lunes, 18 de febrero de 2013

Jim Corbett - El legendario Jim de la India

Por Eber Gómez Berrade
 
Jim Corbett es sinónimo de tigres, pero también es sinónimo de India. Una India en poder de los británicos, que desapareció a mediados del siglo pasado y que cobijó a personajes únicos y legendarios como él, que fue cazador de fieras  devoradoras de hombres, conservacionista, militar, escritor y casi un santón hindú para los nativos de Kumaon, su tierra de nacimiento y lugar en el mundo.

Si Corbett no hubiera sido real, sin dudas Rudyard Kipling lo hubiera tenido que inventar como un personaje más de su “Libro de la Selva”, o tal vez como otro compañero de “Kim”, recorriendo la jungla en medio de La Gran Partida, aquella guerra silenciosa entre Rusia y Gran Bretaña, que tan bien su pluma supo contar.  
James Edward Corbett, nació un 25 de Julio de 1875 en la India, más precisamente en el pueblo de Naini Tal, al pie del techo el mundo, el Himalaya. En esa época, la India era parte del Imperio Británico, por lo que aquellos que nacían allí y eran descendientes de británicos se los denominaba anglo-indios. Corbett era uno de ellos. Sus padres, Christopher William Corbett y Mary Jane, eran descendientes de irlandeses, pero lo cierto era que su familia, llevaba más de dos siglos viviendo en la tierra de Krishna. Ambos padres eran casados en segundas nupcias y los dos aportaron hijos a la relación. Jim fue el octavo de un total de catorce hermanos.
En esos días, la vida de una típica familia británica en India se diferenciaba mucho de la que podía vivir una en iguales condiciones en Inglaterra. En principio, allí los ingleses podían contar con una mayor cantidad de personal de servicio nativo, la vida era mucho más relajada, y cuando el calor y la humedad del verano apretaban, se iban a sus casas de verano en lugares más frescos en las montañas. Eso es lo que hacía la familia Corbett que vivía en la ciudad de Kaladhungi y cada verano lo pasaba en su casa de Naini Tal, una popular estación de ferrocarril ubicada a unos 20 kilómetros al norte en las estribaciones de Kumaon.
La casa de Kaladhungi estaba en medio de un bosque interminable. La de Naini Tal, más grande, espaciosa, fresca, tenía una excelente vista a los colosos del Himalaya, que podía disfrutarse cada tarde desde la gran galería externa. Digamos que era la típica casa que los ingleses construían en sus colonias tropicales, y que aún pueden encontrarse en el Delta del Tigre bonaerense.
Ambos lugares eran para el joven Jim, el paraíso en la Tierra, plagados de tigres, leopardos, osos negros, ciervos axis, sambar, pavos reales, monos e infinidad de aves.  Fue allí donde comenzó su amor por la naturaleza y se desarrolló su instinto de cazador.
Su primera arma, fue una gomera, con la cual ayudó a su primo a recolectar una gran colección de pájaros, para el libro que éste estaba escribiendo y que se llamó “Aves de Kumaon”. En retribución por su colaboración, su primo le regaló un viejo rifle de pólvora negra.
Jim era un muy buen tirador, a la muerte de su padre, él y su hermano mayor Tom estuvieron encargados de proveer carne para colaborar con la economía familiar. Así fue como un día se topó con un leopardo en plena selva. Lo abatió de un solo disparo. Tenía sólo 10 años en aquel entonces y sin saberlo, daba inicio a la leyenda de Corbett, el cazador de fieras cebadas de la India.
La necesidad de dinero en su casa, hizo que tuviera que abandonar la escuela antes de cumplir los 18 años para trabajar en el ferrocarril Bengal and North Western Railways en el Punjab.  Trabajó duro, se distinguió por sus buenas maneras y su compromiso, logrando al poco tiempo un ascenso al grado de inspector.

