martes, 18 de agosto de 2015

Los Safaris de Roosevelt


Por Eber Gómez Berrade

Theodore Roosevelt es recordado por haber sido el presidente número 26 de los Estados Unidos, por su política republicana aguerrida, por su actuación en la Guerra de Cuba, su participación en la creación del Canal de Panamá y por su Premio Nobel de la Paz. Pero también por ser un incansable cazador y un pionero de la conservación, que dejó muchos libros de cacería e impulsó la creación de parques nacionales. Un político atípico que abandonó la política por cazar en Africa, y un aventurero apasionado que dejó su vida por explorar y cazar en el Amazonas.

PERSONALIDAD RENACENTISTA
Teddy Roosevelt nació el 27 de octubre de 1858 en Nueva York. Antes de cumplir 42 años ya había sido electo asambleísta y gobernador del estado de Nueva York, comisionado de policía de esa ciudad, comisionado del Servicio Civil, secretario asistente de la Armada, coronel de los Rough Riders, vicepresidente y presidente de los Estados Unidos. Había escrito personalmente la Ley de Parques Nacionales de su país, que iba a extenderse por todo el mundo. Además había recorrido Yosemite, Yellowstone y los bosques de sequoias gigantes. Tuvo tiempo también para manejar un rancho en el Oeste, cazar en casi todos los continentes, criar una familia con seis hijos, leer una increíble cantidad de libros (se dice que casi uno por día) y mantener relación con una gran cantidad de amigos y personalidades. Sus biógrafos recuerdan que hay casi 150 mil cartas escritas de su puño y letra. Y como si todo esto fuera poco, escribió más de treinta libros y cientos de artículos en diarios y revistas, de temas tan distantes como política, economía, caza y literatura.

POLITICO DE RAZA
Su carrera política la inició en el Partido Republicano, siendo elegido legislador del estado de Nueva York en 1880. Luego fue designado Comisionado de la Policía de esa ciudad. Se hizo popular combatiendo la corrupción y allí descubrió la génesis de la que sería la base de su política exterior: el garrote (el big stick). Solía decir -en tono de humor- que un dirigente político debía hablar suavemente y llevar un gran garrote. Eso fue exactamente lo que hizo luego de su paso por Nueva York.
Fue nombrado secretario adjunto de la Armada de los Estados Unidos durante la presidencia de McKinley. Al poco tiempo renunció a su cargo para combatir a España en Cuba, al mando de sus famosos Rough Riders, con el grado de teniente coronel. En 1899 fue electo gobernador de Nueva York y al año siguiente vicepresidente. En ese puesto duró sólo un año, ya que Mc Kinley fue asesinado y Roosevelt accedió a la presidencia del país.
En 1905 fue reelegido (en realidad electo como presidente por primera vez). Al año siguiente fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su arbitraje en la Guerra Ruso Japonesa. Cuatro años después las encuestas lo daban ganador para una reelección, pero declinó el honor para poder realizar uno de sus sueños más anhelados: su safari en Africa.

EL GRAN SAFARI AFRICANO
Su pasión por visitar Africa comenzó a temprana edad leyendo los reportes de las expediciones británicas que se adentraban en ese ignoto continente. Fueron esos mismos libros, juntos a los de los exploradores americanos Lewis and Clark, que encendieron sus ansias de aventuras y su pasión por la caza mayor. Finalmente, ya siendo presidente de Estados Unidos, llegó su oportunidad. El 23 de marzo de 1909 partió, junto a su hijo Kermit y un nutrido equipo de biólogos, naturalistas, taxidermistas, desde el puerto de Nueva York con rumbo a Africa oriental, dejando atrás la esperanza de una reelección casi segura para un nuevo mandato presidencial. El safari que duró casi un año, fue patrocinado por el Instituto Smithsoniano y se llamó Smithsonian-Roosevelt African Expedition. El objetivo oficial: recolectar especímenes de fauna y flora, catalogarlos, estudiarlos y exhibirlos en la sede del Instituto, hoy Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York. El extraoficial: cazar, explorar y divertirse a lo grande. Como el mismo Teddy diría, esta fue su última oportunidad de ser un niño.
El primer puerto africano en el que atracaron fue Mombasa, en territorio británico. De allí viajaron por tierra al Congo Belga y luego navegaron el Nilo hacia Jartún, en el Sudán Anglo Egipcio. Sin dudas, los mejores lugares para la caza mayor de esa época.
Para la organización del safari, Roosevelt eligió a lo más granado de los cazadores blancos de la época. Entre ellos a los ingleses R.J. Cunninghame y Frederick Selous, ya considerado un personaje legendario de la caza mayor en el Imperio Británico.
Según los registros de la expedición, fueron recolectados 11.400 especímenes de fauna y flora en el período que duró la travesía. Una cifra increíble incluso para los estándares actuales. Al Smithsoniano le llevó ocho años catalogar la colección completa. De esas especies, la mitad fueron de flora, y el resto desde pequeños insectos a elefantes. En cuanto a especies de caza mayor, Roosevelt cazó más de 500, entre planicie y peligrosas, abarcando 17 leones, 3 leopardos, 7 cheetas, 11 elefantes, 10 búfalos, 11 rinocerontes negros y 9 blancos. Casi 300 antílopes fueron abatidos para alimentar a ejército de nativos que trabajaban en el campamento.
La mayoría de los trofeos fueron salados y enviados a Washington desde la costa africana. Para eso Roosevelt llevó consigo cuatro toneladas de sal. Una vez en los Estados Unidos, los taxidermistas tardaron varios años en terminar sus trabajos.
Dos cosas no faltaron nunca en las expediciones del expresidente: armas y libros. En Africa, Teddy llevó como arma principal un rifle doble Holland & Holland en calibre 500/450, un regalo que recibió de la comunidad británica en su país. También contó con su infaltable Winchester 1895 en calibre 405 Win., un 30-06 Springfield y una escopeta Fox del 12. En cuanto a libros, viajó con una biblioteca que él denominó la Pigskin Library (ver recuadro).
La contribución de Roosevelt a la conservación de las especies fue y sigue siendo indiscutible. En lo que respecta a la fauna y flora africana, su expedición permitió grandes adelantos en la investigación de los ecosistemas locales, y marcó un gran impulso a la política británica de establecer reservas naturales en sus colonias, que luego se convirtieron en los grandes parques nacionales que existen hoy día en el continente africano.

