miércoles, 2 de abril de 2014

Cocodrilo - Predador al acecho


Por Eber Gómez Berrade

El cocodrilo es una de las últimas incorporaciones a la categoría de caza peligrosa en el continente africano. Junto con el hipopótamo han transformado a los originales “Cinco Grandes” o “Big Five”, en los “Siete Grandes”. Es el único de estas especies que no es mamífero. El cocodrilo del Nilo, es el segundo reptil más grande del mundo y el mayor de África. Es un predador poderoso, rápido y eficaz. Su peligrosidad lo ha posicionado como una de las especies que más vidas humanas se cobra cada año en el continente negro. Su cacería representa un gran desafío para el cazador, tanto en habilidad para detectar un buen trofeo, cebarlo y evaluarlo en el campo, como en la extrema precisión que requiere el disparo para abatirlo.

Cocodrilos africanos
Es muy común llamar cocodrilo a una extensa serie de reptiles que habitan distintos ecosistemas acuáticos en todo el planeta. Para ser precisos, la familia a la que pertenecen los cocodrilos se denomina saurópsidos, y está compuesta por catorce especies diferentes. Para la ciencia taxonómica, los cocodrilos pertenecen al género de los Crocodylae, estableciendo otros dos géneros similares: los Alligatoridae (como los que se encuentran en La Florida de los Estados Unidos o nuestros yacarés sudamericanos), y los Gavialidae (como el gavial del Ganges, en India).
De las catorce especies de cocodrilo, tres habitan el continente africano: el Cocodrilo del Nilo (Crocodylus niloticus), de amplia distribución en el África Oriental y Austral; el cocodrilo de hocico fino (Crocodylus cataractus) que habita parte del África central; y el Cocodrilo enano (Osteolaemus tetraspis), que se encuentra en el África occidental, como Sierra Leona y Guinea.
Cuando hablamos del cocodrilo africano, los cazadores nos referimos al cocodrilo del Nilo. Esta especie no es exclusiva del río Nilo, sino que se distribuye en prácticamente toda el África subsahariana, habitando cursos de agua dulce como ríos, lagunas y pantanos. Es el reptil más grande del continente y el segundo más grande del mundo.
Estos monstruos con pinta de prehistóricos, suelen alcanzar una longitud promedio -medida de la punta del hocico a la punta de la cola- que va de 2 a 4 metros. En cuanto al peso promedio que alcanza un macho adulto, puedo estar dentro de un rango de 200 a 500 kg. El espécimen más grande inscripto en el libro de récords de Rowland Ward, fue el obtenido por David Meyer en 1995 en Tanzania, que llegó a medir 17 pies con 8 7/8 de pulgada, es decir casi 5,5 metros.
Su hábitat natural es el acuático, pero en épocas de sequía puede caminar grandes distancias por tierra. Es un carnívoro muy agresivo que se alimenta de peces, mamíferos, reptiles y aves. Es un predador muy ágil que captura sus presas mayormente acechándolas durante mucho tiempo. Una vez que se lanza al ataque es extremadamente veloz. Si bien sus mandíbulas son terriblemente poderosas, está impedido de masticar, por lo que una vez que sujeta a su presa, la sumerge en el agua, y gira sobre sí mismo intentando desgarrar pedazos de carne. Al igual que los tiburones, los huesos y las cornamentas que ingiere son reducidos gracias a los ácidos del estómago.
En general alcanzan una edad avanzada, muchas veces superando los 80 años. Son extremadamente territoriales, y se alimentan de noche donde asechan a sus presas en la oscuridad de los ríos. Durante el día, al ser de sangre fría, deben echarse al sol para recuperar el nivel térmico necesario para su metabolismo basal.   
La especie ha sido utilizada con mucho éxito como animales de granja en varios países africanos. Esto naturalmente no significa que pueda ser domesticado, o que su peligrosidad disminuya, simplemente que se utiliza en la cría intensiva para fines comerciales tanto por su piel como por su carne.

Peligrosidad
Cuando se habla de peligrosidad, el cocodrilo también se diferencia del resto de sus compañeros de caza peligrosa. En líneas generales, si hablamos de elefantes, leopardos o búfalos, el índice de peligrosidad está dado por la capacidad que tienen estas especies de atacar de manera letal al cazador o a los miembros de la partida de caza, ya sea por haber sido herido o por haber invadido su espacio vital. Con el cocodrilo este riesgo no existe, ya que mayormente se lo caza desde un apostadero, y casi nunca el cazador se convierte en víctima. Sin embargo, la peligrosidad del cocodrilo -y más aún de la subespecie del Nilo-, se refleja en ataques a humanos no relacionados con situaciones de caza. En general, las víctimas suelen ser personas que se encuentran en la costa, bañándose o lavando ropa, nadando o pescando dentro de los cursos de agua. Hace unos meses, unos ocho pescadores furtivos fueron muertos por cocodrilos en el transcurso de dos semanas, en el Lago Chivero, en Zimbabwe. Esta misma situación se sigue dando en Namibia y Botswana, en los deltas del Okavango y Kwando, donde los pescadores nativos sin permisos de pesca, se adentran en el agua hasta la cintura con sus cañas de pescar de bambú y sus redes, sin tener en cuenta el riesgo de ser devorados. Es habitual leer noticias de ataques fatales de esta naturaleza en diferentes ríos del continente africano.  

