viernes, 28 de febrero de 2014

Rinocerontes - Peligrosos y en peligro


Por Eber Gómez Berrade

El rinoceronte ha formado parte del exclusivo club de los Cinco Grandes de la caza peligrosa desde el comienzo de la historia de los safaris en África. En aquellos lejanos días de principios y mediados del siglo XX, no había cazador que estando en safari, no intentara enfrentarse a uno de los animales más extraños, fantásticos y mal humorados que habitan el continente negro.

Lamentablemente, en las últimas décadas, los rinocerontes fueron blancos del tráfico ilegal de fauna, lo que puso en peligro su existencia misma. En la actualidad, y gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad académica internacional, de organizaciones de cazadores y de varios gobiernos africanos, se está logrando de a poco un aumento en las poblaciones de estos animales.
De hecho este año, han sido emitidas cinco licencias de caza de rinoceronte negro en Namibia, (autorizadas por el CITES), como herramienta de manejo y obtención de fondos para su estudio y conservación.
En este sentido, si tuviera que elegir un caso emblemático de la sinergia entre cazadores y conservacionistas, no se me ocurriría un ejemplo mejor que el de los rinocerontes. Una especie amenazada por furtivos y protegida por cazadores deportivos, que con el pago de sus carísimas tasas de abate, ayudan al financiamiento de investigación, manejo y control de los ejemplares existentes.
La diferencia se puede ver claramente. Existen especies de rinocerontes en África y en Asia. En África se pueden cazar y paulatinamente aumenta la población a pesar del furtivismo. En Asia no se pueden cazar. Y cada vez hay menos.

Blanco & Negro
En realidad la familia de los rinocerontes está compuesta por cinco especies, tres se encuentran en Asia y dos en África. Los asiáticos son el rinoceronte de Java, el de la India y el de Sumatra. Los africanos son el Blanco y el Negro.
Como dije, la particularidad de estas especies es que todas cuentan con algún grado de protección por su crítico estado o vulnerabilidad en materia de conservación.
En África, tanto el blanco como el negro, son paquidermos bastante similares, incluso no hay mucha diferencia en cuanto al color como sus nombres hacen creer. De hecho, se dice que el nombre de rinoceronte blanco (white en inglés), en realidad proviene de la palabra wyt, que significa ancho en afrikaans, haciendo alusión a la forma ancha y cuadrada de su boca.
El rinoceronte blanco, cuyo nombre científico es Ceratotherium simum, es el mamífero terrestre más grande luego del elefante. Llega a tener una altura promedio de 180 cm y un peso de 2.200 kilos en los machos. Los hipopótamos son un poco más pesados que ellos, pero más pequeños en tamaño. La longitud de los cuernos varía desde los 60 a los 140 cms., siendo extremadamente raro ver en estos días ejemplares con tamañas cornamentas.
En cuanto a la distribución, pueden clasificarse dos variantes dentro de los blancos: los del norte y los del sur. Las poblaciones endémicas del sur, fueron exterminadas prácticamente en el transcurso del siglo XX, pero luego fueron repoblándose con programas de conservación de ejemplares de la provincia de Kwazulu Natal en Sudáfrica. En la actualidad, es el país con mayor población de blancos de África, habiendo también ejemplares en Botswana, Kenia, Namibia, Swazilandia, Zambia y Zimbabwe. Los del norte, si bien han alcanzado el Nilo Blanco en Uganda, República Centro Africana, Zambia, Zimbabwe y Kenia, han casi desaparecido de esos países.
La piel del rinoceronte blanco es gris (no blanca), y una característica diferencial es, además de que dobla en tamaño al negro, la forma ancha y cuadrada de su boca.
El rinoceronte negro o Diceros bicornis, no es más grande que un búfalo cafre, pero pesa casi el doble. Tampoco es negro, es gris. Un poco más oscuro que su primo, pero gris al fin. Alcanza una alzada promedio de 160 cm y un peso de 1.360 kg aproximadamente. Su boca es fácilmente distinguible a que tiene una forma aguzada característica. Existen dos variantes: la sudoccidental y la del este, siendo la sudoccidental la de mayor población. Históricamente el rinoceronte negro alcanzó mayor distribución que su compañero blanco, sin embargo fue objeto de una tremenda caza furtiva que lo llevó a las puertas de la extinción. Hoy en día, la mayor cantidad de esta especie se encuentra en Namibia y en Sudáfrica, habiendo también ejemplares en Malawi, Swazilandia, Tanzania, Zambia y Zimbabwe. 
Tanto el blanco como el negro son herbívoros, poseen una piel muy gruesa, desarrollaron un agudo sentido del oído y del olfato, y ambos tienen muy mala vista. 

