domingo, 6 de diciembre de 2015

Del Polo Norte hasta el Río Grande


Por Eber Gómez Berrade

Estados Unidos y Canadá brindan una de las opciones más imponentes en materia de caza mayor del mundo entero. En un inmenso territorio salvaje formado por ambos países, se distribuyen especies árticas como el oso polar y el buey almizclero, los cinco grandes de Alaska, e infinidad de ciervos, antílopes y bisontes que deambulan libremente por planicies y montañas del lejano oeste. Un paraíso para el cazador amante de la aventura y los desafíos extremos.
Para analizar las características de la caza mayor en América del norte, dividiré esta parte del continente en cuatros grandes áreas: el Círculo Polar Ártico, las regiones sub-árticas de Alaska, los estados del sur de Canadá y el oeste americano, incluyendo las Rocallosas y las grandes planicies.

Dentro del Círculo Polar Ártico
Las áreas de cacería más cercanas al Polo Norte, se encuentran bajo soberanía canadiense. Nunavut y los Territorios del Noroeste son los estados donde habita el formidable oso polar y el buey almizclero, características especies de caza polar.
Para aquel que nunca se ha internado en las planicies del lejano oeste ni en las montañas de Alaska, no es recomendable comenzar su experiencia norteamericana por estas latitudes. Todo lo contrario. Este tipo de cacerías requieren de expediciones consideradas extremas, y someten al cazador a temperaturas sub cero, en un ambiente realmente hostil. Hasta hace no muchos años, aquel que se adentraba en estas solitarias capas de hielo lo tenía que hacer en trineos tirados por perros, con la guía experta de los inuits o esquimales. Si bien hoy en día, para alcanzar mayores distancias y consecuentemente mayores probabilidades de cacería, la mayoría de las operaciones utilizan motos de nieve y mejor tecnología de comunicación, siguen siendo los esquimales los que guían cada expedición.
La especie característica de esta región es naturalmente el oso polar (ursus maritimus). El polar se disputa cabeza a cabeza el puesto número uno en tamaño con el oso pardo de la isla de Kodiak. Lamentablemente esta especie se encuentra en estado de vulnerabilidad ecológica debido a la pérdida de hábitat provocada por el calentamiento global, que está derritiendo la capa de hielo del Ártico. CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) lo ha incluido en categoría de protección en su Apéndice II, y existe una gran presión internacional para que sea ascendido a Apéndice I, como especie en peligro de extinción. Canadá aún otorga licencias de caza a la comunidad inuit, quienes pueden utilizarlas para ellos mismos en calidad de cacería de subsistencia, o pueden venderlas a outfitters para caza deportiva, aunque la oferta es disponible es cada vez menor.
La otra especie disponible para cazar es el buey almizclero, muskox en inglés y ovibos moschatus en su nombre científico, que a pesar de haber sufrido una gran predación hacia mediados del siglo XIX y principios del XX, se ha recuperado no sólo en territorio canadiense, sino también en Groenlandia, Noruega y Siberia. En tierra continental, la caza del buey almizclero suele tener una alta tasa de captura, exigiendo al cazador que se aventure sólo a la  búsqueda de esa especie, no más de cinco días de expedición. En materia de peligrosidad, tanto en la cacería del oso polar como en la del buey almizclero, el principal factor de riesgo es el climático, sin embargo en ambos casos un caso de sentirse amenazados y de estar a una distancia convenientemente cercana, ambos animales podrán estar en condiciones de cargar al cazador. Calibres que ronden los legendarios .375 H&H o .416 en sus diferentes versiones son los más indicados para estas cacerías.

Las especies sub-árticas de Alaska
En Estados Unidos podríamos dividir el país esencialmente en dos partes: Alaska y el resto. Claro que esta división es antojadiza, pero marca una diferencia real en cuanto a las características de las especies que habitan ambas zonas y las condiciones para cazarlas.
El estado de Alaska brinda uno de los más grande desafíos al que puede enfrentarse un cazador: los famosos cinco grandes. Lejos de sus homónimos africanos, las especies sub-árticas que conforman este dream team son: el oso pardo tanto de la costa como el Grizzli, el oso negro, el carnero Dall, el alce gigante y el caribú. De su cacería en particular me he ocupado en una serie de artpiculos en estas mismas páginas, por lo que sólo resta recordar que son casi una especialidad en sí mismas. Requieren una relativa exigencia física, una gran logística y una actitud mental apropiada para enfrentar un clima a veces adverso y trofeos bastante renuentes a ser cazados. Dentro de Alaska, las principales áreas donde encontrar a estos magníficos ejemplares son la península de Kenai, la media luna denominada Alaska Range al norte de Anchorage, las áreas compuestas por la Reserva Nacional Denali y las fronteras con el Yukón. En la isla de Kodiak, al sur del estado, el cazador podrá encontrar la variedad más grande de oso pardo: el Kodiak, junto además a algunas especies de cabras y ciervos sitka. Sin ser consideradas extremas, como las polares, este tipo de cacerías demandarán alrededor de 10 a 15 días según las especies que se busquen, requerirán de un equipo especial y una sofisticada logística.

El sur de Canadá
Si los estados de Yukón, Territorios del Noroeste y Nunavut conforman una especie de media luna geográfica en el norte de Canadá, los estados de Columbia, Alberta, Saskatchewan, Manitoba, Ontario, Quebec y New Foundland, forman otra media luna en el sur de ese país.
En líneas generales, en la media luna norte que incluye Yukón y los estados árticos, las cacerías serán demandantes físicamente, requerirán una debida preparación para afrontar climas hostiles, de mediana a larga duración y más costosas. En la media luna sur, en cambio, habita la mayor cantidad de especies boreales, desde osos pardos y negros, pasando por caribúes, alces hasta ciervos cola blanca y elk; carneros como el Stone y el Big Horn sheep, cougars o leones de montaña (como le dicen a los pumas) y hasta antílopes pronghorn. Aquí las cacerías serán menos exigentes, demandarán menos cantidad de días y naturalmente tendrán un costo menor comparado con als anteriores. Lo importante al momento de decidir una cacería en estas áreas, es conocer exactamente no solo la especie que se busca, sino también la sub especie en caso de que existan variedades taxonómicas. Recuerde que no es lo mismo el alce gigante de Alaska que el alce de la Columbia británica. Si bien ambos son alces, uno es el más grande y el otro es la más pequeños de esa familia de cérvidos. Lo mismo ocurre con los ciervos cola blanca, que cuentan con una gran cantidad de subespecies desde el odocoileus virginianus borealis hasta el virginianus tropicalis que habita Perú, por mencionar los extremos de la familia de cérvidos más extensa de toda América.

