación con otros deportistas.

• Toda cacería debe ser llevada a cabo durante horas de luz natural
• Ningún animal debe ser cazado en un área cercada con una extensión que no permite la auto sustentación de ese animal. Auto sustentación incluye tanto la capacidad del animal para ejercer su natural inclinación a escapar del cazador, como la posibilidad de proveerse de sus necesidades básicas tales como agua, alimento y refugio
• No se disparará desde vehículos ni cerca de ellos, ni se usarán para el arreo de animales.
• No se disparará desde aeronaves ni cerca de ellas
• Ninguna aeronave será utilizada para buscar o arrear animales, ni se utilizarán para llevar cazadores a una posición cercana al animal localizado desde el aire
• Solo se utilizarán armas de poder y calibre suficiente para matar al animal rápida y eficientemente
• Se debe evitar toda forma de competición entre deportistas mientras se desarrolla la cacería
• No cazar animales en etapa de reproducción ni durante su período de cría.
• Respetar y salvaguardar la propiedad privada
• Respetar y comprender las actitudes, sentimientos y principios de aquellos que no están relacionados con deportes de la caza
• Practicar la caza de acuerdo a las propias capacidades físicas, reconociendo las limitaciones


SAFARI CLUB INTERNATIONAL
Este club se ha transformado en uno de los más grandes, prestigiosos e importantes en el mundo de la cacería. Fue fundado por C.J. McElroy hace más de 35 años en los Estados Unidos, con el objeto -entre otras cosas- de promover la caza deportiva, proteger a los cazadores, implementar programas de conservación de fauna silvestre, educación y desarrollo comunitario en diversos países del mundo. Según su código de ética, aquellos que ingresen a sus filas, deben consustanciarse con los siguientes preceptos:

• Conducirse en el campo de manera de brindar una contribución positiva a la vida silvestre y a los ecosistemas
• Mejorar las capacidades cazador y como tirador para asegurar de esa forma, una cacería humanitaria evitando sufrimiento innecesario de las piezas a abatir
• Obedecer las leyes y regulaciones relativas a la fauna silvestre e influenciar a terceros en este sentido
• Aceptar la responsabilidad de proveer toda la asistencia necesaria a las autoridades de Faun.
• No perder oportunidad de enseñar a las nuevas generaciones el significado de este código de ética
• Reflejar en palabras y comportamiento la confianza en esta fraternidad de deportistas, demostrando respeto por la fauna silvestre, sus hábitats y las propiedades donde se tenga el privilegio de cazar


CONSEIL INTERNATIONAL DE LA CHASSE ET DE LA CONSERVATION DU GIBIER
(Consejo Internacional de la Caza y la Conservación de la Fauna)
Es una organización sin fines de lucro y un cuerpo independiente de asesoramiento internacional. Su objetivo es asistir a a gobiernos, y organizaciones ambientalistas en el mantenimiento de los recursos a través de su uso sustentable. Fue creado en 1928 y desde entonces ha logrado incluir a 32 estados miembros, universidades, ONG´s, científicos y miembros privados provenientes de de 82 países. Entre sus preceptos, el Consejo posee unos lineamientos de conducta de los cazadores hacia el medio ambiente, que si bien no es tan específico como el de las asociaciones profesionales mencionadas, brinda una idea


• Todas las especies de fauna y flora han sido confiados a la humanidad, por lo tanto se espera que los cazadores traten con respeto y responsabilidad la utilización de estos recursos
• La caza está directamente conectada con la historia de la humanidad, por lo tanto es importante mantener las tradiciones
• La motivación por la cacería reside en el placer de la tarea y en la aspiración hacia los resultados. La caza sin una motivación es meramente una simple actividad
• La conducta del cazador deportivo debe demostrar autocontrol y responsabilidad por el medio ambiente y las comunidades
• El ser humano, la fauna y la flora están interconectados en los ecosistemas, por lo tanto el deportista no hará nada que afecte directamente esta delicada interconexión entre ellos
• El deportista debe esmerarse en preservar la biodiversidad. La caza debe servir a la naturaleza
• Las actividades del cazador nunca deben poner en peligro los recursos de fauna o flora, por lo que esa utilización debe ser prudente
• La caza debe ser desarrollada con una criterio humanitario evitando infligir un sufrimiento innecesario a la pieza
• La caza requiere de un alto grado de habilidades, cocimiento, información y educación. Solo aquellos que entienden este arte serán responsables deportistas
• La caza implica contacto e interacción con otras personas, y la tarea del deportista es tener una actitud abierta con los demás, intercambiando ideas y opiniones.
• La caza demanda una constante justificación de sus acciones, intercambio de opiniones. Cuando el cazador confronta con personas no aficionadas a este deporte, debería poder explicar y clarificar el significado de la caza deportiva.

Publicado en Revista Vida Salvaje (Diciembre 2010)

domingo, 29 de agosto de 2010

Diez errores comunes en el safari africano



Por Eber Gómez Berrade

La realización de un safari en África requiere de una gran inversión en tiempo, dinero, estudio, preparación y entrenamiento. Además, muchas expectativas se ponen en juego, por lo que la correcta organización y planificación de la cacería es sencillamente una obligación.
Varios son los errores que pueden cometerse en un viaje de estas características. Ya sea por fallas propias, del profesional, o simple mala suerte, el resultado será siempre similar, y se traducirá en la pérdida de dinero, tiempo, seguridad o confort.
Aquí encontrará diez de esos errores que suelen cometerse en una expedición de caza y que, por otra parte, son fácilmente rectificables con sentido común y algo de experiencia.

Los 10 errores

1.- Regular el fusil con munición diferente a la que se usará en la cacería
En general, esto sucede cuando se trata de llevar un rifle de grueso calibre al safari. El “grueso calibre”, suele tener dos desventajas: un fuerte retroceso y la munición siempre es cara. Por cualquiera de estos motivos, muchas veces se recurre a recargas más suaves para regular o practicar en el polígono antes del viaje. Simplemente no lo haga y evite sorpresas experimentando en la cacería. Por más que le cueste (en términos de patada o bolsillo), recuerde siempre que en caso de enfrentar la carga de un animal peligroso, su arma será la última línea de defensa y el seguro más efectivo y barato para evitar cualquier accidente. Por esta razón, es aconsejable que antes de emprender el viaje, esté totalmente familiarizado con las condiciones y comportamiento balístico de la misma munición que usará en la cacería. La sabana africana es un lugar caro y peligroso para experimentar.

2.- Empezar el safari sin probar adecuadamente el fusil en el campo
Aquí se debería definir la palabra “adecuadamente”. Es usual que al iniciar el safari, el profesional lo lleve a hacer unos tiros de prueba. Esta costumbre es muy saludable, ya sea que lleve su propio fusil o alquile uno a la compañía outfitter. Si el rifle es suyo, la prueba servirá para verificar que la mira siga correctamente alineada, o regularla en caso de que haya recibido un golpe en el viaje. Si el arma es alquilada, servirá para conocer como pega y acostumbrarse al disparo (retroceso, presión de la cola del disparador, etc.). Ahora bien, trate de evitar por todos los medios que esta práctica esencial se haga de manera improvisada. No tire a piedras, ramas o cajas puestas más o menos lejos. Una prueba adecuada es disparar el rifle desde un banco de tiro, (muchas veces construido para tal fin), a una distancia cierta, medida con telémetro (range finder) y a un blanco de reglaje marcado en pulgadas. Sólo de esta manera, podrá obtener del fusil la información correcta, o podrá regularlo si es necesario para poder disparar luego con confianza y precisión.
Naturalmente esta infraestructura dependerá siempre de la operación en donde esté cazando, pero por las dudas es buena idea llevar su propio blanco de reglaje y, de no existir un bastidor fijo, usar su telémetro para colocarlo a la distancia requerida.

3.- Dejar que le lleven su arma
Muchas veces dentro del personal que asiste al cazador y al profesional en un safari africano, junto con el pistero o “tracker”, se encuentra la figura del porteador del arma. En inglés se lo conoce como “gun bearer” que significa exactamente eso, el que lleva el rifle. En general, va detrás del cliente, y además de alcanzarle el arma, ayuda también a colocar en posición el trípode al momento de efectuar el disparo.
En general, este personaje aparece en safaris donde se deba caminar mucho (como la cacería del elefante), cuando el ambiente dificulte los movimientos (como la cacería en la selva), o si se está en busca de algunos de los cinco grandes cargando un rifle doble. Fuera de estas circunstancias, no es recomendable dejar que un tercero lleve el arma, ya que cuando menos se espera, salta la liebre, … un kudú, o lo que sea que pueda interesar al cazador, y al no tener el arma en la mano, pierda una oportunidad única. Lo que si se tiene en cuenta el esfuerzo que demanda un safari en África, más que un error, es casi un pecado.

4.- Complicarse con equipo sofisticado
No caben dudas que la tecnología ayuda muchísimo al cazador. Es un hecho que cada día aparecen aparatos más y más sofisticados. Miras telescópicas que calculan distancias, diagraman trayectorias, marcan temperaturas, y hasta graban el disparo en video. Telémetros que calculan modelos de trayectorias balísticas (True Ballistic Range) acordes a la munición que se dispara, ya sea que se trate de un.270 con 130 grains de punta o de una flecha en un arco de poleas. Cada día estas maravillas de la ciencia, se hacen más compactas y se combinan en un mismo aparato. La contra cara de esto, es que suelen complicar al neófito más que ayudarlo. Con estas virtuales computadoras montadas sobre el rifle, el atribulado deportista deberá apuntar, adecuar la distancia focal, corregir el paralaje, activar el telémetro, adecuar el punto de mira a la distancia, todo esto además de la tradicional identificación del animal y elección del punto de impacto. Conociendo la fauna africana de planicie, es muy probable que para el momento del disparo, el elusivo antílope elegido se haya dado a la fuga. Lo ideal entonces es no complicarse y llevar un equipo simple, preciso y efectivo, evitando además exponer instrumentos frágiles y caros a las duras condiciones de un safari africano.