Especies en peligro
Si bien ambas especies africanas han sido tradicionalmente perlas en la experiencia de los cazadores deportivos en el continente negro y han conformado la elite de los Big 5 por décadas. Hoy en día y desde hace 33 años, se encuentran con categoría de protección del CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), cuando fue ubicado como “endangered” en 1980. Lamentablemente la demanda de sus cuernos para uso en medicina tradicional o incluso afrodisíaco por parte de chinos y otros pueblos asiáticos, ha provocado en los últimos años una escalada de caza furtiva sin precedentes, haciendo subir los precios de las cornamentas en el mercado negro y provocando una crisis ecológica sin precedentes. 

Este flagelo que continúa ocurriendo al momento de escribir estas líneas, ha provocado la gestión de la comunidad internacional para intentar revertir una tendencia regresiva en los niveles demográficos de ambas especies, -pero aun más en la del rinoceronte negro-, que es la que cuenta con una amenaza mayor. De acuerdo a censos efectuados por la unidad especial denominada African Rhino Specialist Group del Conseil International de la Chasse (CIC), los niveles de furtivismo se han incrementado, pero al mismo tiempo los esfuerzos por protegerlos ya han comenzado también a dar sus frutos.
Así es que la población actual de rinocerontes blancos se estima hoy en 20.405, y la de negros en 5.055, lo que evidenció un aumento sostenido desde el año 2010.
Si desagregamos los datos del censo, vemos que hay 18.910 rinocerontes blancos en Sudáfrica, seguido por Namibia con 524; Zimbabwe con 283;  Botswana con 185; y con algunas decenas en países como Zambia, Swazilandia y Uganda. En cuanto a los rinocerontes negros, Sudáfrica tiene 1.770; Namibia 1.750; Zimbabwe 422; Kenia 631 y el resto distribuido entre Malawi, Botswana, Tanzania y Zambia.
En todos los casos, de acuerdo a este organismo internacional, la tendencia de crecimiento ha sido positiva o se ha mantenido estable en el peor de los casos.
Esta mejora leve en el estado de la conservación de los rinocerontes, está lejos de poner fin al flagelo del furtivismo. Para tener una idea de la magnitud de la crisis, digamos que en lo que va de este año (hasta el mes de Septiembre), fueron matados 618 rinocerontes en Sudáfrica, acercándose peligrosamente a los 668 ejemplares sacrificados durante todo el año pasado. Sólo en 2013, han sido capturados 165 delincuentes en operaciones de lucha anti furtiva en ese país.

Dónde cazarlos en la actualidad
A pesar de este sombrío panorama, hoy en día aún es posible cazar rinocerontes en África, naturalmente de manera legal y con las licencias correspondientes emitidas por los gobiernos de cada país. La especie más común es el blanco. Sudáfrica y Namibia disponen de cuotas anuales con tasas de abate realmente caras. Se estima que en Sudáfrica se cazan unos 70 a 80 por año, mayormente en la provincia de Kwa Zulu-Natal. En cuanto a costos,
el rinoceronte es, sin dudas, la especie más cara de toda África. Y si el blanco es caro, el negro lo es mucho más. Si se obtiene el permiso respectivo, una cacería puede llegar a rondar los 200 mil dólares.
Sin ir más lejos, este año e
l Consejo de Ministros de Namibia aprobó la caza de cinco machos trofeo de rinocerontes negros, para ser cazados en cualquier momento y hasta el 2017. Estos ejemplares se encuentran en Mahango, el Parque Nacional Mangettil en el Kavango occidental, en el Waterberg Plateau Park, y en el Parque Namib Naukluft. Lo que se obtenga por el valor de las tasas de abate, se invertirá en el Fondo para la Conservación de la Fauna de ese país.  