De los grandes lagos hasta el Río Grande
El territorio principal de los Estados Unidos, es además de inmenso, riquísimo en variedad de especies de caza mayor. A lo largo y ancho de su geografía se encuentra una gran variedad de cérvidos como el cola blanca, el cola negra, el mula y el elk o wapití; osos grizzlis y negros en todas las variantes de pelajes; carneros como el Stone sheep, y las numerosas subespecies de Big Horns que se distribuyen desde las Rocallosas hasta Nuevo México, California y Arizona. En sus praderas y montañas deambulan libremente lobos, bisontes, pumas y  antílopes pronghorn. Suidos como y el jabalí cimarrón y la javelina (pecarí de collar) se distribuyen por Texas, Arizona y la península de Florida, donde además conviven con caimanes en los pantanos Okefenokee.
A la hora de planificar una incursión a tierras estadounidenses, las variables a tener en cuenta son no sólo el tipo de especie que se busca, sino el terreno en donde habitan. Aquí se pueden clasificar entre especies de bosques y planicies, y de montaña. En este sentido, de los 50 estados que componen la unión, son los del recordado Far West, donde se distribuye la mayor diversidad de fauna. Estos estados son Idaho, Montana, Oregón, Wyoming, Colorado y Utah, en donde atraviesa el sistema montañoso de las Rocallosas o Rocky Mountains. Estás áreas, además de pintorescas, son sin dudas las mejores para lograr la mayor parte de las especies americanas.
Si bien las cacerías de especies árticas y sub árticas requieren de un promedio de 10 a 15 días y un equipo y preparación especial, éstas de especies de planicie, tanto en territorio canadiense como norteamericano, suelen rondar los 5 a 7 días. Lo que muchas veces permite combinar una salida de caza con vacaciones o viajes de trabajo.  

Características de la caza en Norte América
Tanto en Estados Unidos como en Canadá el sistema de cacería difiere bastante del aplicado en algunos países de África, especialmente en los del extremo sur. Los que ya han ido a cazar al continente africano saben que allí se cobran dos tasas diferentes: la de estadía y la de abate. La primera antes del safari y las de abate, de acuerdo a los animales efectivamente cazados. En América del Norte, el costo de la cacería es uno solo, independientemente de si ha sido cazada la presa. Otra diferencia con África es que allí los permisos y licencias suelen estar incluidos en la tasa de estadía, en América se pagan aparte. Ojo, acá no confundir la tasa de abate con una licencia, ya que los permisos y licencias tienen un costo considerablemente menor.
Es muy común que las operaciones en Estados Unidos y en Canadá ofrezcan combos que permitan la caza de dos o más especies en una misma expedición. Esto es muy interesante para tener en cuenta, dado el sistema de costos que allí se utiliza. Al no estar divididos los abates con las estadías, siempre convendrá elegir uno de esos combos para amortizar el costo total de la cacería. A mayor cantidad de especies a cazar, menor será el precio unitario por trofeo. Hasta aquí, todo muy claro. Pero el punto en cuestión, es cuál es el máximo de trofeos recomendado por cacería. Bueno, en principio dependerá de las posibilidades ciertas que ofrezca una determinada área, según los siguientes parámetros: que el área de cacería sea el mismo hábitat de dos o más especies; que exista una “ventana” de superposición de temporadas de caza de dichas especies, es decir que se las pueda cazar en un rango de fechas cercanas; y que haya una densidad demográfica de ejemplares suficientemente alta para que puedan cazarse en el tiempo estipulado. En caso de cumplirse estas tres condiciones, el cazador deberá tener en cuenta sus propias preferencias y prioridades. Siempre es recomendable evitar el estrés de estar cazando contra reloj, para cumplir con una meta de captura demasiado optimista. En otras palabras, querer cazar más cantidad de trofeos para bajar el costo unitario, puede disminuir el tiempo necesario para buscar un trofeo de máxima calidad, resintiendo además la experiencia global de la cacería. Como todo en la vida, la respuesta está en el término medio, y para lograrlo es imprescindible un asesoramiento serio y profesional que sugiera al cazador un objetivo razonable.
Otra diferencia sustancial con los safaris en África, se observa en la duración de las temporadas. Si hablamos de especies de planicie en el continente negro, la temporada se extiende en muchos países, desde fines de la época de lluvia hasta Noviembre. En América del Norte en cambio, cada estado tiene una legislación distinta, que además cuenta con períodos diferentes para cazar con arco y flecha y con armas de fuego. En general, son las estaciones de primavera y otoño donde se concentran la mayor parte de las temporadas, y muchas veces éstas se extienden sólo por 30 días.
El arma a utilizar, naturalmente, es otro aspecto básico a tener en cuenta al planificar una incursión cinegética en el norte de América. Como mencioné, en materia de clasificación hay algunas especies que pueden considerarse de caza peligrosa, y que pueden ocasionar alguna situación de riesgo de seguridad personal. En todos estos casos, calibres con buen poder de detención serán recomendados, como dije del .375H&H o alguno superior, sin llegar a extremos de los usados para back up de elefantes africanos, claro. En todos los casos, estamos hablando de especies de piel blanda, así que las puntas blandas de expansión controlada serán más que suficientes. En el caso del bisonte, puede utilizarse la regla del búfalo africano: el primer disparo al triángulo vital con punta blanda, y en caso de carga, una punta sólida directo al cerebro. Para el resto de la fauna en estas áreas, lo importante es elegir el calibre en función del terreno, es decir adecuarse a tiros largos de planicie y montaña, medianos en bosques y cortos desde apostaderos.
Mencionadas estas breves consideraciones generales en cuanto a armas, es importante estar en conocimiento de los trámites que cada uno de estos países requieren para el ingreso de armas de fuego en sus territorios. Las regulaciones de Estados Unidos y Canadá se han endurecido muchísimo en materia de migratoria después de los atentados del 9-11, y ni hablar sobre el ingreso de armas. Con esto no digo que sea imposible llevar su propio rifle, sino que requerirá de un exhaustivo conocimiento de la información necesaria, para evitar problemas en las aduanas y oficinas migratorias. Por eso si la cosa se complica, siempre queda el recurso de alquilar o utilizar un arma en la empresa organizadora de la cacería y viajar sólo con el equipo básico necesario. En definitiva, ningún trámite burocrático debería ser un escollo para poder disfrutar de la aventura de la caza mayor en América del norte.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Entrevista a Polla Swart - Pionero de la conservación en África





Por Eber Gómez Berrade

Polla Swart es una leyenda en el mundo de la conservación de fauna silvestre en el continente africano. En su larga y prestigiosa carrera como director del Ministerio de Medio Ambiente y Turismo de Namibia, creó varios parques nacionales, fundó la Asociación de Cazadores Profesionales de ese país, ideó novedosas técnicas de manejo, captura y re ubicación de fauna, asesoró a los gobiernos de Angola, Sudáfrica y Costa de Marfil en políticas de conservación, y sentó las bases que han convertido a Namibia en un ejemplo internacional en la protección de los recursos naturales. 
Conozco a Polla y su adorable esposa Chrija desde hace años. Siempre es un placer sentarnos a charlar, disfrutando alguna comida o al calor de una fogata en un campamento de safari. Esta vez, quiero compartir su historia y experiencias como pionero de la ecología, y su visión sobre el estado actual de la conservación en África.