5.- No decidir si quiere que el profesional lo secunde con un tiro de back up en caso de herir un animal
En el safari hay dos oportunidades donde el cazador profesional puede disparar.
La primera de ellas se da en caso de una carga de un animal peligroso. Allí no habrá nada que hablar. El profesional tiene la obligación de disparar para detener la carga, asegurando la vida de su cliente, de su equipo y de él mismo.
La segunda oportunidad en la que puede tirar el PH se da cuando el cazador hiere un animal y existe el riesgo cierto de perderlo. En ese caso, el cliente puede solicitarle al profesional que lo secunde para evitar la pérdida del trofeo que -de todas maneras-, deberá pagar. Esta decisión, que queda totalmente en manos del cliente, siempre debe tomarse antes de comenzar el safari. De esa manera, todos sabrán que hacer en caso de que una situación semejante ocurra.

6.- Tirarle a un macho “lindo”
La situación es siempre muy similar. El cazador en posición de tiro, el profesional a su lado con los binoculares evaluando el trofeo, el o los animales a una distancia conveniente, y la pregunta clave del cliente al PH: es buen trofeo?. Sí, tirelé, es un macho “lindo”. Esta aseveración no puede ser más ambigua, ya que “lindos” somos todos, pero tal vez lo que usted esté buscando sea un Orix de 40 pulgadas que naturalmente también será muy lindo.
Por suerte, para la correcta evaluación de los trofeos de caza mayor, existen los sistemas de medición tales como los desarrollados por el Safari Club Internacional o el centenario Rowland Ward, por nombrar sólo dos de los más representativos.
Estos sistemas brindan al deportista un patrón de medida que define más o menos correctamente las características que debe tener un animal para ser considerado un trofeo. Por eso, a la hora de salir a cazar, no es mala idea conocer las medidas mínimas del trofeo buscado que califican su inscripción en uno de esos libros de récords. No importa si luego lo inscribirá o no, lo esencial es darle al profesional un parámetro de lo que se está buscando, y evitar llevarse un lindo animalito de los que tienen las granjas de caza para hacer biltong (carne seca) al precio de un trofeo de caza mayor.

7.- Admirar el tiro
Muchas veces el impacto de la bala en el cuerpo de animal provoca una reacción espectacular, provocando tanto un salto sorpresivo o un derrumbe teatral. Ante esta escena, es muy difícil no reaccionar con admiración ante la espectacularidad del golpe, relajándose, bajando el arma y olvidándose de recargar. Así es como a veces, el animal se re incorpora y huye veloz en el mejor de los casos, o ataca en el peor.
Como regla de oro, cuando se dispare a un trofeo y en especial si es de caza peligrosa, duplique el tiro siempre. Si usa un doble, use los dos tiros. Si usa fusil de cerrojo, cargue y vuelva a tirar por segunda vez, aunque vea que el animal caiga al primer disparo.

8.- Disparar por segunda vez… a otro animal
Es un error muy frecuente. Especialmente cuando se está cazando animales que se mueven en mandas. Lo que sucede es más o menos esto: Luego de identificar el trofeo, de esperar que se ponga a tiro, de constatar que no haya otro detrás, que el animal que está en el retículo de la mira, sea realmente el que se vio por los binoculares, de confirmar que sea el mismo que el cazador profesional sugirió, y de apuntar a un lugar vital de su organismo, se dispara. Y ahí comienza el problema. El animal acusa el impacto, se estremece, se mezcla con la manada y todo el mundo se mueve. Como no cayó fulminado, se acciona nuevamente el cerrojo para recargar, se habla con el profesional para ver qué opina y se vuelve a apuntar. Pero, ahora cuál es el herido?
Muchas veces la propia pericia del cazador o del profesional detecta a la víctima sin dificultad, sin embargo esta es una circunstancia propicia para cometer el error de equivocar la pieza y disparar a otra. El resultado, dos animales heridos o eventualmente muertos por los que habrá que pagar su correspondiente tasa de abate.
Lo aconsejable en este tipo de casos es no quitar la vista de la mira luego del disparo. Siga el movimiento del animal herido incluso al hacer la maniobra de accionar el cerrojo. Podrá escuchar la opinión del profesional, volver a confirmar el blanco y disparar de nuevo. Pero sin sacar la vista de la mira. De esa manera, disminuirá mucho el riesgo de equivocación.

9.- Aproximarse directamente al animal “muerto”
Es innegable la excitación que produce la cacería, y el momento posterior al disparo es la culminación de una serie de sentimientos que van desde la satisfacción -hasta a veces- la euforia, por la dificultad del trofeo obtenido. Esto hace que puedan olvidarse algunas reglas básicas de la caza, como la de evitar la aproximación directa al animal caído, aunque exista la seguridad de que el tiro fue perfecto.
Independientemente de si se trata de antílopes o uno de los cinco grandes, es habitual escuchar que “en África los animales son muy duros”.
En realidad, no es que sean más “duros” que los de otro lugar, sino que hay muchos factores que hacen que la muerte pueda no ser inmediata. Un disparo mal ubicado, un tiro en la columna vertebral o en otro órgano vital (a excepción del cerebro) puede, por los efectos del gran flujo de adrenalina generado, retardar por unos momentos la muerte. Tiempo suficiente para que el animal caído hiera al cazador entusiasmado y poco precavido.
Por esa razón, siempre es aconsejable aproximarse por detrás, ya sea un búfalo o un orix, y de esa forma siempre habrá tiempo para un tiro de remate. Recién cuando se verifique la falta de reflejos oculares, se podrá asegurar que el animal está efectivamente muerto.

10.- Subirse al animal abatido para la foto
Más allá que, en mi opinión personal, es de mal gusto y hasta una falta de respeto al trofeo logrado, el “montarse” sobre el animal para sacarse una foto, hacerlo así puede traerle aparejado una severa incomodidad al cazador que se llevará de recuerdo un sinnúmero de garrapatas, pulgas y demás parásitos hospedados en los pliegues de sus pantalones.
Aquella foto de Teddy Roosevelt sentado en su búfalo es un clásico en la historia de los safaris, pero nada se dice de la limpieza y desinfección que luego, en el campamento, habrá tenido que hacer el ex presidente norteamericano.

Publicado en Revista Vida Salvaje (Octubre 2010)

sábado, 14 de agosto de 2010

Los Safaris de Hemingway


Los safaris de Hemingway

Por Eber Gómez Berrade
Pocos son los escritores que han dedicado sus obras al mundo de los safaris, y menos aún, los que influenciaron tanto a generaciones enteras de cazadores como lo hizo Ernest Hemingway. A veces ficción, a veces realidad, sus escritos exudan realismo y nostalgia, transmitiendo al lector las emociones que siente el cazador en medio de un safari en África.

Con una pluma directa, brutal a veces y siempre autorreferencial, Hemingway centró su trabajo literario -casi obsesivamente-, en torno al valor, la cobardía, la guerra, el honor, la acción, la nostalgia y siempre como factor común, la muerte.
Supo además ilustrar sus escritos con paisajes remotos, exóticos y vertiginosos que fascinaban a un público poco sofisticado como lo era el de los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX, quienes recién se estaban acostumbrando a su incipiente rol como potencia hegemónica.
La bohemia de los cafés parisinos, los sanfermines en Pamplona, la Cuba pre castrista y por supuesto, el África colonial, fueron los lugares donde sus personajes se enamoraban, se emborrachaban, peleaban, cazaban, pescaban o se extasiaban ante la célebre verónica del matador Juan Belmonte. La guerra también fue el escenario de sus libros. Brindaban el marco ideal para sus románticos personajes. Allí pendulaban las bajezas más extremas y las más heroicas virtudes del hombre, y consecuentemente otorgaban un material riquísimo para un escritor curioso, hábil y realista como él.
Hemingway vivía y luego escribía, creando sus personajes a su imagen y semejanza. Cuando escribía de la guerra era porque había estado allí. Si sus personajes pescaban en el Caribe, él había pescado. Si asistían a la Fiesta Brava, era porque él mismo era un consagrado aficionado a la tauromaquia, si se enfrentaban a búfalos y leones africanos, era porque él ya lo había hecho antes en sus safaris de caza mayor.