 Dónde están los mejores trofeos
No hay un área determinada donde se ubiquen los trofeos más grandes en África. Cualquiera de los ríos más importantes como el Zambeze, Congo, Kagera, Orange, Limpopo, Okavango, Rovuma, Kwando, Lwanga, y naturalmente en el Nilo, pueden encontrarse ejemplares muy buenos. De acuerdo a los registros del Rowland Ward, los países donde se han capturado los ejemplares más grandes son Tanzania, Sudán, Etiopía, Mozambique, Zambia, Zimbabwe y Botswana. Las poblaciones de cocodrilos llegaron a su punto más bajo hacia 1950, luego de décadas en las que fueron diezmados por cazadores furtivos y comerciales. A partir de 1960, la especie obtuvo la categoría de trofeo de caza, y fue a partir de ese momento que se revirtió la declinación poblacional, convirtiéndolo en uno de los más claros y contundentes ejemplos de la relación entre caza deportiva y conservación de especies de fauna salvaje. Hoy en día su cacería está permitida en la mayoría de los países donde se realiza la actividad, y su condición hace tiempo que abandonó la amenazante categoría de “en peligro de extinción”.

La cacería 
La cacería del cocodrilo es esencialmente con cebo y desde apostadero. En la mayoría de los países, se realiza con luz diurna. En muchos aspectos, su cacería recuerda a la del leopardo. En este sentido, provee un gran desafío al deportista y requiere de un gran conocimiento del cazador profesional tanto para descubrir el lugar indicado donde cebar, como para evaluar la longitud del trofeo en el campo. En primer lugar, se debe detectar los lugares sobre la costa donde suelen echarse. Allí la identificación y evaluación de las distintas huellas y marcas que ha dejado, hará que se tenga una idea más o menos precisa de la magnitud del animal que merodea ese lugar. Luego, se debe trabajar en la construcción de un apostadero, tomando todos los recaudos necesarios para no ser descubiertos, ubicándolo con viento en contra y a una distancia entre 70 y 100 metros. El emplazamiento del apostadero es una tarea esencial ya que estos animales poseen unos finísimos sentidos de olfato, oído y vista. Como buenos predadores, están siempre alerta y pueden detectar vibraciones de movimiento en el terreno, o cualquier anomalía en el comportamiento de aves, para activar su alerta y desaparecer inmediata y silenciosamente bajo el agua. Son muy tímidos y extremadamente desconfiados. Si alguien alguna vez pensó que cazar un cocodrilo era como disparar a un pez dentro de un barril, debería pensarlo de nuevo.
Por último, una vez construido el apostadero, se coloca la carne del cebo en diferentes lugares, algunos trozos debajo del agua, y otros sobre la tierra, en lo posible atados a un árbol mediante un cable de acero o una cadena, que obligue al animal a quedarse en ese lugar. El cocodrilo no tiene muchas pretensiones a la hora de elegir que bocado llevarse a la boca como puede suceder a veces con el leopardo. La única restricción de acuerdo a la legislación de caza de algunos países africanos, es que el cebo no sea un animal vivo.
Si luego de haber identificado el lugar, posicionado ventajosamente el apostadero y colocado la carnada de manera correcta, el cocodrilo aparece, comenzarán recién entonces las dos etapas más críticas de la cacería, es decir: la evaluación del trofeo y el disparo.
La evaluación del trofeo se centra mayormente en la longitud corporal, más que en el género del ejemplar o su edad, como sucede con otras especies de caza deportiva. La longitud mínima de un trofeo puede rondar entre 7 y 9 pies, y de ahí para arriba, pasará de ser un buen trofeo a un monstruo excepcional, como el caso del número uno del Rowland Ward de casi 18 pies que mencioné anteriormente. Un recurso interesante que ayuda a la evaluación de la longitud, es colocar líneas de marcación en la tierra a distintas distancias del cebo. De esa manera, cuando el cocodrilo esté comiendo la carne, podrán usarse esas marcas para tener una idea bastante aproximada de la longitud del ejemplar. Juzgar con una determinada precisión la longitud de uno de estos saurios, es casi tan difícil como juzgar el peso de un colmillo de marfil. Sólo la experiencia del cazador profesional permitirá estimar esta medida de una manera aceptable.
Ahora sí, si lo que está comiendo la carnada se encuadra en estos parámetros, recién ahí llegará el turno del disparo, que muy probablemente sea el único posible.  