Entre el rugby y la naturaleza
Polla, que en realidad es el seudónimo de Paul Stephanus, nació en África del Sudoeste, (hoy Namibia) en el año 1936. Sus padres -de origen afrikáner-, fueron granjeros, y uno de sus abuelos cazador profesional de marfil en la vieja colonia portuguesa de Angola. Con esos antecedentes, su amor por la naturaleza estaba predestinado. Sin embargo, pudo también descollar junto a dos de sus hermanos en el ambiente del rugby. Sus hazañas en la cancha como capitán de la selección nacional de Namibia en la década del 60, aún son recordadas por la prensa especializada.
Precisamente en esos años, Polla decidió, tras un breve paso por la docencia, que la biología iba a ser su profesión. A principios de esa década, obtuvo un título de grado y un máster en zoología en la Universidad de Stellembosch en Sudáfrica.
De vuelta en Namibia, comenzó a trabajar como biólogo en el Museo Estatal de Windhoek. Y fue durante la presentación oficial de un trabajo de investigación sobre el impala cara negra en la región de Kunene, que llamó la atención del gobierno, y le fue ofrecido el puesto de sub director de “Nature Conservation”, el directorado perteneciente al Ministerio de Medio Ambiente y Turismo encargado de los temas de conservación. 
Aceptado el desafío, Polla no tardó en destacarse una vez más y al poco tiempo, ya había creado tres estaciones de investigación en Namibia: el Instituto Ecológico de Etosha, el Instituto de Investigación del Namib, y el Instituto de Investigación de pesca de Hardap.
Al mismo tiempo fundó la revista científica “Madoqua”, que se convirtió en una de los más reconocidos órganos de difusión de trabajos científicos con distribución en más de cuarenta países. Entre los originales proyectos que desarrolló en su carrera, se cuentan la sedación y captura de rinocerontes, elefantes, felinos y especies de planicie para su re ubicación permanente; la primera implementación en la historia de un sistema de control de natalidad temporario en leones; la investigación sobre la causa de la rabia en kudus; el descorne de rinocerontes para desalentar el furtivismo; la creación de la carrera de Conservación de la Naturaleza en la Universidades de Cape Town y del Colegio Técnico de Pretoria en Sudáfrica, y en el Politécnico de Namibia; la creación de numerosos parques nacionales; y el desarrollo conjunto de proyectos de conservación entre el gobierno, las comunidades nativas y el sector privado. En 1983 fue nombrado director de “Nature Conservation” donde permaneció hasta su retiro en 1996.

¿Cómo fue tu inicio como funcionario de gobierno en temas de conservación?
Fue todo un desafío. Lo primero que hice recuerdo que fue continuar con mi investigación sobre el impala cara negra. En aquellos años no se sabía exactamente si era una subespecie de impala común u otra especie diferente. Así que se me ordenó que realice una investigación taxonómica para desentrañar el misterio. Hice un trabajo de campo y recogí evidencia suficiente para determinar que era una subespecie de impala. Además recomendé el traslado de animales al parque Nacional Etosha, ya que son endémicos de Damaraland, Kaokoland y el sur de Angola, todas áreas donde se combatía en la guerra que Sudáfrica llevaba adelante con la guerrilla de Angola. Mi recomendación no sólo fue aceptada, sino que además se me encargó llevar a cabo la re ubicación.

Pero no tenías experiencia en captura de fauna
No, pero tacleaba bien en los partidos de rugby. Así que como tampoco teníamos equipo apropiado, salíamos de noche en un Land Rover con mi equipo, nos sentábamos en el paragolpes delantero, y al estar cerca de un impala, saltábamos y tacleábamos al animal para capturarlo. Con esa técnica, muy deportiva pudimos capturar unos setenta ejemplares, entre machos y hembras. Luego, el proceso de transporte fue también complejo. Primero cargamos los animales en un camión, los llevamos hasta una pista de aterrizaje y ahí los subimos a un viejo Douglas DC3 conocido como Dakota, que los llevaba hasta Etosha. Una vez allí, los pusimos un mes en cuarentena y luego los liberamos. Con el tiempo conseguimos un avión más grande, un Hércules C130 de la Fuerza Aérea de Sudáfrica y en 1971 ya teníamos un helicóptero.

¿La re ubicación de fauna silvestre era frecuente en aquella época?
Sí, por dos razones. En primer lugar para sacar animales de las áreas de conflicto, y luego para abastecer a los incipientes cotos de caza, de manera de ampliar el área de distribución de las especies que estaban en riesgo ecológico.

¿Qué otras especies trasladaste?
Luego del impala cara negra, trasladamos roan, sable, chita, leopardo y rinoceronte negro. Capturamos un gran número de antílope roan que re ubicamos en Etosha y en Waterberg, al igual que sables provenientes del oeste de la Franja del Caprivi. Recuerdo que entre 1970 y el 72 capturamos también unos 43 rinocerontes negros en Kamanjab, Ugab, Khorixas y Kaokoland. El procedimiento era similar, nos acercábamos, lo anestesiábamos con un dardo, y luego lo cargábamos con un helicóptero. Teníamos un equipo en tierra con veterinarios que lo recibían, y los liberaban en el parque.


Por lo menos ya no tacleabas desde el Land Rover…
No vayas a creer. Yo personalmente capturé una cría de rinoceronte con mis propias manos. Te digo que era bueno jugando al rugby. Me acuerdo que en un partido nos tocó enfrentar al equipo de la policía, en donde aparentemente a uno de los jugadores le gustaba agarrar serpientes. Cuando uno de los diarios cubrió el encuentro, tituló: “Capturador de rinocerontes versus capturador de víboras en partido de rugby”. Así me hice conocido.

Además de la guerra, ¿tenían problemas con caza furtiva de rinocerontes?
No tanto como ahora. Pero era claramente un problema que iba en aumento. En 1987 encontramos 22 rinocerontes negros muertos por furtivos entre Etosha y Damaraland. En función de esta situación, organizamos una reunión en Skukuza, Sudáfrica, cerca del Kruger, para analizar los pasos a seguir en conjunto con el gobierno sudafricano. Siempre creí que el delito de la caza furtiva debe ser combatido en conjunto entre los países afectados.

¿Y qué medidas tomaste en tu administración?
Primero colocamos agentes armados patrullando las fronteras del parque Etosha. Era personal especializado de las Fuerzas Anti Furtivismo. Luego hice que mis guarda parques recibieran entrenamiento militar. Y en algunos casos, hasta fuimos ayudados por las SADF (Fuerzas Sudafricanas de Defensa). Así conocí al coronel Jan Breytenbach, en Bushmanland. Breytenbach fue un destacado militar que estuvo al mando del 1er. Comando de Reconocimiento, de la Brigada 44 de Paracaidistas y fue el primer comandante del famoso Batallón 32, conocido como los Búfalos. Esas amistades, me trajeron algún que otro problema luego de la independencia. Pero realmente estoy muy agradecido por lo que hicieron en aquellos años.

¿Y cómo fue que se te ocurrió lo de descornar rinocerontes?
En realidad, sabía que a los furtivos sólo les interesa el cuerno que es lo que comercializan, entonces quise ver que sucedía si los animales estaban descornados. Especialmente donde la solución militar, o policial no era efectiva, como en Damaraland por las grandes distancias a patrullar. El procedimiento era capturarlos, sedarlos con un dardo, cortarle el cuerno y curar la herida para que no haya hemorragia ni infección posterior. Al principio fuimos criticados por esto, pero la verdad es que encaramos un programa muy serio con la ayuda de un equipo de veterinarios, y luego hicimos el seguimiento para identificar modificaciones en el comportamiento de cada animal. Y confirmamos que no pasaba nada. Todos los rinocerontes hicieron su vida normal, y el cuerno, que en realidad es un tejido queratinoso, volvía a crecer a razón de 1 centímetro por año. Como resultado, no volvimos a tener incidentes de furtivismo con estas medidas.  

