Por
Eber Gómez Berrade
El
cocodrilo es una de las últimas incorporaciones a la categoría de caza
peligrosa en el continente africano. Junto con el hipopótamo han transformado a
los originales “Cinco Grandes” o “Big Five”, en los “Siete Grandes”. Es el
único de estas especies que no es mamífero. El cocodrilo del Nilo, es el
segundo reptil más grande del mundo y el mayor de África. Es un predador
poderoso, rápido y eficaz. Su peligrosidad lo ha posicionado como una de las
especies que más vidas humanas se cobra cada año en el continente negro. Su
cacería representa un gran desafío para el cazador, tanto en habilidad para
detectar un buen trofeo, cebarlo y evaluarlo en el campo, como en la extrema
precisión que requiere el disparo para abatirlo.
Cocodrilos africanos
Es
muy común llamar cocodrilo a una extensa serie de reptiles que habitan
distintos ecosistemas acuáticos en todo el planeta. Para ser precisos, la
familia a la que pertenecen los cocodrilos se denomina saurópsidos, y está
compuesta por catorce especies diferentes. Para la ciencia taxonómica, los
cocodrilos pertenecen al género de los Crocodylae,
estableciendo otros dos géneros similares: los Alligatoridae (como los que se encuentran en La Florida de los
Estados Unidos o nuestros yacarés sudamericanos), y los Gavialidae (como el gavial del Ganges, en India).
De
las catorce especies de cocodrilo, tres habitan el continente africano: el
Cocodrilo del Nilo (Crocodylus niloticus),
de amplia distribución en el África Oriental y Austral; el cocodrilo de hocico
fino (Crocodylus cataractus) que
habita parte del África central; y el Cocodrilo enano (Osteolaemus tetraspis), que se encuentra en el África occidental,
como Sierra Leona y Guinea.
Cuando
hablamos del cocodrilo africano, los cazadores nos referimos al cocodrilo del
Nilo. Esta especie no es exclusiva del río Nilo, sino que se distribuye en
prácticamente toda el África subsahariana, habitando cursos de agua dulce como
ríos, lagunas y pantanos. Es el reptil más grande del continente y el segundo
más grande del mundo.
Estos
monstruos con pinta de prehistóricos, suelen alcanzar una longitud promedio -medida
de la punta del hocico a la punta de la cola- que va de 2 a 4 metros. En cuanto
al peso promedio que alcanza un macho adulto, puedo estar dentro de un rango de
200 a 500 kg. El espécimen más grande inscripto en el libro de récords de
Rowland Ward, fue el obtenido por David Meyer en 1995 en Tanzania, que llegó a
medir 17 pies con 8 7/8 de pulgada, es decir casi 5,5 metros.
Su
hábitat natural es el acuático, pero en épocas de sequía puede caminar grandes
distancias por tierra. Es un carnívoro muy agresivo que se alimenta de peces,
mamíferos, reptiles y aves. Es un predador muy ágil que captura sus presas
mayormente acechándolas durante mucho tiempo. Una vez que se lanza al ataque es
extremadamente veloz. Si bien sus mandíbulas son terriblemente poderosas, está
impedido de masticar, por lo que una vez que sujeta a su presa, la sumerge en
el agua, y gira sobre sí mismo intentando desgarrar pedazos de carne. Al igual
que los tiburones, los huesos y las cornamentas que ingiere son reducidos gracias
a los ácidos del estómago.
En
general alcanzan una edad avanzada, muchas veces superando los 80 años. Son
extremadamente territoriales, y se alimentan de noche donde asechan a sus
presas en la oscuridad de los ríos. Durante el día, al ser de sangre fría, deben
echarse al sol para recuperar el nivel térmico necesario para su metabolismo basal.
La
especie ha sido utilizada con mucho éxito como animales de granja en varios
países africanos. Esto naturalmente no significa que pueda ser domesticado, o
que su peligrosidad disminuya, simplemente que se utiliza en la cría intensiva
para fines comerciales tanto por su piel como por su carne.
Peligrosidad
Cuando
se habla de peligrosidad, el cocodrilo también se diferencia del resto de sus
compañeros de caza peligrosa. En líneas generales, si hablamos de elefantes,
leopardos o búfalos, el índice de peligrosidad está dado por la capacidad que
tienen estas especies de atacar de manera letal al cazador o a los miembros de la
partida de caza, ya sea por haber sido herido o por haber invadido su espacio
vital. Con el cocodrilo este riesgo no existe, ya que mayormente se lo caza
desde un apostadero, y casi nunca el cazador se convierte en víctima. Sin
embargo, la peligrosidad del cocodrilo -y más aún de la subespecie del Nilo-,
se refleja en ataques a humanos no relacionados con situaciones de caza. En general,
las víctimas suelen ser personas que se encuentran en la costa, bañándose o
lavando ropa, nadando o pescando dentro de los cursos de agua. Hace unos meses,
unos ocho pescadores furtivos fueron muertos por cocodrilos en el transcurso de
dos semanas, en el Lago Chivero, en Zimbabwe. Esta misma situación se sigue
dando en Namibia y Botswana, en los deltas del Okavango y Kwando, donde los
pescadores nativos sin permisos de pesca, se adentran en el agua hasta la
cintura con sus cañas de pescar de bambú y sus redes, sin tener en cuenta el riesgo
de ser devorados. Es habitual leer noticias de ataques fatales de esta
naturaleza en diferentes ríos del continente africano.