La cacería 
La cacería del rinoceronte blanco en Sudáfrica o Namibia se da en cotos cercados o en reservas habilitadas exclusivamente. Se realizan siempre a pie, en horas diurnas y recechándolo. Si se maneja bien el viento, uno se puede ubicar muy cerca, ya que estos animales tienen una visión muy pobre. En cuanto al grado de dificultad, diría que es la misma que la que representa la caza del eland o la del kudú. Claro que ninguno de estos viene con riesgo de carga. Sus grandes huellas son fácilmente distinguibles, al igual que sus heces. Muchas veces se los encuentra en montes cerrados, lo que complica la evaluación del trofeo en el terreno, así como la claridad necesaria para el primer disparo.
El trofeo es obviamente el cuerno, que en realidad es una protuberancia pilosa, que da el nombre a la especie (rinoceronte significa cuerno en la nariz). Siempre es una tarea delicada para el cazador profesional juzgar la edad de un macho adulto. Sin embargo, las características del cuerno y la posibilidad de acercarse ayudan mucho en la evaluación final del trofeo.
Lo que se busca es siempre longitud de la cornamenta y ancho de la base. Ambas medidas son las establecidas además por los sistemas de medición actuales como el Safari Club Internacional y el Rowland Ward.
Este último divide a los rinocerontes de acuerdo a cada variedad. Así el récord de rinoceronte blanco del sur, lo tiene Sir William Gordon-Cumming, con un cuerno de 62 ¼ de pulgada cazado en Sudáfrica en 1898. En cuanto a la variedad del norte, el número uno lo tiene D.N Palios, con 50 1/8 cazado en el Este de África en 1933. En rinoceronte negro, el mayor registrado data del año 1902, y es el trofeo cazado en Kenia por K.V. Painter, que alcanzó las 53 ½ pulgada de longitud.

Cacería con dardos
Una opción que se abrió hace algunos años en Sudáfrica, fue la caza con dardos, o como se la conoce en  inglés “green hunt”. Esta modalidad  permite al cazador efectuar una cacería de rinoceronte utilizando un rifle con dardos anestésicos en lugar de munición viva. En este tipo de safaris, no sólo el cliente es acompañado por el cazador profesional sino también por un veterinario, que es el encargado de realizar los estudios necesarios al animal, de administrarle medicación y suplementos vitamínicos, o de colocar un localizador para programas de conservación.
La cacería es tan peligrosa como la tradicional. Es más, muchas veces tiene una complicación mayor, ya que no hay disparo de back up (o por lo menos no, hasta el último segundo imprescindible), y porque cada animal se comporta diferente respecto a la droga administrada.
Una vez sedado el rinoceronte, y mientras los veterinarios realizan su trabajo, el cazador se toma las fotos de rigor, se mide el trofeo, y se toma el molde de los cuernos para luego replicarlos en resina. Eso y las fotos, será todo lo que el cliente podrá llevarse de regreso a su casa. El animal, volverá a su ambiente como si nada hubiera pasado luego de que se le haya pasado el efecto de la anestesia.
Esta forma de cazar tuvo un discreto auge hace unos años, debido a que disminuía muchísimo el valor de un safari de rinoceronte. Sin embargo, en el 2011, comenzaron a escucharse críticas del ámbito académico que apuntaban directamente a la participación de los veterinarios en estas operaciones. Fue así que el Consejo de Veterinarios de Sudáfrica declaró que era una actividad que no se adecuaba a los parámetros éticos a los que deben someterse sus profesionales. Poco tiempo después, el Departamento de Asuntos Ambientales de ese país, prohibió la caza con dardos para cazadores deportivos, permitiéndola exclusivamente a veterinarios con fines profesionales de conservación y estudio. Hoy en día, es aún posible realizar este tipo de capturas en la provincia sudafricana de Eastern Cape. De todas maneras, y por lo cambiante de la legislación de fauna en Sudáfrica, mi sugerencia a la hora de decidirse por un safari así, es estar al tanto de las últimas regulaciones de fauna en cada una de las provincias de ese país.

