martes, 7 de junio de 2016

Sir Laurens Van der Post "Un cazador místico entre bosquimanos"



Por Eber Gómez Berrade

Sir Laurens Van der Post fue un renacentista tardío. Vivió a lo largo del siglo XX, con intereses tan diversos como sorprendentes. En pocas palabras, muy pocas, fue africanista, cazador, explorador, antropólogo y conservacionista. Pero también fue místico, filósofo, cabalista, escritor prolífico, periodista, militar y héroe de guerra. Fue un consumado imperialista que aborrecía a la vez, el apartheid y la segregación racial. Gran amigo del psicólogo suizo Carl Jung, asesor del príncipe Carlos, y padrino de bautismo de su hijo Guillermo de Inglaterra, siempre mantuvo una conexión dilecta con los pueblos originarios de África, en especial con los bosquimanos. Van der Post tenía el don de la palabra, escrita y hablada. Sus interlocutores y sus lectores caían, y aún lo hacen, bajo el hechizo de sus historias, de su exquisita cultura, y de su mística casi esotérica para contar una cacería de antílopes, o para explicar la relación del bosquimano con Dios.

Como un personaje del Renacimiento, tenía una imparable curiosidad, y una energía a prueba de balas. En sus noventa años de vida hizo de todo. Tanto, que luego de su muerte, comenzaron a aparecer algunos escritores que pusieron en tela de juicio, sin mucho asidero -valga la aclaración-, la veracidad de algunas de sus obras. Lo cierto es que su legado ha quedado en una gran cantidad de libros, entrevistas periodísticas, documentales de televisión, un parque nacional en Botswana y una de las más grandes organizaciones conservacionistas del mundo. Una de sus mayores ambiciones fue, sin dudas, la de convertirse en un constructor de puentes, entre el hombre blanco y el nativo africano; entre la realidad y el mundo de las ideas; entre la tradición tribal y la conservación de la fauna, con su carga ética y moral que enorgullece, o por lo menos debería enorgullecer, al hombre moderno. A lo largo de su vida se debatió entre la cultura europea y las tradiciones originarias. Su postura contra el racismo se despertó a temprana edad. Pero también su filosofía imperialista, en el sentido que Rudyard Kipling le daba a esa palabra. Kipling hablaba de la “carga del hombre blanco”, la responsabilidad ética que tenían los colonizadores de llevar la civilización (occidental) a los pueblos nativos. En su libro “El mundo perdido del Kalahari”, lo deja bien claro. Una noche, al llegar a la casa de un oficial de distrito en Nyasaland, escuchó en medio del bosque, la melodía de “La Pasión según San Mateo”, de Johann Sebastian Bach, que provenían de un gramófono dentro de la casa. En ese preciso instante -dice-, comprendió que esa música era la sólida afirmación de lo mejor que tenía el hombre blanco, y por lo tanto, la justificación de su presencia en África.

Sin embargo, y al igual que Kipling en la India imperial, Van der Post era un admirador de las culturas nativas, y todo su trabajo se orientó a investigarlas y a tratar de sintetizar ambos mundos, lo mejor de Occidente con el África profunda, de la magia y los saberes ancestrales. Exploraba territorios para explorarse a sí mismo. Sus safaris eran también viajes interiores. Sus ansias por conocer la cultura de bosquimanos y kikuyus, eran tan grandes como las de conocer su espíritu y su propia alma. Sus relatos de cacería de antílopes y búfalos, son casi surrealistas. Hablaba a menudo de la entronización que los bosquimanos hacen del eland, de cómo lo veneran en sus danzas, pinturas rupestres, narraciones y músicas. Él hizo más o menos lo mismo, pero en sus libros y entrevistas.

Un boer rebelde
Van der Post nació con el siglo XX, un 13 de diciembre de 1906 en una pequeña aldea sudafricana llamada Philippolis, en lo que sería luego de la Guerra Boer, el Estado Libre de Orange. Descendiente directo de holandeses, tuvo doce hermanos. Su padre fue abogado, político y veterano de la guerra boer contra los británicos. De él heredó su inmensa biblioteca y su gusto por la lectura. Por ese entonces, su padre no podía imaginar, que luego de luchar él mismo contra los ingleses, su hijo alguna vez sería condecorado caballero por el Reino Unido. La educación de Van der Post, fue como la de cualquier joven de esa época.

Concurrió a un buen colegio en Bloemfontein y en la granja de sus padres aprendió a respetar las tradiciones nativas, a la vez que descubría su afición por la naturaleza, la caza y la fauna autóctona. A los diecinueve años comenzó a trabajar como periodista en el diario The Natal Advertiser de la ciudad de Durban, y al año siguiente publicó una revista satírica muy crítica de la política británica hacia sus colonias ultramarinas. No duro mucho esa etapa rebelde. La revista duró tres números. Sin embargo, esta experiencia sería fundacional en sus intereses y opiniones políticas a lo largo de su vida. En 1927 conoció a la hija del director de la Orquesta de Ciudad del Cabo, y al año siguiente ya estaban casados. La pareja viajó a Inglaterra para la ceremonia, y allí mismo nació su primer hijo. En 1928 retornó a Sudáfrica para trabajar en el diario Cape Times. Fue allí, donde comenzó a frecuentar amigos bohemios e intelectuales, francamente opositores al régimen de segregación racial que imperaba en ese país. Creía fervientemente en la integración entre blancos y negros, y no veía otro futuro posible para el continente africano más que una convivencia pacífica y de cooperación mutua. Naturalmente, que siempre desde el punto de vista occidental y europeo. La historia, finalmente, le dio la razón.

