Por
Eber Gómez Berrade
A
menudo la cacería del leopardo es elegida como la primera oportunidad para
enfrentarse a las especies de caza peligrosa, exponiéndose a uno de los más
grandes desafíos que ofrece el continente negro. Una experiencia donde se pone
en juego la inteligencia, la estrategia y la paciencia del cazador versus la
sagacidad y la ferocidad de un predador temible.
La
cacería del leopardo, como se la realiza de manera tradicional, es decir con
cebos y apostado, puede parecer pasiva y hasta poco peligrosa en algunos casos.
Sin embargo, la realidad indica que es tremendamente activa y apasionante para aquel
que decida enfrentarse a este felino. Ya que desde el primer día de su safari,
el cazador se encontrará trabajando en la construcción de apostaderos, cazando
antílopes para usarlos de carnada y recorriendo kilómetros en busca del rastro
correcto. Sólo ahí podrá sentarse a esperar a que la presa aparezca. Y a partir
de ese momento, todo será adrenalina pura.
Leopardos en África
Sobre
ellos girará esta nota, a pesar de que existen algunas especies en Asia menor, algunos
países del sudeste asiático y Arabia. El leopardo africano es identificado como
Pantera pardus pardus, y para algunas
lenguas nativas, como ingwe, mbada y chui.
De
los felinos africanos es el que se ha adaptado mejor a prácticamente todas las
regiones del continente. Desde Egipto, Libia y Marruecos, hasta Namibia,
Botswana y Sudáfrica, pasando por los países del centro y este del continente.
A lo largo de estas regiones muy diferentes entre sí, la especie ha
desarrollado algunas diferencias en cuanto a tamaño y pigmentación de la piel. En
el este, por ejemplo, suelen ser más grandes y pesados que los del sur, pero en
el Camerún, son más pequeños y oscuros que sus congéneres australes, lo que en
esos casos les ayuda al mimetismo y la movilidad en medio de la selva cerrada.
Los
leopardos son solitarios, territoriales y viven aislados excepto en la época de
apareamiento. Esquivos como pocos, es muy difícil encontrarlos a plena luz del
día, a menos que estén en lugares realmente inhóspitos sin rastros de población
humana. En general se mueven, cazan y alimentan de noche, y eligen terrenos
rocosos como colinas, riscos o “kopjes” para guarecerse. Suelen utilizar las
ramas de los árboles para descansar durante el día o acechar alguna presa. Son
naturalmente carnívoros que se alimentan de antílopes pequeños y medianos,
cebras, primates y ganado común. Lo que los convierte en la pesadilla de muchos
granjeros africanos. Pueden pasar largo tiempo sin beber agua, ya que les son
suficientes los líquidos que capta de sus presas al alimentarse. Estas
características sumadas a la velocidad, fortaleza y ferocidad hacen que sean
magníficos cazadores.
El
leopardo macho puede llegar a medir de 60 a 70 cm. de porte, y a pesar entre 50
y 100 kilogramos. En líneas generales, los ejemplares más grandes provienen de
países como Tanzania o Mozambique. De hecho para el libro de records Rowland
Ward, el trofeo que encabeza el ranking es el cazado en 1957 por V. Neamand en
Tanzania, cuyo cráneo midió 11 pulgadas de largo por 8 de ancho. En cuanto a
cantidad de ejemplares por kilómetro cuadrado, es Namibia el país que cuenta
con mayor tasa demográfica del continente, particularmente en las áreas de
Bushmanland y Etosha.
El trofeo
De
acuerdo a los sistemas de medición actuales, el trofeo se registra mediante las
medidas del cráneo en su largo y ancho. Es el mismo sistema que los usados para
todas las demás especies de carnívoros. El cálculo de esta medición es
extremadamente difícil para realizarlo en el campo, más precisamente desde un
apostadero. Por esa razón, el cazador profesional deberá juzgar el tamaño completo
del animal y su edad aproximada. Hoy en día, muchos países africanos han
establecido -como lo han hecho con los leones- un mínimo etario de 6 años para
que el ejemplar sea considerado trofeo y pueda ser exportado al país del
cliente del safari.
