viernes, 30 de mayo de 2014

Elefante - El mayor desafío de África



Por Eber Gómez Berrade

Es el mayor mamífero terrestre sobre la faz de la Tierra, el más grande de las especies de caza peligrosa de África, y el más peligroso entre los peligrosos. Una criatura majestuosa y atemporal, cuya cacería es sin dudas la más excitante aventura a la que pueda enfrentarse un cazador.
Para algunos de nosotros la caza del elefante estuvo presente desde las tempranas lecturas de Rider Haggard, que luego dieron paso a los hipnóticos relatos de John Hunter, “Karamojo” Bell y “Pondoro” Taylor. Así fue como los exóticos nombres de Enclave de Lado, Congo Belga, o río Tana, se convirtieron en mágicos para los que soñamos alguna vez con toparnos con Ahmed, el famoso gigante del Monte Marsabit, que tuvo el honor de tener guardaespaldas asignados por el gobierno de Kenia, para custodiar sus 148 libras de marfil. Lo cierto es que hoy sigue siendo posible hacer realidad el sueño de enfrentarse a uno de los mayores desafíos que ofrece la caza mayor.


Un grande entre los grandes
Se lo conoce como Tembo, Ndlovu, Nsok y muchos nombres más en lenguas nativas. La ciencia occidental lo denomina Loxodonta africana, y es casi un monstruo prehistórico que ha sobrevivido en tierras africanas los últimos 50 millones de años, extendiéndose originalmente por todo el continente, desde el sur del Sahara hasta el Cabo de Buena Esperanza.
Existe otra especie de elefante, la que hasta hace algunos años era considerada una subespecie del “africana”, y es el Loxodonta cyclotis o elefante de foresta. Esta especie, podría llegar a tener una subespecie, el Loxodonta cyclotis pumilio, que es el elefante de foresta pigmeo, pero aún la comunidad científica presenta discrepancias para aceptar esta categoría taxonómica.
El elefante africano puede alcanzar los 3 metros de altura y llegar a pesar unos 6.000 kilos en los machos adultos. Suelen alcanzar los 60 años de edad. Pueden subsistir casi en cualquier hábitat tales como pantanos, planicies, montes y selvas con la condición que dispongan de agua y alimento suficiente, que no es poco. Un elefante consume entre el 4 y 6% de su peso corporal por día, lo que le insume unas 16 horas diarias. Esta característica hace que la especie sea una de las que mayor impacto ecológico ocasiona al medio ambiente, luego de la especie humana, claro.
Los elefantes se reúnen en manadas matriarcales y clanes. Los machos adultos comienzan a moverse solos por separado hasta le etapa de reproducción, y poseen un comportamiento complejo en términos etológicos.
Los colmillos de marfil han sido históricamente un ícono de los trofeos de caza, y hoy en día los gobiernos definen cuál es el mínimo para que un colmillo sea considerado trofeo y pueda ser exportado. El récord inscripto en el libro de Rowland Ward es el de un ejemplar obtenido en el Monte Kilimanjaro, en el África del Este, por una expedición del Museo Británico en 1898, que alcanzó las 226 libras en un colmillo y 214 en el otro. Lamentablemente una magnitud impensable para los estándares actuales.
 