No
hay un área determinada donde se ubiquen los trofeos más grandes en África. Cualquiera
de los ríos más importantes como el Zambeze, Congo, Kagera, Orange, Limpopo, Okavango,
Rovuma, Kwando, Lwanga, y naturalmente en el Nilo, pueden encontrarse
ejemplares muy buenos. De acuerdo a los registros del Rowland Ward, los países
donde se han capturado los ejemplares más grandes son Tanzania, Sudán, Etiopía,
Mozambique, Zambia, Zimbabwe y Botswana. Las poblaciones de cocodrilos llegaron
a su punto más bajo hacia 1950, luego de décadas en las que fueron diezmados por
cazadores furtivos y comerciales. A partir de 1960, la especie obtuvo la
categoría de trofeo de caza, y fue a partir de ese momento que se revirtió la
declinación poblacional, convirtiéndolo en uno de los más claros y contundentes
ejemplos de la relación entre caza deportiva y conservación de especies de
fauna salvaje. Hoy en día su cacería está permitida en la mayoría de los países
donde se realiza la actividad, y su condición hace tiempo que abandonó la
amenazante categoría de “en peligro de extinción”.
La cacería
La
cacería del cocodrilo es esencialmente con cebo y desde apostadero. En la
mayoría de los países, se realiza con luz diurna. En muchos aspectos, su
cacería recuerda a la del leopardo. En este sentido, provee un gran desafío al
deportista y requiere de un gran conocimiento del cazador profesional tanto
para descubrir el lugar indicado donde cebar, como para evaluar la longitud del
trofeo en el campo. En primer lugar, se debe detectar los lugares sobre la
costa donde suelen echarse. Allí la identificación y evaluación de las
distintas huellas y marcas que ha dejado, hará que se tenga una idea más o
menos precisa de la magnitud del animal que merodea ese lugar. Luego, se debe
trabajar en la construcción de un apostadero, tomando todos los recaudos
necesarios para no ser descubiertos, ubicándolo con viento en contra y a una
distancia entre 70 y 100 metros. El emplazamiento del apostadero es una tarea
esencial ya que estos animales poseen unos finísimos sentidos de olfato, oído y
vista. Como buenos predadores, están siempre alerta y pueden detectar
vibraciones de movimiento en el terreno, o cualquier anomalía en el
comportamiento de aves, para activar su alerta y desaparecer inmediata y
silenciosamente bajo el agua. Son muy tímidos y extremadamente desconfiados. Si
alguien alguna vez pensó que cazar un cocodrilo era como disparar a un pez
dentro de un barril, debería pensarlo de nuevo.
Por
último, una vez construido el apostadero, se coloca la carne del cebo en
diferentes lugares, algunos trozos debajo del agua, y otros sobre la tierra, en
lo posible atados a un árbol mediante un cable de acero o una cadena, que
obligue al animal a quedarse en ese lugar. El cocodrilo no tiene muchas
pretensiones a la hora de elegir que bocado llevarse a la boca como puede
suceder a veces con el leopardo. La única restricción de acuerdo a la
legislación de caza de algunos países africanos, es que el cebo no sea un
animal vivo.
Si
luego de haber identificado el lugar, posicionado ventajosamente el apostadero
y colocado la carnada de manera correcta, el cocodrilo aparece, comenzarán
recién entonces las dos etapas más críticas de la cacería, es decir: la
evaluación del trofeo y el disparo.
La
evaluación del trofeo se centra mayormente en la longitud corporal, más que en
el género del ejemplar o su edad, como sucede con otras especies de caza
deportiva. La longitud mínima de un trofeo puede rondar entre 7 y 9 pies, y de
ahí para arriba, pasará de ser un buen trofeo a un monstruo excepcional, como
el caso del número uno del Rowland Ward de casi 18 pies que mencioné
anteriormente. Un recurso interesante que ayuda a la evaluación de la longitud,
es colocar líneas de marcación en la tierra a distintas distancias del cebo. De
esa manera, cuando el cocodrilo esté comiendo la carne, podrán usarse esas
marcas para tener una idea bastante aproximada de la longitud del ejemplar.
Juzgar con una determinada precisión la longitud de uno de estos saurios, es
casi tan difícil como juzgar el peso de un colmillo de marfil. Sólo la experiencia
del cazador profesional permitirá estimar esta medida de una manera aceptable.
Ahora
sí, si lo que está comiendo la carnada se encuadra en estos parámetros, recién
ahí llegará el turno del disparo, que muy probablemente sea el único posible.