Las fieras cebadas
No fue hasta el año 1907 en el que Corbett cazó su primer animal antropófago. La tigresa de Champawat. Según los registros oficiales, esta hembra de tigre había atacado, matado y comido a 438 personas. Se había convertido en una pesadilla para los nativos y para las autoridades coloniales que habían puesto precio a su cabeza. El gobierno había asignado un gran número de shikaris (como se denominaba en India a los cazadores profesionales), Gurkhas (fuerzas nepalesas al servicio del ejército británico) y soldados estacionados en las cercanías de Champawat. Nadie la pudo encontrar. 
En una de sus vacaciones del ferrocarril, Corbett aceptó el convite para cazarla, pero puso dos condiciones: en primer lugar, que se fueran todos los cazadores del área, y luego que se retirara la recompensa. Siempre creyó que eliminar a una fiera cebada que asolaba una población era un deber, y no una profesión. Nunca en lo que serian sus 32 años de cazador, cobró por cazar animal alguno. La tigresa de Champawat finalmente cayó bajo el fuego de su viejo Martini Henry de pólvora negra.
A la tigresa de Champawat, le siguieron el leopardo de Panar -que acusaba unas 400 víctimas-; y una serie de felinos cebados conocidos por las áreas donde merodeaban tales como la fiera de Talla-Des, la de Mohan, la de Thak, la de Mukteshwar o la tigresa de Chowgarth. Otra famosa fiera fue el leopardo de Rudraprayag, que aterrorizó a los peregrinos hindúes por más de diez años, matando a unos 125 nativos en total, hasta que Jim terminó con él en Mayo de 1926. Este mítico leopardo, se convirtió en el protagonista principal del libro que lleva su nombre. En total, si se cuentan las víctimas registradas de todos estos devoradores de hombres, la escalofriante cifra pasa las 1500 personas.
Corbett llegó a la conclusión, luego de cuerear cada uno de estos felinos -tigres y leopardos-, de que se convertían en antropófagos debido a una enfermedad o herida que los incapacitaba para la cacería de antílopes u otras especies más difíciles de atrapar que el humano. Muchos habían sufrido heridas de armas de fuego de cazadores irresponsables o furtivos que usaban escopetas, otros por ejemplo, tenían heridas infectadas provocadas por espinas de puercoespines.
Gracias a sus éxitos como cazador de fieras antropófagas, la reputación de Corbett corrió por toda la India como reguero de pólvora.

Cazador y Conservacionista
Corbett no cazaba los tigres por gusto, simplemente para eliminar un riesgo a las poblaciones locales. De todas maneras, cuando cazaba lo hacía como un verdadero deportista. Siempre prefirió cazar solo, a lo sumo algunas veces lo acompañaba su pequeño perro Robin. Pocas veces optó por hacerlo con batidores, pero nunca le gustó la idea de la caza a lomos de elefante, tal como era la costumbre entre los británicos y ricos Marajaes.
Al leer sus relatos, uno puede tener una somera idea del riesgo que enfrentaba en cada shikar (que es como se le llamaba al safari en India), y no puede menos que quedar electrizado ante la idea de tener a un tigre antropófago a 10 metros de distancia. Naturalmente conocía a sus tigres y a su selva al dedillo. Era un excelente rastreador y anticipaba el comportamiento de los felinos. Además, claro, era (tenía que ser) un eximio tirador.
De los rifles que usó, siempre habló poco en sus libros. Allí sólo se mencionan algunos de sus favoritos tales como el doble 450/400 Nitro Express de la marca W.J. Jeffery & Co.; un .500 Express de pólvora negra, que aunque no lo menciona, tal vez sea de marca Rigby, ya que tenía una especial predilección por estos armeros ingleses; y un Westley Richards 275 Rigby, uno de sus preferidos y con los que a pesar de ser un calibre para especies de planicie, también abatió tigres y leopardos.
En 1920 recibió de regalo una filmadora y ese sería un punto clave en su vida. Comenzó a hacer tomas de los animales de la selva y quedó fascinado. Conocía tan bien a sus presas que comenzó a admirarlas, y finalmente decidió cambiar el rifle por la cámara, a menos que se convirtieran en un serio riesgo para la vida de los nativos.  
Sus documentales y fotografías, aunados a sus conocimientos y contactos en el gobierno colonial, hicieron que Corbett trabajara activamente para la protección del tigre de Bengala y de toda la fauna del subcontinente. Comenzó a dar charlas en escuelas y en diversas sociedades, explicando la necesidad del cuidado y protección del medio ambiente y de la fauna local. Ayudó a crear la Asociación para la Preservación de la Fauna en las Provincias Unidas (como se lo denominaba a esa zona en tiempos de los ingleses y que hoy es Uttar Pradesh). Impulsó la creación de la Conferencia para la Preservación de la Vida Silvestre en toda la India, y fue editor de la revista Vida Silvestre India.
Pero no caben dudas que su gran tarea en el campo de la conservación de la fauna, fue la creación del primer parque nacional que tuvo India, en las colinas de Kumaon. Se lo llamó Hailey National Park, en homenaje a Lord Malcolm Hailey, gobernador del Punjab y de las Provincias Unidas y defensor del nacionalismo indio. En el año 1957, dos años después de la muerte de Corbett, el parque fue renombrado como Jim Corbett National Park. Así se lo conoce hoy en día, y es afortunadamente mucho más grande que en aquel entonces. Por sus tierras y montañas pueden verse en la actualidad gran cantidad de elefantes, tigres, ciervos axis, jabalíes, ciervos sambar, muntjac, pangolines, y más de 600 especies diferentes de aves.
En 1968, otro gran reconocimiento le fue otorgado por la comunidad científica al valeroso cazador, el de denominar con su nombre a una de las cinco subespecies de tigre existentes en el mundo, el tigre de Indochina, que ahora se llama “panthera tigris corbetti” o simplemente el “tigre de Corbett”.