Dónde están los mejores marfiles
Sin dudas Botswana es aún uno de los mejores lugares de África en cantidad de elefantes y peso de colmillos. Se estima que allí habitan unos 130.000 ejemplares de acuerdo al último censo realizado. Otro dato interesante es la alta tasa de densidad poblacional, ya que el sur de Botswana está atravesado por el desierto del Kalahari, las manadas se concentran en el norte del país, más precisamente en deltas y pantanos de los ríos Okavango y Chobe. Allí las defensas de los paquidermos tienen la característica de ser gruesas, pesadas y un poco cortas. Por lo tanto, como el trofeo se mide por peso, es donde se encuentran las mejores oportunidades. Lamentablemente el gobierno de este país decidió prohibir la cacería deportiva a partir de este año. Sin embargo, y de acuerdo a las conclusiones de la Elephant Summit, llevada a cabo en el mes de Diciembre pasado en la ciudad de Gaborone, capital de Botswana, las autoridades reconocieron la importancia del uso sustentable de la fauna silvestre, es decir de la caza deportiva como herramienta de manejo y conservación, y afirmaron que de ser necesario podrían re-abrir la cacería en un futuro próximo. Ojalá sea más pronto que tarde, evitando el consecuente daño ambiental y la inevitable disminución de las poblaciones de proboscídeos.
Otro país que ofrece muy buenas chances para la caza del elefante es Namibia. Especialmente en la Franja del Caprivi y en Bushmanland. El Caprivi es un ambiente fronterizo a los deltas de los ríos de Botswana, donde el cazador puede esperar encontrarse con grandes manadas con colmillos que alcancen las 50 libras. Bushmanland en cambio, es un inmenso territorio árido con agua disponible solo en aguadas a donde acuden las manadas. Los colmillos en esa área suelen ser mucho más grandes que los del Caprivi. De hecho de allí salió el récord de ese país que excedió la mítica cifra de las 100 libras.
Namibia además ofrece una alternativa al cazador de trofeos que es la posibilidad de obtener especies selectivas. El gobierno de ese país implementa programas de regulación para ofrecer carne a las aldeas que se encuentran en las zonas de caza. De esa manera, el cazador deportivo consigue un permiso especial para cazar un animal que no alcance las características para ser considerado un trofeo para exportación, con la condición de no llevarse nada del animal abatido. La ventaja para el cazador es que el costo es mucho menor a la cacería de un trofeo, y la experiencia de enfrentarse con el más grande de los cinco grandes es idéntica. Las ventajas para los nativos, salta a la vista: toneladas de carne fresca que proveerán de proteínas a familias enteras.   
Mozambique es otro lugar excepcional para la cacería de elefante, especialmente en áreas como la que rodea el lago Cabora Bassa y la Reserva Niassa, sobre el río Ruvuma en la frontera con Tanzania. Allí el cazador podrá esperar encontrar marfiles de 60 a 90 libras en lugares completamente inhóspitos.
Un poco más al norte, Tanzania ofrece excelentes oportunidades de cacería. Las mejores áreas en este país son la Reserva Selous, Kilombero, Lunda e Inyonga. Sus ejemplares son los característicos del África oriental, es decir que tienen colmillos más livianos que los del sur, pero más largos.
Zambia no es un destino típico de elefantes. El país ha sufrido una grave crisis de furtivismo desde que obtuvo su independencia allá por la década del 60. Hoy en día es difícil encontrar algo que supere las 50 libras y el gobierno otorga pocas licencias de caza.
Para aquellos que estén interesados en los elefantes de foresta, el lugar hoy en día es Camerún. Si bien, los colmillos de la loxodonta cyclotis son considerablemente inferiores a su par de planicie, el desafío de cazar en plena selva, en época de lluvia, junto a pigmeos y con una visibilidad mínima que aumenta exponencialmente el riesgo ante una carga, es único y uno de los más excitantes que ofrece el continente negro.
En cuanto a Sudáfrica, este país cuenta con una gran población de elefantes en sus parques nacionales como el Kruger National Park y el Addo Elephant National Park con marfiles que raramente superan las 50 libras. El problema es que en los parques nacionales está prohibida la cacería y por lo tanto ésta se debe llevar a cabo en propiedades privadas. Por esta razón es difícil incluir a este país como destino de cacería de paquidermos. Sinceramente no veo la gracia a cazar un elefante en un coto de caza, cuando África ofrece la posibilidad de recorrer interminables extensiones de territorios y adentrarse en medio de grandes manadas para lograr el trofeo deseado. El otro país que lamentablemente sigue quedando fuera del menú de cacería es Zimbabwe, debido al flagelo del furtivismo y a la situación política, social y de seguridad provocada desde hace décadas por la dictadura de Robert Mugabe que ha hecho de este otrora maravilloso país, una fuente de saqueo y depredación.