El tiro
En
este tópico también el cocodrilo se diferencia de sus congéneres de caza
peligrosa. El tiro al cocodrilo requiere de una gran precisión por el riesgo a
perder el trofeo debajo del agua irremediablemente, con la consiguiente pérdida
de la tasa de abate y lo que es peor, con la frustración y malestar que causa
dejar ir un animal herido.
Con
esta especie, sólo hay un punto de impacto: el cerebro. No hay triángulo vital.
No se le dispara al corazón, ni a los pulmones, ni a la columna. Sólo al
cerebro de manera de anclarlo en el lugar donde está. De otra forma, se corre
un riesgo muy alto de que se lance al agua, (ya que estará muy cerca del cebo),
y desaparecerá.
Para
acertar con un único disparo al cerebro se deben cumplir varios requisitos. En
primer lugar, estar muy familiarizado con la anatomía del animal. La charla con
el profesional, la lectura o incluso el entrenamiento previo al safari,
garantizarán la correcta identificación de ese órgano, que no excede el tamaño
de una pelota de tenis. En segundo lugar, el dominio absoluto de las
condiciones del disparo.
Para
ello, es recomendable al momento de emplazar el apostadero, medir con un
telémetro la distancia exacta desde allí hacia la carnada. Luego volver al
campo y regular el rifle exactamente a
esa distancia con un blanco de reglaje, haciendo disparos en una posición
cómoda y relajada. Una vez que bajo estas condiciones, la agrupación no exceda
la pulgada de dispersión, entonces sí, ya estarán dadas las condiciones para la
situación de cacería.
Tanto
los rifles de cerrojo como los dobles, podrán trabajar adecuadamente en esta
cacería. Como aquí tampoco hay riesgo de una carga, podrán utilizarse los
rifles monotiros del tipo Ruger N°1. Lo
principal es que -como siempre sugiero-, el cazador esté muy bien familiarizado
y cómodo con su arma. El disparo será de precisión, por lo tanto el
conocimiento de cada detalle hará la diferencia. La forma de la culata, el peso
de la cola del disparador, la presión necesaria si se utiliza un gatillo a pelo,
etc. son variables que deberán ser manejadas con solvencia por el cazador, casi
tanto como lo haría cualquier tirador de bench
rest en el polígono de tiro.
Para
ésta, como para cualquier otra cacería desde un apostadero, el uso de una buena
mira telescópica será una ayuda fundamental para ubicar con precisión el
disparo en el punto vital. No será necesario que sea muy luminosa, ni de un
gran aumento, pero sí de buena calidad. Las distancias serán cortas y podrán ir
desde 50 a 100 metros, por lo que una mira variable que vaya de 1.5 a 5 x será
suficiente para asegurar el primer disparo, y permitirá la visión periférica
necesaria para un eventual y rápido segundo tiro, sin necesidad de quitar la
vista de la óptica.
Las municiones
Las
puntas para la munición deberán ser blandas, para causar el mayor daño posible
en la cavidad craneana. Sin embargo, debido a la dureza de los huesos, tendrán
que ser de expansión controlada, para que no estallen en caso de impactar
francamente en una de las placas óseas de la cabeza sin llegar a penetrar
adecuadamente. Tendrán que ser además, de calidad Premium o por lo menos, las
mejores que puedan conseguirse en el mercado. En este caso, no es mala idea
adquirir una cantidad suficiente de igual munición, ya que esas mismas balas
deberían ser usadas para la calibración del rifle en el polígono, la práctica
de tiro previa al safari, la prueba en el campamento luego del viaje aéreo
internacional, la calibración del rifle a la distancia exacta entre el
apostadero y el cebo, y el disparo final de caza.
Los calibres
Otra
diferencia con el resto de las especies de caza peligrosa, es que para la
cacería del cocodrilo no se requiere un calibre mínimo. Sin embargo, hay
algunos lineamientos para tener en cuenta. Por ejemplo, el tamaño del
cocodrilo. Si -como dicen en África-, el cazador es agraciado por las dos damas
de la caza: la suerte y la madre naturaleza (Lady Luck y Mother Nature),
poniendo bajo la mira un gran trofeo que excede los 12 pies, será conveniente
no estar “subcalibrado” con un 308 Winchester o un 30-06 Springfield. Cualquier opción que arranque en el 300 Win.
Mg, pasando por un .338 y hasta el 375 H&H Mg., y que supere los 200 grains
de peso de punta, será suficientemente buena para cumplir con su cometido. Del
“todo terreno” 375 H&H para arriba, considero que se ingresa a la zona del
exceso de calibre, que tiene como único riesgo, el “flinching” o miedo al
retroceso que puede provocar una variación al momento del disparo. Más allá de
esta eventualidad, los calibres que utilizan puntas que van desde los 350
grains hasta los 500 grains de peso serán también muy adecuadas. En lo
personal, creo que un calibre “grande” ideal para esta cacería es el 404
Jeffery, el 416 Rem. Mg, y el venerable 416 Rigby. Si el retroceso no es un
problema, cualquiera de estos podrá anclar en el lugar al mayor cocodrilo, de
una manera fulminante eliminando el riesgo de perderlo.
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