Por
Eber Gómez Berrade
Es
una de las últimas especies que se incorporaron a los Big 7 y uno de los más
grandes mamíferos terrestres existentes en el planeta. El hipopótamo se ha
ganado un lugar de privilegio entre las alternativas que ofrece el safari de
hoy, no sólo por el desafío que implica su caza, sino por su peligrosidad, que
lo ha ubicado entre los animales que más muertes humanas causan por año en el
continente negro. Con él cerramos la serie de artículos sobre los grandes de la
caza peligrosa en África.
Hipopótamos de África
Para
los antiguos era una especie de caballo acuático, aunque tiene más parecido a
un suido gigante que a un equino, de ahí el origen de su extraño nombre. Los
masai de Tanzania lo llaman kiboko, los shonas del Zambezi, mvuu, y los
occidentales lo denominamos científicamente hippopoptamus.
De hecho, hay dos especies en África provenientes de la misma familia de
los hippopotamidae: el hippopoptamus amphibius y el hippopotamus
liberiensis o pigmeo, mucho más pequeño y de hábitat concentrado casi
exclusivamente en el oeste del continente, desde Guinea hasta Sierra Leona,
Liberia y Costa de Marfil.
Los
amphibius en cambio, son uno de los mamíferos
que mejor se han adaptado a las diversas geografías africanas. Su amplia distribución
alcanza a casi todos los ríos del continente, desde el bajo Nilo hasta los
cauces acuíferos sudafricanos.
Viven
en ríos, pantanos, lagunas, estanques, deltas y arroyos. Siempre en el agua,
aunque paradójicamente son bien terrestres, herbívoros, no comen peces, se
alimentan exclusivamente en tierra, no pueden respirar debajo del agua y para
colmo, nadan bastante mal. Sin embargo, allí, en el agua, descansan, se aparean,
y se encuentran seguros ante el ataque de los eventuales depredadores. Debido a
la contextura de su piel, no pueden pasar mucho tiempo fuera de ella sin el
riesgo de entrar en deshidratación y aumento de su temperatura corporal.
Los
machos de esta especie alcanzan una altura de 1 metro y medio y un peso
aproximado de 2.000 kilogramos, lo que los posiciona como el segundo mamífero
terrestre más pesado del planeta. Son esencialmente nocturnos, gregarios,
marcan su territorio con excremento y orina y suelen ubicar sus encames en las
costas de los cursos de agua reparados de las corrientes centrales. Son
longevos, su ciclo vital es superado sólo por cocodrilos y elefantes. Se
alimentan de noche y hacen la digestión en horas diurnas dentro del agua. Consumen
unos 40 kilos de pasto, lo que representa aproximadamente el 1.5% de su peso
total.
Donde cazarlos
Dado
que su distribución es amplia, no hay un área determinada donde se ubiquen los
trofeos más grandes en África. Cualquiera de los ríos más importantes como el,
Congo, Limpopo, Níger, Kagera, Orange, Okavango, Rovuma, Kwando, Chobe, Lwanga,
Rufiji, Kilombero, Zambeze o Nilo pueden albergar ejemplares muy buenos.
Hoy
en día su cacería está permitida en la mayoría de los países donde se realiza
esta actividad, es decir Sudáfrica, Namibia, Zimbabwe, Mozambique, Zambia y
Tanzania.
En
Namibia, particularmente, habitan el único lugar posible para ellos en esa
nación desértica, que es la famosa Franja del Caprivi. Este ex enclave colonial
alemán ubicado al noreste del país, está compuesto por deltas de varios ríos y
rodeada por parques nacionales de distintos países. Y es precisamente allí
donde el gobierno permite la cacería de
hipopótamos selectivos por parte de cazadores deportivos, algo inusual en el resto
de los destinos tradicionales de safaris. Con estos programas de selección,
miles de kilogramos de carne son distribuidos entre las poblaciones nativas
cada vez que un deportista caza un hipopótamo. Al igual que lo que sucede con
otras especies en estos programas, el cazador no podrá exportar nada del animal abatido, pero habrá
disfrutado la experiencia de una cacería memorable a un costo sensiblemente
menor.
Muchos
han sido los afortunados cazadores que han conseguido enormes defensas de
hipopótamos a lo largo de la historia, como el Mayor Powell-Cotton, Vaughan
Kirby, Gordon-Cummings, Seth Smith, el Marajá de Surguya, y cazadores de
expediciones pertenecientes al Museo de París y al británico. Los trofeos más
grandes capturados desde fines del siglo XIX hasta nuestros días provienen de
Congo, Kenia, Mozambique, Tanzania, Botswana y Zambia.
