lunes, 4 de enero de 2016

Cazadores y científicos unidos por la conservación de Leones


Por Eber Gómez Berrade

La región de Etosha - Kunene en la república de Namibia es famosa por la cantidad y calidad de sus leones. Allí, las manadas que se mueven libremente, son sujeto de estudio en un proyecto de investigación, llevado a cabo en reservas de caza y de manera conjunta por científicos europeos y cazadores. Un ejemplo más que elocuente, de la utilidad de la caza deportiva como herramienta fundamental en la conservación sustentable de este emblemático felino africano.
Recientemente en mi último safari en África, tuve la oportunidad de participar como observador en el proyecto de investigación de leones, denominado “Etosha Rand Lion Conservation Project”. Este estudio llevado a cabo por científicos austríacos y alemanes, se realiza en una reserva de caza free range de más de 70.000 hectáreas, en el área de Etosha - Kunene, que incluye al Parque Nacional Etosha, uno de los más grandes del continente. Este programa tiene la particularidad además, de que cuenta con el apoyo de miembros de la comunidad de cazadores deportivos de ese país.
Con el aval del Ministerio de Ambiente y Turismo del gobierno de Namibia y la participación de universidades sudafricanas, los investigadores intentan conocer más sobre los felinos que habitan la región, desarrollar nuevos métodos de conservación, y protegerlos de la amenaza que representan los productores ganaderos ubicados en las proximidades del Parque Nacional Etosha, que matan indiscriminadamente los leones que entran a sus propiedades para proteger su ganado. Una lamentable situación de competencia en la coexistencia entre el hombre y la fauna silvestre que se observa en diversas partes del mundo y con diferentes especies de predadores.  
En la actualidad los leones están atravesando un momento crítico, y las poblaciones en libertad se encuentran en estado de vulnerabilidad ecológica en todo el continente negro. Lejos de lo que pueda creer la opinión pública no especializada, la caza deportiva legal no sólo no es una amenaza, sino que por el contrario, se ha convertido en uno de los mejores instrumentos para la protección y conservación de fauna silvestre en general y de los leones en particular. Las causas reales del decrecimiento poblacional se deben, por cierto, a la pérdida de hábitats naturales, y a la competencia con comunidades rurales dedicadas a la explotación ganadera.

 Mejorar la coexistencia con humanos
El proyecto de conservación Etosha Rand Lion, es una iniciativa del programa internacional “Chances for Nature”, que promueve la coexistencia armónica entre la naturaleza y el hombre en diversos países del mundo. Participan de él, instituciones científicas como la Universidad de KwaZulu Natal de Sudáfrica y el Centro de Primates de Alemania, y por parte de la comunidad cinegética, la reserva Etosha Heights Game Safaris.
La líder del proyecto es la Dra. Martina Trinkel, una zoóloga austríaca, investigadora de la Universidad de KwaZulu-Natal, con sede en la ciudad de Durban, Sudáfrica. Ella y el Profesor Keith Hodges, de Alemania iniciaron esta investigación hace unos años. La Dra. Trinkel tiene una gran experiencia en investigación de carnívoros en África, especialmente en el Parque Nacional Etosha, como así también en varias reservas de fauna silvestre de Sudáfrica. Es conocida en la comunidad científica europea por sus publicaciones en diversas revistas especializadas en zoología de predadores.
Según explica Trinkel, el proyecto se enfoca en proveer bases científicas para mejorar el manejo de los leones africanos en una interface entre áreas protegidas y libres. En este segmento ecológico es donde los leones encuentran su más alto grado de conflictividad con los humanos.
El objetivo del proyecto -afirma-, es establecer lineamientos básicos sobre dinámica poblacional en una reserva permeable, y contribuir con una aproximación novedosa para el manejo de leones no protegidos en áreas abiertas o free range. “El otro objetivo de nuestro trabajo, agrega, es reducir la tasa de muerte indiscriminada, mejorando la coexistencia con productores ganaderos de las áreas lindantes al parque nacional”. 

Leones bajo amenaza
De acuerdo a la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), el león africano se encuentra en una categoría de vulnerabilidad, por lo que esta organización lo ha incluido en su Lista Roja. Por su parte, el CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), lo ha agregado a su Apéndice I como especie amenazada.
Si bien históricamente, este felino ha sido uno de los predadores con mayor adaptabilidad al medio y de amplia distribución demográfica, hoy en día se los encuentra en 28 países africanos, pero solo en 7 de ellos hay poblaciones que exceden los 1.000 ejemplares. Se estima que hace un siglo había unos 200.000 leones en todo el continente. Actualmente y de acuerdo a censos llevados a cabo en diversos países, se calcula una población total de 30.000 viviendo en ambientes de absoluta libertad, lo que implica una pérdida del 70%. Un alto porcentaje que marca una tendencia alarmante.

La prohibición de la caza deportiva, ha probado ser totalmente ineficaz para revertir este proceso degradativo. Sin ir más lejos, en Kenia se matan actualmente unos 100 leones por año, de una población de 2000. De continuar esta tasa de mortalidad, ya no existirán leones en ese país para el año 2030. Una aclaración para los desprevenidos. La cacería deportiva se prohibió en Kenia en 1977. Más claro imposible. 
En Namibia, en cambio, donde la caza mayor se desarrolla con singular éxito, tanto en especies de planicie como de caza peligrosa, los leones tienen una mejor perspectiva ecológica, aunque no escapan al riesgo de la coexistencia con humanos. En los últimos veinte años los productores ganaderos de este país, mataron más de mil leones que traspasaron sus propiedades amenazando sus rodeos. 
Los censos poblacionales indican que la mayor densidad demográfica de estos felinos se encuentra en dos áreas: la región Etosha - Kunene, donde se estima que hay una población de 455 leones, dispersos en un área de 125.000 km2; y la región en Khaudum - Caprivi, donde se calcula que hay alrededor de 150 ejemplares en un área de 95.000km2.