Peligrosidad
Muchas veces se ha subestimado el grado de peligrosidad de esta especie. Es cierto que su caza no es difícil, una vez cara a cara, no se puede soslayar el mal humor intrínseco que tienen estos paquidermos. En la historia de los safaris hay muchas anécdotas de accidentes, muchas veces fatales. Una de ellas, le ocurrió a Kathleen Seth-Smith, -madre del reconocido cazador profesional Tony Seth-Smith. La joven, en ese momento, fue atacada por dos rinocerontes en 1926 en el Valle del Rift, uno de los cuales había sido herido por ella misma, cuando le disparó con su viejo doble Rigby .450NE.  Increíblemente pudo salvar su vida, matar finalmente al rinoceronte y auto evacuarse hasta el hospital de Nairobi. Todo un milagro. Otro accidente, menos afortunado esta vez, le ocurrió al legendario Charles Cottar. Fue en una cacería en Kenia en 1940, cuando un rinoceronte mimetizado entre los altos pastizales, lo cargó desde corta distancia. Su hijo acudió en su ayuda, matando al animal, pero nada pudo hacer para salvar la vida de su padre. El cuerno le había cortado una artería mayor. En menos de una hora, había fallecido bajo el cielo de su amada África. Cottar fue el primer cazador profesional estadounidense y el iniciador de una larga dinastía de profesionales de la caza mayor africana, que perdura hasta hoy día.
Para tener una idea de lo que una carga de rinoceronte significa, baste decir que su velocidad de carga promedio puede alcanzar los 50 km/hora, lo que es lo mismo que decir 14 metros en un segundo. En otras palabras, si el animal carga desde unos 20 metros, el tiempo mínimo para colocar el disparo en el cerebro es de poco menos de 2 segundos.

Armas y municiones
Por lo expuesto en cuanto a la peligrosidad de esta especie, las armas adecuadas para la cacería de esta especie, son esencialmente las mismas que las utilizadas para las demás especies peligrosas, es decir: dobles o rifles de acción a cerrojo. Nada más. Como las distancias serán seguramente muy cortas y muchas veces en medio de un monte bastante sucio, es aconsejable que el fusil tenga un cañón corto, y en lo posible con miras abiertas. A menos que se tenga algún problema específico de visión, la mira abierta es lo más recomendable para este lance. Naturalmente que para tener solvencia en su uso, el cazador deberá tener una gran familiaridad con este tipo de óptica.  
En materia de municiones, hay sólo una opción: puntas sólidas. El rinoceronte es un paquidermo, y hace honor a la denominación de su especie. Paquidermo significa piel gruesa. Además cuenta también con una densa y profunda capa muscular, que deberá ser atravesada para llegar finalmente a los órganos vitales. Aquí también, como en toda decisión que se tome al enfrentarse con un animal de extrema peligrosidad y alto costo económico, el cazador está obligado a utilizar la mejor munición que encuentre en el mercado. Las puntas sólidas de marcas reconocidas y de naturaleza Premium, como las Norma African PH o Kynoch, por nombrar solo dos, serán la mejor opción a utilizar. 

Los calibres
Partiendo del inefable y todo terreno 375 H&H Magnum, cualquier calibre mayor será adecuado para esta especie. Es decir, todo calibre que pueda ser manejado con soltura y familiaridad, sin “flinching” o miedo al retroceso, y que pueda ser efectivo en un segundo disparo rápido sin que deje despatarrado al tirador. En mi opinión, el 416 Rigby, otro clásico y versátil cartucho inglés es la mejor opción para el rinoceronte, especialmente por las características de penetración que posee. Otra excelente opción, también en 400 grains es el 404 Jeffery, tanto en su versión para cerrojo como para doble. Naturalmente que los calibres mayores, como el .458 Lott, o los de la gama de .500 también son aptos, si se los maneja adecuadamente, aunque poco versátiles, si se piensa combinar la caza del rinoceronte con otras especies de planicie.

El tiro
Como dijimos, las situaciones de cacería suelen provocar disparos de relativa corta distancia. En la aproximación y primer disparo, la postura de pie y en lo posible con ayuda de un apoyo, colaborará en la precisión necesaria para impactar en puntos vitales como corazón y pulmones. Si la cosa se complica y hay que enfrentar una carga, el disparo a brazo alzado y de pie será prácticamente la única opción que quede. En este sentido, recomiendo seriamente el entrenamiento previo al safari, utilizando con blancos móviles a velocidades reales, para lograr un desempeño adecuado con el arma. Aquí no sólo habrá que ser preciso al disparar al pequeño cerebro del animal, sino que también habrá que hacerlo con extrema rapidez. Un mínimo fallo en cualquiera de las dos variables, será sin dudas catastrófico. 

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