¿Y cuándo empeoró la situación?
Creo que en la última década. Hace cinco años que las bandas de furtivos se han profesionalizado mucho, utilizan recursos tecnológicos de comunicación y rastreo, sobornan personal de los parques, tiene mejor armamento y una red de distribución muy aceitada en países vecinos como Zimbabwe y Angola, que les permite escapar y llevar su cargamento hacia mercados asiáticos como Corea, China o Tailandia. Imaginate que en lo que va del 2015 ya se encontraron unos sesenta rinocerontes muertos sólo en Etosha.

¿Cuál fue tu experiencia en la lucha contra el tráfico de marfil?
Fuimos muy activos también. Como sabés las poblaciones de elefantes de Namibia se encuentran mayormente en el Caprivi, Bushmanland y Etosha. En aquellos lugares muchas veces recibimos también ayuda militar, especialmente durante la guerra. Además nos enfocamos a realizar un buen manejo de fauna, lo que no es fácil porque la única forma de re ubicar poblaciones es haciendo uso de los pozos de agua. No los podés subir a un helicóptero y menos taclearlos… De todas maneras, se hizo un muy buen trabajo, y hoy día se ve el resultado en la calidad de los trofeos y en la densidad demográfica de las poblaciones en estas regiones.

¿Llegaron a hacer raleos de elefantes en los parques nacionales?
Sólo una vez en Etosha. Luego de un censo poblacional, identificamos unos 2500 ejemplares, en un área que podía soportar sólo 2000 aproximadamente. Así que decidí realizar una operación de raleo de 300 elefantes. Llevamos la carne a las poblaciones de Ovamboland, vendimos una parte también y vendimos el marfil en el mercado japonés. Fue toda una experiencia te aseguro.

¿Que opinas de la prohibición del comercio de marfil?
No creo que esté funcionando bien. De hecho se ha incrementado considerablemente el contrabando en los últimos años. En mi opinión, lo mejor sería permitir el comercio y controlarlo muy bien. Cada país debería jugar un rol esencial en ese control. El problema es siempre el eslabón más delgado de la cadena, y ese eslabón es la corrupción de algunos gobiernos africanos.
Hoy en día existen grandes cantidades de marfil en stock, y me pregunto, ¿por qué hay quemarlo o arriesgarse a que lo roben?. Se podría vender en el mercado legal y con lo que se recauda, invertirl esos fondos en investigación y control de poblaciones.

¿Hay suficiente espacio en Namibia para los grandes mamíferos?
Sí, por ahora sí. En el continente la situación es distinta. El enorme incremento de la población humana en algunos países está afectando directamente el balance ecológico, en especial de los grandes mamíferos y de los felinos. La deforestación es otra causa que incide directamente en la pérdida de hábitat, especialmente en África central.
En mi época de director, mi objetivo era crear nuevos lugares para la fauna silvestre. La mayor parte de nuestros parques fueron creados bajo mi administración, excepto Etosha que data de principios de siglo y que fue una iniciativa de Alemania que era la potencia colonial en ese entonces. 

¿Cómo conseguías esas tierras?
Con mucho trabajo. Iba personalmente a negociar con los jefes de las tribus que habitaban cada una de las áreas. Era una tarea de días. Sentados bajo un árbol, con el cacique, hasta que llegábamos a un acuerdo. Una vez, se me ocurrió llevar a los jefes tribales a un mismo lugar y conferenciar con  ellos en conjunto. Fue un fracaso. Se dormían y no prestaban atención. Así que volví a sentarme con cada uno de los jefes de cada tribu debajo de un árbol hasta que llegábamos a un acuerdo. Así pude fundar los parques nacionales Mudumu y Mamili en la Franja del Caprivi, donde vos solés cazar. Logré la ampliación del parque Namib Naukluf y el Bernabé de la Bat Rest Camp, la creación del Popa Falls Nature Reserve, del Mahangu Game Reserve, del Kaudom National Park, y algunos más en Bushmanland y Damarland. Así también pude crear lo que se conoce como Conservancies, o áreas comunales en donde se permite la caza deportiva, y el recurso pertenece a las tribus del lugar. Ellos son los responsables también del cuidado de la fauna.

Esa es la clave, el trabajo en conjunto con los nativos…
Mirá, cuando me uní al directorado de Conservación, era un área que estaba en pañales, y sinceramente creo que fui muy afortunado de tener las posibilidades que tuve para alcanzar esos logros. Pero ya entonces me di cuenta que la única forma de lograr el apoyo de las comunidades tribales, era logrando que la gente reciba algo a cambio. Los nativos sólo protegen la fauna si sacan algún provecho. Lo que es perfectamente entendible por otra parte.

¿Y cómo te llevás con los cazadores?
Muy bien. Siempre creí que la caza deportiva es una excelente herramienta para la conservación si está bien regulada y propiamente controlada. La clave está en el control, y aquí en Namibia tenemos un muy buen sistema. Si bien yo no soy cazador, tengo grandes amigos en la comunidad de cacería y además tengo el honor de haber fundado en la década del 70, la Asociación de Cazadores Profesionales de África del Sudoeste, junto a mis amigos Volker Grellmann, Basie Maartens, que como sabes son legendarios PH, y a Stoffel Rocher, un gran conservacionista del servicio de Parques Nacionales. Nos reunimos los cuatro en el viejo hotel Kaiser Berg de Windhoek, y fundamos la Asociación, que luego dio nacimiento a la NAPHA actual.  

¿Por último, te preocupa el avance del movimiento anti caza en el mundo?
Sí y mucho, porque creo que seguirá en aumento. Me parece que la comunidad científica debería hacer algo al respecto para revertirlo. En mi opinión, este movimiento organizado juega con las emociones de las personas, obteniendo grandes ganancias. Esas organizaciones no se basan en hechos científicos, sino en la manipulación de las emociones del público no especializado. Y hacen mucho dinero debo decir. Es lamentable. 

martes, 18 de agosto de 2015

Los Safaris de Roosevelt


Por Eber Gómez Berrade

Theodore Roosevelt es recordado por haber sido el presidente número 26 de los Estados Unidos, por su política republicana aguerrida, por su actuación en la Guerra de Cuba, su participación en la creación del Canal de Panamá y por su Premio Nobel de la Paz. Pero también por ser un incansable cazador y un pionero de la conservación, que dejó muchos libros de cacería e impulsó la creación de parques nacionales. Un político atípico que abandonó la política por cazar en Africa, y un aventurero apasionado que dejó su vida por explorar y cazar en el Amazonas.