Estado de conservación
La caza furtiva se ha convertido en una pandemia difícil de desterrar en África. Desde hace casi dos siglos, árabes y europeos se adentraron en las profundidades del continente negro en busca de las grandes manadas para satisfacer su codicia de oro blanco. Esta situación pareció cambiar cuando los grandes imperios europeos, particularmente el británico, conscientes del daño que provocaban a la fauna, crearon los inmensos parques nacionales que aún hoy permanecen en África. Sin embargo, a pesar del manejo de la fauna, la prohibición de la comercialización del marfil y la creación del CITES, el furtivismo continúa. Ahora sumado al tráfico ilegal del marfil, se le agrega el de carne provocando la muerte de un elefante cada 15 minutos según aseguran expertos en conservación. Sólo en 2012 se mataron 36.000 elefantes. La prohibición de vender marfil parece no afectar el incremento en la demanda por parte de chinos y otros pueblos asiáticos.
Sumado a esto, en 2014 entró en vigencia la prohibición de cazar en Botswana, que de mantenerse en el tiempo, causará gravísimos daños a los ecosistemas fluviales en su territorio, provocando como consecuencia una disminución en las poblaciones por falta de alimento. El gran problema hoy día, además del furtivismo, es el confinamiento de las grandes manadas a parques nacionales. Como pasó en las áreas cercanas a las cataratas de Murchison y en el parque Tsavo en el este africano, donde los bosques se transformaron en pampas. Naturalmente esta disminución de alimento, provocó una importante merma en la  población de elefantes y de rinocerontes negros. La destrucción de árboles y bosques es normal en la ecología de estos paquidermos, lo que no es normal es que una vez devastada el área, ya no pueden migrar o salirse de la reserva por estar casi siempre rodeada de asentamientos humanos cada vez más grandes. La amenaza que pone en riesgo al elefante es el desmedido crecimiento demográfico de las poblaciones humanas, que impactan negativamente cada vez más en el medio ambiente general del continente.

La cacería 
La cacería del elefante conjuga diversas variables que según mi criterio la convierten en el mayor desafío que ofrece el continente negro. Como vimos esta especie se ha adaptado a una gran variedad de terrenos, por lo que el cazador deberá estar preparado para moverse en pantanos, montes cerrados, forestas, bosques, etc. Además, las manadas están casi siempre en movimiento mientras se alimentan, por lo que quien quiera abatir un trofeo deberá caminar las mismas distancias. Desde el punto de vista físico, es muy demandante y requiere del cazador una gran presencia de espíritu. Se caza con los pies dice el refrán, y es exactamente así. La partida comenzará buscando huellas cerca de aguadas, caminos, o pasos hasta encontrar rastros de un macho grande al que poder seguir. Esto claro, no garantiza que ese macho tenga colmillos o que sus defensas sean trofeo. Esta persecución a ciegas puede durar días enteros, por eso se requiere en muchos países un mínimo de 12 a 15 días para este safari. El avistaje desde árboles altos o colinas también funciona, pero nada ahorrará la aproximación directa a la manada para asegurarse de que allí está el ejemplar que uno busca. Si no está, a comenzar todo de nuevo con el mayor estoicismo. Ahora, una vez que se identifica el trofeo esperado, así esté solo en medio de un grupo, la parte más excitante del lance comienza.
La aproximación es fundamental en la cacería de estos paquidermos ya que la distancia de disparo suele ser muy corta. Utilizar el viento es importantísimo y moverse con sigilo es fundamental. Hay que estar muy atento a los remolinos y cambios sutiles de dirección de la brisa, ya que a la más mínima alarma, el animal huirá o atacará rápidamente. La tarea del profesional será la de evaluar el trofeo, lo que es muy difícil porque el peso de algo es muy complejo, teniendo en cuenta además que sólo una parte del colmillo es la que se ve fuera del labio, y que además posee una cavidad interna donde se aloja el nervio que no cuenta en el peso final. Todo esto debe ser evaluado y supuesto por el profesional en pocos minutos, mientras se cuida la seguridad de los miembros de la partida y se analiza las posibilidades de recibir una carga directa. Si hay alguna de las especies que tiene bien ganada la fama de peligrosa, sin dudas es esta.