Un personaje en busca de un autor
La vida de Ernest Miller Hemingway fue sin dudas, agitada. Pasó de vender poemas por un plato de comida en el Paris de los años veintes, a ser uno de los corresponsales mejor pagos de su tiempo; de ser criticado por sus inclinaciones políticas hasta ser ganador del premio Nobel de Literatura.
Nació el 21 de julio de 1899 en Oak Park, Illinois y desde chico practicó el boxeo, y siempre que podía se escapaba a pescar y cazar, pasiones que cultivó hasta su muerte. En su adolescencia abandonó sus estudios y entró a trabajar como periodista en el periódico "Kansas City Star", empleo que dejó para alistarse como voluntario del servicio de ambulancias italiano en la Primera Guerra Mundial. Allí fue herido en una pierna, y conoció a su primer gran amor, la enfermera Agnes von Kurowsky, obtuvo su primera medalla al valor por haber rescatado a un arditi herido en el campo de batalla.
Un año después de su regreso a los Estados Unidos, se casó con Hadley Richardson, con quien tuvo un corto matrimonio abruptamente roto por sus infidelidades con la periodista Pauline Pfeiffer, quien se convirtió en su segunda esposa en 1927. Las infidelidades del escritor fueron constantes y así pasaron por su vida otras tantas esposas: la corresponsal de guerra Martha Gelhorn, Mary Welsh, y un gran amor otoñal, Adriana Ivancich.
Durante la década del 20 comenzó a escribir para el “Toronto Star Weekley” y luego enviado como corresponsal a París. Allí formó parte de lo que se conoció como la “Generación perdida”, aquellos escritores -mayormente expatriados- como John dos Passos, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, James Joyce, Ford Madox Ford y Ezra Pound. Todos formaban parte de una bohemia que frecuentaba los cafés de Montmartre, los altillos de los hoteles de Montparnasse y la librería Shakespeare & Co. propiedad de Sylvia Beach.
En esos días Papa, como le gustaba que le llamasen, inició formalmente su carrera como escritor de cuentos, novelas, teatro, poemas y ensayos. De esa época son las inolvidables “Fiesta” basada en sus experiencias en Francia y España, y “Adiós a las armas”, un relato autobiográfico de sus épocas en la Gran Guerra. Luego de esa experiencia pasó largos períodos en Key West, en España y en África. Cubrió la Guerra Civil como corresponsal de guerra y la Segunda Guerra Mundial como reportero del primer Ejército de Estados Unidos.
La desmovilización de tropas lo llevó a establecerse en Cuba donde vivió en su casa de Finca Vigía, hasta la revolución del 59. De ahí, en adelante, seguiría viajando con su esposa, pero ya establecido en Ketchum, Idaho.
Sus obras literarias pueden clasificarse por períodos: “Adiós a las armas” se ubica en la primera guerra mundial, “Por quién doblan las campanas”, en la Guerra Civil Española, “Hombres en Guerra” con algunos relatos de la Segunda Guerra Mundial, “El viejo y el mar”, basada en su afición a la pesca de altura y con el que ganó el premio Pulitzer en 1953 primero y el Nobel en 1954, su trilogía taurina: “Fiesta”, “Muerte en la tarde” y “Un verano peligroso”, y por su puesto sus obras africanas: “La verdes colinas de África”, “Las nieves del Kilimanjaro”, “La corta y feliz vida de Francis Macomber” y su póstumo libro “Al romper el alba”.

Los safaris de Hemingway
Hemingway hizo dos safaris en África. El primero fue en el año 1933, a la edad de treinta y cuatro años. La expedición duró dos meses y fue financiada por el tío de su segunda esposa Pauline. En esa época el escritor aún no se había consolidado económicamente pero su carrera como figura de las letras americanas ya estaba en pleno ascenso.
El cazador blanco elegido fue Philip Hope Percival. Uno de los tops del África oriental británica de ese entonces. Para la época en que guió a Hemingway, Percival ya era una leyenda entre los cazadores blancos. Había sido asistente de guía de Teddy Roosevelt en su safari presidencial de 10 meses, y estaba acostumbrado a liderar expediciones con celebridades como Gary Cooper en Tanganika, el empresario George Eastman de Eastman Kodak y los realizadores Martin y Osa Johnson en Kenia.
Al llegar a Nairobi, Hemingway se enfermó de disentería lo que lo retuvo en cama varias semanas y que le permitió conocer a otros grandes cazadores blancos de la época como el barón Blixen y Syd Downey.
Una vez recuperado, los cazadores partieron de Arusha (hoy Tanzania) en dos camiones con destino al oeste.
Como cliente, Papa Hemingway era de lo mejor que un cazador profesional puede pedir. Robusto, en buen estado físico, buen tirador incluso a la carrera, y con el valor suficiente para enfrentarse a caza peligrosa sin pensarlo dos veces. Para esa expedición se llevó un Mauser 30-06, un Mannlicher 6,5 y una escopeta del 12.
En el safari obtuvieron numerosas especies de planicie entre los cuales se contaron kudues, gazelas Thomson, Grant, sables, impalas, etc. Cazó además tres leones. Y lo hizo a pie y sin evidenciar -al decir de su profesional- la más mínima muestra de temor.
En esta experiencia, Hemingway consolidó su -a veces- exacerbado machismo, haciendo culto al sentido del valor y el coraje. Cualidades que fueron protagonizando cada vez más sus novelas, hasta el punto de convertirse en una obsesión que se mantuvo hasta el final de sus días.
Al año siguiente de su safari, publicó su primer libro de la trilogía africana, que fue además fuente de inspiración para sus otras obras.
El segundo safari lo hizo en 1953. Allí fue ya mayor, con problemas de alcoholismo y convertido en toda una celebridad popular gracias a sus escritos y a las películas que Hollywood filmaba basadas en sus libros (y no siempre fieles a los argumentos).
Esta vez lo acompañó su cuarta esposa, Mary Welsh. La condición de Papa ya no era la de antes. Su juicio y puntería estaban desapareciendo rápidamente por los devastadores efectos del alcohol, sin embargo, lograron cazar numerosas especies y esta vez, solo dos leones que habían estado merodeando una shamba nativa cayeron bajo su rifle
El safari fue extenso y estuvo lleno de vicisitudes donde no faltaron los accidentes trágicos. Cuando los Hemingway llegaron a Nairobi, estaba en pleno desarrollo la emergencia Mau Mau, el levantamiento encendido por el luego presidente Jomo Kenyatta, contra los colonos británicos. Pero las situaciones desagradables no tuvieron que ver con esto ni con cargas de leones, sino con accidentes aéreos. El primero lo tuvo al aterrizar de emergencia en un vuelo privado de Nairobi a Congo. El segundo accidente fue al caer su avión cerca de Entebbe, en Uganda. El avión se incendió por completo pero la tripulación, incluyendo a Hemingway y a su esposa, salieron heridos pero con vida. Por unos días el gran escritor fue dado por muerto, y hasta se escribieron sentidos obituarios en su memoria. Luego de esta experiencia decidieron alojarse en el cómodo y exclusivo Hotel New Stanley de Nairobi. Era hora de organizar los apuntes y darle forma al próximo libro: “Al romper el alba”. Hemingway nunca vio publicadas sus experiencias ficcionadas de este viaje. Recién, al celebrarse el centenario de su nacimiento en 1999, su hijo Patrick completó el escrito y lo editó con un notable éxito de ventas en el mundo.
El 2 de Julio de 1961, en su casa de Ketchum, la explosión de un disparo desparramó huesos, dientes, masa encefálica, pelo y sangre por toda la habitación. Los caños yuxtapuestos de su escopeta inglesa calibre 12 comprada en Abercrombie & Fitch y que usaba para el tiro al pichón, se apoyaron en su paladar y dispararon. Así será como lo haga”, les decía Papa a sus amigos en su casa de Cuba: “en el paladar, que es la parte más blanda del cráneo”. Así tenía que ser. Así, en ese instante, nacería el mito de Hemingway.

martes, 20 de julio de 2010

Técnicas de tiro en el safari africano


Técnicas de tiro en el safari africano
Por Eber Gómez Berrade

A la hora de apretar la cola del disparador frente a una pieza de caza, la máxima que se impone, siempre ha sido la de tirar con la humana certeza de abatir al animal con el primer disparo. Para lograrlo, el cazador deberá contar con un muy buen dominio de su arma y de las técnicas de tiro adecuadas, condiciones que indefectiblemente mejoran con la práctica y el entrenamiento.
Ya sea que decida llevar su propio rifle al safari o que opte por usar los de la compañía outfitter, es fundamental que con tiempo suficiente antes del viaje, comience con una práctica sistemática de tiro adecuada a las condiciones que encontrará en el terreno. Si no está seguro de que es lo que encontrará en África, hable antes con su profesional y pídale información sobre las características del lugar, el tipo de vegetación y las distancias promedio de disparo. Si no lleva rifle, averigüe que arma le darán y trate en lo posible de practicar con un calibre similar.
Llevar o no el rifle al safari es una decisión que deberá tomar en algún momento. En mi opinión, si el safari es de animales de planicie, no veo inconveniente en usar las armas que le provea la compañía, pero si estamos hablando de caza peligrosa, es aconsejable que use su arma personal con la que este más familiarizado y en la que confíe ciegamente.
Lo principal al comenzar la práctica de tiro previa al safari es alejarse de la comodidad de los bancos de reglaje. La única oportunidad que tendrá de tirar desde una mesa similar, será al principio de la cacería cuando regule la mira de su rifle. Luego de eso, solo podrá esperar situaciones de tiro a brazo alzado o de apoyos inestables.
Un programa de entrenamiento previo, debería incluir tiro de pie a brazo alzado a blanco fijo y móvil, de rodilla y sentado. La posición de cuerpo a tierra o tendido no es útil en la planicie pero es muy frecuente en lugares montañosos o de colinas -como los Drakensberg en Sudáfrica o Damaraland en Namibia-, donde podrá ubicarse en la cima de una colina y disparar a piezas que se encuentren en el valle a menor altura.
El tiro en posición de pie a brazo alzado se da generalmente cuando se dispara a la carrera o en algunas situaciones de caza peligrosa. El tiro con rodilla en tierra, es la posición más versátil que puede utilizarse, tanto para la caza de antílopes como para repeler una carga violenta de alguno de los cinco grandes, y la posición de sentado, es utilizada esencialmente para tiros de antílopes a medias y largas distancia a falta de un apoyo mejor. Estas dos últimas, son sin dudas, las más estables ya que permiten bajar el centro de gravedad eliminando inoportunos movimientos corporales.
Cualquiera de estas tres posiciones pueden practicarse a su vez con el uso de trípode, bípode o monopie, lo que le permitirá agregar un punto de apoyo extra y mejorar muchísimo la estabilidad del disparo.
La segunda etapa es practicar con el trípode. En condiciones reales podrá usar todo lo que tenga a la mano, desde una mochila, una piedra, un tronco, etc. pero nada de eso requiere una práctica de tiro especial. El trípode sí.
Practique con el que vaya a usar en el safari, aprenda la técnica correcta de sujetarlo (ver recuadro) y familiarícese con él. Es solo cuestión de tomarle la mano para que al momento del disparo no se convierta en un factor de distracción.
La tercera y última etapa del entrenamiento previo es la de tirar en seco. No hace falta que se vaya al campo ni al polígono. En su casa, con el rifle descargado, monte el cerrojo y dispare en seco concentrándose cada vez que lo haga. Revise mentalmente, la postura, el movimiento del arma y la presión que ejerce sobre la cola del disparador. Hágalo diariamente por unos cuantos minutos. Es la manera más sencilla, barata y efectiva de lograr una adecuada memoria muscular que le garantizará un disparo instintivo con una posición y técnica correcta.