PERSONALIDAD RENACENTISTA
Teddy Roosevelt nació el 27 de octubre de 1858 en Nueva York. Antes de cumplir 42 años ya había sido electo asambleísta y gobernador del estado de Nueva York, comisionado de policía de esa ciudad, comisionado del Servicio Civil, secretario asistente de la Armada, coronel de los Rough Riders, vicepresidente y presidente de los Estados Unidos. Había escrito personalmente la Ley de Parques Nacionales de su país, que iba a extenderse por todo el mundo. Además había recorrido Yosemite, Yellowstone y los bosques de sequoias gigantes. Tuvo tiempo también para manejar un rancho en el Oeste, cazar en casi todos los continentes, criar una familia con seis hijos, leer una increíble cantidad de libros (se dice que casi uno por día) y mantener relación con una gran cantidad de amigos y personalidades. Sus biógrafos recuerdan que hay casi 150 mil cartas escritas de su puño y letra. Y como si todo esto fuera poco, escribió más de treinta libros y cientos de artículos en diarios y revistas, de temas tan distantes como política, economía, caza y literatura.

POLITICO DE RAZA
Su carrera política la inició en el Partido Republicano, siendo elegido legislador del estado de Nueva York en 1880. Luego fue designado Comisionado de la Policía de esa ciudad. Se hizo popular combatiendo la corrupción y allí descubrió la génesis de la que sería la base de su política exterior: el garrote (el big stick). Solía decir -en tono de humor- que un dirigente político debía hablar suavemente y llevar un gran garrote. Eso fue exactamente lo que hizo luego de su paso por Nueva York.
Fue nombrado secretario adjunto de la Armada de los Estados Unidos durante la presidencia de McKinley. Al poco tiempo renunció a su cargo para combatir a España en Cuba, al mando de sus famosos Rough Riders, con el grado de teniente coronel. En 1899 fue electo gobernador de Nueva York y al año siguiente vicepresidente. En ese puesto duró sólo un año, ya que Mc Kinley fue asesinado y Roosevelt accedió a la presidencia del país.
En 1905 fue reelegido (en realidad electo como presidente por primera vez). Al año siguiente fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su arbitraje en la Guerra Ruso Japonesa. Cuatro años después las encuestas lo daban ganador para una reelección, pero declinó el honor para poder realizar uno de sus sueños más anhelados: su safari en Africa.

EL GRAN SAFARI AFRICANO
Su pasión por visitar Africa comenzó a temprana edad leyendo los reportes de las expediciones británicas que se adentraban en ese ignoto continente. Fueron esos mismos libros, juntos a los de los exploradores americanos Lewis and Clark, que encendieron sus ansias de aventuras y su pasión por la caza mayor. Finalmente, ya siendo presidente de Estados Unidos, llegó su oportunidad. El 23 de marzo de 1909 partió, junto a su hijo Kermit y un nutrido equipo de biólogos, naturalistas, taxidermistas, desde el puerto de Nueva York con rumbo a Africa oriental, dejando atrás la esperanza de una reelección casi segura para un nuevo mandato presidencial. El safari que duró casi un año, fue patrocinado por el Instituto Smithsoniano y se llamó Smithsonian-Roosevelt African Expedition. El objetivo oficial: recolectar especímenes de fauna y flora, catalogarlos, estudiarlos y exhibirlos en la sede del Instituto, hoy Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York. El extraoficial: cazar, explorar y divertirse a lo grande. Como el mismo Teddy diría, esta fue su última oportunidad de ser un niño.
El primer puerto africano en el que atracaron fue Mombasa, en territorio británico. De allí viajaron por tierra al Congo Belga y luego navegaron el Nilo hacia Jartún, en el Sudán Anglo Egipcio. Sin dudas, los mejores lugares para la caza mayor de esa época.
Para la organización del safari, Roosevelt eligió a lo más granado de los cazadores blancos de la época. Entre ellos a los ingleses R.J. Cunninghame y Frederick Selous, ya considerado un personaje legendario de la caza mayor en el Imperio Británico.
Según los registros de la expedición, fueron recolectados 11.400 especímenes de fauna y flora en el período que duró la travesía. Una cifra increíble incluso para los estándares actuales. Al Smithsoniano le llevó ocho años catalogar la colección completa. De esas especies, la mitad fueron de flora, y el resto desde pequeños insectos a elefantes. En cuanto a especies de caza mayor, Roosevelt cazó más de 500, entre planicie y peligrosas, abarcando 17 leones, 3 leopardos, 7 cheetas, 11 elefantes, 10 búfalos, 11 rinocerontes negros y 9 blancos. Casi 300 antílopes fueron abatidos para alimentar a ejército de nativos que trabajaban en el campamento.
La mayoría de los trofeos fueron salados y enviados a Washington desde la costa africana. Para eso Roosevelt llevó consigo cuatro toneladas de sal. Una vez en los Estados Unidos, los taxidermistas tardaron varios años en terminar sus trabajos.
Dos cosas no faltaron nunca en las expediciones del expresidente: armas y libros. En Africa, Teddy llevó como arma principal un rifle doble Holland & Holland en calibre 500/450, un regalo que recibió de la comunidad británica en su país. También contó con su infaltable Winchester 1895 en calibre 405 Win., un 30-06 Springfield y una escopeta Fox del 12. En cuanto a libros, viajó con una biblioteca que él denominó la Pigskin Library (ver recuadro).
La contribución de Roosevelt a la conservación de las especies fue y sigue siendo indiscutible. En lo que respecta a la fauna y flora africana, su expedición permitió grandes adelantos en la investigación de los ecosistemas locales, y marcó un gran impulso a la política británica de establecer reservas naturales en sus colonias, que luego se convirtieron en los grandes parques nacionales que existen hoy día en el continente africano.

ROOSEVELT EN ARGENTINA
No estaban aún montados los trofeos africanos en el Smithsoniano, que Roosevelt ya se hallaba embarcado en otro proyecto aventurero. Esta vez, la exploración del Amazonas. Hacia principios de siglo XX, la cuenca amazónica era todavía un lugar inexplorado, plagado de bestias salvajes, indios caníbales, pirañas, marabuntas, plantas carnívoras y todo lo que la imaginación del hombre civilizado pudiera agregarle, incluido civilizaciones perdidas, tesoros escondidos y aborígenes de raza blanca ocultos en la maraña. Allí se encontraba lo que el autor de Sherlock Holmes, Sir Arthur Connan Doyle, denominó: “El mundo perdido”.
No había mucho que pensar para que Roosevelt lo eligiera como próximo destino. Y así fue que en noviembre de 1913 desembarcó en el puerto de Buenos Aires a bordo del vapor Uruguay. Ese sería el primer paso para una extensa y muy activa gira por Argentina, Chile, Bolivia y Brasil. Pero también, el inicio de su otra gran aventura: el safari al Amazonas.
Su llegada a tierras porteñas fue celebrada con los honores dignos de un presidente en ejercicio. En la capital lo esperaba Victorino de la Plaza, quien estaba a cargo de la presidencia en ese momento. Roosevelt tuvo una agenda muy cargada mientras visitó nuestro país: recorrió Buenos Aires, La Plata, Tucumán, Córdoba, Mendoza y Bariloche. Se entrevistó con las personalidades más destacadas de la política, la ciencia y el arte vernáculos. Asistió al Zoológico de Buenos Aires, donde conversó con su director, Clemente Onelli. Fue recibido en el Congreso por Estanisalo Zeballos, se entrevistó con el general Julio Argentino Roca, Joaquín V. González y Angel Gallardo. Recorrió el Museo de Historia Natural de La Plata y se interesó por la obra de Florentino Ameghino. El Perito Moreno fue otro de los que trabaron amistad y acompañó a Roosevelt en una buena parte de su viaje. Moreno lo esperó en los Andes del lado argentino. De allí se fueron a Bariloche y al lago Nahuel Huapi montando a caballo y navegando. El Perito lo llevó a recorrer Bariloche a pie. En ese entonces, esa bella ciudad recodaba a uno de los pueblos del far west, decía Teddy. Conoció el ciprés histórico donde el Perito Moreno hizo campamento en 1880 y donde fue capturado por los indios de la zona. Comió trucha y salmones, se dejó agasajar, dio innumerables discursos y sedujo a su auditorio en largas sobremesas hablando de Cervantes, Lope de Vega, Shakespeare y Luis Vaz de Camoens. Era, sin dudas, un erudito en materia literaria, y según dijo, nunca encontró tanta cultura en un pueblo fronterizo.
De Bariloche pasó a Neuquén, de allí a Bahía Blanca y finalmente de nuevo a Buenos Aires para embarcarse con rumbo norte hacia Asunción en Paraguay y luego a Corumbá, en el Mato Grosso brasileño.
Ya en territorio de Brasil lo esperaba una comitiva extensa con quien se adentraría hasta Manaos. Dos mil kilómetros de maraña tropical, animales salvajes, enfermedades desconocidas y tribus hostiles.

