Por
Eber Gómez Berrade
La belleza y majestuosidad del león africano, lo
ha convertido en un símbolo de la relación entre el hombre y la vida salvaje.
Para algunas culturas, su caza es la ceremonia de iniciación en la cual
un joven guerrero ingresa al mundo de los hombres. Para nosotros, un ícono de peligrosidad y aventura, que
-aún hoy- hace temblar de emoción a todo aquel que tenga la fortuna de
enfrentar en un duelo a muerte, al rey coronado del continente negro.
Tierra de leones
Los
zulúes de Sudáfrica le llaman Ingonyama; los masai de Tanzania, ol-ngatuny; los
kikuyus de Kenia, morodi; los hereros de Namibia, o-ngeama y tal vez el nombre
nativo más conocido sea el de simba en swahili, la lengua franca hablada en el
este de África. Para la ciencia, el nombre del rey de la selva es Panthera Leo.
Desde
el punto de vista cinegético, no existen subespecies clasificadas, aunque hay
diversidad de opiniones científicas sobre algunas alteraciones genéticas
menores ocurridas en ejemplares de distintas regiones del continente. Sin
embargo hay una raza de león en las selvas de Abardare, en Kenia, que es considerablemente
diferente al resto. Estos animales son un poco más pequeños, el pelaje en el
lomo es más oscuro y prácticamente no tienen melena. Los nativos kikuyus lo
llaman “morozi”, y lo diferencian de los leones comunes y de los leopardos.
En
algún momento se llegó a especular con la idea de que los leones cebados con carne
humana, como los de la historia de Tsavo a fines del siglo XIX, podrían ser
parte de una particular subespecie, ya que tenían un denominador común que era
la poca melena y un cuerpo más pequeño. Nada de esto tuvo luego basamento
científico, llegándose a la conclusión de que ese comportamiento estaba
íntimamente relacionado con el medio ambiente donde se desarrollaron.
Lo
cierto que esta especie tiene una amplia distribución que va desde el sur del
desierto del Sahara, Camerún, algunos países del centro y oeste de África, el
norte y centro de Namibia, Botswana, Sudáfrica, Mozambique, Zambia y Tanzania. Se
estima que en la actualidad existen unos 30.000 leones en todo el continente.
Son
los felinos más grandes luego del tigre asiático. Los machos de la especie
llegan a pesar unos 250 kilos en promedio, alcanzando una altura de 120 cm. La
diferencia genérica se evidencia en que los machos son más grandes que las
hembras, y a diferencia de éstas, poseen melena. Son gregarios, territoriales y
se alimentan de un amplio espectro de herbívoros, mayormente antílopes y hasta
búfalos, a los que cazan en cooperación con otros leones de la manada. Los
ejemplares en libertad, alcanzan los 14 años de vida.
El trofeo
Los
libros de récords concuerdan en categorizar como trofeo al tamaño total del
cráneo medido en su largo y su ancho. Tanto los sistemas del Rowland Ward como
el Safari Club Internacional concuerdan con asignarle los métodos de medición
para carnívoros (los mismos que para el oso, por ejemplo). Sin embargo, es un
hecho que tradicionalmente para el criterio estético del cazador, el trofeo ha
sido siempre el tamaño y el color de la melena.
No
hace mucho en estas mismas páginas, me referí a este debate que se da en
círculos académicos internacionales, y que plantea una revisión del concepto de
lo que debe ser un trofeo de caza. En el caso del león esta discusión no puede
estar más vigente, ya que existen ejemplares con maravillosas melenas o grandes
cráneos, que pueden ser jóvenes aún y estén en plena capacidad reproductiva. Cazarlos
sería regresivo desde el punto de vista genético, lo que implicaría atentar
contra el principio fundamental de conservación de la fauna silvestre. Por otra
parte, los machos adultos que se encuentran en libertad y han sobrevivido a una
edad avanzada, son los que menos melena les queda, y los que tienen la piel más
deteriorada, precisamente por la gran cantidad de batallas que seguramente
debieron afrontar a lo largo de su vida. Estos ejemplares son -según mi opinión-
los mejores trofeos que puede anhelar un deportista, aunque paradójicamente,
sean los menos llamativos desde un criterio estético. En muchos países, el mínimo requerido para
que un adulto sea considerado trofeo es de 6 años de edad. Sólo una vez
comprobado esto, las autoridades permitirán la exportación del mismo.
Juzgar
la edad de un macho de león adulto no es una tarea fácil, y queda naturalmente
siempre en manos del cazador profesional. Para eso se deben evaluar
características morfológicas como altura, peso, colmillos, melena y rango de
pigmentación de la nariz, así como parámetros de comportamiento asociados a la
vida en manada y de competencia entre pares.