Peligrosidad

En mi opinión el elefante es el más peligroso de las especies peligrosas de África. Claro que esta es una opinión personal, y que también ha generado un debate clásico entre los que se inclinan por el búfalo, el leopardo, o cualquiera del resto de esa categoría como los número uno del ranking. Sin embargo, las estadísticas han mostrado que casi no hay chances de sobrevivir si uno es alcanzado por un elefante. Cosa que sí ha sucedido con búfalos, leones, leopardos y rinocerontes. Su peligrosidad radica en varios aspectos. En primer lugar la velocidad de carga que llega a alcanzar marcas de 40 km por hora. En situación de ataque, el cazador se enfrentará a una locomotora gigante que recorrerá 20 metros en 2 segundos. Lanzado a una carrera hacia el cazador, podrá hacerlo en forma silenciosa o barritando fuertemente con una actitud francamente intimidatoria. Sumado a esto, su fuerza y su inteligencia complementan un cuadro temible para quien ose traspasar su zona de seguridad. 

Las armas
Con respecto a las miras, soy un ferviente defensor del alza y guión en detrimento de las telescópicas, por lo menos para las situaciones de tiro que suelen darse con los proboscídeos. La mira telescópica aunque sea de bajos aumentos, dificulta la visualización completa de un animal tan grande a corta distancia, y puede además provocar una peligrosa visión de túnel. En esa situación sólo la visión periférica permitirá advertir una eventual carga silenciosa de otro animal que se acerque por un flanco. Tirar con precisión, recargando rápido y apuntando con miras abiertas requiere mucho entrenamiento, pero asegurará el éxito de un lance memorable.

Las municiones
No hay mucho que analizar en la elección de la munición. En todos los casos debe usarse punta sólida, su gruesa la piel, grandes huesos y su  tamaño corporal hace que el proyectil deba penetrar una gruesa capa de tejidos antes de impactar en el órgano vital. Si hablamos del famoso tiro al cerebro, la punta deberá atravesar huesos y cartílagos esponjosos para llegar a una pequeña masa cerebral ubicada en el centro del cráneo. Si en cambio, el disparo se realiza desde la parte posterior, como el famoso “Texas heart shot”, el proyectil al ingresar por la base de la cola, deberá penetrar casi todo el cuerpo del elefante para interesar corazón y pulmones. En cualquier caso, la punta sólida es la única opción. En cuanto a tipo y marcas, podemos abrir una divertida discusión sobre alternativas existente en el mercado internacional y analizar entre Woodleigh, Kynoch, Norma, RWS, etc., pero lo cierto es que difícilmente contemos con esas opciones en nuestro mercado local. Lo mejor entonces es adquirir la munición de mayor calidad disponible al momento de comprar. Como comentario personal, me inclino por las Norma African PH que me han dado un excelente resultado, pero lamentablemente no se consiguen en el país.  

Los calibres
Este es el único caso donde el legendario 375 H&H Magnum se queda un poco corto en una situación de caza peligrosa. En realidad, en muchos países de África es el mínimo calibre legal permitido. Los tiempos de Karamojo Bell, tirando con su 275 Rigby quedaron definitivamente en el pasado. Dicho esto, un 375 H&H en manos expertas puede cumplir perfectamente su cometido, como me lo demostró el año pasado Diego Lindow, un amigo y cliente que abatió un elefante en el Caprivi con su rifle doble de miras abiertas, y un único y certero tiro de cerebro, usando ese calibre con puntas de 350 grains. Lo cierto es que de ahí para arriba, los mejores calibres para el cazador deportivo son los .40 como el legendario 416 Rigby, el 416 Remington Mag., el 404 Jeffery, el 458 Lott, o el 470 NE por nombrar algunos de los más populares. Cualquiera de estos disparará puntas que van de 400 a 500 grains, logrando excelente coeficiente balístico y penetración terminal.   
Un escalón arriba, están los grandes “stoppers”, como el 500 Jeffery, el 505 Gibs o el 577 NE, con puntas que arrancan en los 540 grains hasta los 750 grains en el caso del 577 NE. En general, estos rifles son utilizados para la caza de elefantes de foresta, precisamente por su capacidad de detener una carga a muy corta distancia, o para back up por los cazadores profesionales que se dedican mayormente a safaris de elefantes. No son recomendable para quien vaya a cazar elefante una o dos veces en su vida, ya que son casi una especialidad de poca utilidad en otras situaciones, y pueden propiciar en el tirador el desagradable “flinching” o miedo al retroceso, complicando la precisión de los disparos.  