ROOSEVELT EN ARGENTINA
No estaban aún montados los trofeos africanos en el Smithsoniano, que Roosevelt ya se hallaba embarcado en otro proyecto aventurero. Esta vez, la exploración del Amazonas. Hacia principios de siglo XX, la cuenca amazónica era todavía un lugar inexplorado, plagado de bestias salvajes, indios caníbales, pirañas, marabuntas, plantas carnívoras y todo lo que la imaginación del hombre civilizado pudiera agregarle, incluido civilizaciones perdidas, tesoros escondidos y aborígenes de raza blanca ocultos en la maraña. Allí se encontraba lo que el autor de Sherlock Holmes, Sir Arthur Connan Doyle, denominó: “El mundo perdido”.
No había mucho que pensar para que Roosevelt lo eligiera como próximo destino. Y así fue que en noviembre de 1913 desembarcó en el puerto de Buenos Aires a bordo del vapor Uruguay. Ese sería el primer paso para una extensa y muy activa gira por Argentina, Chile, Bolivia y Brasil. Pero también, el inicio de su otra gran aventura: el safari al Amazonas.
Su llegada a tierras porteñas fue celebrada con los honores dignos de un presidente en ejercicio. En la capital lo esperaba Victorino de la Plaza, quien estaba a cargo de la presidencia en ese momento. Roosevelt tuvo una agenda muy cargada mientras visitó nuestro país: recorrió Buenos Aires, La Plata, Tucumán, Córdoba, Mendoza y Bariloche. Se entrevistó con las personalidades más destacadas de la política, la ciencia y el arte vernáculos. Asistió al Zoológico de Buenos Aires, donde conversó con su director, Clemente Onelli. Fue recibido en el Congreso por Estanisalo Zeballos, se entrevistó con el general Julio Argentino Roca, Joaquín V. González y Angel Gallardo. Recorrió el Museo de Historia Natural de La Plata y se interesó por la obra de Florentino Ameghino. El Perito Moreno fue otro de los que trabaron amistad y acompañó a Roosevelt en una buena parte de su viaje. Moreno lo esperó en los Andes del lado argentino. De allí se fueron a Bariloche y al lago Nahuel Huapi montando a caballo y navegando. El Perito lo llevó a recorrer Bariloche a pie. En ese entonces, esa bella ciudad recodaba a uno de los pueblos del far west, decía Teddy. Conoció el ciprés histórico donde el Perito Moreno hizo campamento en 1880 y donde fue capturado por los indios de la zona. Comió trucha y salmones, se dejó agasajar, dio innumerables discursos y sedujo a su auditorio en largas sobremesas hablando de Cervantes, Lope de Vega, Shakespeare y Luis Vaz de Camoens. Era, sin dudas, un erudito en materia literaria, y según dijo, nunca encontró tanta cultura en un pueblo fronterizo.
De Bariloche pasó a Neuquén, de allí a Bahía Blanca y finalmente de nuevo a Buenos Aires para embarcarse con rumbo norte hacia Asunción en Paraguay y luego a Corumbá, en el Mato Grosso brasileño.
Ya en territorio de Brasil lo esperaba una comitiva extensa con quien se adentraría hasta Manaos. Dos mil kilómetros de maraña tropical, animales salvajes, enfermedades desconocidas y tribus hostiles.

