domingo, 18 de noviembre de 2012

Caza con halcones, un arte de Reyes y Emires

Por Eber Gómez Berrade

La caza mediante el entrenamiento y uso de aves rapaces es una de las artes más antiguas practicada por el hombre. Al igual que la caza mayor o la esgrima, la cetrería se debate entre la definición de arte y deporte, y cuenta también con una historia milenaria.
Con orígenes comprobados en las planicies de China y Mongolia unos 2000 años antes de Cristo, la cetrería ha pasado de ser una herramienta para la subsistencia, a un arte de reyes, marahaes, emires y sultanes, y -en el presente- un deporte conservacionista patrimonio de la humanidad.
La caza con aves de presa tiene varios nombres en español: cetrería, halconería y altanería. Todos indican lo mismo: el arte de cazar mediante el uso de aves rapaces, mayormente diversas especies de halcones propiamente entrenados para esa tarea. Esta actividad milenaria cuenta con adeptos en todo el mundo y se ha convertido además en un excelente instrumento de conservación.
Un viaje a los países del golfo Pérsico me permitió observar de cerca este antiquísimo arte y ser testigo de la maestría con que son adiestrados halcones peregrinos, que cuentan hoy con un valor promedio de 18.000 dólares cada uno para quien los quiera comprar.
Si bien es cierto que esta especie de rapaz es la preferida por su agresividad, fortaleza y forma de volar que la hace alcanzar una velocidad de 180 km por hora, convirtiéndola en el ave más rápida de la Tierra, también son entrenadas otras especies de halcones, así como gavilanes, águilas, azores, lechuzas y búhos.
Las presas más buscadas para estos raptores -dependiendo sean de alto o bajo vuelo- son otras aves como palomas, patos, avutardas; conejos, liebres y ratones; y algunos mamíferos de porte mediano y pequeño como gacelas y antílopes.
En los países del Golfo, así como en Siria, Irak o Irán, se utilizan perros en las partidas de cetrería, particularmente los de raza Saluki, muy similar a los galgos, tal vez más rápidos ya que son capaces de correr a 40 km por hora, lo cual los hace aptos para cazar gacelas y antílopes en las planicies, y tienen una historia casi común de ayuda mutua en los desiertos del Oriente Medio y del Magreb africano.
Según la tradición islámica, el halcón es un compañero del cazador, y el perro su sirviente. Por esa razón les es permitido (halal) a los musulmanes comer la carne de las presas que cazan.

Entrenando aves para cazar
El entrenamiento de halcones y otras aves rapaces varía de acuerdo a las especies. El primer paso para realizar esta actividad es naturalmente la obtención del ave, que hoy en día se realiza casi siempre mediante la compra en un criadero. La modalidad de criar aves es relativamente reciente en la historia de la cetrería, ya que históricamente siempre se utilizaba la captura de animales silvestres en la naturaleza.
Una vez obtenida el ave, se establecerá un período de acostumbramiento del animal para que pueda ser manejado por su propietario, mediante el uso de diferentes técnicas que deberán ser precisamente aprendidas y practicadas bajo la supervisión del maestro halconero.
Los ojos del ave serán cubiertos con una capucha de cuero colocada sobre su cabeza (algunas veces con exquisitas ornamentaciones y diseños), que servirá para relajar al animal y evitar el estrés durante el curso del entrenamiento. De esta forma, como otras técnicas de domesticación, el animal se acostumbrará al contacto del halconero y estará listo para la etapa del aprendizaje.
Cuando se comprueba que el ave ha perdido el miedo y se ha hecho dócil, el halconero comenzará una serie de ejercicios muy similares al adiestramiento de otros animales, utilizando el alimento como incentivo y señuelos colocados en distintas posiciones y circunstancias.
Una vez superada esta etapa, el ave podrá ser llevada al campo para realizar vuelos cortos, de manera de inculcar la respuesta incondicional a los señuelos, y una vez que responda a las direcciones del halconero, ya podrá emprender vuelos y capturas libre de ataduras.