El tiro
Las situaciones de tiro suelen ser de muy corta distancia. Por esa razón, el cazador deberá hacerlo de pie y a mano alzada. Muchos profesionales optan por el uso del característico trípode al momento de efectuar el primer disparo para tener más certeza en ubicación del proyectil. No está mal, sin embargo, muchas veces al momento de un segundo disparo el trípode puede molestar, o más aún requerir de un asistente para quitarlo de en medio, lo que agrega riesgo y probablemente distracción al tirador. Por esa razón, soy partidario de suplantar el trípode por horas de entrenamiento de disparos a brazo alzado con la misma arma. Una vez efectuado el primer disparo, el cazador deberá recargar inmediatamente si tiene un rifle de cerrojo o estar listo para un segundo disparo de su doble express. En caso de carga, ese segundo disparo será vital, al igual que los tiros de back up que haga el profesional para detener la carga antes de que sea demasiado tarde.

Los consejos del último cazador de marfil

Si hay una persona en la actualidad con experiencia en la cacería de elefantes, es Tony Sánchez Ariño, quien ha pasado toda su vida cazando elefantes primero por marfil y luego como guía profesional en casi todos los países del continente. Siempre recuerdo que en cierta oportunidad estando con mi amigo Carlos Coto en los Estados Unidos, compartimos una exquisita charla con Tony, quien es dueño de un gran savoir faire y un sentido del humor casi sajón. Esa vez contó divertido sobre la lapidaria respuesta que suele dar a los cazadores entusiastas que le preguntan sobre el mejor calibre para elefantes: “el mejor calibre?, la bala en su sitio, sin dudas”, responde siempre de manera inexorable. La ubicación del disparo en el área vital, cualquiera sea el animal a cazar, es siempre de suma importancia, pero tratándose de los mamíferos más grandes y peligrosos del mundo, se convierte en un asunto de vida o muerte. En este sentido, Tony también es autor de un decálogo abreviado sobre las reglas básicas para la caza del elefante. Aquí van a modo de epílogo.
1.-“No olvidar que es siempre el primer disparo el que cuenta, los demás solo sirven para corregir errores”.
2.-“Ante la duda de poder impactar correctamente el disparo, abstenerse de hacerlo”.
3.-“Nunca tirar a ver qué pasa, estos riesgos suelen terminar en un desastre total”.
4.-“Utilizar el calibre y la munición correcta en cada ocasión, teniendo presente que lo que manda en la caza es el terreno donde ésta se realiza”.
5.-“Emplear armas de la máxima garantía, las mejores que nuestra economía nos permita adquirir, pero sin olvidar que la habilidad del que la maneja es tan importante como la calidad de éstas, procurando tener siempre la máxima soltura con ellas”.

lunes, 5 de mayo de 2014

Hipopótamo - Toneladas de furia al ataque


Por Eber Gómez Berrade

Es una de las últimas especies que se incorporaron a los Big 7 y uno de los más grandes mamíferos terrestres existentes en el planeta. El hipopótamo se ha ganado un lugar de privilegio entre las alternativas que ofrece el safari de hoy, no sólo por el desafío que implica su caza, sino por su peligrosidad, que lo ha ubicado entre los animales que más muertes humanas causan por año en el continente negro. Con él cerramos la serie de artículos sobre los grandes de la caza peligrosa en África. 

