martes, 26 de abril de 2016

Furtivismo - La Guerra Invisible


Por Eber Gómez Berrade

La grave crisis de furtivismo que azota la fauna silvestre en África se incrementa día a día, convirtiéndolo en el cuarto delito más lucrativo del mundo, y ahora además, en una fuente clave de financiamiento de organizaciones terroristas. El daño ambiental que está provocando es casi tan serio como el calentamiento global y la deforestación. Consecuentemente la lucha en el terreno contra este flagelo también ha escalado en forma proporcional, pasando desde la simple respuesta policial de guarda parques inexpertos, hasta la confrontación militar con fuerzas de operaciones especiales altamente entrenadas. África es hoy escenario de un conflicto bélico de baja intensidad que permanece invisible a los ojos de la opinión pública internacional. Esa misma opinión pública que desde los centros urbanos y los medios de comunicación suelen criticar y denostar la caza conservacionista legal, es la misma que desconoce la guerra que actualmente se libra en diversos puntos del continente negro. Una guerra sin cuartel que está modificando la historia militar moderna y se ha convertido ya en un importante conflicto bélico ambiental.

Una vieja y triste historia
El furtivismo en África no es nuevo. La historia de la utilización de la fauna silvestre viene de larga data, desde que el hombre es hombre. Sin embargo, el concepto de furtivismo o caza ilegal, comenzó precisamente cuando se definió el concepto de legalidad, es decir el derecho que le asistía a determinados países de hacer uso de sus recursos faunísticos, dentro de sus colonias. Así las potencias europeas, al demarcar sus territorios en África, establecieron también sus reglas y leyes en materia de caza. A fines del siglo XIX y principios del XX, aventureros como John Boyes “el rey de los Kikuyus”, Robert Foran y “Karamojo” Bell, se internaban en busca de marfil en el legendario Enclave de Lado, evadiendo las patrullas belgas que los perseguían. Años más tarde en Kenia, precisamente en la década de 1970, la esposa de Jomo Kenyatta, primer presidente electo de ese país, fue acusada de organizar una masiva matanza de elefantes con el fin de obtener el preciado y lucrativo marfil, y de esa manera financiar su régimen populista. Los años siguieron y entrada la década del 80, Robert Mugabe, eterno presidente de Zimbabwe, también fue acusado de realizar operaciones ilegales de raleo de elefantes para abastecer de dinero fresco las devastadas arcas estatales de su gobierno. Desde ese entonces, hasta el presente, la situación no ha mejorado. Todo lo contrario. El furtivismo se extendió por todas las áreas silvestres de África, en busca de carne muchas veces, de marfil y cuernos de rinocerontes, poniendo en riesgo de extinción especies como los gorilas de montaña o el rinoceronte negro. Con el paso del tiempo, la modalidad del delito fue cambiando, a la par de los avances tecnológicos y el crecimiento de una incipiente clase alta china que se encandiló con el lujo y la figuración a la manera occidental.

Los números del furtivismo

Para tener una idea cabal de lo que representa la caza ilegal de fauna silvestre, es bueno traducir el problema en números y estadísticas. En este sentido, si hablamos de rinocerontes, se estima que hoy en día hay una población de 20.000 a 25.000 ejemplares en toda África, de los cuales el 90 por ciento se encuentra en Sudáfrica. Allí sólo durante el año pasado, se reportaron 1.215 rinocerontes muertos a manos de furtivos, lo que significó un crecimiento de 82 por ciento comparado con el año 2012 y casi un aumento del 10.000 por ciento, comparado con el año 2007. Si esta tendencia continúa en 10 años ya no quedarán rinocerontes vivos. Los elefantes no la llevan mejor. El número de la población total de estos paquidermos en África es de 500.000 al día de hoy. Las estadísticas son casi igual de aterradoras. Entre los años 2010 y 2012 se mataron ilegalmente 100.000 ejemplares, es decir unos 100 por día. Los gorilas, otra especie objetivo del tráfico ilegal, está actualmente bajo la categoría de peligro crítico de extinción, habiendo una población total de 100.000 en todo el continente. Sólo de la sub especie de gorilas de montaña, quedan hoy unos 900 ejemplares. Las bandas armadas en Gabón, Congo y Camerún los buscan por su carne y sus despojos, o capturan sus crías para venderlas en el mercado negro a 40.000 dólares estadounidenses cada una. La epidemia de ébola también ha afectado a esta especie de primates, costando la vida al 33 por ciento de la población mundial desde al año 1990 a la fecha. Si extrapolamos todos estos números en el tiempo, vemos rápidamente que se está peleando una guerra muy difícil de ganar.

