Por
Eber Gómez Berrade
La
balística es sin dudas uno de los temas preferidos en los fogones de los
campamentos de safaris desde la noche de los tiempos. Los valores y
coeficientes que resultan del uso de diferentes calibres, el comportamiento de
los proyectiles de caza en la balística exterior y terminal, y su relación con
las diferentes especies de fauna, dependiendo de su contextura física y
peligrosidad, será a la larga, un conocimiento de gran utilidad para el
cazador, que le ayudará en la obtención de los tan ansiados trofeos africanos.
Etimológicamente,
balística es el estudio y uso de las leyes naturales que gobiernan y predicen la
trayectoria de proyectiles. Como sabemos se diferencias tres etapas en la
balística de un proyectil: la interior, que estudia los fenómenos que suceden dentro
del cañón (desde la ignición hasta que la bala abandona el cañón); la exterior,
que es el vuelo del proyectil desde la boca del cañón hasta alcanzar el blanco;
y la terminal, que refleja el comportamiento del proyectil dentro del animal
(en nuestro caso), y analiza los efectos que causa dicho proyectil en los
tejidos.
En
el caso de este artículo, me centraré mayormente en las características de la
balística exterior y terminal, y de su relación con los grupos de especies de
fauna africana, divididas de acuerdo a su contextura anatómica y peligrosidad.
En
balística se utilizan algunos términos y conceptos que vale la pena refrescar, como
la velocidad, la energía, la densidad seccional, el coeficiente balístico, etc.
Existen
además otros factores de análisis como la construcción del proyectil, la forma
y el calibre, con el que naturalmente estamos más familiarizados.
La
velocidad, que se mide en pies por segundo, es la relación que se establece
entre la distancia que recorre un proyectil y el tiempo que tarda en
recorrerlo.
Energía,
medida en pies por libras, es la expresión matemática para el trabajo potencial
de un proyectil. Depende de la velocidad y de la masa de la bala.
La
densidad seccional, que es el coeficiente entre el peso del proyectil medido en
libras y su diámetro al cuadrado medido en pulgadas. En balística exterior, se
relaciona directamente con el coeficiente balístico, en balística terminal,
este ratio influirá en la capacidad de penetración del proyectil.
El momentum, así como suena, es un coeficiente que surge de la multiplicación del peso del proyectil en grains, por su velocidad en pies por segundo, dividido 7.000 (para convertir los grains a libras, ya que 7.000 grains equivalen a 1 libra). En buen cristiano, este valor sirve para analizar la capacidad de detención de un proyectil independientemente del valor de la energía que desarrolle.
El
coeficiente balístico es fundamental para el análisis de la balística exterior,
ya que refiere a la manera en que el proyectil penetra en el aire, venciendo la
resistencia en el vuelo, y es lógicamente inversamente proporcional a su
desaceleración. Como es de imaginar, este coeficiente variará de acuerdo a la
forma del proyectil, su peso y la densidad seccional. A mayor número del
coeficiente, menor será la desaceleración (volará mejor la bala).
Existen
además otros conceptos en balística aplicada
a la cacería como por ejemplo la habilidad de un proyectil de “parar” la
carga de un animal, que se conoce como poder de parada, o en inglés “stopping
power” o “knockdown power”. John “Pondoro” Taylor, lo llamaba KO (Knock Out),
en su clásico “African Rifles and Cartridges”, un libro que aún hoy considero
como la Biblia en esta materia. En este sentido, podríamos decir que hay dos
escuelas, una colonial (de los viejos cazadores ingleses en África) que
favorecía el uso de grandes calibres, con puntas pesadas y que desarrollan
moderadamente bajas velocidades. La escuela americana o moderna, al contrario,
se inclina por calibres más pequeños, que alcanzan una mayor velocidad y
entregan más energía, provocando una mayor letalidad. A esta letalidad se la
conoce como “poder letal” o “killing power”. Recuerdo un artículo muy interesante
que hiciera hace algunos años mi gran amigo Carlos Coto, acerca de las teorías
de John Taylor y Finn Aagaard sobre el “killing power”, que vale la pena re
leer.
Naturalmente
ambas posturas no solo tienen admiradores y detractores, sino que además son
correctas de acuerdo a las condiciones de la caza que se lleve a cabo, es
decir, considerando el tipo de animal, su tamaño, peligrosidad dada por la
velocidad de carga, etc.
