viernes, 7 de febrero de 2014

Leopardo - Rápido y furioso



Por Eber Gómez Berrade

A menudo la cacería del leopardo es elegida como la primera oportunidad para enfrentarse a las especies de caza peligrosa, exponiéndose a uno de los más grandes desafíos que ofrece el continente negro. Una experiencia donde se pone en juego la inteligencia, la estrategia y la paciencia del cazador versus la sagacidad y la ferocidad de un predador temible.   

La cacería del leopardo, como se la realiza de manera tradicional, es decir con cebos y apostado, puede parecer pasiva y hasta poco peligrosa en algunos casos. Sin embargo, la realidad indica que es tremendamente activa y apasionante para aquel que decida enfrentarse a este felino. Ya que desde el primer día de su safari, el cazador se encontrará trabajando en la construcción de apostaderos, cazando antílopes para usarlos de carnada y recorriendo kilómetros en busca del rastro correcto. Sólo ahí podrá sentarse a esperar a que la presa aparezca. Y a partir de ese momento, todo será adrenalina pura.

Leopardos en África
Sobre ellos girará esta nota, a pesar de que existen algunas especies en Asia menor, algunos países del sudeste asiático y Arabia. El leopardo africano es identificado como Pantera pardus pardus, y para algunas lenguas nativas, como ingwe, mbada y chui.
De los felinos africanos es el que se ha adaptado mejor a prácticamente todas las regiones del continente. Desde Egipto, Libia y Marruecos, hasta Namibia, Botswana y Sudáfrica, pasando por los países del centro y este del continente. A lo largo de estas regiones muy diferentes entre sí, la especie ha desarrollado algunas diferencias en cuanto a tamaño y pigmentación de la piel. En el este, por ejemplo, suelen ser más grandes y pesados que los del sur, pero en el Camerún, son más pequeños y oscuros que sus congéneres australes, lo que en esos casos les ayuda al mimetismo y la movilidad en medio de la selva cerrada.
Los leopardos son solitarios, territoriales y viven aislados excepto en la época de apareamiento. Esquivos como pocos, es muy difícil encontrarlos a plena luz del día, a menos que estén en lugares realmente inhóspitos sin rastros de población humana. En general se mueven, cazan y alimentan de noche, y eligen terrenos rocosos como colinas, riscos o “kopjes” para guarecerse. Suelen utilizar las ramas de los árboles para descansar durante el día o acechar alguna presa. Son naturalmente carnívoros que se alimentan de antílopes pequeños y medianos, cebras, primates y ganado común. Lo que los convierte en la pesadilla de muchos granjeros africanos. Pueden pasar largo tiempo sin beber agua, ya que les son suficientes los líquidos que capta de sus presas al alimentarse. Estas características sumadas a la velocidad, fortaleza y ferocidad hacen que sean magníficos cazadores.   
El leopardo macho puede llegar a medir de 60 a 70 cm. de porte, y a pesar entre 50 y 100 kilogramos. En líneas generales, los ejemplares más grandes provienen de países como Tanzania o Mozambique. De hecho para el libro de records Rowland Ward, el trofeo que encabeza el ranking es el cazado en 1957 por V. Neamand en Tanzania, cuyo cráneo midió 11 pulgadas de largo por 8 de ancho. En cuanto a cantidad de ejemplares por kilómetro cuadrado, es Namibia el país que cuenta con mayor tasa demográfica del continente, particularmente en las áreas de Bushmanland y Etosha.