El
récord inscripto en el libro Rowland Ward, data de 1933 con un ejemplar cazado
en el Congo por una expedición científica del Museo de París. La longitud del colmillo
más largo alcanzó 64 ½ de pulgada con una circunferencia de 9 ¾ de pulgada.
Cuando
se habla de hipopótamos, muchas veces suele rondar la creencia de que es una
cacería fácil. No es así. Es exigente, demandante y terriblemente excitante
desde el punto de vista deportivo.
El
cazador que se haya decidió por este monstruo acuático deberá saber que lo
aguarda una variada actividad que incluye largas caminatas desde bien temprano
por la mañana y hasta la caída del sol, rastreo de huellas, navegación en
lanchas, canoas o mokoros, vadeo de ríos con el agua a la cintura, y una máxima
concentración mental a la hora del disparo final. Es en definitiva, una cacería
dura, y al mismo tiempo, uno de las más apasionantes desafíos que ofrece África
hoy en día.
Los
hipopótamos salen a tierra entrada la noche para alimentarse y permanecen allí
hasta el amanecer. Luego van al agua donde se quedan todo el día. Por lo tanto,
si la alternativa es cazarlo en tierra, el momento es al amanecer, luego de
haber ubicado su encame y seguido sus huellas. Durante el día, el lugar de
cacería será ineludiblemente el agua. La cacería nocturna con el apoyo de luz
artificial, además de estar prohibida en muchos países es indudablemente anti
deportiva.
A
pesar de su aparente bonhomía y falta de agilidad, los hipopótamos son muy
elusivos y no regalan nada al cazador. Poseen sentidos my desarrollado de
vista, oído y olfato, por lo que acercarse desde el agua con una embarcación, nunca
es tarea fácil. A la mínima señal de peligro, se sumergen pudiendo estar hasta
más de 5 minutos debajo del agua. Se desplazan caminando o dejándose llevar
debajo de la superficie, para cambiar de lugar al emerger. Suelen esconderse en
medio de juncales y estanques interiores de muy difícil acceso. Meterse por una
de estas calles de juncos aplastados que dejan tras su paso, siguiéndolos con
el riesgo inminente de una carga, es una experiencia que llena de adrenalina
hasta el más pintado.
Una
vez que se ha encontrado el animal, el trabajo del guía profesional es
identificar género y edad. Es decir, asegurarse que se le disparará sólo a un
macho adulto. En este sentido, es muy difícil distinguir el sexo del hipopótamo
si este solo deja ver sus ojos y fosas nasales fuera del agua. Pero es posible.
Lo que es imposible es juzgar el trofeo en el campo, ya que el trofeo
considerado a los efectos de los libros de medición, son los grandes colmillos
inferiores. Y eso es imposible saberlo en una situación de esas
características. De todas maneras, si el macho es grande, seguramente será un
buen trofeo, y el mayor o menor éxito en cuanto a la medición, quedará bajo la
decisión de Diana, la diosa de los cazadores.
Las
situaciones de tiro variarán seguramente de acuerdo a las características donde
estén ubicados la presa y el cazador. Pueden estar ambos en tierra; el cazador
en tierra y el hipopótamo en el agua o viceversa; o ambos en el agua. Las
condiciones de tiro, como se verán serán esencialmente diferentes en cada caso.
Pero en todas, requerirá de una precisión absoluta del tirador y un
conocimiento máximo de los puntos vitales, incluido cerebro, corazón y
pulmones.
Si
luego de un disparo letal, el hipopótamo se sumerge, habrá que esperar que los
gases del estómago comiencen su proceso de fermentación y lo hagan flotar hacia
la superficie. Existe el riesgo claro de que la corriente del río lo desplace de
lugar, con posibilidad de perderlo. Por esa razón, el profesional intentará en
lo posible que el lance ocurra en cursos cerrados de agua o estanques.
Se
sabe que el hipopótamo es el animal que más gente mata por año en África. Su
peligrosidad radica en su irascibilidad frente a la agresión o a la violación
de su espacio vital, junto a sus enormes mandíbulas que pueden partir en dos a
un cocodrilo de 3 metros de una simple dentellada. En general, las víctimas no
suelen ser cazadores deportivos, como en el caso de otros de sus colegas de los
Big 5 como el búfalo y el elefante, sino pobladores nativos. Personas que se
acercan a las costas de los ríos a lavar su ropa, a jugar, a pescar o
simplemente caminan por senderos costeros. Hay casos también de ataques a
embarcaciones o a nadadores que se zambullen en aguas con poco movimiento.