Una balística
especializada
Todos
estos conceptos precedentes, tendrán validez a la hora de decidir el calibre y
tipo de munición a utilizar en un safari. Esto naturalmente va a depender del
tipo de especie que se busque, por lo que en términos de balística terminal,
podría dividirla en cuatro categorías en función del tamaño y dureza de la
piel:
1.- Tamaño pequeño/mediano y piel
fina
Las especies que entran en esta categoría son naturalmente las de planicie, y van desde los “tiny ten” o antílopes pigmeos como los duikers, steenboks, dik dik, etc. , hasta aquellos de porte mediano como impalas, facoceros, orix, kudu, gnus, blesbok, etc. Para estas especies, que en promedio se cazan a distancias medianas (que se dan en un rango de 100 a 300 metros), el cazador debería elegir su calibre ideal basándose en los conceptos de coeficiente balístico, energía y velocidad. Debido a la distancia recorrida desde que el proyectil abandona el cañón hasta que impacta, la balística exterior se convierte en un factor crítico de análisis a tener en cuenta. Un alto coeficiente balístico, sumado a un calibre pequeño que desarrolle mayor velocidad, asegurando la letalidad, no en el poder de detención, sino en la energía entregada en la pieza a abatir, es lo que debería buscarse en la elección del calibre. En este sentido, calibres como el .243 Win, el .270 Win, y hasta el .223 Rem, con puntas que van de 50 a 150 grs con un rango de velocidades de 1.500 y 3000 pies por segundo, conforman valores adecuados para abatir tanto a un duiker como a un orix en distancias medianas. Un escalón más arriba, los .30 como el 308Win. o el 30-06 Springfield, con rangos de peso de puntas de 150 a 200 grs., y velocidades de 2.200 pies por segundo, son también óptimos y hasta más recomendables para su uso efectivo en el terreno en condiciones de safari. Aquí quisiera abrir un paréntesis, para aclarar que la elección de los calibres pequeños, es válida desde el punto de vista balístico, aunque en lo personal, los considero una elección demasiado acotada y por qué no, un tanto arriesgada, para quien vaya a un safari de planicie, sin experiencia en esta clase de especies, y que tal vez, combine su cacería con animales de porte mayor.
En
esta segunda categoría podría incluir eland, jirafa y cebra. Aquí las
distancias habituales de tiro, son similares a las del grupo anterior, por lo
que vale de igual manera, la importancia del coeficiente balístico en el
resultado final de la cacería. Sin embargo, en estos casos, a la característica
de balística exterior, se suma la efectividad del proyectil en la etapa de la
balística terminal, para garantizar un contundente poder de parada o KO. A la
hora de elegir el calibre ideal, y la munición adecuada, habrá que evaluar la densidad
seccional, que estará directamente ligada a la penetración. Para estos animales
de mayor masa tisular, los calibres elegidos deberían ser, desde el famoso 7mm
Rem. Mg., hasta los de la gama de los .30 en sus versiones magnum, como el 300
Win Mag, 300 Weatherby Mg, el 300 H&H Mg o el 338 Win. Mg, con puntas que
van desde 150 grs. a los 250 grs., y con un rango de velocidades de 2.800 a
3.200 pies por segundo, dependiendo el calibre, claro.
En
esta categoría la velocidad desarrollada por los calibres magnum, es importante
para mantener una trayectoria razonable en una distancia considerable. La construcción
y forma de la punta, que deberá ser blanda, es también fundamental para
garantizar la apropiada penetración en grandes masas musculares y óseas,
generando un mayor canal de herida.
En
esta categoría entran los leones, leopardos y chitas, y podría incluir al
cocodrilo. En realidad, felinos y cocodrilo comparten la característica de una
piel fina, pero difieren enormemente no sólo en su peligrosidad por la
capacidad de ataque sino en la manera de ser cazados. En este sentido, lo más
relevante de este grupo, es el de animales con una contextura física, muscular
y ósea similar a los de planicie, pero que pueden provocar con una gran
capacidad de daño al cazador. Tanto leones como leopardos se convierten en
pesadillas ante la eventualidad de ser heridos, o simplemente en el caso de que
sientan que su espacio vital es vulnerado. Desde estas páginas, ya he hablado
sobre la caza de ambas especies, pero digamos que en términos de balística,
encontramos dos escenarios posibles. En primer lugar, el primer disparo, por
ejemplo, desde un apostadero, donde el poder letal será fundamental. En segundo
lugar, el resto de los disparos, que se sucederán si el primero no fue letal,
en donde el poder de detención se convertirá en prioritario. Naturalmente al
momento de elegir, no se cambiarán armas para una u otra situación como lo
haríamos con palos de golf frente a dos hoyos ubicados a diferentes distancias.
De hecho, para eso, estará el back up del o los cazadores profesionales que
acompañen la partida, en caso de una carga directa. Desde el punto de vista del
cazador, cualquier calibre apto para el grupo anterior, puede funcionar
perfectamente, es decir desde el 7mm Rem Mg, hasta cualquiera de la gama de los
.30 magnum. Es más, como las distancias serán generalmente inferiores a 100
metros, no serán necesarios proyectiles que alcancen altas velocidades, por lo
que el tradicional 30-06, por ejemplo, podrá funcionar perfectamente bien.
Sin
embargo, como siempre estará la posibilidad de tener que detener una carga,
calibres mayores son lo recomendado. De hecho, la legislación de muchos países
africanos, indica como mínimo al 375 H&H Mg para especies de caza
peligrosa. Y la escuela inglesa, incluso, señalaba la variedad de 300 grs. de
punta para ese calibre venerable, como la de mejor performance de toda la gama,
ya que alcanza velocidades que van desde 2.300 a 2.500 pies por segundo, una
energía superior a los 4.000 pies por libra, con un bajo coeficiente balístico
de alrededor de 0.260, y una extraordinaria densidad seccional de alrededor de
0.300. Más allá de estas categorizaciones, está claro que la versatilidad de
este calibre, lo hace apto para todo tipo de fauna, y lo convierte en el gran
“todo terreno” de África.