EL GRAN SAFARI AMAZONICO
El nombre de esta expedición fue Roosevelt-Rondon Scientific Expedition, debido a que fue liderada juntamente con el mariscal brasileño Cándido Mariano da Silva Rondón, un prócer para la historia de este país vecino, que hizo mucho por la exploración de la selva y la protección de los indios. Tanto es así que el estado amazónico de Rondonia fue nombrado en su honor. El sponsor de la expedición fue esta vez el Museo Americano de Historia Natural.
Esta parte del viaje comenzó en Cáceres con quince porteadores brasileños, su hijo Kermitt, el naturalista George Cherrie, Rondón y el mismo Roosevelt. Un safari mucho más modesto que su aventura africana.
De Cáceres navegaron por el río Paraguay hasta Tapirapuá, y de allí con rumbo noroeste hasta alcanzar el Río de la Duda, en febrero de 1914. Allí el grupo se separó. Una parte continuó por el río Gi-Paraná hasta el Madeira, y la otra -con los dos líderes a bordo- navegando más de mil kilómetros por el inexplorado Río de la Duda. Una excursión plagada de riesgos y peligros.
Desde el comienzo los expedicionarios tuvieron que lidiar con infinidad de insectos y enfermedades. Casi todos los participantes contrajeron malaria y tuvieron un estado de enfermedad constante durante todo el trayecto hasta la civilización.
Sumado a eso, debieron enfrentar rápidos en el curso del río que hundían sus embarcaciones. Y lamentar la perdida de provisiones y alimentos, lo que los llevó a padecer hambre en más de una oportunidad. Y como si esto fuera poco, la constante e invisible amenaza de los indios de la tribu Cinta Larga, que vigilaban el paso de los intrusos desde la costa. Un panorama sombrío y en las antípodas del “champagne safari” africano.
De los 19 miembros que conformaron la expedición, volvieron con vida 16. Un porteador amigo de Rondón fue asesinado por otro al que descubrió robando raciones de alimentos. 
El mismo Roosevelt, enfermo y debilitado, intentó disparar al asesino, pero este escapó hacia la selva y desapareció. La tercera baja del viaje fue otro porteador que cayó al agua al atravesar unos rápidos, cuyo cuerpo nunca fue encontrado. Hubo casi una cuarta víctima, el mismo Roosevelt. No habían completado ni la mitad del viaje cuando ya estaba totalmente abatido por la malaria, una infección en la pierna y mala alimentación. La ayuda de seringueiros, que se dedicaban a la extracción del caucho, fue esencial en su supervivencia.
Finalmente, los dos grupos de la expedición volvieron a reunirse en abril de 1914 en la confluencia del río Aripuana. Ni bien todos llegaron a Manaos, Teddy fue llevado al hospital y atendido por los médicos. Tres semanas más tarde era recibido como un héroe en el puerto de Nueva York, pero su salud no volvió a restablecerse nunca. Murió el 6 de enero de 1919, casi cinco años después de aquella gran aventura.
Al igual que con la experiencia africana, su contribución a la ciencia y la exploración también se mantienen hasta hoy en día. El Río de la Duda pasó a llamarse río Roosevelt, y fue esta expedición la primera que lo recorrió y mapeó desde sus fuentes hasta su desembocadura. Numerosas especies de fauna y flora fueron recolectadas y llevadas al Museo de Historia Natural en Nueva York, para ser luego estudiadas por botánicos y zoólogos. Incluso una técnica de relevamiento arqueológico fue desarrollada por Roosevelt, que aún es utilizada por los científicos de esa área de especialización.
A su regreso, Teddy dio conferencias sobre sus descubrimientos amazónicos en la National Geographic Society en Washington y en la Royal Geographical Society de Londres. En 1927, el explorador George Dyott lideró una segunda expedición al río Roosevelt confirmando los hallazgos del expresidente, explorador y cazador.

LIBROS

AFRICAN GAME TRAILS
La primera edición de este clásico, que tengo la suerte de contar en mi biblioteca, fue publicada en 1910 por la casa editora Charles Scribner's Sons. Allí hace un raconto minucioso de la expedición que realizara luego de bajarse de la carrera por la reelección a la presidencia de Estados Unidos. Como dato que lo marca de cuerpo entero como una personalidad renacentista, Roosevelt agrega como uno de sus apéndices la lista de libros que llevó en su safari. El la denominó la Pigskin Library porque mandó a encuadernar cada uno de sus libros en piel de cerdo para preservarlos de las inclemencias del tiempo. En numerosos baúles sus porteadores nativos llevaban las obras de Homero, Shakespeare, Dante, Cervantes, Tennyson, Poe, Dickens y Mark Twain, entre otros.


THROUGH THE BRAZILIAN WILDERNESS
Through the Brazilian Wilderness es un libro también publicado por Charles Scribner's Sons, en 1914. Dedicado al secretario de Asuntos Exteriores de Brasil, al coronel Mariano da Silva Rondón y a los miembros de su expedición, cuenta detalladamente -como sólo Roosevelt sabe hacerlo- los pormenores de su expedición, relatos de cacería de fauna amazónica y resultados de las investigaciones geográficas y zoológicas llevadas a cabo por los especialistas que participaron.



lunes, 29 de junio de 2015

Los otros ciervos


Por Eber Gómez Berrade
  
Los cazadores locales que se animan a realizar cacerías fronteras afuera, suelen encontrarse con la posibilidad de obtener especies poco frecuentes y no muy populares como es el caso de algunos ciervos que habitan lugares tan distantes como América del Norte, Nueva Zelandia, Europa o Asia. Estos “otros ciervos” son el Wapiti, el Cola Blanca, el Mula, el Sitka, el Corzo, el Sambar, el Rusa y el Sika. Lo que sigue, es un análisis de cada una de estas especies, que -muchas veces- o no se conocen, o se confunden por similitudes taxonómicas, pero que de todas maneras, se han convertido en emblemáticos trofeos representativos de los más variados ecosistemas del mundo.
La gran familia de ciervos, o Cervidae, de acuerdo a su nombre científico, cuenta con más de 90 especies distribuidas por todos los rincones del planeta. Muchas están protegidas por CITES como nuestros huemules y venados de las Pampas, y otras se han convertido en las más cazadas de la historia como el Cola Blanca de los Estados Unidos o nuestro inefable Colorado en Europa, Nueva Zelandia y Argentina. Hay también ciervos muy raros como el tufted deer o ciervo de copete de China.
Sin embargo, para este análisis he elegido a ocho especies, que suelen ser muy representativas, de cacería exigente y por lo tanto, de las más buscadas por los cazadores internacionales.