EL GRAN SAFARI AMAZONICO
El nombre de esta expedición fue Roosevelt-Rondon Scientific Expedition, debido a que fue liderada juntamente con el mariscal brasileño Cándido Mariano da Silva Rondón, un prócer para la historia de este país vecino, que hizo mucho por la exploración de la selva y la protección de los indios. Tanto es así que el estado amazónico de Rondonia fue nombrado en su honor. El sponsor de la expedición fue esta vez el Museo Americano de Historia Natural.
Esta parte del viaje comenzó en Cáceres con quince porteadores brasileños, su hijo Kermitt, el naturalista George Cherrie, Rondón y el mismo Roosevelt. Un safari mucho más modesto que su aventura africana.
De Cáceres navegaron por el río Paraguay hasta Tapirapuá, y de allí con rumbo noroeste hasta alcanzar el Río de la Duda, en febrero de 1914. Allí el grupo se separó. Una parte continuó por el río Gi-Paraná hasta el Madeira, y la otra -con los dos líderes a bordo- navegando más de mil kilómetros por el inexplorado Río de la Duda. Una excursión plagada de riesgos y peligros.
Desde el comienzo los expedicionarios tuvieron que lidiar con infinidad de insectos y enfermedades. Casi todos los participantes contrajeron malaria y tuvieron un estado de enfermedad constante durante todo el trayecto hasta la civilización.
Sumado a eso, debieron enfrentar rápidos en el curso del río que hundían sus embarcaciones. Y lamentar la perdida de provisiones y alimentos, lo que los llevó a padecer hambre en más de una oportunidad. Y como si esto fuera poco, la constante e invisible amenaza de los indios de la tribu Cinta Larga, que vigilaban el paso de los intrusos desde la costa. Un panorama sombrío y en las antípodas del “champagne safari” africano.
De los 19 miembros que conformaron la expedición, volvieron con vida 16. Un porteador amigo de Rondón fue asesinado por otro al que descubrió robando raciones de alimentos. 
El mismo Roosevelt, enfermo y debilitado, intentó disparar al asesino, pero este escapó hacia la selva y desapareció. La tercera baja del viaje fue otro porteador que cayó al agua al atravesar unos rápidos, cuyo cuerpo nunca fue encontrado. Hubo casi una cuarta víctima, el mismo Roosevelt. No habían completado ni la mitad del viaje cuando ya estaba totalmente abatido por la malaria, una infección en la pierna y mala alimentación. La ayuda de seringueiros, que se dedicaban a la extracción del caucho, fue esencial en su supervivencia.
Finalmente, los dos grupos de la expedición volvieron a reunirse en abril de 1914 en la confluencia del río Aripuana. Ni bien todos llegaron a Manaos, Teddy fue llevado al hospital y atendido por los médicos. Tres semanas más tarde era recibido como un héroe en el puerto de Nueva York, pero su salud no volvió a restablecerse nunca. Murió el 6 de enero de 1919, casi cinco años después de aquella gran aventura.
Al igual que con la experiencia africana, su contribución a la ciencia y la exploración también se mantienen hasta hoy en día. El Río de la Duda pasó a llamarse río Roosevelt, y fue esta expedición la primera que lo recorrió y mapeó desde sus fuentes hasta su desembocadura. Numerosas especies de fauna y flora fueron recolectadas y llevadas al Museo de Historia Natural en Nueva York, para ser luego estudiadas por botánicos y zoólogos. Incluso una técnica de relevamiento arqueológico fue desarrollada por Roosevelt, que aún es utilizada por los científicos de esa área de especialización.
A su regreso, Teddy dio conferencias sobre sus descubrimientos amazónicos en la National Geographic Society en Washington y en la Royal Geographical Society de Londres. En 1927, el explorador George Dyott lideró una segunda expedición al río Roosevelt confirmando los hallazgos del expresidente, explorador y cazador.

LIBROS

AFRICAN GAME TRAILS
La primera edición de este clásico, que tengo la suerte de contar en mi biblioteca, fue publicada en 1910 por la casa editora Charles Scribner's Sons. Allí hace un raconto minucioso de la expedición que realizara luego de bajarse de la carrera por la reelección a la presidencia de Estados Unidos. Como dato que lo marca de cuerpo entero como una personalidad renacentista, Roosevelt agrega como uno de sus apéndices la lista de libros que llevó en su safari. El la denominó la Pigskin Library porque mandó a encuadernar cada uno de sus libros en piel de cerdo para preservarlos de las inclemencias del tiempo. En numerosos baúles sus porteadores nativos llevaban las obras de Homero, Shakespeare, Dante, Cervantes, Tennyson, Poe, Dickens y Mark Twain, entre otros.


THROUGH THE BRAZILIAN WILDERNESS
Through the Brazilian Wilderness es un libro también publicado por Charles Scribner's Sons, en 1914. Dedicado al secretario de Asuntos Exteriores de Brasil, al coronel Mariano da Silva Rondón y a los miembros de su expedición, cuenta detalladamente -como sólo Roosevelt sabe hacerlo- los pormenores de su expedición, relatos de cacería de fauna amazónica y resultados de las investigaciones geográficas y zoológicas llevadas a cabo por los especialistas que participaron.



1 comentario:

Unknown dijo...

Me parece mentira que no hayan indicado ningún comentario desde el año 2015. ENHORABUENA por el artículo, muy bien documentado! Saludos desde España