Una historia de miles de años
Como sucedió con la caza mayor deportiva, la necesidad de proveerse de alimentos, dio paso a la práctica como actividad social de recreación y condición social. De esa manera reyes, zares, emperadores europeos, marahaes, emires y sultanes orientales practicaban el arte de cazar con aves.
Los comienzos de la cetrería estuvieron relacionados con una forma de ayuda a la caza de subsistencia. Se cree que comenzó (como casi todas las cosas) en China unos 2000 años antes de Cristo. Desde allí pasó a Japón, India, Arabia, Persia y Turquía y casi como la caza mayor, también se convirtió en un signo de estatus social y real, que distinguía a los dignatarios de sus cortesanos.
En Mongolia también las clases gobernantes disfrutaron de la caza con rapaces, convirtiéndose en un importante bastión de la actividad.
En la India, por ejemplo, los marahaes usaban el halcón peregrino unos 600 años antes de Cristo, y esta práctica se extendió hasta la década del 1940 al finalizar el período de la colonización británica conocida como el Raj.
Naturalmente, los viajeros occidentales que se adentraron por el Asia Menor y el Lejano Oriente, no tardaron en incorporarla a sus costumbres convirtiéndola en un deporte. Marco Polo cuenta, por ejemplo, sobre la cacería llevada a cabo por el Kublai Kan con aves de presa y acompañando por una partida de 10.000 ayudantes, entre porteadores y batidores.
El arte de la caza con halcones llegó a Europa durante la época de las Cruzadas. Allí los “cruzados” establecidos en Tierra Santa aprendieron el arte, entre otras muchas cosas, de los árabes, y lo llevaron con ellos de vuelta a Europa luego de las diferentes derrotas que sufrieron a manos de los musulmanes en las varias cruzadas que se llevaron a cabo
Aquí también las Cruzadas ayudaron para conectar Oriente con Occidente, lo que convirtió a cristianos caballeros en entusiastas halconeros, como el caso del rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de Leon, quien viajaba siempre con su halcón. Años después, otro compatriota suyo, el famoso rey Enrique VIII, así como el Emperador Napoleón se sumaron a las filas de los aficionados al arte de la halconería. Por ese entonces, muchas aves usadas en cetrería solían ser capturadas en Holanda, la península escandinava, Islandia y Groenlandia.
En la Inglaterra medieval, también fue utilizada para ascender en la escala social, y tanto fue su auge que en 1486, el Priorato de Sopwell escribió unas normas que regulaban la actividad, a las que denominaron El libro de San Albano, y que establecía las reglas para poseer aves y practicar dicha actividad. Imponiendo por ejemplo, el castigo de cortarles las manos a aquel que tuviera un ave superior a su rango social de nobleza.

Halcones y libros
La cetrería está presente en la literatura desde hace cientos de años. Hay registros que datan del siglo IX, sobre un pequeño tratado sobre el cuidado de las aves de presa conocido como Anónimo de Vercelli. El emperador Federico II Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico,  escribió un tratado en latín sobre ornitología, entrenamiento de aves y caza en el siglo XI. En el 1325 el príncipe Juan Manuel de España, compiló un volumen sobre temas de cacería basado en la obra de Federico II al que tituló El libro de la caza con aves. Con un nombre similar, Libro de la caza de las aves, el poeta castellano Pedro López de Ayala publicó en el siglo IV el que sería el tratado definitivo sobre la cetrería ibérica, hasta el siglo XX.
Mi primera aproximación a la literatura de halconería fue un raro libro publicado en Londres en 1852 por el explorador, traductor y erudito británico Sir Richard Francis Burton, quien se inició en el arte de la cetrería en sus días de juventud en Francia, y quien escribió Falconry in the Valley of the Indus (Cetrería en el Valle del Indo), donde relata sus experiencias en este deporte mientras viajaba por la provincia de Sinde, en la actual Pakistán.
Más cerca en la historia, y en nuestra cultura, el español Félix Rodríguez de la Fuente, también fue un cultor de la halconería ibérica. De la Fuente, fue entre muchas otras cosas tales como naturalista, escritor, divulgador y guía de safaris fotográficos, el autor en 1965, de un clásico que tituló El arte de la cetrería.
Seguramente por la convivencia que árabes y españoles tuvieron durante 800 años, es que este deporte se popularizó tanto en España. Sin embargo, su auge fue decayendo hasta casi desaparecer, y no fue hasta mediados del siglo XX, que Don Félix la reintrodujo en el reino, trabajando con un sistema de aves silvestres tal cual como se hacía en la antigüedad.