Al
momento de juzgar el trofeo, se busca siempre que sea macho, aunque sea legal
la cacería de hembras, ya que la diferencia de peso y porte entre ambos géneros
es considerable. De hecho, en la etapa de búsqueda e identificación de huellas,
el profesional se centrará en aquellas que provengan de un animal grande, en la esperanza de que además, tenga
también la edad mínima para convertirse
en un trofeo legal.
Estos
requerimientos deben ser tenidos muy en cuenta en el safari, ya que de
infringir alguna de estas condiciones, las autoridades le cancelarán inmediatamente
el permiso de exportación al cazador extranjero. Como ejemplo, baste recordar
que hace un año en Namibia, se cazaron 350 leopardos, -que es la cantidad
máxima establecida por CITES para ese país-, y luego de la verificación de las autoridades
del Ministerio de Medio Ambiente y Turismo, sólo 13 leopardos pudieron ser
exportados a sus propietarios en el extranjero. El resto de los permisos fue
denegado por haberse verificado violaciones a la Ley de Fauna, como haberlos
cazado de noche o por haber sido ejemplares jóvenes en etapa reproductiva.
Dónde encontrarlos
Los
países que actualmente tienen habilitada la caza del leopardo son Camerún,
República Centro Africana, Etiopía, Tanzania, Mozambique, Zimbabwe, Sudáfrica y
Namibia. Zambia ha sido históricamente un excelente lugar para la cacería de
los grandes felinos, pero existe en este momento una disposición del gobierno de
ese país que ha suspendido la caza de león y leopardo durante el año 2013. En
cuanto a las áreas de cacería, las mejores están en las proximidades del Lago
Natron, el monte Kitumbeini y la Reserva de Caza Selous en Tanzania; la Reserva
de Caza Niassa en Mozambique; la región del Kafue y el valle del Luangwa en
Zambia; y Bushmanland y Etosha en Namibia.
La cacería
tradicional
La
caza del leopardo es esencialmente al acecho, desde un apostadero. Como dije
anteriormente, al ser animales muy tímidos y esquivos, son extremadamente
difíciles de ver durante el día, por lo tanto el rececho queda prácticamente
descartado, a menos que se haga uso de perros para su captura. En este sentido,
las legislaciones de los países que cuentan en la actualidad con licencias disponibles
son variadas y han sufrido numerosas modificaciones durante los últimos años.
Existen países donde es posible la persecución diurna con jaurías de perros, o
la cacería nocturna desde apostaderos con el uso de luz artificial, como puede
hacerse en Zimbabwe y Sudáfrica por ejemplo. Otros, en cambio, en los que estas
dos modalidades están totalmente prohibidas, pudiéndoselo cazar exclusivamente
de día y apostado como sucede en Namibia y Tanzania.
Los
safaris de leopardo suelen tener una duración máxima de 15 días. Muchas veces,
los outfitters locales, colocan cebos algunas semanas antes de que llegue el
cazador al campamento. Otras veces, mantienen cebados apostaderos durante todo
el año para acostumbrar a los leopardos a un determinado lugar. Cualquiera sea
la opción elegida, al comienzo del safari, el cazador deberá obtener más carne
para alimentar los apostaderos. Las presas más apetitosas para estos felinos
son las cebras, que al tener bastante grasa, duran más tiempo como carnada. Otras
especies adecuadas son el eland, los oryx y otros antílopes grandes, ya que el
voraz apetito de un leopardo no se conformará con una simple patita de impala.