Sus inicios como escritor
A comienzos de la década del treinta y establecido en Inglaterra, Van der Post ya se movía cómodo entre el mundo de las letras y de la política. Entabló amistad con Virginia Wolf y su esposo Leonard, dueños de la editorial inglesa Hogarth Press, y ellos le publicaron su primera novela “In a Province”. Una poderosa crítica a la política racista sudafricana, morigerada a veces por una notable comprensión de la condición humana. En 1934 decidió comprar una granja en la campiña inglesa con tambo incluido, donde se llevó a su familia. Así pasaba su tiempo entre sus vacas en el campo y sus amigos intelectuales en Londres. De paso, aprovechaba y mandaba corresponsalías a un par de diarios sudafricanos. En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, hizo cinco viajes a Sudáfrica, y en uno de ellos se enamoró perdidamente de Ingaret Giffard, una actriz inglesa, cinco años mayor que él. Comenzaron una relación furtiva, y ese mismo año, su esposa legítima, dio a luz a su hija. Desprolijo, Van der Post envió a su familia a Sudáfrica, y al estallar la guerra, se la pasaba viajando entre ambos países dividiéndose entre esposa y amante.

La guerra y la prisión


Siguiendo su sentido patriótico, pero tal vez como una forma de escapar a su realidad dicotómica, en 1940 Van der Post ingresó como voluntario al Ejército Británico, donde luego de una instrucción, fue enviado a Kenia, con el grado de capitán del Cuerpo de Inteligencia del Este de África. Al mando de una unidad de once mil camellos, participó en la misión que ayudó a restaurar al Emperador etíope Haile Selassie en su trono de Abisinia. La misma operación en la que había participado el cazador blanco argentino Syd Downey, que también revistaba en las filas del Ejército Británico combatiendo a los italianos en África. Un par de años después, los japoneses invadieron el sudeste asiático, y Van der Post, que hablaba holandés perfectamente, fue transferido a Indonesia (colonia holandesa en aquel entonces), donde estuvo al mando de la Misión Especial 43, que debía organizar la evacuación del todo el personal de las fuerzas aliadas, luego de la rendición de Java a manos del Japón. Sin embargo, el 20 de abril de 1942, él fue el que se rindió a los japoneses, quienes lo tomaron prisionero y lo llevaron primero al campo de Sukabumi y luego al infame Bandung en Java. En ese campo de concentración, los japoneses habían colocado prisioneros de todas las nacionalidades. Dentro de las circunstancias, Van der Post tuvo una destacada participación, manteniendo la moral de los internos, organizando una escuela donde enseñaba literatura e historia y hasta pudo armar una huerta.

Como hablaba un poco de japonés, podía mantener un canal de comunicación con sus captores, lo que lo llevó a tratar de entender un poco la cruel idiosincrasia de los súbditos del Emperador Hirohito. Estuvo prisionero tres años, hasta la rendición del Japón luego de las dos bombas nucleares. De esa experiencia en cautiverio escribió tres libros: “A Bar of shadow”, “The seed and the sower”, y “The night of the new moon”. Estos dos últimos, fueron la base para el guión de la película “Feliz Navidad, Señor Lawrence”, que en 1982 dirigió el japonés Nagisa Oshima, y que tuvo como protagonista al cantante David Bowie, en el papel de Laurens Van der Post.

Luego de la rendición del Japón, decidió quedarse en la isla de Java y comenzó una etapa orientada a la política. Pasó dos años ayudando a mediar entre el gobierno holandés y los líderes nacionalistas indonesios. Su estilo coloquial y conciliador hizo que tuviera inmediata aceptación entre funcionarios del gobierno colonial holandés, el líder indonesio Sukarno, el primer ministro británico Clement Attlee, y el almirante Lord Louis Mountbatten, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas del Sudeste de Asia y último Virrey británico de la India.
Con la retirada de los ingleses de Indonesia, Van der Post dejó atrás otra etapa de su vida. Ocupó brevemente el cargo de agregado militar en la embajada británica en Batavia (hoy Yakarta), y en 1946 fue distinguido con la orden de Comandante del Imperio Británico, por sus servicios casi diplomáticos.
Luego de la guerra, Van der Post no paró. Dejó el ejército, regresó a Sudáfrica, retomó su trabajo como periodista, se divorció de su esposa, volvió a Inglaterra, fue contratado por un organismo colonial británico para explorar territorios vírgenes en Malawi, y ya con 46 años se puso de novio con una joven de 17. La niña en cuestión era hija de un acaudalado empresario que conoció en uno de sus viajes en barco, y que supuestamente debía acompañar. El escándalo que desató esa relación fue fugaz. Ya que al poco tiempo rompió con la jovencita, se casó con su amante actriz, y se fue de luna de miel a Suiza, como si nada hubiera pasado.