Características comunes
Estas ocho especies de ciervos, comparten varias características comunes. En primer lugar ninguno de ellos suele figurar en los puestos estelares del menú de opciones que ofrece América del Norte, Europa o Nueva Zelandia en materia de cacerías. En general, cuando pensamos en Alaska, pensamos en el gran Oso Pardo o en el Alce Gigante. Si hablamos de Nueva Zelandia, un ciervo Colorado inmenso y de genética nos viene de inmediato a la mente. Sin embargo, me permito sugerir que -una vez pasado el deslumbramiento inicial al evaluar estos destinos cinegéticos-, el cazador deportista fije sus ojos e intereses en estas especies de astados que sin duda alguna constituyen un gran desafío y una inmejorable oportunidad de obtener verdaderos representantes de fauna muy ajena a lo que estamos acostumbrados a ver y cazar en nuestra tierra.
La otra característica que tiene en común es que su cacería no representa grandes diferencias entre una u otra especie, independientemente del lugar donde se los cace. Ya sea que se vaya por el gran Elk americano, se elija un Sambar neocelandés, o un pequeño corzo austríaco, el cazador deberá enfrentarse a largas caminatas, entre montañas y bosques, debiendo ser muy cauteloso a la hora de la aproximación final. Nada muy distinto a nuestras bramas de colorado en La Pampa o Patagonia según sea el caso. Lo que forzará el que lo intente, a poseer un estado físico apto para largos recechos y condiciones climáticas variables.
En término de armamento, también existen grandes similitudes con nuestras cacerías de colorado, damas o axis. Armas livianas y con excelentes ópticas serán obligatorias para alcanzar un desempeño exitoso.
Obviamente existen diferencias de porte entre el Elk (equiparable a un colorado grande), y el Corzo, (equiparable a una Corzuela roja). El resto son ciervos de porte mediano, que permitirán distancias de tiro de media distancia en el monte a tiros largos en ambiente de montaña. Por lo tanto, los calibres recomendados deberán ser rasantes en todos los casos, y podrán ir desde el .243 Win. o .270 Win., hasta el .300 Win Mag. o 7 mm Rem. Mag. según sea el caso.
Ya sea que se vaya tras un Sika free range en Nueva Zelandia, o de un Sitka, también free range en los valles de Alaska, recuerde siempre llevar la mejor munición que pueda conseguir en el mercado, con la que además deberá practicar y regular. Tiros largos, a especies esquivas y en climas cambiantes, requieren el uso de lo mejor que se disponga, tanto en armas como en equipo de caza y municiones.

Elk o Wapiti
Si comenzamos nuestro viaje en busca de otros ciervos, por el norte de América nos vamos a encontrar con el Elk o Wapiti, y en su denominación científica cervus canadensis. Ojo, a no confundirse porque en Europa es habitual que llamen Elk al Alce.
Existen once variedades de Wapiti, y ese nombre proviene de los indios americanos Shawnee y significa anca blanca. En América del Norte se distribuye por los estados del oeste como Oregon, Idaho, Montana, Wyoming, Clorado, Nevada, Arizona, etc. En Asia existen siete subespecies que habitan el Kyrgiszstan, Mongolia, el sur de Siberia y partes de China. Es una de las especies de cérvidos que fueron introducidos en Nueva Zelandia con gran éxito, siendo allí y en América los lugares donde es más habitual su cacería.
En términos físicos es bastante similar al ciervo colorado, aunque un poco más grande. Su pelaje es marrón claro en el cuerpo y oscuro en el cogote. Posee una gran cornamenta y su estatura promedio puede llegar a un metro y medio a la grupa. El peso promedio de un macho adulto alcanza a veces los 450 kilos. En Nueva Zelandia las manadas libres de Wapiti se encuentran en la zona de Fiordland, en la isla Sur. Allí la brama comienza a mediados de Marzo y se extiende hasta Abril. Debido a las condiciones climáticas y el terreno en donde se lo caza, tanto en Estados Unidos como en Nueva Zelandia, el cazador debe estar en buena forma física y contar con un equipo adecuado a las exigencias de la cacería. En Estados Unidos el record inscripto en Rowland Ward es de 70 ¼ de pulgada de longitud en su cuerno principal, y fue cazado en 1898 por W. F. Sheard. De los introducidos en Nueva Zelandia, el número uno alcanzó 60 pulgadas y media en su vara principal, cazado en 1931 por A.D. Mc Donald en la localidad de Fiorland, en la isla Sur de ese país.

Cola Blanca
El Cola Blanca es sin duda el rey de los ciervos de América del Norte. Es el más popular, el más cazado en la historia de ese país y el de más amplio rango demográfico en todo el territorio. Se los encuentra desde el sur de Canadá, en todos los Estados Unidos, México, así como también en América Central y el norte de Sudamérica. Existen treinta y ocho subespecies que se dividen para los fines cinegéticos entre las del norte y las del sur.
Este ciervo fue introducido también en Nueva Zelandia, Finlandia y República Checa. Sin dudas, los dos destinos característicos de cacería son en la actualidad Estados Unidos y Nueva Zelandia. Allí en el archipiélago neozelandés, se encuentra la única población de las subespecies boreales (del norte) en el hemisferio sur, y se lo puede cazar durante todo el año. Las mejores áreas allí son: el Lago Wakatipu y la isla Stewart en donde hay grandes manadas en campo abierto.  
El cola blanca o white tailed deer, lleva por nombre científico odocoileus virginianus, y es considerado un ciervo de porte mediano. Puede alcanzar una altura a la cruz de 1 metro, y pesar hasta 200 kilos. Tiene un pelaje marrón claro, con mancha blanca en la base del cogote, el abdomen y la parte interior de la cola como es obvio imaginar. Su cornamenta es mediana de una forma muy particular y casi siempre muy simétrica. En los Estados Unidos hay censados unos 30 millones de ejemplares y unos 13 millones de cazadores de esos ciervos. Es sin dudas, el trofeo más popular de ese país y uno de los más arquetípicos para aquel que tenga intención de contar con algo representativo de esa parte de América en su sala de trofeos. Existen numerosas maneras de cazarlos, al acecho en apostaderos, sobre stands en los arboles y al rececho, y se usa para eso desde escopetas, arcos y flechas (muy populares en el país del norte), ballestas, armas de avancarga y por supuesto rifles de mediano poder. Existen excelentes trofeos en las montañas Rocallosas y en los estados del medio oeste. El número uno en Rowland Ward midió 32 ¼ de pulgada de longitud en su vara principal, y fue cazado en 1913 por J.C. Philips en el estado de Michigan.