La conexión terrorista
Como si esto fuera poco, el inmenso flujo de dinero proveniente de países asiáticos como China, Tailandia y Corea, ha provocado que algunas organizaciones terroristas vean una oportunidad para financiar sus actividades, apareciendo así un nuevo actor en el escenario de este crimen internacional. Uno de esos grupos es el Movimiento de Jóvenes Muyahidines Al Shabab, una organización yihadista islámica que opera en Somalia y que participa de la red de tráfico ilegal de marfil y cuernos de rinoceronte, aportando puertos de salida para abastecer al mercado internacional. En el mes de abril pasado, el grupo atacó una universidad en Kenia, dejando más de un centenar de muertos, alegando que la institución estaba en un espacio colonizado por no musulmanes. Los terroristas asesinaron a los cristianos mediante disparos y decapitación y secuestraron a más de quinientos estudiantes. En 2013 este grupo atacó el Centro Comercial Nakumatt en Nairobi, matando a más de setenta personas. El costo de este atentado pudo haber sido financiado con la venta de cinco colmillos de elefante. Otro grupo que se beneficia del furtivismo es el ejército paramilitar Janjaweed, formado en Sudán y el este de Chad, que se encuentran en conflicto con grupos rebeldes de Darfur - el Movimiento de Liberación de Sudán y el Movimiento Justicia e Igualdad. Se calcula que este ejército ha asesinado a más de 30.000 personas y causado un éxodo masivo hacia campos de refugiados de más de un millón. Sin conexión con el islamismo radical, el infame Joseph Kony, con su Ejército de Resistencia del Señor, participa también en actividades de furtivismo para financiar su campaña para establecer un gobierno teocrático en Uganda. Este grupo, una mezcla sincrética de misticismo, nacionalismo y fundamentalismo bíblico, ha secuestrado a más de 40.000 niños y desplazó a casi dos millones de personas. Por último, los Mai Mai, un rejunte de señores de la guerra que operan en Ruanda y Congo, financian sus actividades terroristas en las provincias de Kivu del Norte y Kivu del Sur con dinero proveniente de la caza ilegal.

De policías a militares
Esta nueva etapa en el conflicto, provocó que la manera de combatir al furtivismo en el terreno, se haya modificado sustancialmente en los últimos años. Pasó de ser un problema policial, a convertirse en un tema militar que involucra a fuerzas armadas regulares, guarda parques fuertemente entrenados en combate, asesores y observadores internacionales y hasta mercenarios que cambiaron sus misiones en Iraq, Siria o Afganistán por parques nacionales del Congo, Kenia o Sudán. Las fuerzas armadas de muchos países africanos están entrenando directamente a los cuerpos de rangers o guarda parques en técnicas de guerra convencional. Los gobiernos africanos están equipando a sus parques nacionales con mejor armamento, helicópteros, aviones de reconocimiento y drones, y trabajan conjuntamente en operaciones de inteligencia militar y contra terrorismo. La comunidad internacional también está presente en este esfuerzo. Así como en 1971 el presidente estadunidense Richard Nixon fue el primero en declarar la guerra a las drogas; en 2001 George W. Bush en declarar la guerra al terror; ahora Barack Obama ha declarado la guerra al furtivismo, anunciando la Presidential Task Force on Wildlife Trafficiking. Un proyecto de ayuda monetaria y logística para combatir el tráfico ilegal de fauna silvestre. También algunos países europeos han comenzado a enviar ayuda militar a diversos puntos calientes del continente, como los parques nacionales de Garamba y Virunga en el Congo, el Mount Kenya y Tsavo en Kenya, el Zakouma en Chad y el Kruger en Sudáfrica, por nombrar solo algunos. El Reino Unido por ejemplo, ha desplegado unidades del Primer Batallón de Welsh Guards, en Kenia con el fin de entrenar a los guarda parques en lucha contra-terrorista. Tropas de los Royal Scots Borderers y otros cuerpos de elite del ejército británico, fueron desplegados en Gabón, a pedido de su presidente, para adiestrar a sus escuadrones de guarda parques que operan en los parques nacionales. Y hasta el Príncipe Harry de la Casa Real Británica fue enviado a Sudáfrica, a misiones de entrenamiento de guarda parques en el Kruger, como oficial del Household Cavalry Regiment, en lo que se denominó Operación Corona. Todos estos regimientos y batallones cuentan con una extensa experiencia en lucha contra el terrorismo en múltiples teatros de operaciones, especialmente en Iraq y Afganistán.