Entre África y Jung


La vida de Van der Post iba cambiando conforme el paso de los años de una manera vertiginosa. En Suiza, su nueva esposa le presentó al filósofo Carl Gustav Jung, una de las grandes figuras de la psiquiatría y el psicoanálisis moderno. Probablemente esta relación fue la que más lo influenció en toda su vida. Gracias a Jung fue iniciado en los misterios de la cábala hebrea y adquirió también conocimientos profundos de mitología antigua y psicología. Poco tiempo después de su luna de miel, el gobierno británico le encargó que realizara una expedición a Bechuanaland (hoy Botswana), para investigar el potencial que podría tener el desierto del Kalahari para la explotación ganadera. Así recorrió grandes extensiones de territorio casi vírgenes. Cazando y tomando notas con su manera tan particular de analizar el mundo. En sus safaris -aseguraba-, nunca debían faltar sus rifles y escopetas, un botiquín, un libro de oraciones, una obra de Shakespeare, y lacre para sus cartas. Con la experiencia en la exploración de Malawi y Botswana, de las cuales dan cuenta su libro de safaris “Aventura en el corazón de África”, Van der Post se adentró entre las tribus bosquimanas, tradicionales cazadores y recolectores originarios, dueños de una cosmogonía tan propia como arcana. A partir de entonces, realizó varias expediciones más y escribió numerosos libros, entre ellos los clásicos “El mundo perdido del Kalahari”, y “El corazón del cazador”.



De ambas obras, la BBC de Londres, realizó entre 1958 y 1961 una serie de documentales sobre las tribus San, o bosquimanos que habitan el Kalahari entre Sudáfrica, Botswana y Namibia. En sus relatos de cacerías y exploraciones, mezcla todo con una increíble descripción de la fauna y flora de cada región. Desde el punto de vista antropológico, investigó las costumbres de los bosquimanos, sus creencias, ritos y cosmovisión. Aseguró que esta tribu es la originaria y anterior a las demás culturas del África austral. Tal vez, inspirado en sus charlas con Jung, Van der Post, supo interpretar desde un punto de vista filosófico y psicológico, la cultura bosquimana. Según él, era el alma perdida de la humanidad. Una especie de vuelta al mito del noble salvaje, tan en boga en la era victoriana, y re interpretado a mediados de siglo XX, a la luz de la sociología y de la antropología.

Gracias a las investigaciones que resultaron de sus exploraciones y safaris, el gobierno británico, creó en 1961 la Reserva de Caza del Kalahari Central, con una extensión de 52.800 km2, y que se mantiene hasta el presente.

La etapa final
A partir de la década del 70, Van der Post no paró de escribir, pendulando entre relatos de safaris, autobiografías, ensayos políticos y ficción. Algunas de sus obras, fueron tan populares entre los colonos blancos de África, que eran de lectura obligatoria en los colegios de la Rhodesia previa al Zimbabwe de Mugabe. Junto a su esposa, (seguía casado con la actriz), se mudaron a una confortable casa en Suffolk,


Inglaterra y comenzaron a frecuentar personajes de la realeza. A estas alturas, Van der Post era muy popular, con fama de aventurero e intelectual, conocido por sus libros y por sus apariciones en la televisión. Por esos años conoció al Príncipe Carlos, a quien guió en un safari en Kenia en 1977, justo antes de la prohibición de la caza deportiva en ese país. Al regresar de este viaje, fundó con el conservacionista sudafricano Ian Player, el World Wilderness Congress (Congreso Mundial de la Naturaleza). En 1979, la Primer Ministro Margaret Thatcher, lo nombró asesor del gobierno en materia de asuntos africanos. En ese puesto, se encargó principalmente del proceso de independencia de Rhodesia. Por su trabajo, la Corona británica le confirió el título de Caballero. A partir de entonces lo llamarían, Sir Laurens.

Sus últimos años, estuvieron plagados de actividad. Además de acompañar a su esposa e hijos, escribió varios libros, participó en numerosos proyectos de conservación de fauna africana, estableció un centro de Estudios Jungianos en Ciudad del Cabo, continuó dando conferencias y entrevistas televisivas, trabajó para evitar el traslado de bosquimanos de la Reserva de Caza del Kalahari Central, y el príncipe Carlos lo nombró asesor personal, y luego padrino de bautismo de su hijo, el príncipe Guillermo. Un 16 de Diciembre de 1996, tres días después de su cumpleaños número 90, falleció en Londres. A su funeral asistieron el príncipe Carlos, Margaret Thatcher, el jefe de la Nación Zulu y numerosas personalidades de la ciencia y la literatura. Dicen que sus últimas palabras fueron “die sterre”, “las estrellas” en su querido y nunca olvidado idioma afrikaans.