Mula
El ciervo Mula, o Mule deer es de la familia de los odocoileus hemionus, al igual que el ciervo cola negra o black tailed deer. La diferencia entre ambos está dada sólo por algunas sub especies de esta familia. Es al igual que su pariente cola blanca, otro de los grandes emblemas estadounidenses. El nombre viene por las orejas grandes como las de las mulas.  Se distribuye casi con exclusividad en la zona oeste de los Estados Unidos, partes del sur de Canadá y norte de México. Hay unas siete subespecies, tres de las cuales están clasificadas precisamente como cola negra. Puede llegar a tener una altura de un 1.70 metro, y llega a pesar hasta 200 kilos. Su pelaje es marrón claro, con un collar blanco sobre el cogote, y una mancha blanca en la cola. Su cornamenta simétrica del estilo del cola blanca. Los mejores trofeos se encuentran en Idaho, Wyoming, Montana y el sistema de las montañas Rocallosas. El record en el libro de Rowland Ward tiene 34 pulgadas de longitud en el cuerno principal, de un ejemplar obtenido por J. G. Millais en 1913 en el estado de Wyoming.

Sitka
El Sitka es en realidad una subespecie de ciervo Mula, pero como también recibe el nombre de Sitka de cola negra, muchas veces se lo confunde con el Cola negra o Black Tailed deer de Estados Unidos. Así que ojo con los malos entendidos. Para eso lo mejor es recurrir siempre a la ciencia de la taxonomía y cotejar las denominaciones científicas a la hora de planificar una cacería de este tipo. En general, no hay malas intenciones comerciales en estas confusas denominaciones, como sí suele ocurrir con los osos negros de pelaje marrón comercializados como osos marrones, o los alces de la Columbia Británica que pasan como alces gigantes de Alaska. El trofeo más grande anotado fue el cazado por el Dr. H. M. Beck en Alaska en 1921 y que llegó a medir 31 pulgadas de longitud en su vara principal.

Corzo
El corzo, Roe deer o capreolus capreolus, es el cérvido más pequeño de Europa y Asia. Hay dos variedades, la más común que se distribuye en toda Europa y otra que habita Siberia, Corea, sur y centro de China.
Para los cazadores, los trofeos más comunes son los europeos. Una cacería de corzo, representa de hecho, la quintaesencia de la caza europea, llena de tradición, emoción y buen gusto. Los machos adultos llegan a tener una altura de 650 cm, y un peso de no más de 60 kilos. Su cornamenta característica, su pelaje color te con leche y su distintiva boca negra, junto con su alto grado de alertas ante el peligro, lo hacen uno de las especies más buscadas por los cazadores internacionales. Los trofeos más característicos provienen de Escocia, Alemania, Austria, Polonia, Bulgaria y Hungría.
El corzo anotado en el Rowland Ward en el primer puesto, data del año 1976, logrado por C. Muff en el Cáucaso, y que llegó a medir 14 7/8 de pulgada de longitud en la parte más larga del cuerno.

Sambar
Este es un ciervo asiático, que se distribuye originalmente en India, Bangladesh, Sri Lanka, Malasia, Indonesia y las Filipinas. El Sambar o cervus unicolor, puede obtenerse hoy día sólo en Nueva Zelandia donde fue introducido con mucho éxito hace unos años, así como en algunos cotos de Australia y Estados Unidos.
Existen cuatro subespecies similares morfológicamente entre sí. El Sambar es un típico ciervo de seis puntas, como el Axis. En general alcanzan una altura a la cruz que va de medio metro a un metro medio, y su peso varia de 100 a 200 kilos. La coloración de su piel es marrón con una mancha blanca en el cogote que es característica de su especie, teniendo algunos pelajes blancos en el vientre, las patas y cerca de la cola. Es un típico ciervo tropical con una gran capacidad de adaptación al medio, estando cómodo incluso en alturas que llegan casi a los 3000 metros sobre el nivel del mar, como en el caso de Nueva Zelandia.
Los machos pueden ser solitarios o gregarios indistintamente dependiendo del terreno que habiten. Son agresivos y han registrado comportamiento de ataques cuando se lo intenta capturar con perros.
El Sambar fue introducido en Nueva Zelandia en 1875 de ejemplares llevados de Sri Lanka e India, y es allí y en Australia los únicos lugares del mundo donde se los puede cazar, ya que en la mayor parte de los países donde tiene su hábitat natural la cacería está prohibida. Por su tamaño, que lo ubica como el segundo más grande de Nueva Zelandia, y dificultad en terrenos free range, es uno de los trofeos más apreciados en el área del Pacífico Sur. Los meses de cacería suelen ser mayo, Junio y Julio. Rowland Ward registra como especie introducida en su puesto número uno, al obtenido por R.G. Hills en la isla Norte de Nueva Zelandia en el año 1927 que tiene una longitud de su cuerno principal de 40 pulgadas y media .

Rusa
Este ciervo es de hecho una subespecie del Sambar. Su nombre científico es cervus timorensis. Provienen originalmente de las islas de Timor Oriental, Java y Bali. Fueron introducidos en el norte de Australia, en la isla Norte de Nueva Zelandia, en la isla Mauricio, en Nueva Guinea, Nueva Caledonia y en las islas Fiji. Tiene hábitos bastante similares al ciervo Axis, se mueve en planicie por su refinado sentido de alertas ante predadores, es muy elusivo y difícil de recechar. Su pelaje es una mezcla entre marrón y gris, su estatura ronda el metro y su peso difícilmente sobrepasa los 130 kilos.
Los mejores trofeos provienen de las manadas libres de Australia y de Nueva Zelandia, especialmente las manadas del norte de Te Urewera y las del río Whakatane en territorio maorí. El record según el Rowland Ward llego a medir 38 5/8 de pulgada, cazado por MC. Maroussem en la isla Mauricio en 1980.

Sika
El Sika es un ciervo asiático que se distribuye en el este de Siberia, Manchuria, China, Corea, Japón, Taiwán y algunas islas adyacentes. Su nombre científico es cervus nippon y cuenta con más de trece subespecies.
Fue introducido con mucho éxito en Nueva Zelandia, y algunos cotos de los Estados Unidos e Inglaterra. Se estima que las grandes poblaciones de este ciervo en la isla Norte de Nueva Zelandia, pertenecen a las subespecies de Manchuria y de Pekín. Es un ciervo mediano, de pelaje marrón oscuro y una típica mancha blanca en la cola. Un macho adulto alcanza una altura de 1.40 metro y un peso de 80 kilos aproximadamente. Su cornamenta habitualmente tiene ocho puntas pero puede llegar a tener doce. Es un excelente trofeo estético y de difícil captura. Otro gran desafío que ofrece Nueva Zelandia. El record de Sika introducido, fue el obtenido por M. Matsuka, en 1990 en Nueva Zelandia que alcanzó una longitud del asta principal de 34 pulgadas y media.