El trofeo
De acuerdo a los sistemas de medición actuales, el trofeo se registra mediante las medidas del cráneo en su largo y ancho. Es el mismo sistema que los usados para todas las demás especies de carnívoros. El cálculo de esta medición es extremadamente difícil para realizarlo en el campo, más precisamente desde un apostadero. Por esa razón, el cazador profesional deberá juzgar el tamaño completo del animal y su edad aproximada. Hoy en día, muchos países africanos han establecido -como lo han hecho con los leones- un mínimo etario de 6 años para que el ejemplar sea considerado trofeo y pueda ser exportado al país del cliente del safari.
Al momento de juzgar el trofeo, se busca siempre que sea macho, aunque sea legal la cacería de hembras, ya que la diferencia de peso y porte entre ambos géneros es considerable. De hecho, en la etapa de búsqueda e identificación de huellas, el profesional se centrará en aquellas que provengan de un animal  grande, en la esperanza de que además, tenga también la edad mínima para  convertirse en un trofeo legal. 
Estos requerimientos deben ser tenidos muy en cuenta en el safari, ya que de infringir alguna de estas condiciones, las autoridades le cancelarán inmediatamente el permiso de exportación al cazador extranjero. Como ejemplo, baste recordar que hace un año en Namibia, se cazaron 350 leopardos, -que es la cantidad máxima establecida por CITES para ese país-, y luego de la verificación de las autoridades del Ministerio de Medio Ambiente y Turismo, sólo 13 leopardos pudieron ser exportados a sus propietarios en el extranjero. El resto de los permisos fue denegado por haberse verificado violaciones a la Ley de Fauna, como haberlos cazado de noche o por haber sido ejemplares jóvenes en etapa reproductiva.  

Dónde encontrarlos
Los países que actualmente tienen habilitada la caza del leopardo son Camerún, República Centro Africana, Etiopía, Tanzania, Mozambique, Zimbabwe, Sudáfrica y Namibia. Zambia ha sido históricamente un excelente lugar para la cacería de los grandes felinos, pero existe en este momento una disposición del gobierno de ese país que ha suspendido la caza de león y leopardo durante el año 2013. En cuanto a las áreas de cacería, las mejores están en las proximidades del Lago Natron, el monte Kitumbeini y la Reserva de Caza Selous en Tanzania; la Reserva de Caza Niassa en Mozambique; la región del Kafue y el valle del Luangwa en Zambia; y Bushmanland y Etosha en Namibia.

La cacería tradicional
La caza del leopardo es esencialmente al acecho, desde un apostadero. Como dije anteriormente, al ser animales muy tímidos y esquivos, son extremadamente difíciles de ver durante el día, por lo tanto el rececho queda prácticamente descartado, a menos que se haga uso de perros para su captura. En este sentido, las legislaciones de los países que cuentan en la actualidad con licencias disponibles son variadas y han sufrido numerosas modificaciones durante los últimos años. Existen países donde es posible la persecución diurna con jaurías de perros, o la cacería nocturna desde apostaderos con el uso de luz artificial, como puede hacerse en Zimbabwe y Sudáfrica por ejemplo. Otros, en cambio, en los que estas dos modalidades están totalmente prohibidas, pudiéndoselo cazar exclusivamente de día y apostado como sucede en Namibia y Tanzania.
Los safaris de leopardo suelen tener una duración máxima de 15 días. Muchas veces, los outfitters locales, colocan cebos algunas semanas antes de que llegue el cazador al campamento. Otras veces, mantienen cebados apostaderos durante todo el año para acostumbrar a los leopardos a un determinado lugar. Cualquiera sea la opción elegida, al comienzo del safari, el cazador deberá obtener más carne para alimentar los apostaderos. Las presas más apetitosas para estos felinos son las cebras, que al tener bastante grasa, duran más tiempo como carnada. Otras especies adecuadas son el eland, los oryx y otros antílopes grandes, ya que el voraz apetito de un leopardo no se conformará con una simple patita de impala.
Una vez colocados los cebos, que en general suelen ser varios, dispuestos a muchos kilómetros unos de otros, comienza la tarea de visitarlos en busca de rastros frescos. En algunas granjas suelen colocarse cámaras espías que ayudan a esta tarea, identificando los animales que se acercan a comer. Esta actividad puede llevar varios días, hasta que finalmente se da con las huellas adecuadas, es decir, de un ejemplar grande. A partir de ahí, comenzará la instalación del apostadero a una distancia de entre 60 y 100 metros, ubicado en lo posible con el sol de espalda y el viento en contra. Recién a partir de ese momento empieza la espera, que deberá ser en el más absoluto silencio, debido al finísimo sentido del oído que tiene este felino. Una vez que el “gato” aparezca en el cebo, será tarea del profesional la evaluación del trofeo. Si la suerte acompaña y lo que está comiendo es un ejemplar grande y suficientemente adulto como para ser exportado, la orden de “dispare” será lo que inmediatamente escuchará el afortunado cazador.
A partir de ese preciso instante, se abre otro capítulo de esta cacería. Si se hicieron todos los deberes previos al safari, si se conocían a la perfección los puntos de impacto en distintas posiciones, si el rifle estaba calibrado exactamente a la distancia en la que está el cebo, y si el disparo fue certero, entonces el animal habrá caído fulminado sobre la base del árbol donde estaba la carnada.
Ahora, si falló alguna de estas variables, el sueño de dar caza a unos de los Cinco Grandes más feroces del planeta, corre el riesgo de convertirse rápidamente en una terrible pesadilla, tanto para el cazador como para el profesional. Entrar al monte a buscar un leopardo herido es una de las tareas más peligrosas a la que se enfrenta un cazador profesional y su cliente. Si todo sale bien, encontrarán el animal muerto cerca de donde fue herido, sino es muy probable que enfrenten una carga directa. Es en este punto, donde se evidencia el alto nivel de peligrosidad de esta especie.