El presente de un arte conservacionista
Si bien la era de oro de la halconería en Europa terminó naturalmente con el advenimiento de las armas de fuego, ha tenido un resurgimiento tanto en Europa continental como en las islas Británicas durante el siglo XX.
En el subcontinente Indio, la partición de la India británica en India y Pakistán en 1947, así como las sucesivas guerras en Afganistán durante el siglo XX y XXI, hicieron que este arte ya no sea tan frecuentemente practicado allí. De hecho en Pakistán la cetrería fue prohibida en 1950, aunque una década más tarde se permitió a los extranjeros puedan practicarla convirtiéndose en una interesante fuentes de ingreso de turismo cinegético.
Corrió mejor suerte en el Medio Oriente donde aún hoy es muy popular entre la nobleza y las clases acomodadas de los diversos reinos y emiratos, donde se utilizan aves de criadero, lo que ha prevenido a numerosas especies del inexorable camino de la extinción.
En África la cetrería es practicada legalmente en todas las provincias de Sudáfrica. Allí por ejemplo, la actividad es administrada por clubes provinciales, que pertenecen a la South African Falconry Asociation, quienes velan para que la actividad se realice bajo estrictos normas legales y apropiados códigos de ética.
En Zimbabwe, por su parte, también es legal aunque cuenta con menos adeptos que en su vecino del sur. Si vamos al este africano, encontraremos halconeros en Tanzania, que es otro lugar donde la cetrería es practicada, mayormente en las afueras de Dar es Salam donde se cazan diversas variedades de gacelas, así como en el Sudán donde se realizan cacerías de plumas. Ambos países cuentan con la ventaja de estar muy cerca de la península arábiga y es un destino tradicional para los árabes provenientes del Reino de Arabia Saudita y los Emiratos.
Las presas más buscadas para la cetrería en África son las gacelas del este, como las de Thompson, Grant, Speke y Nuemann;  los antílopes medianos como impala, springbock; y los antílopes más pequeños como duiker, steenbuck o dik dik.
Para los árabes el trofeo de pluma más codiciado en las tierras árabes es sin dudas, la houbara, una especie de ave grande de la familia de las avutardas (bustard), muy común en las regiones del Golfo Pérsico. En África en cambio, he visto a los árabes ir con sus halcones detrás de la avutarda kori (kori bustard), casi un trofeo de caza mayor a juzgar por su tamaño y peso.
En Argentina la cetrería cuenta también con entusiastas adeptos, quienes se dedican a la cría, entrenamiento, caza, y además control ecológico de plagas aviarias (léase palomas y/o patos) en silos, sembrados y aeropuertos

Patrimonio de la humanidad
Gracias a una iniciativa de los Emiratos Árabes, la cetrería fue reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, quien ha recomendado que se  garantice la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial presente en el territorio del los estados miembros. La propuesta fue avalada por España, Qatar, Siria, Mongolia, Republica Checa, Eslovaquia, Marruecos, Francia, Bélgica, Corea y Arabia Saudita.
La supervivencia de las aves rapaces muchas veces se ve afectada por la intensa presencia de DDT en el medioambiente, lo que afecta la dureza y calidad de los huevos, poniendo en peligro la sustentabilidad de varias especies. Sin embargo existen varios grupos de conservación de halcones como Falcons International, fundada por deportistas árabes, la Agencia Ambiental de Abu Dhabi, y la Falcon Fundation International de Pakistán que se han reunido para implementar programas de investigación y conservación que incluyen la liberación de halcones a la naturaleza, provenientes de criaderos y de decomisos de cazadores furtivos.
Tradicionalmente las aves de presa era capturadas en la naturaleza y luego de una o dos temporadas de caza, liberadas nuevamente en sus hábitats naturales. Hoy en día, y desde mediados del siglo XX aproximadamente,  muchos halconeros utilizan aves de criadero pero también se utilizan algunas capturadas de la naturaleza, ya que gracias a los censos biológicos, se ha establecido que existe un número suficiente de algunas especies que pueden ser capturadas para estos propósitos. Esta medida desalienta el tráfico ilegal de aves, reduce el número de aves exóticas en cautiverio, y alienta a los halconeros a convertirse en parte importante en la conservación de las aves de presa.

1 comentario:

biofitos dijo...

Gracias Eber,
Por tu generosidad, de compartir este maravilloso articulo.

Vicente Luis