Trípodes y Bípodes
Hay varias clases de trípodes de uso común en África. El más habitual entre los cazadores profesionales es el clásico modelo africano (ver foto), construido con tres varas de madera o caña sujetadas por una banda de goma (de neumático generalmente) a unos 15 cm. del extremo superior. Hay en el mercado americano algunas empresas que se han dedicado a fabricar este modelo sofisticándolo con punteras forradas en cuero que protegen la madera del rifle al apoyarlo, y con las tres varas divididas en dos tramos para permitir tiros rodilla en tierra o sentado. La ventaja de estos trípodes es que son livianos, fáciles de llevar y permiten la práctica en casa.
Luego están los trípodes del tipo Polecat (ver foto) más robustos y pesados que su ancestro africano pero mucho más versátiles. En realidad más que trípode son un son un set de apoyo, ya que tienen varas de fibra con regatones de caucho divididas en tres secciones telescópicas que permiten la regulación a cualquier altura, tanto para tiros de pie como sentado. Además si se desenrosca una de las patas se puede usar como bípode y como monopie respectivamente.
Existe una variante de bípode muy livianos pero consecuentemente menos inestables compuesto por varillas huecas de aluminio con un elástico interno con tres o cuatro tramos que se encastran a presión entre sí. Es un sistema similar a los parantes de las carpas iglú. Este sistema puede ser útil en determinadas ocasiones, pero brindan un grado de estabilidad similar al que puede lograrse con un apoyo eventual, con una buena posición sentado o de rodilla en tierra.
El otro sistema de bípode telescópico es el tipo Harris, que se adosa a la culata del rifle y son usados generalmente para disparos en posiciones inferiores: sentado, rodilla en tierra o tendido. En mi opinión no es práctico para llevarlo a un safari, donde las situaciones de tiro son muy variadas, además que el aparato plegado en la culata agrega peso e incomoda.
Por último, están los monopie. Esta herramienta, muy usada en cacerías europeas, casi no se ve en África. La estabilidad que se logra es mínima, y a mi entender solo vale la pena si se usa el que ya viene incluido en el set de apoyo, en los casos que por alguna razón no pueda usarse algo mejor.


Tiros de planicie
Las técnicas de tiro en un safari africano variarán de acuerdo al terreno, tipo de caza (de planicie o peligrosa) y tipo de rifle (cerrojo o doble).
En los safaris de caza de animales de planicies las distancias suelen ser largas de 150 metros en adelante. Allí se impone el tiro con apoyo.
Más allá del modelo de trípode elegido, los tiros de larga distancia en la planicie obligan a usar el apoyo lo más estable posible donde no sea un problema la rapidez en el encare del arma ni la concentración que demande ubicarlo para tener una posición cómoda. En general estas situaciones de caza dan el tiempo suficiente para la preparación correcta del apoyo. Es clave recordar que cuanto más bajo el centro de gravedad mayor estabilidad. Por lo tanto ya sea un apoyo natural o un trípode, lo ideal es hacerlo en posiciones de sentado, rodilla en tierra o tendido si el terreno lo permite.


Tiros de caza peligrosa
En término de técnicas de tiro, este tipo de cacería se diferencia sustancialmente de las de planicie. Aquí estamos hablando de distancias más cortas, en general de menos de 100 metros, con alta probabilidad de realizar disparos a animales en movimiento o en situaciones de carga y donde toda la concentración debe estar puesta en el punto de impacto de la pieza. Aquí no hay lugar para la más mínima distracción.
Las condiciones de tiros variarán de acuerdo a la especie que se quiera abatir y son muy diferentes unas de otras. En algunas es recomendable tirar a brazo alzado, en otras con un bípode y en otras con un trípode con dos puntos de apoyo y completa estabilidad. Veamos cada caso:
Leopardo
La cacería habitual de Leopardo se realiza desde el apostadero con un cebo colocado en altura a una distancia no mayor de 100 metros. Allí el más mínimo movimiento o ruido será suficiente para espantar de su comida al esquivo felino, por lo tanto, la alineación del rifle en dirección al cebo debe ser hecha previamente al momento de iniciar la espera. Para eso se utilizan sistemas que sujetan al fusil en dos puntos de apoyo. Algunas veces se sostiene el arma con un simple trípode y se cuelga de la estructura del apostadero una cuerda que pasa a la altura de la culata que oficia de segundo punto de sostén. De esa manera, el cazador podrá relajarse sentado en su silla durante las largas horas de espera y en el momento que aparezca el gato, el arma ya estará apuntando en dirección a la presa, evitando así hacer ningún otro movimiento más que el de incorporarse en la silla para lograr la posición de tiro.
El otro sistema usado en África para esta técnica es el de agregar un segundo punto de apoyo a un trípode mediante una vara o madera que sostenga al rifle por la culata (ver foto). De esa forma, también quedará el arma en posición apuntando al cebo evitando que el cazador realice cualquier tipo de maniobra más allá de la de colocar su ojo en la mira y su dedo en el gatillo.
León
Las condiciones de tiro de un león pueden ser varias: sentado desde un apostadero, recechándolo a una distancia prudente o recibiendo una carga directa. La técnica del tiro de apostadero es la misma que la del leopardo. Si se lo rececha, como lo más importante es ubicar el disparo en un órgano vital tratando de ultimarlo con un solo disparo, es imprescindible asegurar el tiro de la mejor manera posible usando un trípode o un bípode. Si carga, el brazo alzado es lo queda.
Con el animal a toda carrera la distancia se acortará rápidamente y ahí cualquier apoyo será un estorbo. En una situación de este tipo, la posición recomendable es ubicarse rodilla en tierra. De esta manera, se consigue bajar el centro de gravedad logrando mayor estabilidad que estando de pie, se obtiene un apoyo extra que es el brazo en la rodilla y se baja el arma alineando el cañón con el pecho del animal, que es donde deben ubicarse los disparos frontales para impactar en el corazón o en el cerebro que detendrán la carga.
Búfalo
Con excepción del tiro de apostadero, las condiciones del tiro del búfalo son similares a las de león. Si la distancia lo requiere, el uso de trípode es aconsejable. Tanto si el animal se encuentra en medio de una manada o es un dagga boy solitario, el uso de apoyo permitirá los segundos de relax necesarios para concentrarse en el animal y para identificar el punto de impacto preciso.
Si en cambio existe riesgo de carga o el animal se viene encima, lo mejor otra vez, es tirar de pie a brazo alzado o con rodilla en tierra. Si la distancia es muy corta y lo único que queda es un tiro de cerebro, es recomendable mantenerse de pie ya que en esa posición, el cañón quedará a la altura de la cabeza del animal.
Elefante
El tiro de elefante, es en general, de corta distancia. Algunas veces se da en lugar abierto y otras en monte de mopane muy cerrado. Si el lugar es abierto y existe una distancia de seguridad entre el cazador y el animal, es posible utilizar un apoyo que garantice la correcta ubicación del disparo. En cambio, si el animal está muy cerca, el tiro debe ser de pie y a brazo alzado. Si se conoce exactamente el punto de impacto no será difícil hacer blanco a corta distancia. La maniobra de apoyar el arma sobre el trípode (hecha por el mismo cazador o por el asistente) y apuntar desde ahí, puede distraer y hacernos perder vitales segundos de concentración. Algo que no puede pasar cuando se está lidiando con uno de los más peligrosos de los cinco grandes.


Recuadros
Técnica de tiro con trípode
Habitualmente el encargado de llevar el trípode en el safari es uno de los asistentes si se está en busca de caza peligrosa, o el mismo cazador profesional si se siguen antílopes. En cualquier caso, en el momento del disparo el trípode será colocado abierto y orientado hacia el blanco de manera que el cazador solo tenga que apoyar el arma y apuntar.
Si se dispara de pie, la altura del trípode abierto tiene que permitir una cómoda postura del tirador. En este sentido, los trípodes con tramos retráctiles o telescópicos son ideales porque se acomodan a la altura deseada. Esa es la contra que tienen los trípodes africanos compuestos por caña o palos.
Al ubicar el rifle, hay que tener en cuenta que se debe apoyar en a V del trípode la madera o chimaza y nunca el cañón. En cuanto a la mano contraria a la que presionará la cola del disparador, mi sugerencia es que se tome el arma y el trípode a la vez (ver foto). Esto mejorará la estabilidad de esa parte del arma al fijar apoyo y rifle y permitirá moverse en conjunto si hay que accionar el cerrojo para recargar o es necesario acomodarse mejor al momento del disparo.

Técnica de tiro con bípode
Algunos profesionales, prefieren el bípode al trípode especialmente en caza peligrosa. Kobus Schoeman, legendario maestro de cazadores profesionales me explicó una vez que la desventaja del bípode al tener menor estabilidad era compensada ampliamente con las siguientes cualidades al momento de disparar: no era necesario el uso de un asistente para colocarlo frente al cazador, (lo que evitaba distraer al tirador y el riesgo de tener una persona desarmada en un área crítica de seguridad); permite sujetar el arma y las dos varas a la vez con comodidad, en especial si el arma es un doble; es más liviano a la hora de transportarlo; y permite gran movilidad al cazador, que puede avanzar o retroceder con el rifle listo sin dejar de concentrarse en el animal. Este sistema tiene un solo inconveniente y es que parece fácil. No lo es. Requiere mucha práctica para experimentar y familiarizarse con la técnica, y esto naturalmente debe hacerse antes y no durante el safari.

domingo, 30 de mayo de 2010

El Cazador Profesional en el siglo XXI



Por Eber Gómez Berrade

La sola mención de las palabras Cazador Profesional pareciera retrotraernos a aquellas viejas actividades tan características del siglo XIX como las de los exploradores o los buscadores de oro. Lo cierto es que esta profesión, que está más vigente que nunca en la industria del turismo cinegético en el mundo entero, se encamina a convertirse en un actor fundamental en la conservación de las especies y el medio ambiente en el siglo XXI.