En
el primer puesto del ranking del libro Rowland Ward está el león cazado en
Sudáfrica, por I. Mackenzie en la antigua provincia fronteriza del Transvaal
Oriental, (hoy denominada Mpumalanga) en 1968, cuyo cráneo midió 18 ¼ pulgadas
de largo y 10 ½ pulgadas de ancho, dando una puntuación total de 28 ¾ de
pulgada.
Donde cazarlos
En
la actualidad se pueden cazar leones en Camerún, República Central Africana, Tanzania,
Mozambique, Zimbabwe, Namibia y Sudáfrica. En menor medida, también suele haber
licencias disponibles en Benin, Burkina Fasso y Etiopía. Botswana ha sido un
destino tradicional, pero lamentablemente la cacería de estos felinos fue
prohibida hace algunos años por el actual gobierno. En Zambia acaba de suceder
algo parecido, donde el gobierno suspendió la cacería deportiva durante el
presente año. En 2014 se deberá evaluar
nuevamente la posibilidad de permitirla, de acuerdo a censos y estudios
específicos que se están llevando a cabo en estos momentos.
Las
mejores áreas en este país son el Kafue, al oeste y en el valle del Luangwa al
este. En ambas áreas suelen ofrecerse combos de león y leopardo o león y
búfalo, así como también permite al cazador combinar la caza peligrosa con la
de planicie, buscando los antílopes endémicos de Zambia como diversos lechwes y
sitatunga. Veremos que sucede el año entrante.
Tanzania
también está a la cabeza de la lista en cuanto a cantidad y calidad de trofeos.
Las mejores áreas están en Rungwa al centro, Inyonga al oeste y los idílicos Kilombero
y el Selous al sudeste. Aquí también el cazador puede encontrar combinaciones
que incluyan león y búfalo o leopardo con duraciones de safaris que promedian
los 18 días.
Mozambique
cuenta con una muy buena población de leones en la gran Reserva Niassa, ubicada
al norte del país. Allí, en un escenario que parece extraído de las páginas de
“El Mundo Perdido” de Conan Doyle, y famoso por la calidad de los marfiles de
los elefantes, se encuentran numerosas manadas de leones de muy buena calidad,
en safaris que requieren un mínimo de 18 días de cacería.
En
Namibia, el área de mayor concentración de leones en libertad está en Etosha.
Allí se pueden encontrar los seductores leones de melena negra, sin embargo, el
gobierno de ese país emite muy pocas licencias de caza por año, por lo que es
algo difícil lograr estos trofeos si no se planifica con bastante tiempo de
anticipación. Una alternativa que ofrece este país, a un costo y duración menor
de lo que se establece para un león trofeo, es lo que se denomina programa de
control de animales problemáticos (Problem Animal Control). Estas licencias
especiales se emiten de urgencia cuando un felino irrumpe en una aldea o en una
granja agropecuaria y se requiere su eliminación. Estos permisos son difíciles
de conseguir y no permiten mucho tiempo para la planificación de la cacería.
Un
destino no muy frecuente pero muy interesante, es Camerún. El norte de ese país
del África central, está formado por sabanas que albergan a poblaciones de
leones en libertad de muy buena calidad aunque no en la cantidad que hay en
Tanzania o Zambia. Aquí también suelen ofrecerse combinaciones muy atractivas,
en este caso de león y eland gigante de Lord Derby a un costo sensiblemente
menor al de Tanzania, Mozambique o Namibia. Una opción para tener en cuenta
para aquellos que ya han recorrido ampliamente las latitudes australes del
continente.
La
República Centro Africana tiene una geografía similar a la sabana de Camerún,
sin embargo no lo recomiendo como destino de safaris en general, luego del
golpe de estado sucedido en Marzo último, cuando fuerzas rebeldes violaron un
alto el fuego con las tropas gubernamentales.
En
Zimbabwe las mejores áreas de caza de leones han sido el valle del Zambezi,
Nyaksanga y Bubi Valley, pero la presente situación social económica, según mi criterio descarta a ese
país como destino turístico por el momento.
Los leones de Sudáfrica
La
cacería de león en Sudáfrica merece un capítulo aparte. Esto es así debido a
que desde hace algunos años, este país implementó la cría de leones para su cacería,
lo que generó inmediatamente un encendido debate sobre ética deportiva entre
partidarios y detractores que se mantiene hoy en día.
El
hecho es que las poblaciones de leones en libertad fueron prácticamente eliminadas
de Sudáfrica hacia fines del siglo XIX, con excepción de las que aún hoy
habitan el Parque Nacional Kruger. No fue hasta casi un siglo después, que ese
país permitió la cría de leones con fines cinegéticos y modificó el status de
esta especie en su legislación de fauna silvestre. En Sudáfrica toda la fauna
habilitada para la caza deportiva se halla en propiedades privadas y cercadas.
En este sentido, los leones no son la excepción.