La India de Corbett
La relación que Jim tuvo con sus compatriotas indios, fue singular y a veces muy diferente de la que tenían otros anglo-indios con los nativos. Si bien Jim era un típico caballero inglés, -fiel súbdito de la Reina Victoria, quien era también Emperatriz de la India-, sentía por los nativos un afecto especial que siempre fue retribuido. A lo largo de su vida, ayudó a los más pobres cada vez que pudo. En cierta ocasión, compró una franja de tierra, la parceló y construyó casas para los sin techo. En la aldea de Chotti Haldwani, mandó construir una cerca de piedra para proteger los sembradíos y a sus habitantes de los animales del área. Proveyó alimentos, medicina, y hasta dinero a los necesitados. Se cuenta que una vez, le prestó casi su sueldo entero, unas 500 rupias a un poblador que había sido robado por su vecino mientras se encontraba de vacaciones. Al cabo de un año, esta persona le devolvió el dinero con más un 25% por el interés. Corbett se negó a recibir el dinero extra, aduciendo que en su país no se le cobraba interés a sus amigos.
Así fue como para muchos se convirtió en un santo, Carpett Sahib, lo llamaban, o sadhu, que significa sanador en idioma hindi. 
Siempre se sintió indio, pero también inglés. Puede sonar paradójico, pero era algo muy común entre las comunidades coloniales de aquel entonces. Se cuenta que un día, siendo joven, visitó Londres por primera vez. Había llegado a la capital del Imperio, al ombligo del mundo, y como no podía ser de otra manera, salió a recorrerla a pie. Al cabo de unas horas, decidió volver a su alojamiento, y para eso le preguntó a un policía donde quedaba el hotel. Naturalmente el “bobby” no sabía si lo estaba cargando, porque en Londres había infinidad de hoteles. Corbett no sabía el nombre y lo que era peor, la dirección de donde se alojaba. No le quedó otra que desandar el camino paso a paso por donde había caminado. Igual que lo hacía en la selva de Kumaon. Le costó un poco más de trabajo pero finalmente llegó. Tenía una memoria visual y auditiva excepcional que siempre lo ayudaba a rastrear leopardos heridos en la maraña, y ahora lo había rescatado sano y salvo de las entrañas de Picadilly Circus.  
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial en 1914, Jim se alista en el ejército y al poco tiempo es enviado, a reclutar nativos de las colinas para convertirlos en soldados que ayudaran al esfuerzo de guerra de los británicos que luchaban denodadamente en varios frentes de batalla en el mundo contra el Imperio Alemán. En ese entonces fue ascendido al grado de Capitán.
En 1939, cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, Corbett también sirvió en las filas del ejército, pero esta vez entrenando en técnicas de combate de selva a las tropas que serían enviadas al teatro de operaciones de Burma (hoy Myanmar) a luchar contra los japoneses. En 1943 contrajo tifus y fue dado de baja del ejército por enfermedad con el grado de Coronel, pasando muchos meses confinado a una silla de ruedas. El Gobierno británico de India le confirió la total libertad para recorrer todas las reservas naturales del país. En 1946 fue distinguido con la condecoración de Compañero del Imperio de la India.