Hipopótamos de África
Para los antiguos era una especie de caballo acuático, aunque tiene más parecido a un suido gigante que a un equino, de ahí el origen de su extraño nombre. Los masai de Tanzania lo llaman kiboko, los shonas del Zambezi, mvuu, y los occidentales lo denominamos científicamente hippopoptamus. De hecho, hay dos especies en África provenientes de la misma familia de los hippopotamidae: el hippopoptamus amphibius y el hippopotamus liberiensis o pigmeo, mucho más pequeño y de hábitat concentrado casi exclusivamente en el oeste del continente, desde Guinea hasta Sierra Leona, Liberia y Costa de Marfil.
Los amphibius en cambio, son uno de los mamíferos que mejor se han adaptado a las diversas geografías africanas. Su amplia distribución alcanza a casi todos los ríos del continente, desde el bajo Nilo hasta los cauces acuíferos sudafricanos.
Viven en ríos, pantanos, lagunas, estanques, deltas y arroyos. Siempre en el agua, aunque paradójicamente son bien terrestres, herbívoros, no comen peces, se alimentan exclusivamente en tierra, no pueden respirar debajo del agua y para colmo, nadan bastante mal. Sin embargo, allí, en el agua, descansan, se aparean, y se encuentran seguros ante el ataque de los eventuales depredadores. Debido a la contextura de su piel, no pueden pasar mucho tiempo fuera de ella sin el riesgo de entrar en deshidratación y aumento de su temperatura corporal.
Los machos de esta especie alcanzan una altura de 1 metro y medio y un peso aproximado de 2.000 kilogramos, lo que los posiciona como el segundo mamífero terrestre más pesado del planeta. Son esencialmente nocturnos, gregarios, marcan su territorio con excremento y orina y suelen ubicar sus encames en las costas de los cursos de agua reparados de las corrientes centrales. Son longevos, su ciclo vital es superado sólo por cocodrilos y elefantes. Se alimentan de noche y hacen la digestión en horas diurnas dentro del agua. Consumen unos 40 kilos de pasto, lo que representa aproximadamente el 1.5% de su peso total. 

Donde cazarlos
Dado que su distribución es amplia, no hay un área determinada donde se ubiquen los trofeos más grandes en África. Cualquiera de los ríos más importantes como el, Congo, Limpopo, Níger, Kagera, Orange, Okavango, Rovuma, Kwando, Chobe, Lwanga, Rufiji, Kilombero, Zambeze o Nilo pueden albergar ejemplares muy buenos.
Hoy en día su cacería está permitida en la mayoría de los países donde se realiza esta actividad, es decir Sudáfrica, Namibia, Zimbabwe, Mozambique, Zambia y Tanzania.
En Namibia, particularmente, habitan el único lugar posible para ellos en esa nación desértica, que es la famosa Franja del Caprivi. Este ex enclave colonial alemán ubicado al noreste del país, está compuesto por deltas de varios ríos y rodeada por parques nacionales de distintos países. Y es precisamente allí donde  el gobierno permite la cacería de hipopótamos selectivos por parte de cazadores deportivos, algo inusual en el resto de los destinos tradicionales de safaris. Con estos programas de selección, miles de kilogramos de carne son distribuidos entre las poblaciones nativas cada vez que un deportista caza un hipopótamo. Al igual que lo que sucede con otras especies en estos programas, el cazador no podrá  exportar nada del animal abatido, pero habrá disfrutado la experiencia de una cacería memorable a un costo sensiblemente menor.
Muchos han sido los afortunados cazadores que han conseguido enormes defensas de hipopótamos a lo largo de la historia, como el Mayor Powell-Cotton, Vaughan Kirby, Gordon-Cummings, Seth Smith, el Marajá de Surguya, y cazadores de expediciones pertenecientes al Museo de París y al británico. Los trofeos más grandes capturados desde fines del siglo XIX hasta nuestros días provienen de Congo, Kenia, Mozambique, Tanzania, Botswana y  Zambia.
El récord inscripto en el libro Rowland Ward, data de 1933 con un ejemplar cazado en el Congo por una expedición científica del Museo de París. La longitud del colmillo más largo alcanzó 64 ½ de pulgada con una circunferencia de 9 ¾ de pulgada.