La presencia del sector privado
Otro fenómeno nuevo que ha aparecido en la lucha anti furtivismo, son los contratistas militares privados. Ex miembros de fuerzas especiales de diferentes países, que pasaron a la actividad privada, para realizar servicios de custodia, defensa armada, mantenimiento, seguridad personal, escoltas e incluso operaciones de inteligencia. Muchos de estos hombres y mujeres, están cambiando sus puestos en Medio Oriente, en compañías como Aegis o Blackwater para dirigirse a distintos países africanos y participar en unidades anti furtivos (anti poaching units). Su tarea es la de entrenar a los rangers y guardaparques en técnicas que incluyen, inteligencia y contra inteligencia, supervivencia, patrullaje, navegación, combate en selva, captura del enemigo, interrogatorios, manejo de tecnología satelital, uso de visores nocturnos, armamento sofisticado, drones de vigilancia y ataque, entre otras muchas capacidades especiales. Fue famoso el caso de una joven estadounidense, llamada Kinessa Johnson, veterana de Afganistán, que luego de servir en el ejército como instructora de tiro y mecánico, decidió mudarse a Arusha, Tanzania, para combatir codo a codo con los rangers de parques nacionales. En Sudáfrica también han comenzado a aparecer unidades para-militares anti furtivismo como Protrack, que reclutan ex soldados, los re-entrenan durante seis semanas y los despliegan en diversas reservas y parques a lo largo del país. Kenia ha incorporado también el uso de escuadrones privados como los que tiene el Ol Pejeta Conservancy, que se especializa en la custodia de rionocerontes y elefantes, y cuenta con aviones, drones con sensores térmicos, perros adiestrados y personal especializado en materia de seguridad.

Oferta o demanda.
Esa es la cuestión Al igual que el debate que se da actualmente sobre si la legalización de las drogas, desbaratará el mercado negro y los negocios de los carteles del narcotráfico, también este debate se ha abierto en materia de conservación de la fauna silvestre. Ya hay numerosas voces en la comunidad científica que abogan por levantar la prohibición de la venta de marfil, como medida para desalentar el tráfico ilegal. Otras, se enfocan en imponer sanciones a los países asiáticos consumidores de despojos animales. Y algunas pocas, en concientizar a chinos, tailandeses y coreanos en que la queratina del cuerno del rinoceronte no cura el cáncer ni la impotencia sexual, y que el estatus social que brinda una talla de marfil no justifica la desaparición de un solo elefante en el planeta. Así las cosas, y hasta tanto no se obtengan avances para detener esta demanda demencial, la estrategia inmediata para combatir el tráfico, es atancando la oferta a través de la acción militar. Probablemente no sea la gran solución de largo plazo. Pero el hecho es que, de seguir con esta tendencia, en el largo plazo ya no quedarán rinocerontes, gorilas ni elefantes. Lo único que se interpone hoy entre las bandas criminales y terroristas y la fauna silvestre, es el personal de fuerzas armadas nacionales, internacionales y privadas, que se juegan la vida cada día en los más remotos rincones de África, en una guerra invisible que se cobra diariamente cien elefantes e innumerables vidas humanas.