Para ser exactos, la actividad del cazador profesional tuvo sus inicios en el África Oriental a principios del siglo XX. En realidad, fue una derivación de la actividad de cazadores que originalmente exploraban el continente negro tratando de completar los agujeros en los mapas conocidos como “terra incógnita”. Casi inmediatamente después de la exploración comenzaron a llegar los cazadores investigadores, recolectando y clasificando especímenes de la interminable fauna africana. Luego los cazadores de marfil recorrieron interminablemente las selvas y sabanas en busca del preciado oro blanco. Y más tarde algunos decidieron dedicarse a guiar deportistas en sus safaris de caza mayor.

La era del Cazador Blanco
En aquella época, estos guías de caza eran conocidos como Cazadores Blancos, por su condición de europeos, mayormente ingleses. Con el correr de los años, y con la ayuda de la literatura primero y el cine después, se convirtieron en protagonistas de tramas y guiones con los que desvelaron la imaginación de numerosas generaciones de aficionados a la caza.
Según cuenta Donald Kerr en su libro “African adventure”, el primer cazador blanco, llevaba paradójicamente el apellido Black. Alan Black para ser más preciso, fue uno de los grandes cazadores de su época por lo que fue contratado hacia fines del siglo XIX para guiar una expedición de caza deportiva en Somalia. Y comenzado el siglo XX se lanzó a operar comercialmente safaris de caza mayor deportiva de manera independiente en Nairobi.
A Black le siguieron muchos otros, que iba a convertirse con el tiempo en verdaderas leyendas africanas: Leslie Tarlton, Philip Percival, Sydney Downey y una larga lista de celebridades formaron parte de esa hermandad. De hecho, el mismo Donald Kerr y Syd Downey crearon una de las grandes y más prestigiosas compañías de safaris del África Oriental: Kerr & Downey Safaris.
Escritores, periodistas, magnates, príncipes, reyes y marajás disfrutaron aquellos días de caza libre en un paraíso plagado de animales y aventuras. Y siempre junto a ellos, la figura legendaria de su cazador blanco.
La literatura de aquella época da una idea de lo que se esperaba de aquellos personajes. Frank Hibben decía en su libro “Hunting in Africa” que el cazador blanco debía contar con condiciones de “hombre de negocios, caudillo, psicólogo, lingüista, héroe y un tipo agradable todo en uno”.
Por su parte, Donald Kerr aseguraba que “debía adaptarse a todas las circunstancias, ser diplomático, un poco psicólogo y un organizador de primera clase”. Era -según sus palabras-, la persona que debía quedarse bebiendo o jugando cartas con sus clientes hasta la madrugada y quien debía despertarlos al amanecer.
La idea que flotaba en la literatura de aquella época era que el cazador blanco era como el capitán de un barco, capaz de seguir los trofeos más esquivos, garantizar la seguridad del cliente a punta de su rifle express, arreglar los desperfectos mecánicos de los vehículos, llevar adelante la logística del campamento a la perfección, comunicarse con el personal nativo y entretener a la partida cada noche alrededor del fogón.
Lo cierto es que muchos de ellos sí tenían el perfil idealizado por los escritores. Algunos incluso provenían de familias aristocráticas o eran de la nobleza europea. El austríaco Fritz Schindelar, el Honorale Denis Finch-Hatton, el Barón Bror von Blixen Finecke, el profesor Ernst Alexander Zwilling, el brasileño Jorge Alves De Lima Filho, y algo más reciente el príncipe Alfi von Auersperg encarnaban el ideal cosmopolita y seductor que la función del líder del safari exigía.
Sin embargo, muchos otros, descendientes de granjeros o inmigrantes como John Hunter, Glen Cottar o Harry Selby por nombrar solo algunos que no contaban con tanta simpatía ni “savoir faire”, también se convirtieron en verdaderas leyendas de la caza deportiva.
En el extremo opuesto de los profesionales carismáticos siempre estuvo Eric Rundgren, quien -según se cuenta- allá por los años 50 recibió a un cliente suyo en el aeropuerto de Nairobi, quien allí mismo le mostró un par de binoculares Zeiss nuevos y carísimos que había comprado especialmente para ese safari. Rundgren tomó el aparato en sus manos, miró a través de ellos y sacando una navaja de su bolsillo talló sus iniciales en el largavista: ER. Al devolverlos al azorado cliente le dijo “supongo que podrá usarlos durante su safari, pero recuerde que son míos al término de la cacería”. Se dice también que al final de la cacería, el cliente estaba tan contento con los trofeos obtenidos que hubiera regalado todo lo que traía en su equipaje.
Más allá de la eficiencia del cazador profesional, un comportamiento semejante iba a ser inimaginable en los años que estaban por venir.

Cambio de paradigma
La década del 60 trajo al mundo aires de cambio y revoluciones. África no estuvo ajena a este fenómeno. Las grandes potencias comenzaron su etapa de descolonización empujados por sus maltrechas economías de pos guerra y por una fuerte presión del eje soviético que avanzaba sobre los países africanos a la misma velocidad con la que se replegaba la Europa colonial.
En esta década y la subsiguiente los safaris también sufrieron cambios. Los guías de caza dejaron de ser “blancos” para convertirse en “profesionales”, algunos países prohibieron la cacería y otros la permitieron beneficiándose con ese negocio, pero lo más destacable es que en esta época surge la industria de los safaris tal como la conocemos en la actualidad.
Es a partir de esos años donde los safaris se acortan, se abaratan y se hacen más accesibles a mucha más gente. Los gobiernos africanos comienzan a delimitar las zonas de cacería y a controlar férreamente las cuotas de caza para cada una de las especies.
A la vez se crean infinidad de compañías o outfitters en las naciones que sí permitían la cacería y en consecuencia se multiplican también los guías.
En los últimos treinta años de la mano del aumento considerable de la demanda por parte de clientes de todo el mundo, la actividad fue profesionalizándose a un ritmo continuo. Hoy casi todos los países africanos en donde se caza cuentan con una asociación nacional de cazadores profesionales que nuclea y registra a sus guías, colegiando la actividad y custodiando la integridad de sus miembros. Existen también otras asociaciones de carácter internacional como la APHA (African Professional Hunters Association) y la más amplia IPHA (International Professional Hunters Association). En todas ellas se exige el estricto cumplimiento a las normas y leyes que cada país establezca en materia de cacería, y a los códigos de ética que aseguren tanto el “fair chase” como una relación comercial transparente con el cliente.
Hoy ya no basta con ser diplomático, psicólogo y jugar a las cartas hasta la madrugada con los clientes. Para convertirse en cazador profesional el interesado debe someterse a rigurosos cursos y exámenes para obtener su licencia habilitante. Cada país tiene un sistema diferente. Algunos otorgan las licencias con carácter provincial y otros a nivel nacional. Unos implementan carreras de dos años que instruyen al candidato desde cero, otros evalúan en cursos conocimientos que deben ser adquiridos con anterioridad, y otros directamente toman examen.
Las materias que deben manejar con solvencia los candidatos a obtener la licencia abarcan un amplio espectro que va desde conocimientos de fauna y flora local, balística, ética deportiva, métodos de cacería, evaluación del trofeo en el terreno, sistemas de medición, cuereado, rastreo, primeros auxilios, mantenimiento de vehículos, administración de una empresa de safaris, marketing y relaciones con el cliente, entre otros tantos tópicos.

La nueva generación
Es verdad que también el perfil de los profesionales ha cambiado con respecto a sus antecesores. Hoy no es extraño -en especial en los destinos más populares de cacería- ver chicos jóvenes debidamente habilitados para la tarea pero con muy poco roce social, muchas veces granjeros que sólo guían en sus propias granjas y a los que les cuesta hablar otra cosa que no sea afrikaans.
También es cierto que una buena parte del éxito de un safari africano radica en la relación que el cliente entabla con su cazador profesional, y si bien ya nadie espera que lo guíe un aristócrata húngaro, por lo menos quisiera que fuese alguien que pueda convertir la expedición de caza en la experiencia memorable y fascinante que es.
Otro signo de los tiempos es la incorporación de cazadores profesionales de raza negra. Desde hace unos años, varios gobiernos africanos vienen fomentándolo y ya en diversos países es moneda corriente. Algunas asociaciones de profesionales como la NAPHA de Namibia y la PHASA de Sudáfrica, han implementado con bastante éxito programas de entrenamiento para incorporar a sus filas “individuos con desventajas previas” como se llama eufemísticamente a los pobladores negros. Tanzania y Zimbabwe son aún más activos en impulsar la participación de profesionales negros, complicando incluso la obtención de licencias por parte de candidatos blancos.
Si bien la gente de raza negra ha formado parte de la industria del safari desde el comienzo ya sea como rastreadores, cuereadores, personal de campamento, mecánicos o cocineros, la función de cazador profesional es parte de los aires que trae la nueva generación cada vez más alejada del arquetipo victoriano.
Un problema a mediano y largo plazo, es el creciente aumento de los índices de SIDA entre la población nativa. Una preocupación que tienen muchas de las empresas de safaris en la actualidad. En algunos países la tasa de mortalidad es tan alta que muchas veces los empleados de las empresas de safaris no llegan a completar el ciclo de entrenamiento y capacitación. La industria del turismo cinegético no es ajena al gran drama de África del presente.