La
mayoría de los criaderos de leones se encuentran en la provincia de Free
Estate. De allí, los ejemplares elegidos, son llevados mayormente a campos en
las provincias de Northern Cape y Limpopo. La legislación vigente estipula que
los leones deben ser liberados en el área de caza seis meses antes de ser
cazados. Sólo de esa manera, el gobierno puede emitir el permiso de exportación
del trofeo correspondiente.
Debido
a que con la cría se garantiza la continuidad de la especie, las ofertas de los
operadores locales, varían de acuerdo a la estética de la melena en lugar de
hacerlo en función de la edad. A melenas más grandes mayores precios.
En
estos momentos se estima que los criaderos cuentan con unos 8.000 ejemplares de
acuerdo a las estadísticas de la South African Predator Breeders Asociation
(Asociación sudafricana de criadores de predadores). Allí la industria
cinegética ha crecido tanto en los últimos años, que hasta se han creado fondos
comunes de inversión que ayudan al mantenimiento y alimentación de los
ejemplares destinados a la caza, otorgando un beneficio económico al inversor
al concretarse la venta final al cazador.
El
gran dilema que presenta esta situación no es legal sino ético. Los que están
en contra argumentan que de esta manera se viola la primera regla de la cacería
que es la incerteza de la pieza. El que va a cazar un león, sabe que el león
estará allí. Esto, además de reducir drásticamente la duración del safari y
consecuentemente el costo, no dista demasiado de lo que sucede con la cacería
en granjas y cotos cerrados tan común en especies de planicie. Allí, lo que
está es lo que el dueño compró. Sin embargo, los detractores si bien aceptan
esto para los antílopes, lo objetan como inadmisible para las especies de caza
peligrosa.
Los
ribetes de este debate, trascendieron las fronteras y obligaron incluso, a los
libros de récords a replantearse sus políticas de inscripción. El Rowland Ward,
por ejemplo, no los reconoce como trofeos y consecuentemente no permite su
registro en el libro. Hace algunos años recibí la comunicación en mi carácter
de medidor oficial de ese sistema, para no medir ningún león proveniente del
territorio Sudafricano, sin importar donde hubiera sido cazado.
El
Safari Club Internacional por su parte, objeta la cacería de leones de
criadero, pero dividió sus entradas en el libro de récords en dos categorías:
León Africano y León Africano de Sudáfrica.
Naturalmente,
el límite siempre debe ser el legal, y porque no decirlo, el sentido común. Nadie
debería ser engañado creyendo una cosa cuando es otra. A pesar de la
información disponible en esta época, todavía se escuchan disparatadas
historias sobre “migraciones de leones” que entran a los cotos provenientes de
Botswana o Zimbabwe, atravesando de alguna extraña manera los cercados
perimetrales sin poder escaparse, o de terribles bestias que asolan aldeas y nadie
puede encontrar, o de felinos que son cazados en “territorios imaginarios” ubicados
entre Sudáfrica y Zimbabwe, cuando en realidad la frontera es un río o un
simple meridiano.
Las
cartas del debate están sobre la mesa. Lo cierto también, es que dada la frágil
situación de la conservación de leones en África, con una fuerte presión de
organismos no gubernamentales para incluirlos en el Apéndice 1 de CITES, y países
que prohíben su cacería o que emiten cada vez menos licencias, Sudáfrica se ha
posicionado como una alternativa interesante. Esto sumado a costos muy
económicos y menor duración de los safaris, hace que sea haya convertido en una
opción atractiva en el menú del cazador de especies peligrosas.
La cacería
Fritz
Schindelar, un legendario Cazador Blanco de origen austríaco, solía cazarlos en
Kenia montado en un caballo de polo, hasta que un fatídico día, fue derribado
por un león provocándole graves heridas que lo llevaron a la muerte, algunos días
después en un hospital de Nairobi. Naturalmente esto ya no se puede hacer. De
hecho cada país estipula en su legislación cómo debe ser llevada a cabo la cacería.
En países como Namibia por ejemplo, se permite utilizar cebos pero no se
permite cazarlos de noche con luz artificial, en Tanzania se los puede cazar
desde apostaderos o recechándolos, en Sudáfrica, la ley indica que sólo se los
puede cazar a la huella en horas diurnas, estando expresamente prohibido el uso
de cebos y apostaderos.
En
general, la cacería de león es físicamente muy demandante. Seguirlos a la
huella implica largas caminatas, siempre con la atención puesta en los rastros.