Una
vez colocados los cebos, que en general suelen ser varios, dispuestos a muchos
kilómetros unos de otros, comienza la tarea de visitarlos en busca de rastros
frescos. En algunas granjas suelen colocarse cámaras espías que ayudan a esta
tarea, identificando los animales que se acercan a comer. Esta actividad puede
llevar varios días, hasta que finalmente se da con las huellas adecuadas, es
decir, de un ejemplar grande. A partir de ahí, comenzará la instalación del
apostadero a una distancia de entre 60 y 100 metros, ubicado en lo posible con
el sol de espalda y el viento en contra. Recién a partir de ese momento empieza
la espera, que deberá ser en el más absoluto silencio, debido al finísimo
sentido del oído que tiene este felino. Una vez que el “gato” aparezca en el
cebo, será tarea del profesional la evaluación del trofeo. Si la suerte
acompaña y lo que está comiendo es un ejemplar grande y suficientemente adulto
como para ser exportado, la orden de “dispare” será lo que inmediatamente escuchará
el afortunado cazador.
A
partir de ese preciso instante, se abre otro capítulo de esta cacería. Si se
hicieron todos los deberes previos al safari, si se conocían a la perfección
los puntos de impacto en distintas posiciones, si el rifle estaba calibrado
exactamente a la distancia en la que está el cebo, y si el disparo fue certero,
entonces el animal habrá caído fulminado sobre la base del árbol donde estaba
la carnada.
Ahora,
si falló alguna de estas variables, el sueño de dar caza a unos de los Cinco
Grandes más feroces del planeta, corre el riesgo de convertirse rápidamente en
una terrible pesadilla, tanto para el cazador como para el profesional. Entrar
al monte a buscar un leopardo herido es una de las tareas más peligrosas a la
que se enfrenta un cazador profesional y su cliente. Si todo sale bien, encontrarán
el animal muerto cerca de donde fue herido, sino es muy probable que enfrenten
una carga directa. Es en este punto, donde se evidencia el alto nivel de
peligrosidad de esta especie.
Peligrosidad
Una
de las características para evaluar el nivel de peligrosidad del leopardo, es
la velocidad de ataque que desarrolla en línea recta y que puede alcanzar los de
80 km/h. Para tener una idea cabal de de lo que esto significa, pensemos que en
el momento de una carga, recorrerá unos 20 metros en un segundo y los últimos 5
metros en exactamente la mitad de ese tiempo. Esta velocidad de ataque lo
convierte en la más rápida de las especies de caza peligrosa de África. Sumado
a esto, se debe considerar su contextura física, el manejo letal de sus garras
y colmillos, y la capacidad mimética que dificulta su localización. A
diferencia del león, no ruge antes de cargar, lo que complica aún más la
situación. Si bien suceden anualmente varios accidentes con esta especie, pocos
son mortales, pero siempre terminan con el damnificado en el hospital más
cercano.
La
peligrosidad de esta especie, está dada no sólo por los accidentes producto de
la cacería deportiva, sino también entre pobladores locales. Para ilustrar esta
situación vale decir que de acuerdo a la Central de Estadísticas
Medioambientales de Botswana, se registraron en ese país unos 2643 ataques de
leopardo a seres humanos en el transcurso de los años 2009 a 2011. Esta cifra
supera a los incidentes registrados de leones y elefantes a la población nativa
y a su ganado durante el mismo período.
Armas, calibres y
municiones
La
elección adecuada del arma es una cuestión fundamental para quien se enfrente a
cualquiera de las especies peligrosas. El leopardo no es una excepción. Sin
embargo, se puede diferenciar dos etapas relacionadas con las armas en el
proceso de la cacería. En primer lugar, el uso del rifle desde el apostadero.
Para ello, cualquier sistema es adecuado, ya sea de cerrojo, monotiro o doble.
En cualquiera de estos casos, es casi indispensable el uso de una mira
telescópica de buena calidad para ubicar el tiro con una precisión casi
quirúrgica. En esta etapa, el cazador tendrá la chance de disparar sólo una
vez. Si la cosa, no funcionó como se esperaba, y el leopardo escapó herido, la
situación de disparo cambiará radicalmente. Allí solo hay lugar para los sistemas
de cerrojo o de rifles doble. El profesional, seguramente tendrá uno de estos fusiles
que usara como respaldo o back up.