El desafío del siglo XXI: Conservación y Ética
Como vimos la percepción del cazador profesional fue mutando según pasaron los años. Sin caer en odiosas generalizaciones, se ha pasado de un protagonismo indiscutible en la primera mitad del siglo XX, hasta el gris anonimato de algunos granjeros o empleados de empresa de safaris en la actualidad. Pero a mi entender, nunca como ahora, la función del cazador profesional ha sido tan relevante para el futuro de la cacería deportiva.
Ya alejado de todo vedetismo, el gran desafío que enfrenta la profesión es el de convertirse en un pilar fundamental en la conservación de las especies de fauna silvestre y en el custodio de la ética deportiva. Dos caras de una misma moneda.
Mucho se ha hablado sobre el rol que tiene la caza deportiva en la conservación. Hoy nadie sensato lo discute. Pero de qué hablamos cuando decimos caza deportiva?. Estamos hablando de un conjunto de actores que conforman la actividad: los clientes, los gobiernos, las empresas de safaris y los cazadores profesionales.
En el mundo de hoy asistimos a un extraño y triste fenómeno que es el de ver a la caza deportiva convertida en un deporte de competencia en donde muchas veces solo se aspira a inscribir el trofeo más grande solo para subir posiciones en rankings de libros de récords.
Esta modalidad ha generado una fuerte presión internacional en la demanda de trofeos cada vez más grandes que asignen mayor puntaje en los libros de records, sin considerar si el animal a abatir es un macho joven que aún puede reproducirse. El caso típico es el de los búfalos africanos, en donde los métodos de medición asignan más importancia al largo de la cornamenta que a la madurez del trofeo. Algo similar pasa en Mozambique con los leones, donde de acuerdo a datos obtenidos por el Niassa Carnivore Project, las poblaciones de leones y leopardos se encuentran amenazadas por la caza deportiva de ejemplares jóvenes aún con capacidad de reproducción.
Esta misma presión para obtener el trofeo más grande y además en corto tiempo, hace que muchas veces se vulneren algunos códigos de ética básicos, llegando a extremos como la caza de leones en cautiverio que se practica en Sudáfrica.
Estos temas están siendo ahora mismo sujeto de extensos debates en clubes internacionales, asociaciones y autoridades de fauna de diversos países.
Sin embargo, la figura del profesional es esencial para revertir estas situaciones ya que es él el responsable último del safari. Es él quien caza junto al cliente, quien está en el campo, quien tiene la responsabilidad de asesorarlo correctamente, quien tiene los conocimientos para evaluar el trofeo en la naturaleza y quien al fin y al cabo deberá hacer primar su decisión por sobre presiones económicas.
Es el cazador profesional además quien tiene la posibilidad de velar por el mantenimiento y mejora de las poblaciones cazables en las áreas donde opera. Sabe cómo hacerlo. Ese será su mayor desafío y finalmente su razón de ser en este siglo XXI.

Publicado en Revista Vida Salvaje (Mayo 2010)

lunes, 3 de mayo de 2010

Safari en Africa. La cuenta regresiva ideal



Por Eber Gómez Berrade

Existen varias especulaciones sobre la fecha exacta en la que comienza un safari en África. De lo que no hay duda, es que nunca es el primer día de cacería.
En realidad, es justo ese día, cuando finaliza la cuenta regresiva de una larga cadena de eventos que comienza muchas veces, más de un año antes con la contratación de la empresa elegida y la definición de las especies a cazar.
En general los tiempos entre la contratación y el safari en sí, varían en función del tipo de cacería deseado. Si hablamos de cacería de animales de planicie, o de safaris en cotos cercados no es necesario hacer reservas con mucha anticipación ya que hay licencias suficientes y el factor crítico es sólo el lugar disponible en los lodges para el hospedaje. En cambio, si lo que se busca es un safari de alguno de los cinco grandes, o en territorios free range en áreas comunales, parques nacionales o concesiones gubernamentales, ahí sí la anticipación en la reserva será la diferencia entre cazar o entrar en la lista de espera para la próxima temporada.
Las licencias de leopardo, león, rinoceronte o elefante son muchas veces escasas en varios países africanos y son emitidas directamente por las autoridades de fauna de cada gobierno. Esto provoca que hoy la demanda sea mayor que la oferta y fuerza a reservar los safaris con uno y hasta dos años de anticipación según sea el caso.
Ahora, una vez definido el lugar, las especies y la empresa, y una vez contratado el safari mediante el pago de un adelanto como generalmente se estila, comienza un trabajo largo de preparación, trámites y práctica que termina en el momento de abordar el avión con rumbo a África.
A continuación podrá encontrar una línea de tiempo con sugerencias para llevar a cabo y llegar preparado y sin sobresaltos al inicio de su aventura.

12 meses antes
Una vez confirmada la fecha del safari con la compañía outfitter, que en general se formaliza con la transferencia de un porcentaje de la estadía (daily rate), ya podrá comprar los pasajes aéreos aprovechando tarifas de menor costo. Si necesita tomar vuelos internos, recuerde que muchas veces las aerolíneas utilizan aviones pequeños lo que hace indispensable la compra anticipada de los tickets.
Al mismo tiempo, podrá contratar hoteles y paquetes turísticos si su idea es combinar turismo con caza mayor. Aquí también tenga en cuenta que algunos destinos turísticos en África son muy populares y buscados por turistas de todo el mundo. Tener todo esto listo un año antes, le ahorrará algo de dinero, mucho tiempo, y estrategias ajedrecísticas de último momento para hacer coincidir lo que quiere con lo que le ofrecen.

8 meses antes
Cuando falten unos ocho meses aproximadamente para su partida, controle que su pasaporte esté en orden. Algunos países africanos requieren que este documento tenga una validez o vencimiento posterior a seis meses luego de su viaje. De esta manera, estará cubierto por la demora en la emisión o renovación del pasaporte y por cualquier otra eventualidad que pueda ocurrir en el transcurso de ese trámite.

6 meses antes
En muchos destinos africanos es necesario contar con un plan de vacunación apropiado para la zona y la época en la que hará su cacería. En general este plan de vacunación podría dividirse en dos: vacunas generales a aplicarse antes de cualquier viaje, y vacunas específicas necesarias para una determinada región. En el primer caso, podemos incluir la protección contra el tétanos, la difteria, aplicaciones de gamma globulina y hepatitis AB. En el segundo, vacunas contra la fiebre amarilla, el tifus y la profilaxis de malaria.
En el caso de la vacuna contra la hepatitis AB, se requieren tres dosis para estar debidamente protegido, donde la tercera dosis deberá inocularse seis meses después de la segunda.
En este sentido es siempre aconsejable visitar a un médico infectólogo o especialista en medicina del viajero que contará con información actualizada del estado sanitario del área a visitar, y quien le dará las ordenes para aplicarse un adecuado plan de vacunación.

4 meses antes
Luego de la visita al médico especialista y de haber empezado sus visitas al vacunatorio, es tiempo de consultar al clínico y realizarse un chequeo médico general. Como dijimos en un artículo anterior sobre la salud en el safari, no hay mejor excusa que la inminencia de un safari para decidirse al siempre postergado chequeo. Si su expedición demandara un esfuerzo físico especial, como la de caminar largas distancias diarias (cacería de elefante) o moverse en altura (como en las montañas de Etiopía), es recomendable que esto también se lo informe a su médico. En caso de que tenga que tomar medicamentos, podrá aprovechar estas visitas para pedirle al facultativo que le prescriba las recetas correspondientes.
En este tiempo previo a la salida, también podrá completar y enviar a la empresa de safaris, los formularios requeridos para su cacería. Aquí su outfitter lo guiará, pero en líneas generales estamos hablando de la gestión de las licencias y permisos de caza correspondientes a la lista de animales que desea cazar, permisos de ingreso de armamento y permisos de CITES para el caso de algunas especies específicas como leopardo, rinoceronte, elefante o cebra de Hartmann por mencionar algunas. Eso sí, tenga cuidado que sus permisos de CITES no expiren antes de que usted pueda exportar sus trofeos. Si esto sucede deberá solicitar una extensión del mismo, aunque siempre es mejor evitar esa instancia.
Para esta época, podrá solicitarle a su outfitter que le envíe una carta de invitación para presentar ante las autoridades del país receptor, como sucede en Sudáfrica. Además podrá completar los formularios de estado general de salud e informar a la compañía sus requerimientos personales para el safari, tales como sus preferencias de comidas y bebidas, si desea contratar un charter aéreo o si precisa alquilar rifle.
Este también es un buen momento para poner al día sus seguros de asistencia al viajero, su cobertura médica internacional o para contratar un seguro de evacuación médica aérea que cubra los días en que se encuentre cazando en el terreno. Cuatro meses es tiempo suficiente para poner todo en orden y recibir por correo las tarjetas y credenciales correspondientes.

3 meses antes
Algunos países de África requieren visas de entrada para los ciudadanos argentinos. Averigüe con su operador o cazador profesional o con la embajada del país de destino, cual es la regulación actualizada en esa materia. Recuerde que para que le emitan la visa de entrada en varios países africanos, deberá presentar su pasaporte en regla con un vencimiento posterior a los seis meses de su viaje.
Otra cosa que podrá comenzar a hacer, faltando tres meses para el viaje, es un programa de entrenamiento físico adecuado a los requerimientos del safari. Si aún no lo sabe, pregúntele a su cazador profesional cómo es el terreno donde se desarrollará la cacería, cuántos kilómetros se supone que deberá caminar por día, si existe problema de altitud o las condiciones climáticas del área en la fecha que usted irá. Independientemente de las características de su expedición, siempre es recomendable realizar caminatas con el mismo calzado y medias que usará en la cacería.
También podrá empezar a entrenar tiro con su rifle con miras a la cacería. Una vez en el bush, ya no habrá tiempo para practicar. Aquí lo recomendable es alejarse del banco de reglaje y comenzar a tirar a mano alzada, con apoyos inestables e improvisados y en diferentes posiciones de tiro, mayormente de pie, rodilla en tierra y sentado. Si va a usar su propio trípode, practique antes y familiarícese con él para que la estabilidad del apoyo no le quite rapidez en el disparo. Recuerde que las condiciones del tiro de caza son muy diferentes a las del tiro de polígono. Los animales pocas veces cooperan quedándose quietos y hacen todo lo posible para no dar segundas oportunidades. Practique mucho el tiro en seco con su propio rifle, lo que le dará confianza suficiente al momento de disparar gracias a la memoria muscular desarrollada en esas sesiones de tiro gratuito.
Por último, practique con la misma arma, mira y munición que llevara a África. Ni se le ocurra tirar con recargas más suaves o munición barata solo porque está practicando. Recuerde que por más cara que sea la munición que usará, siempre será el mejor seguro que tendrá en el campo para lograr la pieza que desea, evitar el desagradable costo de perder un animal herido o parar la antipática carga de un animal peligroso que va directo a usted.