La más mínima modificación del comportamiento, pone en alerta al cazador y su
equipo. El ambiente en el que se mueven son generalmente planicies, pastizales,
ríos secos y colinas, difícilmente lo haga en desiertos y nunca en las selvas
lluviosas del oeste africano. Como toda especie peligrosa, dentro de su patrón
de comportamiento ante una invasión de su espacio vital o ante una agresión
concreta, tiene además de la huida, la opción del ataque. Muchas veces un león
herido combina ambas opciones. Huyendo primero hacia un lugar cerrado y
forzando al cazador a perseguirlo en un territorio que le es más favorable. A
diferencia de los leopardos, los leones rugen al sentirse hostigados y también
al momento de la carga. Esto deja apenas una ventaja del lado del cazador, que
tendrá unos segundos para identificar de donde viene la carga si se encuentra en un monte cerrado con
poca visibilidad.
En
cuanto a la cacería desde un apostadero, es similar a la de leopardos o
cocodrilos. La clave es la disposición, la altura y la ubicación del cebo con
respecto al viento, así también como la distancia de tiro.
Peligrosidad
Hay un proverbio somalí que dice que un hombre
valiente siempre le tiene miedo a un león tres veces; la primera vez que ve su
rastro, la primera vez que lo oye rugir y la primera vez que se enfrenta a él.
En esto los somalíes no se equivocan. La peligrosidad del león es mitológica.
Una de estas bestias lanzada al ataque puede alcanzar una velocidad de 70 km
por hora, dejando al cazador un tiempo de respuesta aproximado de 1.03 segundos
si está a 20 metros, o 0.26 segundos (un pestañeo) si salta desde una distancia
de cinco metros. A estas velocidades, con la fuerza de garras y colmillos
empujados por casi 200 kilos de peso, hacen del león, una formidable y eficiente
máquina de matar. Sin dudas, si hubiera un ranking de peligrosidad, no dudaría
en ubicarlo entre los primeros puestos.
Armas, calibres y municiones
Como
ya dijimos en la nota anterior sobre búfalos, para caza peligrosa: dobles o fusiles
de cerrojo. Olvídese de los monotiros. Con estos animales, la hipótesis de una
carga está siempre latente, por lo tanto los dobles deben tener eyectores automáticos
y los fusiles de cerrojo una excelente y probada alimentación. En ambos casos
los caños cortos son sin dudas los más apropiados, ya que muchas veces el
terreno donde se lo caza es en monte cerrado, y por lo tanto los disparos no
suelen ser muy largos. Si tiene que usar mira telescópica, que sea de pocos
aumentos. Si está cómodo con la mira abierta, mejor. Raramente el primer
disparo excede los 100 metros. Lo que nunca se sabrá es a qué distancia se
deberá tirar el último.
El
calibre clásico para felinos es, una vez más, el 375 H&H Magnum. Además de
ser el mínimo legal para caza peligrosa, es el más popular para especies de
piel suave como el caso de los gatos. Obviamente de ahí para arriba, se puede
usar lo que uno guste, sin embargo, me permito señalar aquí que el cazador que
quiera utilizar un calibre mayor, debería comprobar cómo lo afecta el retroceso
de su arma para la maniobra de recargar, volver a apuntar y disparar velozmente.
No es un buen negocio quedar descolocado, con el cañón apuntando al cielo
durante muchos segundos cuando un animal herido ataca a increíble velocidad.
Dicho esto, cualquier calibre en la gama del 458 Win Mag, 458 Lott, 416 Rigby,
470 NE, etc., si son manejables, son absolutamente apropiados para el cazador.
Eso sí, serán esenciales para el profesional en caso de necesitar hacer un tiro
de respaldo o back up.
La
clave aquí, más que en el calibre, está en el tipo de munición, que deberá ser
de punta blanda (soft point), y de expansión controlada. En el caso del 375
H&H, cualquier marca que sea Premium de 270 a 300 grains de peso, y que
alcance una velocidad de 2.300 pies por segundo, hará lo correcto dentro del
organismo del felino.
El tiro
En
todas las especies peligrosas, las distancias de tiro son relativamente cortas,
pero también lo más importante de todo es saber identificar los puntos vitales
del animal. Familiarizarse con eso de antemano, identificando los órganos en
todas las posiciones posibles, es una obligación para el que decida correr el
riesgo de enfrentarse con el rey de la selva. Para el primer disparo, la bala
deberá ubicarse naturalmente en el triángulo vital conformado por corazón y
pulmones, o como alternativa, en la médula espinal para inmovilizarlo. El tiro
de cerebro quedará sólo como última línea de defensa, en caso de una carga
directa.
El
uso de apoyo es recomendable para el disparo inicial, y aquí también insisto
con mi gusto por el bípode que permite más libertad de movimiento al tirador.
De no contar con esto, cualquier apoyo circunstancial que este a la mano será
de utilidad. Lo fundamental es asegurar el primer disparo. En caso de necesitar
un segundo, la posición de rodilla en tierra es la mejor opción. De esa manera,
si el león carga, el cañón estará más o menos a la misma altura de su cabeza y
cerebro, siendo ésta una posición más estable que la de pie a brazo alzado.
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