Al
cazador, se le suman a estos riesgos, la posibilidad de ser embestido en el
agua, al vadear un curso o sobre un bote, y el de la carga directa en tierra
firme. Para tener una idea de lo veloces que pueden ser estas enormes
criaturas, digamos que pueden alcanzar una velocidad de carera de 45 km por
hora, lo que le deja al cazador sólo 1.6 segundos, si enfrenta a un enfurecido
hipopótamo que corre hacia él desde una distancia de 20 metros.
Como
sucede con la mayoría de las especies, las hembras -más aún si están con crías-,
son más peligrosas que los machos, por lo que pueden también causar accidentes,
en la mayoría de los casos, fatales.
Las armas
El
tipo de arma no varía mucho de las que se recomendaron en esta misma serie de
artículos para el resto de la caza peligrosa en África. En general, la que
mejor se adapta a los requerimientos de esta cacería en particular, es el rifle
de cerrojo. Los dobles harán lo suyo en caso de una carga en tierra, pero los
fusiles tienen la ventaja de trabajar bien tanto en una situación de carga,
como de un tiro con apoyo a un blanco pequeño. Sumado a esto, se sugiere
también el uso de mira telescópica de poco aumento, lo suficientemente grande
para asegurar un tiro de cerebro y lo suficientemente pequeña para no estorbar
al momento de un tiro en movimiento bajo extrema adrenalina.
Las municiones
La
gruesa piel de los hipopótamos hace que la munición deba atravesar duros
tejidos para llegar finalmente a interesar órganos vitales, para esto el uso de
puntas sólidas es lo cumplirá mejor su cometido. Si el disparo es al cerebro,
sólo una buena sólida podrá atravesar la gran masa de huesos que rodea a este
sensible y pequeño órgano. En cuanto a marcas, las mejores que se puedan
conseguir dadas las circunstancias, y evitar todo que no sea de calidad
Premium.
Los calibres
Como
sucede en general con las especies de caza peligrosa, muchos países establecen calibres
mínimos que alcancen los 4000 pies por libra de energía en la boca del cañón.
Como se imaginará, seguimos hablando aquí del venerable 375 H&H Magnum, o cualquiera
dentro de la gama de los 9.3mm como mínimo legal.
Al
ser la penetración fundamental, y como las distancia pueden variar desde unos
cuantos pasos a casi cien metros, la trayectoria desarrollada por el calibre
deberá ser bastante rasante. Para esto, mi favorito es el 416 Rigby que posee,
las cualidades necesarias para convertirse en el arma ideal. De todas maneras,
los calibres .40 como el 458 Win. Mag., 458 Lott, 416 Remington Mag., 404
Jeffery o 470 NE también son suficientemente eficaces para abatir cualquier
hipopótamo en cualquier situación de cacería. Los dobles en calibres “de
elefantes”, no son lo más adecuados por su poca versatilidad y precisión en
disparos de precisión en un rango mayor de 50 metros.
El tiro
Como
se ha visto, las situaciones de tiro pueden variar de acuerdo a donde estén
ubicados cazador y presa: tierra-tierra, tierra-agua y viceversa, y agua-agua. En
cuanto a los puntos vitales, la decisión es simple: si el hipopótamo está en
tierra (no en situación de ataque), podrá elegirse tanto un tiro al triangulo
vital formado por corazón y pulmones como de cerebro. Este último siempre
tendrá la ventaja de anclarlo en el lugar, sin riesgo a que corra herido
ingresando en el agua. Si carga, o si está en la superficie de un río, sólo
quedará disparar al cerebro.
Si el cazador se encuentra en tierra siempre
podrá utilizar la ayuda de un trípode al momento de realiza el primer disparo.
Si está en una embarcación, con el agua a la cintura, o enfrentando, obviamente
no habrá más alternativas que tirar a mano alzada. De allí, la eterna
recomendación de practicar en esta modalidad de tiro antes del safari, con el
arma que se llevará y con la misma munición. Es claro que alcanzar maestría en
el tiro a mano alzada lleva tiempo, balas y esfuerzo, pero vale la pena lograrlo.
No sólo por la satisfacción de abatir una gran pieza de caza peligrosa de esta
manera, sino porque en definitiva, será también la última línea de defensa
entre uno y -como en este caso del hipopótamo-, toneladas de furia al ataque.
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