La cacería 
Cuando se habla de hipopótamos, muchas veces suele rondar la creencia de que es una cacería fácil. No es así. Es exigente, demandante y terriblemente excitante desde el punto de vista deportivo.
El cazador que se haya decidió por este monstruo acuático deberá saber que lo aguarda una variada actividad que incluye largas caminatas desde bien temprano por la mañana y hasta la caída del sol, rastreo de huellas, navegación en lanchas, canoas o mokoros, vadeo de ríos con el agua a la cintura, y una máxima concentración mental a la hora del disparo final. Es en definitiva, una cacería dura, y al mismo tiempo, uno de las más apasionantes desafíos que ofrece África hoy en día.
Los hipopótamos salen a tierra entrada la noche para alimentarse y permanecen allí hasta el amanecer. Luego van al agua donde se quedan todo el día. Por lo tanto, si la alternativa es cazarlo en tierra, el momento es al amanecer, luego de haber ubicado su encame y seguido sus huellas. Durante el día, el lugar de cacería será ineludiblemente el agua. La cacería nocturna con el apoyo de luz artificial, además de estar prohibida en muchos países es indudablemente anti deportiva.
A pesar de su aparente bonhomía y falta de agilidad, los hipopótamos son muy elusivos y no regalan nada al cazador. Poseen sentidos my desarrollado de vista, oído y olfato, por lo que acercarse desde el agua con una embarcación, nunca es tarea fácil. A la mínima señal de peligro, se sumergen pudiendo estar hasta más de 5 minutos debajo del agua. Se desplazan caminando o dejándose llevar debajo de la superficie, para cambiar de lugar al emerger. Suelen esconderse en medio de juncales y estanques interiores de muy difícil acceso. Meterse por una de estas calles de juncos aplastados que dejan tras su paso, siguiéndolos con el riesgo inminente de una carga, es una experiencia que llena de adrenalina hasta el más pintado.
Una vez que se ha encontrado el animal, el trabajo del guía profesional es identificar género y edad. Es decir, asegurarse que se le disparará sólo a un macho adulto. En este sentido, es muy difícil distinguir el sexo del hipopótamo si este solo deja ver sus ojos y fosas nasales fuera del agua. Pero es posible. Lo que es imposible es juzgar el trofeo en el campo, ya que el trofeo considerado a los efectos de los libros de medición, son los grandes colmillos inferiores. Y eso es imposible saberlo en una situación de esas características. De todas maneras, si el macho es grande, seguramente será un buen trofeo, y el mayor o menor éxito en cuanto a la medición, quedará bajo la decisión de Diana, la diosa de los cazadores.
Las situaciones de tiro variarán seguramente de acuerdo a las características donde estén ubicados la presa y el cazador. Pueden estar ambos en tierra; el cazador en tierra y el hipopótamo en el agua o viceversa; o ambos en el agua. Las condiciones de tiro, como se verán serán esencialmente diferentes en cada caso. Pero en todas, requerirá de una precisión absoluta del tirador y un conocimiento máximo de los puntos vitales, incluido cerebro, corazón y pulmones.   
Si luego de un disparo letal, el hipopótamo se sumerge, habrá que esperar que los gases del estómago comiencen su proceso de fermentación y lo hagan flotar hacia la superficie. Existe el riesgo claro de que la corriente del río lo desplace de lugar, con posibilidad de perderlo. Por esa razón, el profesional intentará en lo posible que el lance ocurra en cursos cerrados de agua o estanques.

Peligrosidad
Se sabe que el hipopótamo es el animal que más gente mata por año en África. Su peligrosidad radica en su irascibilidad frente a la agresión o a la violación de su espacio vital, junto a sus enormes mandíbulas que pueden partir en dos a un cocodrilo de 3 metros de una simple dentellada. En general, las víctimas no suelen ser cazadores deportivos, como en el caso de otros de sus colegas de los Big 5 como el búfalo y el elefante, sino pobladores nativos. Personas que se acercan a las costas de los ríos a lavar su ropa, a jugar, a pescar o simplemente caminan por senderos costeros. Hay casos también de ataques a embarcaciones o a nadadores que se zambullen en aguas con poco movimiento.
Al cazador, se le suman a estos riesgos, la posibilidad de ser embestido en el agua, al vadear un curso o sobre un bote, y el de la carga directa en tierra firme. Para tener una idea de lo veloces que pueden ser estas enormes criaturas, digamos que pueden alcanzar una velocidad de carera de 45 km por hora, lo que le deja al cazador sólo 1.6 segundos, si enfrenta a un enfurecido hipopótamo que corre hacia él desde una distancia de 20 metros.
Como sucede con la mayoría de las especies, las hembras -más aún si están con crías-, son más peligrosas que los machos, por lo que pueden también causar accidentes, en la mayoría de los casos, fatales.   