2 meses antes
Algunos outfitters solicitan la cancelación del total de la estadía unos dos meses antes del inicio de la cacería. Así con la transferencia del total de la estadía sólo le quedará abonar en el campamento, el último día de cacería, las tasas de abate (trophy fee) correspondiente a los animales que haya cazado o herido.
En este tiempo, también es aconsejable enviar a su outfitter o cazador profesional la información necesaria en caso de que ocurra una emergencia, datos tales como nombre y teléfono de familiares o amigos, datos de sus seguros y de evacuación médica, copia de su itinerario y permisos temporarios de ingreso de armas en los países en donde deba hacer escala, datos de su taxidermista y dirección física en donde serán recibidos sus trofeos, que puede ser su propio domicilio o el del taxidermista. Como regla general, recuerde pedir siempre una confirmación de respuesta de cada una de las informaciones que envíe. Si lleva su propio rifle al safari, comience aquí a tramitar el permiso de exportación temporario ante el Renar para sacarlo del país.
Es buena idea poner al día sus tarjetas de crédito, asegúrese que podrá utilizar las redes de cajeros en el extranjero, saqué su pin si es necesario y comunique a su banco que realizará un viaje, de manera que no le bloqueen las operaciones por seguridad una vez que esté en el lugar de destino.

1 mes antes
A esta altura de la cuenta regresiva, ya solo resta aceitar algunos detalles y revisar que todo marche de acuerdo a lo planeado. Aquí podrá preparar una lista con los datos del outfitter, de su cazador profesional, de los hoteles y de las líneas aéreas que utilizará para dejarla a sus familiares o amigos en caso de que necesiten contactarlo con urgencia. Los datos de contacto deberían ser nombre, dirección física, e-mail, teléfono de línea y celular con los códigos adecuados para llamadas internacionales. Si posee un seguro de evacuación médica anote aquí también el número de emergencia de la compañía.
Defina cómo será la forma de pago de su safari. En general suele ser en efectivo en dólares americanos o en cheques de viajero. Saque la cuenta de qué animales desea cazar y lleve el dinero para eso.
Si usted tiene suficiente confianza con su cazador profesional, puede transferir un monto determinado para usarlo para cancelar parte de las tasas de abate de los trofeos que teóricamente podrá obtener. De esta manera, evitará llevar efectivo o cheques de viajero ya que habrá adelantado parte de esos costos. Recuerde que a diferencia de los cotos cercados, en los safaris desarrollados en territorios free range nadie podrá darle una garantía de caza del 100%.
Calcule además todos los costos relacionados en el safari como transporte, hoteles, vuelos charters, municiones, alquiler de armas, propinas para el guía y el personal del campamento. Pídale a su cazador profesional que lo asesore en este sentido. Él sabrá cuanto debería disponer usted en propinas y demás costos extras.

15 días antes
En el vuelo de ida es recomendable llevar aproximadamente unos 100 dólares en cambio en la moneda del país. Esto podrá adquirirlo en financieras o casas de cambio y le ayudará al momento de llegar al aeropuerto para gastos menores como bar, propinas, carritos para equipaje, etc.
Saque fotocopia de todos los documentos y tarjetas que llevará en el viaje. Lleve una copia con usted en un lugar diferente del que guarda sus documentos y deje otra copia en su casa. Así en caso de robo o pérdida siempre podrá contar con los números, vencimientos, códigos de seguridad de las tarjetas y pasaportes a la hora de hacer la denuncia. Si puede, es aconsejable escanear sus documentos y enviarlos por email a su casilla personal, de esta manera también podrá acceder a esa información conectándose a internet.
Prepare tarjetas personales plastificadas para identificar sus trofeos una vez cazados, los cuales serán enviados al taxidermista local para su posterior limpieza y embalado. Las tarjetas deberían tener su nombre completo, datos de contacto y dirección del destino final (su domicilio o el de su taxidermista).
Por último, lleve una copia de toda la correspondencia intercambiada con su outfitter o cazador profesional, del contrato, de la lista de precios pautados y de los formularios de términos y condiciones de la empresa que le fueran entregados al inicio de la contratación. De esa manera, resolverá rápidamente cualquier discrepancia que pudiese surgir al momento de hacer los números y pagar la cuenta final.

7 días antes
Si se internara en áreas con riesgo de contraer malaria, una semana antes del viaje puede comenzar a tomar los comprimidos de profilaxis que deberá ingerir semanalmente hasta cuatro semanas luego de finalizado el viaje.

2 días antes
Confirme su vuelo en su compañía aérea y pídale a su outfitter que lo haga con sus vuelos de vuelta.

Publicado en Revista Vida Salvaje (Abril 2010)

martes, 13 de abril de 2010

"La Hermandad del Honor" de Jorge Fernández Díaz



En el libro "La Hermandad del Honor", el periodista Jorge Fernández Díaz, Secretario de Redacción de La Nación, recopila una serie de entrevistas publicadas en la sección "Historias con nombre y apellido" de ese diario.
El capítulo "El corazón del cazador", narra la historia del cazador profesional Eber Gómez Berrade como guía de safaris en Africa.

jueves, 25 de marzo de 2010

Sexo, mentiras y disparos




Por Eber Gómez Berrade

“Es casada…o vive en Kenia?”
Así, directa y atrevida era la manera elegante y humorística que tenía cualquier caballero de romper el hielo y entablar una conversación con alguna atractiva dama solitaria, que tanto podía estar en la cubierta de un barco camino al África oriental, en un vagón de tren procedente de Mombasa o en algunas de las tantas fiestas que se hacían en Nairobi por aquella época.
Aquella época eran los años 20, y el lugar claro, el Protectorado del África Oriental Británica, a punto de convertirse en la colonia de Kenia. Para los amantes de los safaris de caza mayor, un paraíso. Para los amantes a secas, también.
Muchos factores se conjugaron en ese momento para que una pequeña ciudad colonial en el medio del África inhóspita se convirtiera en la capital de la diversión, el champagne y el sexo, donde los caballos lentos y las mujeres rápidas llevaron a la ruina a más de un muchacho incauto.
El “Valle Feliz” como se conocía a Nairobi en el período de entre guerras, se había convertido en un estratégico enclave colonial británico a orillas del océano Indico, puerta de entrada al continente negro que abrieran Burton, Speke, Grant y algunos exploradores más a mediados del siglo XIX.
Para entonces lo que entraba por aquella puerta eran colonos, granjeros, funcionarios administrativos, misioneros, ingenieros, militares y cazadores blancos. Lo que salía, eran materias primas: commodities con destino a Londres para abastecer al imperio.
En la Gran Guerra, Kenia supo ser la última línea de defensa frente al avance alemán que atropellaba desde el sur. Las fuerzas del General Paul von Lettow-Vorbeck en Tanganika parecían revolucionar los conceptos de la infantería moderna, con su schutztruppe de guerra de guerrilla y sus cuadros de oficiales blancos al mando de askaris nativos. Pero nunca llegaron a Nairobi.
En la Segunda Guerra Mundial, Kenia también jugó un papel clave en la campaña africana, de nuevo contra los alemanes y eventualmente contra los italianos de la Abisinia, pero tampoco cayó en manos enemigas.
Sus habitantes eran gente dura, dispuesta a tomar las armas en tiempos de lucha y a trabajar duro en tiempos de paz. La vida no era fácil en la colonia. Como si eso fuera poco, el fantasma de la insurrección nativa se percibía en todo momento. Aquella espada de Damocles finalmente cayó años más tarde en la forma de la denominada “emergencia” Mau Mau, pero esa es otra historia.