Etapas del proyecto
Junto a la Dra. Trinkel se encuentra también Monika Menzinger, una joven estudiante austríaca que realiza una pasantía universitaria realizando trabajos de campo. Con Monika salimos a recorrer el área, y participamos en la captura de leonas para la colocación de collares de rastreo.  Ella me cuenta que el proyecto se divide en dos partes. La primera se compone de un trabajo de dos años de duración, con seis meses de investigación en el campo. En esa etapa se obtiene datos sistemáticos como el tamaño de las poblaciones, su estructura, distribución y movimiento en la reserva de caza. Aquí es cuando se genera la información relevante sobre el manejo de fauna y algunos parámetros, como el ratio entre el número total de la población y los ejemplares que son residentes temporales. Se identifican además, los patrones de movimiento y migración, y se registra la relación entre la distribución de las presas y su densidad poblacional. Por último, se analiza la capacidad de carga y estructura demográfica en la reserva de caza y se las compara con las del parque nacional.
La segunda parte del proyecto que se desarrolla entre el tercer y el quinto año, continúa con la recolección de datos para obtener información sobre la dinámica poblacional y los cambios que se registran a largo plazo, que se  verán modificados por la frecuencia de las estaciones de lluvia y la densidad y distribución de las presas (alimento).
Es en esta etapa, en la que el proyecto prevé comenzar con la implementación y asesoramiento de políticas de manejo de leones, en función de los resultados que se vayan obteniendo. “Lo ideal -agrega Monika- sería distribuir la información que vamos obteniendo y crear nuevos patrones de trabajo para las comunidades de granjeros que están establecidas dentro del hábitat natural de los leones”. ¿Y como lo harían?, “bueno, para eso ya estamos trabajando en la creación de workshops y seminarios de entrenamiento para estudiantes de biología locales, en donde podamos enseñarles técnicas de monitoreo de carnívoros, en lo que nosotros llamamos áreas de transición. Es decir, en lugares con fronteras permeables y semi permeables lindantes con los grandes parques nacionales”, explica entusiasmada.

La metodología de investigación
Como en toda investigación científica, el trabajo de campo es fundamental y debe ser llevado a cabo de manera minuciosa y prolija. Son de la partida en el terreno, además de Monika, los veterinarios, el personal de la reserva, y André Burger, quien tiene a cargo la operación de caza mayor. Burger es un ex oficial del servicio de parques nacionales y un reconocido cazador profesional en África. Parte del trabajo de André y Monika es recorrer las áreas de estudio y verificar el funcionamiento de las treinta y cinco TrailCams con que cuenta el equipo de investigación. Estas cámaras trampa están ubicadas en veintitrés aguadas, de manera que puedan capturar el movimiento de los animales diariamente, incluso con lentes infra rojos para tomas nocturnas. Cada uno de estos aparatos es colocado sobre un árbol a un metro y medio de altura, y a dos o tres metros del charco. En el caso de grandes aguadas, se ubican dos cámaras, una a cada lado para tener una visión total de la actividad.
Las fotos y los datos aportados por las cámaras trampa, son bajados a una computadora cada cuatro o cinco días, y usados para identificar áreas donde se mueven los leones. En aquellos lugares de mayor actividad, se establecen apostaderos para una observación directa.
Según me aclara Monika, la manada de leones constituye una sociedad de “fusión-fisión”, es decir que las parejas macho - hembra, no están juntas pero se reúnen regularmente. En este proceso de observación directa, donde hay mayor concentración de ejemplares, se los identifica por sus características físicas y edad. Además se registra la fecha y la hora en que fueron tomadas las fotos, la identidad del león, condición y estado físico, el número que lo identifica, la identidad del resto de la manada, el estado reproductivo de las hembras, y las interacciones con otros leones. Todos esos datos van a una planilla de Excel y son catalogados con fotografías digitales.
Los movimientos se monitorean gracias a un collar de rastreo con GPS que se coloca a las hembras, que son el corazón de la manada (no los machos como en general se cree). Para la colocación del collar, el cazador profesional le dispara un dardo con anestesia preparado por el veterinario. “En ese proceso, -me dice- el animal escucha todo a su alrededor pero no puede moverse, por esa razón les colocamos un trapo en la cabeza, para que no pueda ver y de esa forma baje un poco el estrés que esta maniobra obviamente le provoca”. La información obtenida por el GPS es transferida a un sistema de información geográfica, permitiendo el análisis de patrones de movimiento y determinación de áreas. “Con todos estos datos, ya estamos listos para hacer nuestro trabajo en el escritorio”, concluye.

Tener la posibilidad de participar en un proyecto científico de este tipo en un safari de caza mayor es una experiencia única y muy interesante, especialmente en estos tiempos que corren, donde la caza y la conservación parecen, -a ojos profanos-, dos acérrimos antagonistas. Las charlas de cada noche alrededor del fogón del campamento, entre biólogos, veterinarios y cazadores, whisky de por medio, hablando del futuro de los leones en África y escuchando sus rugidos, desmienten categóricamente esta visión sesgada y maniquea. En el mundo real, la cosa es bien distinta.