En
el caso del cazador profesional que se enfrente al escenario de un felino
herido y en ataque, seguramente el calibre será mayor, siendo muy popular el
458 Win.Mg, o incluso el 416 Rigby. Por supuesto que de ahí para arriba, todo
funciona, dependiendo de la habilidad del profesional. Digamos sí, que no es
frecuente utilizar grandes stoppers para tiros de back up, en la cacería de un
león o un leopardo.
En
este grupo se definen el resto de los llamados, cinco grandes, incluyendo al
hipopótamo. Constituyen, para muchos cazadores, el epítome de la caza en
África. Elefantes, búfalos, rinocerontes e hipopótamos, forman el club de los
más grandes y los más peligrosos. Las características balísticas de los
calibres y municiones adecuados, difieren de la de los grupos anteriores. Aquí
predominan los tiros a corta distancia (50 metros aproximadamente) y las
situaciones de carga a muy cortas distancia (10 a 5 metros aproximadamente) y a
gran velocidad.
Si bien es cierto que
en estos casos también se abren dos escenarios, el del primer disparo y el
resto, va a depender de cada especie el uso de combinaciones de puntas blandas
y sólidas, o exclusivamente sólidas. Por ejemplo, para un primer disparo a un
búfalo donde el blanco vital lo conforma el corazón y los pulmones, las puntas
blandas de expansión controlada, harán un mejor trabajo, que las sólidas. En
cambio, en caso de un tiro al cerebro donde haya que atravesar el boss y el
casco craneal, sólo las sólidas garantizarán la penetración adecuada para
interesar el cerebro. En el caso del elefante, por la enorme masa tisular
(muscular y ósea), los proyectiles sólidos son los únicos recomendables para
alcanzar una penetración efectiva.
En cuanto a calibres,
predomina en este grupo, la escuela colonial inglesa, de proyectiles de baja
velocidad y gran masa, que posibilite un contundente poder de detención. De los
.40 para arriba, todo sirve. Claro que depende mucho, el factor del retroceso,
que en manos inexpertas, puede actuar en contra de la efectividad de la
munición. Calibres como el 404 Jeffery, 416 Rigby, 458 Win.Mg, 470 NE, 500/465
NE, 505 Gibbs, 577NE o 500 Jeffery, son los más comunes en manos de
profesionales especializados en cacería de elefantes en sábana y selva, ya que
garantizan un definitivo “stopping power”. Las velocidades en este rango de
calibres no superan los 2.300 pies por segundo, las puntas variarán de 400 a
550 grains, y los valores de densidad seccional rondarán los 0,320 en promedio.
Cuando
hace muchos años, el querido Harry Selby, profesional preferido de Robert
Ruark, acuñó la frase “use enough gun”, algo así como use un calibre
suficiente, pensó seguramente en las características balísticas desarrolladas
por municiones capaces de parar a estos monstruos en una carga directa. Sin
embargo, y en mi opinión, considero que la elección del calibre adecuado para
abatir caza mayor, va más allá del análisis de fórmulas balísticas. Debería
incluir además, tres aspectos básicos que no sólo no invalidan los cálculos
aritméticos, sino que contribuyen a alcanzar un mejor desempeño en la cacería. En
primer lugar, considero una falacia el concepto de que “cuanto más grande,
mejor”. En términos balísticos, tal vez, pero en términos prácticos, va a
depender mucho del adecuado manejo del arma que tenga el cazador. No
necesariamente un calibre mayor es mejor, si en ese caso particular, el cazador
no puede manejar con solvencia el retroceso (o el miedo previo al retroceso) lo
que en inglés se denomina “flinching”. En segundo lugar, una regla de oro que siempre
mencionaba otro gran amigo, el capitán Carlos Canobbio: jamás disparar, si no
se cuenta con la humana certeza de abatir la pieza al primer disparo. La caza
mayor no es billar, y nunca se debería tomar el riesgo de disparar sin estar interiormente
confiado. Como comenté en su momento en estas mismas páginas, errar un disparo,
o peor, herir al animal en África, resultará caro si se trata de especies de
planicie, y sin dudas, mucho más caro y peligroso, si se está detrás de algunos
de los Cinco Grandes. Por último, el tercer aspecto: la correcta ubicación del
proyectil en los órganos vitales. El apropiado conocimiento de la anatomía del
animal que se va a cazar, junto con la correcta habilidad en la técnica de
tiro, serán las fronteras entre el éxito y un estrepitoso fracaso. Nadie
expresa mejor esta máxima que el legendario Tony Sánchez Ariño, cada vez que le
preguntan sobre el mejor calibre para cazar elefantes, y él suele responder siempre
lo mismo: el mejor calibre es “la bala en su sitio”. Lapidariamente cierto.
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