El Muthaiga Club
Como es de suponerse, aquella vida sacrificada tenía también algunas recompensas. Y como no podía ser de otra manera siendo una colonia inglesa, el club era, sin dudas, el lugar para socializar, distenderse, divertirse y hacer nuevas amistades, entre otras cosas.
Inaugurado una noche de festejos del 31 de Diciembre de 1913, el Muthaiga Club se convirtió rápidamente en el centro del “Valle Feliz”. Su febril actividad, mayormente durante la época de las carreras de caballos, cuando los colonos y granjeros establecidos en el interior del país hacían coincidir sus viajes de negocios, no duró mucho. El inicio de la Primera Guerra forzó a la mayoría de sus miembros a enlistarse en el ejército o a participar en fuerzas expedicionarias de voluntarios hasta el final del conflicto en 1918.
Luego del armisticio, el Muthaiga resurgió como resurgió Nairobi y comenzó a conocerse como el Moulin Rouge de África. Allí al más puro estilo de los clubes del Pall Mall londinenses, podía uno retirarse en las tardes a leer los diarios, jugar whist, billar o tomarse un veraniego Pimm´s N°1, por supuesto, recordando no hablar en voz alta para no molestar a los demás. Las mujeres no tenían permitido el acceso al bar, obviamente. Después de todo era un lugar para caballeros victorianos, aunque Victoria ya no estuviera entre los vivos.
Con el correr del día, la etiqueta estricta y el decoro imperial, iba dando paso a formas más relajadas de comportamiento. Al anochecer -la hora azul de los románticos-, el dixie y los foxtrots que sonaban en las victrolas, el scotch, el champagne y hasta la droga que se según dicen las malas lenguas, se ofrecía en la puerta, se adueñaban de los elegantes salones justificando así el porqué el apodo de Moulin Rouge.
Algunos de los cazadores blancos habitués de club eran el Honorable Denys Finch Hatton, el Barón Bror von Blixen-Finecke, Alan Black, Philip Percival, Andy Anderson, Pat Ayre, y muchos otros. Entre los referentes de la política colonial británica en el este de África, estaba Hugh Cholmondeley, tercer Barón de Delamere, más conocido como Lord Delamere o simplemente “D”, y Berkley Cole, granjero y miembro del Consejo Legislativo de la colonia. Entre las mujeres, las más famosas sin dudas, la escritora Karen Blixen y la aviadora Beryl Markham.
Muchos de estos nombres fueron inmortalizados en el libro de Blixen Out of Africa, o Africa mía, en su traducción al español, y luego llevados al cine por Sidney Pollack en la película del mismo nombre.
Allí la escritora y el cineasta se esforzaron por reflejar fielmente el ambiente de la época, pero también por morigerar los excesos de la vida social. Poco se habló allí de infidelidades, y nada se dijo sobre las largas noches de Mumm, drogas y sexo. El intercambio de parejas no era algo extraño en el Muthaiga. Blix, como le decían al Barón Blixen, solía presentar a su amigo Finch Hatton, como “mi amigo y el amante de mi esposa”.
Lo cierto es que el matrimonio del Barón con la escritora (a quien contagió de sífilis) y que terminó en divorcio en 1921, era la crónica de una muerte anunciada. En realidad, antes de la separación, Karen Blixen había vivido un romance con Finch Hatton de quien creyó dos veces estar embarazada. Finch Hatton a su vez, había compartido sentimientos con la joven Beryl Markham, que también supo salir con Blix, quien luego se enamoró locamente de “Cockie” Birkbeck, aprovechando que el marido de ella se hallaba de viaje en Inglaterra. En fin, que como queda claro, cuando caía la noche se encendían las pasiones en el Muthaiga, y las fidelidades quedaban de lado por un rato.
Estas situaciones por supuesto, no fueron ni remotamente exclusivas de los personajes del libro y la película Out of Africa. Según las crónicas de la época, este comportamiento relajado era moneda corriente con buena parte de la sociedad, muchos de ellos miembros del club. Lo que sucede es que todos estos personajes que rescata Karen Blixen lograron notoriedad en cada una de sus actividades.
Naturalmente ella misma es la más reconocida y recordada. Sus libros África mía, Sombras en la hierba, o Siete cuentos góticos han dejado un legado literario trascendente, que hasta el mismo Ernest Hemingway elogió en su momento. Su vida es conocida, e incluso desde estas mismas páginas se han escrito interesantes semblanzas biográficas sobre su persona.
Finch Hatton provenía de la nobleza londinense. Alumno de Eton y Oxford había recibido la educación de un gentleman, pero optó por una vida nómade y aventurera, estableciéndose en la colonia de Kenia en 1911. No fue hasta el año 1925 en el que se convirtió en cazador blanco aprovechando su amistad con Philip Percival, Alan Black y John Hunter con quien hizo sus primeros safaris. Aquella educación aristocrática, sumado a su característico acento inglés y sus conexiones familiares, hicieron que Eduardo, Príncipe de Gales quien iba a ser luego Eduardo VIII Rey de Inglaterra, lo eligiera para el safari que hizo junto a su hermano el Duque de Gloucester en 1928. Tres años más tarde Finch Hatton moriría en un accidente con su avión De Haviland Gypsy Moth sobre Tsavo.
Bror Blixen, también proveniente de la nobleza pero de Suecia, era el típico play-boy. Fue considerado uno de los grandes cazadores de su época y uno de los primeros en usar aviones para buscar lugares apropiados donde establecer los campamentos de sus safaris. Luego de su separación con Karen Blixen, y de su “affair” con “Cockie” Birkbeck, finalmente se quedó con la sueca Eva Dickson a quien también conoció en Kenia. Blix guió a importantes empresarios como Alfred Vanderbilt y a miembros de la realeza británica en safaris por diversos territorios de Kenia, Uganda, Congo, etc. Fue amigo de Hemingway con quien compartió salidas de pesca en el Caribe y corridas de toros en España y hasta se dio el lujo de escribir un libro: African Hunter.
Beryl Markham fue otro de los personajes que se destacó a lo largo de su vida. Hija del entrenador de caballos de Lord Delamere, poseía muchas condiciones para ser admirada en el inicio de su vida. Según dicen, muy hermosa, con una apariencia similar a la de Greta Garbo, felina y rubia, era una gran cazadora y una perfecta amazona, tanto que en aquel entonces se decía que montaba como un jockey irlandés, usaba la lanza como un guerrero Masai, volaba como Charles Lindbergh, seducía como una hurí islámica y escribía mejor que Hemingway. Un personaje curioso, sin dudas. Lo cierto es que pasó a la historia como la primera piloto que cruzó el Atlántico de Europa a Nueva York en solitario. Esto lo hizo en 1936 a bordo de su Percival Vega Gull. Beryl escribió su autobiografía titulada Al oeste con la noche, donde cuenta además sus aventuras aeronáuticas sobre las planicies de África.
Lord Delamere hizo historia también como uno de los responsables de la “apertura” de Kenia para los ingleses. Nairobi lo homenajeó con monumentos y una calle, hasta que la descolonización barrió con su nombre. Se removieron los monumentos y su calle pasó a llamarse Avenida Kenyatta. Fue granjero, líder de los colonos, participó en la Gran Guerra, fue el primer presidente del East African Turf Club y fue llamado alguna vez el Cecil Rhodes de Kenia. Pero también fue conocido y recordado, por sus excesos y excentricidades. Durante muchos años se escuchaban historias del viejo “D”. Como la vez que ingresó al bar del famoso Hotel Norfolk de Nairobi montado en su caballo, o como cuando tiraba pelotas de golf sobre los techos del Muthaiga y luego iba a buscarlas él mismo, o cuando organizó una fiesta para 200 personas en las que se tomaron 600 botellas de champagne.

Según pasan los años
A medida que fue pasando el tiempo, el Muthaiga Club siempre mantuvo su reputación de ser el centro de la elite colonial. Los vientos de guerra en 1939 hicieron que la mayoría de sus miembros se enlistaran en las fuerzas armadas, de manera similar a lo que habían hecho 20 años antes. Pero una vez terminada la contienda, Kenia resurgió y con ella el Muthaiga.
Sus espléndidos salones, barras, restaurantes y jardines siguieron albergando a personajes sacados de novelas de aventuras y misterio. Se cuenta que Hemingway basó su cuento La vida corta y feliz de Francis Macomber en un relato que escuchó de uno de los parroquianos del club. Allí, en la ficción, Margot, la esposa joven y bella de un potentado cliente americano llamado Francis Macomber, se enamora de Robert Wilson, el cazador blanco del safari matrimonial. Para hacer la historia corta, digamos que todo termina cuando su esposa dispara una bala del 505 Gibbs a la cabeza del feliz y sufrido Macomber. “Podrías haberlo envenenado como hacen las mujeres en Inglaterra”, sentenció ciertamente resignado, el cínico cazador blanco.
Las historias de infidelidades, intrigas y violencia continuaron en el Valle Feliz, incluso en plena guerra mundial.
En 1941 un miembro del club recibió un tiro en la cabeza mientras estaba sentado en su auto. La víctima fue Lord Josslyn Hay, Conde de Erroll, un noble filántropo británico que tenía un “affair” con Lady Diana, esposa de Sir “Jock” Delves Broughton. Jock fue acusado de homicidio y se suicidó un año después. No se sabe bien si por el remordimiento y la culpa o porque su Diana lo abandonó por otro hombre casado, el Barón de Delamere. No, no el viejo y pícaro “D”, sino su joven y pícaro nieto. Esta historia también fue llevada a la literatura por el periodista James Fox bajo el título de White Mischief y posteriormente al cine en 1987.
Kenia ya no es lo que era. Aquel paraíso de la caza desapareció. Los cazadores blancos emigraron y se convirtieron en cazadores profesionales, la fauna silvestre sufrió las gravísimas consecuencias de la prohibición de la caza legal deportiva, la nobleza británica ya no se jacta de su posición y cultura sino que se avergüenza de haber sido referentes de una potencia imperial. Nairobi tampoco es el mismo. Ahora es la ciudad más grande de África oriental, y junto a sus modernas construcciones yacen asentamientos precarios donde más de dos millones de personas conviven diariamente con la miseria y el sida.
Sin embargo el Muthaiga Country Club aún permanece. Sigue estando a diez minutos del centro de Nairobi, en los mismos terrenos y con el mismo edifico. Claro que tampoco es lo que era. Al menos en su ambientación, el otrora gentlemen club retiene la atmósfera de “la vieja Kenia” y aporta el confort de los tiempos modernos. Siguió el mismo camino que sus contrapartes en el Pall Mall de Londres, como el Reform Club (desde donde salió Phileas Fogg a recorrer el mundo en 80 días), el Athenaeum o el Travellers Club.
Ahora en el Muthaiga las mujeres ya pueden entrar al bar –durante muchos años Karen Blixen fue la única a la que se le permitió ese raro privilegio-, hay pileta de natación para los chicos, y por supuesto ya no se arman las fiestas de antaño.
Pero hay algo que no cambió, y es la manía por no levantar la voz para no molestar a los presentes. Es más, hoy tampoco está permitido el uso de notebooks ni celulares en sus salones por el mismo motivo.
Seguramente de aquel Moulin Rouge africano, solo quedan hoy unos pocos fantasmas vagando por los exclusivos, elegantes y aburridos salones, en busca de aventuras olvidadas, que alguna vez puedan volverse a convertir en novelas de sexo, de mentiras o de disparos.

Publicado en Revista Vida Salvaje (Marzo 2010)