Las armas
El tipo de arma no varía mucho de las que se recomendaron en esta misma serie de artículos para el resto de la caza peligrosa en África. En general, la que mejor se adapta a los requerimientos de esta cacería en particular, es el rifle de cerrojo. Los dobles harán lo suyo en caso de una carga en tierra, pero los fusiles tienen la ventaja de trabajar bien tanto en una situación de carga, como de un tiro con apoyo a un blanco pequeño. Sumado a esto, se sugiere también el uso de mira telescópica de poco aumento, lo suficientemente grande para asegurar un tiro de cerebro y lo suficientemente pequeña para no estorbar al momento de un tiro en movimiento bajo extrema adrenalina.

Las municiones
La gruesa piel de los hipopótamos hace que la munición deba atravesar duros tejidos para llegar finalmente a interesar órganos vitales, para esto el uso de puntas sólidas es lo cumplirá mejor su cometido. Si el disparo es al cerebro, sólo una buena sólida podrá atravesar la gran masa de huesos que rodea a este sensible y pequeño órgano. En cuanto a marcas, las mejores que se puedan conseguir dadas las circunstancias, y evitar todo que no sea de calidad Premium.

Los calibres
Como sucede en general con las especies de caza peligrosa, muchos países establecen calibres mínimos que alcancen los 4000 pies por libra de energía en la boca del cañón. Como se imaginará, seguimos hablando aquí del venerable 375 H&H Magnum, o cualquiera dentro de la gama de los 9.3mm como mínimo legal.
Al ser la penetración fundamental, y como las distancia pueden variar desde unos cuantos pasos a casi cien metros, la trayectoria desarrollada por el calibre deberá ser bastante rasante. Para esto, mi favorito es el 416 Rigby que posee, las cualidades necesarias para convertirse en el arma ideal. De todas maneras, los calibres .40 como el 458 Win. Mag., 458 Lott, 416 Remington Mag., 404 Jeffery o 470 NE también son suficientemente eficaces para abatir cualquier hipopótamo en cualquier situación de cacería. Los dobles en calibres “de elefantes”, no son lo más adecuados por su poca versatilidad y precisión en disparos de precisión en un rango mayor de 50 metros.

El tiro
Como se ha visto, las situaciones de tiro pueden variar de acuerdo a donde estén ubicados cazador y presa: tierra-tierra, tierra-agua y viceversa, y agua-agua. En cuanto a los puntos vitales, la decisión es simple: si el hipopótamo está en tierra (no en situación de ataque), podrá elegirse tanto un tiro al triangulo vital formado por corazón y pulmones como de cerebro. Este último siempre tendrá la ventaja de anclarlo en el lugar, sin riesgo a que corra herido ingresando en el agua. Si carga, o si está en la superficie de un río, sólo quedará disparar al cerebro.
Si el cazador se encuentra en tierra siempre podrá utilizar la ayuda de un trípode al momento de realiza el primer disparo. Si está en una embarcación, con el agua a la cintura, o enfrentando, obviamente no habrá más alternativas que tirar a mano alzada. De allí, la eterna recomendación de practicar en esta modalidad de tiro antes del safari, con el arma que se llevará y con la misma munición. Es claro que alcanzar maestría en el tiro a mano alzada lleva tiempo, balas y esfuerzo, pero vale la pena lograrlo. No sólo por la satisfacción de abatir una gran pieza de caza peligrosa de esta manera, sino porque en definitiva, será también la última línea de defensa entre uno y -como en este caso del hipopótamo-, toneladas de furia al ataque.