La Independencia y su retiro en Kenia
La década del 40 fue una época de grandes cambios en el mundo. Fue la década de la Segunda Guerra Mundial, y consecuentemente de grandes transformaciones en el mapa internacional. Con la caída de los grandes imperios coloniales, la chispa del nacionalismo y de la búsqueda de independencia, encendería a las sociedades bajo la egida colonial. En India Gandhi creía fervientemente que se había terminado el tiempo de los ingleses en su país. Y tuvo razón. En 1947, el Mahatma consigue la independencia, pero también su división. Así se crea al mismo tiempo, un país vecino, Pakistán donde predomina la cultura islámica sobre la hindú. Fue exactamente en ese momento, en el que Corbett decidió dejar para siempre su país.
El y su hermana Maggie, (Corbett nunca se caso ni tuvo hijos), decidieron emigrar a Kenia, que quedaba aún bajo el poder británico.
Los hermanos se establecieron en Nyeri, un pequeño poblado a unos 200 kilómetros al norte de Nairobi. Allí vivieron en una casita que había pertenecido a Lord Baden Powell hasta su muerte, el creador -entre otras cosas- de los Boy Scouts. 
Como no podía ser de otra manera, su llegada a la capital mundial de los safaris, causó revuelo. Si bien aún no había escrito la mayor parte de sus libros, sus andanzas en la selva, dos de sus libros, y su trabajo militar con los soldados de Burma en la guerra, lo habían catapultado al lugar de leyenda viviente.
Al poco tiempo de su llegada, le fue ofrecido un puesto de director en Safariland, la empresa de safari más grande del este de África. Contó con la amistad de los cazadores profesionales más prestigiosos de la historia, y de algunas celebridades de Hollywood. Cuando el actor Stewart Granger filmó su ya clásica película “Las Minas del Rey Salomón”, no sólo descubrió su amor por la caza mayor, sino que se hizo admirador de Corbett. Tanto fue así que al poco tiempo, en 1959, decidió filmar la película “Harry Black y el Tigre”, que giraba en la vida de un ex coronel del ejército que cazaba fieras cebadas en las selvas de la India. 
En su estancia en Kenia, surgieron la mayoría de sus libros. Unos seis en total conforman su canon. Paralelamente tomó posesión, de Tree Tops, un hotel albergue construido enteramente sobre la copa de un ficus gigante. Desde allí, una gran galería permitía a los turistas disfrutar de una vista increíble de la fauna y geografía africana. Este parador, supo ser tan famoso, por la idea de su construcción como por estar manejado por el mismo Corbett, que la joven princesa Elizabeth II, heredera al trono de Inglaterra, fue de vacaciones allí junto a su marido en el año 1952, más precisamente el 5 de febrero.
Al día siguiente, la joven recibió la noticia del fallecimiento de su padre, el Rey Jorge VI. A partir de ese momento exacto, se convertiría en la reina que aún rige los destinos del pueblo británico, y que en 2012 celebró su jubileo de diamante por sus 60 años consecutivos en el trono.
Corbett lo escribiría más tarde en su libro Tree Tops: “por primera vez en la historia del mundo, una joven subió a un árbol siendo princesa, y bajó al día siguiente siendo una reina”.
Ese libro fue el último que escribió. Lo terminó de escribir el 6 de abril de 1955, y trece días más tarde, a los 80 años, murió de un ataque al corazón. Su obra y su legado ya estaban completos. Fue enterrado en el cementerio de la iglesia anglicana de San Pedro, en Nyeri. 
Su tumba y la de su hermana, fueron restauradas por última vez hace 10 años, y siguen siendo un hito de peregrinación para los amantes de los tigres, la India, la caballerosidad deportiva y la caza conservacionista.

El tigre y sus libros
Las obras que dejó Jim Corbett como escritor no son más de seis volúmenes.
Al leerlas uno advierte que su estilo está marcado por los grandes narradores de su época, como Stevenson, Conrad o Ridder Haggard. Fue sin dudas además, admirador de su compatriota Rudyard Kipling, con quien compartía su amor por la selva y el folklore de sus habitantes. 
El común denominador en cada uno sus obras son los protagonistas: en todos los casos, los animales y los habitantes de India. Sus relatos de cacería son sobrios, despojados de sangre y escenas macabras, pero también despojados de heroísmo y presunción. Son sí, realistas y transportan al lector hacia la fría y oscura espera del tigre a medianoche en la selva. En sus páginas, el lector está solo con Corbett, y él sólo con su rifle, su morral, su lámpara de querosene y a veces, con Robin, su perro. 