Peligrosidad
Una de las características para evaluar el nivel de peligrosidad del leopardo, es la velocidad de ataque que desarrolla en línea recta y que puede alcanzar los de 80 km/h. Para tener una idea cabal de de lo que esto significa, pensemos que en el momento de una carga, recorrerá unos 20 metros en un segundo y los últimos 5 metros en exactamente la mitad de ese tiempo. Esta velocidad de ataque lo convierte en la más rápida de las especies de caza peligrosa de África. Sumado a esto, se debe considerar su contextura física, el manejo letal de sus garras y colmillos, y la capacidad mimética que dificulta su localización. A diferencia del león, no ruge antes de cargar, lo que complica aún más la situación. Si bien suceden anualmente varios accidentes con esta especie, pocos son mortales, pero siempre terminan con el damnificado en el hospital más cercano.
La peligrosidad de esta especie, está dada no sólo por los accidentes producto de la cacería deportiva, sino también entre pobladores locales. Para ilustrar esta situación vale decir que de acuerdo a la Central de Estadísticas Medioambientales de Botswana, se registraron en ese país unos 2643 ataques de leopardo a seres humanos en el transcurso de los años 2009 a 2011. Esta cifra supera a los incidentes registrados de leones y elefantes a la población nativa y a su ganado durante el mismo período. 