Es
una costumbre difundida en algunos países de África, que el guía utilice una
escopeta con postas para internarse en el monte a buscar un felino herido, e
incluso he visto a algunos que llevan un arma corta para usar en caso de ser
“abrazado” por la fiera. Lo cierto es que como dice el dicho “cada maestrito
con su librito”, hay teorías que descartan de cuajo el uso de escopetas, y
mucho menos de revólveres por parte de los profesionales. Un maestro de
cazadores profesionales del que tuve el honor de ser alumno, no perdía
oportunidad de explicar por qué no se debe utilizar una escopeta, basándose en
las gráficas de energía comparada entre postas y balas de grueso calibre. Para
él, el arma típica de back up es y debe ser el rifle doble. El problema, como
uno puede imaginarse, es que no muchos guías profesionales pueden disponer de
tan costosa herramienta.
En
cuanto a calibres, en varios países africanos se requiere un mínimo legal para
la caza de especies peligrosas, medido en términos de energía. La base suele
ser el 375 H&H Magnum como dijimos en varias oportunidades, sin embargo hay
también otros países en donde el leopardo tiene un estatus intermedio entre las
especies de planicie y las peligrosas, y donde no rige el mínimo legal. En esos
casos, de todas maneras, el cazador no debería considerar nada debajo de un 7 Rem
Mg. o 300 Win. Mg.
Una
vez, más el venerable 375 H&H con munición de 270 grains resulta ser un
instrumento más que adecuado para esta cacería. Irse más arriba, con calibres
superiores tampoco es muy aconsejable debido al riesgo de adoptar el temido
“flinching” o miedo al retroceso, que puede ser perjudicial en un tiro de
absoluta precisión como es el del apostadero. Naturalmente como calibre de
apoyo, lo opuesto es lo recomendable, es decir usar suficiente calibre para
detener inmediatamente una carga a pocos pasos. Para esto los profesionales
suelen usar el 458 Win. Mg, el 416 Rigby, algún 500 en rifles de cerrojo, el
470NE o algún profesional afortunado que disponga de 577NE como arma de
cabecera.
Los
leopardos son animales de piel suave, así que la punta a usar debe ser blanda
de expansión controlada. Naturalmente como siempre menciono, la de mejor
calidad que pueda conseguirse en el mercado. Pero aquí lo fundamental, es
-además de la marca y la calidad- el que se utilice siempre la misma munición,
tanto para el entrenamiento previo al safari, para la regulación de la mira en
el campamento, para la calibración a la distancia exacta desde el apostadero
hasta la carnada, y por supuesto para el disparo final. A mi criterio, el estar
absolutamente familiarizado con la curva balística de la munición elegida (de
igual manera que con el binomio rifle-mira telescópica), es de capital
importancia para abatir a la pieza de un solo y letal disparo.
Como
dije, el proceso de tiro puede darse en dos etapas. La primera, cómodamente
sentado, desde la seguridad del apostadero. Para esto, el cazador seguramente
habrá de practicar con una serie de disparos en el polígono del campamento,
utilizando el asiento con el apoyo y replicando las mismas posturas y
condiciones que encontrará en el campo. En general, la manera de sostener el
rifle, suele ser con un trípode, a través de una cuerda colgada en el
apostadero donde descanse la culata o la chimaza del arma, o un apoyo adosado
al sillón del tirador. No hay mucho secreto en esta forma de tiro, que es más
de estilo “bench rest” que de cacería.
Luego
de esto y una vez elegido el lugar del apostadero y colocada la carnada, es
recomendable medir exactamente la distancia de disparo con el telémetro, y
luego de vuelta en el campamento regular a “mosca” el rifle a esa misma
distancia en el polígono de práctica.
En
caso de una carga, el tiro será muy probablemente de pie, ya que no habrá
tiempo de arrodillarse y de una manea casi instintiva. Como último recurso, el
profesional deberá instruir al cliente -antes de comenzar el safari- sobre las
técnicas de disparo cercano en caso de que el animal esté sobre el guía o
alguno de los miembros de la partida de caza, de manera de evitar un daño mayor
a la vida humana. En una cacería peligrosa de este tipo, todas las previsiones
que se tomen para evitar riesgos estarán por demás justificadas.
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