El tiro
En este tópico también el cocodrilo se diferencia de sus congéneres de caza peligrosa. El tiro al cocodrilo requiere de una gran precisión por el riesgo a perder el trofeo debajo del agua irremediablemente, con la consiguiente pérdida de la tasa de abate y lo que es peor, con la frustración y malestar que causa dejar ir un animal herido.
Con esta especie, sólo hay un punto de impacto: el cerebro. No hay triángulo vital. No se le dispara al corazón, ni a los pulmones, ni a la columna. Sólo al cerebro de manera de anclarlo en el lugar donde está. De otra forma, se corre un riesgo muy alto de que se lance al agua, (ya que estará muy cerca del cebo), y desaparecerá.
Para acertar con un único disparo al cerebro se deben cumplir varios requisitos. En primer lugar, estar muy familiarizado con la anatomía del animal. La charla con el profesional, la lectura o incluso el entrenamiento previo al safari, garantizarán la correcta identificación de ese órgano, que no excede el tamaño de una pelota de tenis. En segundo lugar, el dominio absoluto de las condiciones del disparo.
Para ello, es recomendable al momento de emplazar el apostadero, medir con un telémetro la distancia exacta desde allí hacia la carnada. Luego volver al campo y  regular el rifle exactamente a esa distancia con un blanco de reglaje, haciendo disparos en una posición cómoda y relajada. Una vez que bajo estas condiciones, la agrupación no exceda la pulgada de dispersión, entonces sí, ya estarán dadas las condiciones para la situación de cacería.

 Las armas
Tanto los rifles de cerrojo como los dobles, podrán trabajar adecuadamente en esta cacería. Como aquí tampoco hay riesgo de una carga, podrán utilizarse los rifles monotiros del tipo Ruger N°1.  Lo principal es que -como siempre sugiero-, el cazador esté muy bien familiarizado y cómodo con su arma. El disparo será de precisión, por lo tanto el conocimiento de cada detalle hará la diferencia. La forma de la culata, el peso de la cola del disparador, la presión necesaria si se utiliza un gatillo a pelo, etc. son variables que deberán ser manejadas con solvencia por el cazador, casi tanto como lo haría cualquier tirador de bench rest en el polígono de tiro.
Para ésta, como para cualquier otra cacería desde un apostadero, el uso de una buena mira telescópica será una ayuda fundamental para ubicar con precisión el disparo en el punto vital. No será necesario que sea muy luminosa, ni de un gran aumento, pero sí de buena calidad. Las distancias serán cortas y podrán ir desde 50 a 100 metros, por lo que una mira variable que vaya de 1.5 a 5 x será suficiente para asegurar el primer disparo, y permitirá la visión periférica necesaria para un eventual y rápido segundo tiro, sin necesidad de quitar la vista de la óptica.  

Las municiones
Las puntas para la munición deberán ser blandas, para causar el mayor daño posible en la cavidad craneana. Sin embargo, debido a la dureza de los huesos, tendrán que ser de expansión controlada, para que no estallen en caso de impactar francamente en una de las placas óseas de la cabeza sin llegar a penetrar adecuadamente. Tendrán que ser además, de calidad Premium o por lo menos, las mejores que puedan conseguirse en el mercado. En este caso, no es mala idea adquirir una cantidad suficiente de igual munición, ya que esas mismas balas deberían ser usadas para la calibración del rifle en el polígono, la práctica de tiro previa al safari, la prueba en el campamento luego del viaje aéreo internacional, la calibración del rifle a la distancia exacta entre el apostadero y el cebo, y el disparo final de caza.

Los calibres
Otra diferencia con el resto de las especies de caza peligrosa, es que para la cacería del cocodrilo no se requiere un calibre mínimo. Sin embargo, hay algunos lineamientos para tener en cuenta. Por ejemplo, el tamaño del cocodrilo. Si -como dicen en África-, el cazador es agraciado por las dos damas de la caza: la suerte y la madre naturaleza (Lady Luck y Mother Nature), poniendo bajo la mira un gran trofeo que excede los 12 pies, será conveniente no estar “subcalibrado” con un 308 Winchester o un 30-06 Springfield.  Cualquier opción que arranque en el 300 Win. Mg, pasando por un .338 y hasta el 375 H&H Mg., y que supere los 200 grains de peso de punta, será suficientemente buena para cumplir con su cometido. Del “todo terreno” 375 H&H para arriba, considero que se ingresa a la zona del exceso de calibre, que tiene como único riesgo, el “flinching” o miedo al retroceso que puede provocar una variación al momento del disparo. Más allá de esta eventualidad, los calibres que utilizan puntas que van desde los 350 grains hasta los 500 grains de peso serán también muy adecuadas. En lo personal, creo que un calibre “grande” ideal para esta cacería es el 404 Jeffery, el 416 Rem. Mg, y el venerable 416 Rigby. Si el retroceso no es un problema, cualquiera de estos podrá anclar en el lugar al mayor cocodrilo, de una manera fulminante eliminando el riesgo de perderlo.