Armas, calibres y municiones
La elección adecuada del arma es una cuestión fundamental para quien se enfrente a cualquiera de las especies peligrosas. El leopardo no es una excepción. Sin embargo, se puede diferenciar dos etapas relacionadas con las armas en el proceso de la cacería. En primer lugar, el uso del rifle desde el apostadero. Para ello, cualquier sistema es adecuado, ya sea de cerrojo, monotiro o doble. En cualquiera de estos casos, es casi indispensable el uso de una mira telescópica de buena calidad para ubicar el tiro con una precisión casi quirúrgica. En esta etapa, el cazador tendrá la chance de disparar sólo una vez. Si la cosa, no funcionó como se esperaba, y el leopardo escapó herido, la situación de disparo cambiará radicalmente. Allí solo hay lugar para los sistemas de cerrojo o de rifles doble. El profesional, seguramente tendrá uno de estos fusiles que usara como respaldo o back up.
Es una costumbre difundida en algunos países de África, que el guía utilice una escopeta con postas para internarse en el monte a buscar un felino herido, e incluso he visto a algunos que llevan un arma corta para usar en caso de ser “abrazado” por la fiera. Lo cierto es que como dice el dicho “cada maestrito con su librito”, hay teorías que descartan de cuajo el uso de escopetas, y mucho menos de revólveres por parte de los profesionales. Un maestro de cazadores profesionales del que tuve el honor de ser alumno, no perdía oportunidad de explicar por qué no se debe utilizar una escopeta, basándose en las gráficas de energía comparada entre postas y balas de grueso calibre. Para él, el arma típica de back up es y debe ser el rifle doble. El problema, como uno puede imaginarse, es que no muchos guías profesionales pueden disponer de tan costosa herramienta.
En cuanto a calibres, en varios países africanos se requiere un mínimo legal para la caza de especies peligrosas, medido en términos de energía. La base suele ser el 375 H&H Magnum como dijimos en varias oportunidades, sin embargo hay también otros países en donde el leopardo tiene un estatus intermedio entre las especies de planicie y las peligrosas, y donde no rige el mínimo legal. En esos casos, de todas maneras, el cazador no debería considerar nada debajo de un 7 Rem Mg. o 300 Win. Mg.
Una vez, más el venerable 375 H&H con munición de 270 grains resulta ser un instrumento más que adecuado para esta cacería. Irse más arriba, con calibres superiores tampoco es muy aconsejable debido al riesgo de adoptar el temido “flinching” o miedo al retroceso, que puede ser perjudicial en un tiro de absoluta precisión como es el del apostadero. Naturalmente como calibre de apoyo, lo opuesto es lo recomendable, es decir usar suficiente calibre para detener inmediatamente una carga a pocos pasos. Para esto los profesionales suelen usar el 458 Win. Mg, el 416 Rigby, algún 500 en rifles de cerrojo, el 470NE o algún profesional afortunado que disponga de 577NE como arma de cabecera.  
Los leopardos son animales de piel suave, así que la punta a usar debe ser blanda de expansión controlada. Naturalmente como siempre menciono, la de mejor calidad que pueda conseguirse en el mercado. Pero aquí lo fundamental, es -además de la marca y la calidad- el que se utilice siempre la misma munición, tanto para el entrenamiento previo al safari, para la regulación de la mira en el campamento, para la calibración a la distancia exacta desde el apostadero hasta la carnada, y por supuesto para el disparo final. A mi criterio, el estar absolutamente familiarizado con la curva balística de la munición elegida (de igual manera que con el binomio rifle-mira telescópica), es de capital importancia para abatir a la pieza de un solo y letal disparo.

El tiro
Como dije, el proceso de tiro puede darse en dos etapas. La primera, cómodamente sentado, desde la seguridad del apostadero. Para esto, el cazador seguramente habrá de practicar con una serie de disparos en el polígono del campamento, utilizando el asiento con el apoyo y replicando las mismas posturas y condiciones que encontrará en el campo. En general, la manera de sostener el rifle, suele ser con un trípode, a través de una cuerda colgada en el apostadero donde descanse la culata o la chimaza del arma, o un apoyo adosado al sillón del tirador. No hay mucho secreto en esta forma de tiro, que es más de estilo “bench rest” que de cacería.
Luego de esto y una vez elegido el lugar del apostadero y colocada la carnada, es recomendable medir exactamente la distancia de disparo con el telémetro, y luego de vuelta en el campamento regular a “mosca” el rifle a esa misma distancia en el polígono de práctica.
En caso de una carga, el tiro será muy probablemente de pie, ya que no habrá tiempo de arrodillarse y de una manea casi instintiva. Como último recurso, el profesional deberá instruir al cliente -antes de comenzar el safari- sobre las técnicas de disparo cercano en caso de que el animal esté sobre el guía o alguno de los miembros de la partida de caza, de manera de evitar un daño mayor a la vida humana. En una cacería peligrosa de este tipo, todas las previsiones que se tomen para evitar riesgos estarán por demás justificadas.



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