Man eaters of Kumaon (Las fieras cebadas de Kumaon)
Fue publicado en 1944 con una muy buena crítica en Gran Bretaña y Estados Unidos. En 1948 ya había sido traducido a 9 idiomas y 6 dialectos indios.

The man eating Leopard of Rudraprayag (El leopardo devorador de hombres de Rudraprayag)
Se publicó en 1948 y relata los estragos que esta fiera perpetró entre los años 1918 y 1926, situación que incluso fue mencionada en el Parlamento Británico.

My India (Mi India)
Se publicó en 1952 y narra las historias de su vida entre los nativos de India y es junto a Jungle Lore una de sus obras autobiográficas.

Jungle Lore
Publicado en 1953 es lo más cercano a una narración autobiográfica de sus años de infancia y juventud, así como de la descripción general de los habitantes de Kumaon

The Temple Tiger (El templo del tigre)
Publicado en 1954 cuenta las historias de varios devoradores de hombres que Corbett pudo cazar. 

Tree Tops
Publicado en 1955, cuenta sus experiencias en Nyeri, Kenia, en su casa construida en la cima de la copa de un ficus, que fue visitada en 1952 por Elizabeth II, heredera entonces al trono británico.

2 comentarios:

GUSTAVO DEL CASTILLO dijo...

ES COMPLEJO HACER UN COMENTARIO DE UN HOMBRE PLENO, CUANDO SIMPLEMENTE AMAMOS "LA CAZA" PERO DADA LA TALLA DE ÉSTE HOMBRE, LOS VERDADEROS CAZADORES NOS SENTIMOS IDENTIFICADOS Y QUIZÁS PODEMOS SEÑALAR LAS ESENCIAS. SIN DUDAS ERA UN PATRIOTA, HEREDERO DE UNA CULTURA DE GRANDEZA, ES DECIR CON UNA ESPIRITUALIDAD QUE GOBIERNA LA INTELECTUALIDAD. ES ASÍ QUE NOS LLAMA LA ATENCIÓN QUE NO SE HUBIERA CASADO, PERO EN REALIDAD TUVO UN GRAN AMOR CON UNA BELLÍSIMA MUJER DE ESTIRPE INDIA, CON LA CUAL NO PUDO FORMAR UNA QUIZÁS FORMIDABLE FAMILIA POR LOS COMPLEJOS Y DESGRACIADOS PREJUICIOS DEL "RACISMO" IMPERANTE EN SU ÉPOCA.
ERA UN DOTADO COMO TODOS NOSOTROS, PERO LO DISTINGUE SU FORMIDABLE CONCEPTO DEL HONOR EN LA IGUALDAD QUE ESTABLECE PARA LA ACTIVIDAD DE LA CAZA: SOLO Y CON LO MÍNIMO, FRENTE A UN OPONENTE QUE TIENE VENTAJAS INHERENTES PARA GANAR. SIEMPRE POR UNA CAUSA JUSTA Y ARRIESGANDO LO NECESARIO PARA PODER VENCER, EN EL MÁGICO TEATRO DE LA ESPESURA DE LA SELVA QUE AMA PROFUNDAMENTE. POR SUERTE TUVO DE DISTINTAS SOCIEDADES LOS HONORES QUE POR SUERTE PODEMOS DISFRUTAR, EN ESPECIAL SU PROPIO PARQUE, VAYA PUES NUESTRO MÁS PROFUNDO SALUDO EN LA DISTANCIA DEL TIEMPO, EN DONDE YA CASI PODEMOS EJERCER NUESTRO ARTE QUE ES CASÍ UN INSTINTO TAN PRIMARIO Y DETERMINANTE COMO EL DE PROCREAR. SALUD GIGANTE BUENO !!!

Eber Gómez-Berrade dijo...

Muchas gracias Gustavo del Castillo por tu comentario.
Cordiales saludos. Eber