sábado, 28 de abril de 2012

Entrevista a Alberto Vázquez-Figueroa

Sobre elefantes, novelas y aventuras

Por Eber Gómez Berrade
  
Definir al escritor español Alberto Vázquez-Figueroa en pocas líneas es casi imposible. Para empezar digamos que es una de las plumas más prolíficas de habla hispana con más de un centenar de novelas publicadas. En su larga y aventurera vida ha sido buzo, corresponsal de guerra, inventor, cineasta y cazador de elefantes en el África central. Justamente de esa etapa conversamos mano a mano con quien -sin dudas- es una de las personalidades más atractivas de la literatura contemporánea.
Como presentación, vale decir que Alberto Vázquez-Figueroa nació en 1936 en Santa Cruz de Tenerife. Antes de cumplir un año, su familia fue deportada por motivos políticos al norte de África. Al poco tiempo su madre falleció y su padre enfermó. Así que fue enviado a vivir con un tío que era administrador civil de un fuerte militar en el desierto del Sahara. Allí aprendió a leer y escribir, y siendo niño se apasionó con La isla del Tesoro de Stevenson, El corazón de las tinieblas de Conrad y las creaciones de Julio Verne. Siendo adolescente volvió a España y estudió buceo, al recibir su habilitación se enroló con Jacques Cousteau con quien pasó dos años, y luego comenzó a trabajar de profesor de submarinismo en un buque escuela.
Navegó alrededor del mundo, participó en operaciones de rescate subacuático, y luego estudió periodismo. Cómo dice en el transcurso de la charla, su idea no era “pasarse la vida en una redacción sino ver mundo”. Volvió a África, pero esta vez al centro del continente. Allí luego de su experiencia como cazador, se convirtió en corresponsal de guerra, y se largó a cubrir las revoluciones en Guinea, Chad, Congo, República Dominicana, Bolivia, y Guatemala. A los 27 años escribía para La Vanguardia, y llegó a ser periodista joven mejor pagado de España.
Su primera novela fue Arena y Viento que escribió a los 16 años, recién comenzó a ganar dinero con la literatura a los 40 años cuando publicó Ebano. Y el reconocimiento literario le llegaría con Tuareg, según él, su mejor novela. A partir de ahí se convirtió literalmente en una “máquina de escribir”. Ya lleva más de cien títulos en su haber, más de 15 millones de ejemplares vendidos sólo en España, y es uno de los autores más traducidos en el mundo entero. Algunos de sus libros fueron llevados al cine en más de veinte películas, en las cuales participó como guionista o como director. Así fue que actores de la talla de Omar Shariff, Peter Ustinov, Mark Harmon, Michael Caine, Alberto de Mendoza, José Sacristán y William Holden, dieron vida a sus personajes en la pantalla grande. En los últimos años y paralelamente a su producción cultural, desarrolló una actividad completamente distinta: la de inventor. Así fue como un día se dio cuenta que utilizando el fenómeno de ósmosis inversa, se podía desalinizar agua de mar convirtiéndola en potable y generando al mismo tiempo energía eléctrica libre de contaminación y por sobre todo, barata. Su invento se transformó en proyecto, que hoy se disputan varios países del Oriente Medio.
Vázquez-Figueroa tiene miles de anécdotas, muchas muy extrañas; fue mordido por vampiros en el río Napo de la Amazonia, y desde entonces no puede comer ajo; fue atacado por una orca en las islas Galápagos; y un largo y sorprendente etcétera. Pero acá estamos, listos para conversar sobre lo que más nos interesa: la caza del elefante en África central.

¿Cuándo decidió convertirse en cazador de elefantes?
A mediados de la década del 60, poco tiempo después de terminar mis estudios en la Escuela de Periodismo volví a África, después de vivir mi niñez en el Sahara Español. En esa época no quería pasarme el resto de mi vida en la redacción de un periódico, escribiendo sobre cosas que nunca iba a presenciar. Cuando uno se ha criado en el desierto y se ha empapado de libros que le hablan de las maravillas del mundo quiere ir a verlo con sus propios ojos.
Así fue que llegué a la Guinea Española, y conocí en una partida de póquer a quien iba a ser un gran amigo mío, Mario Corcuera. Mario era piloto, comandante de Caravelle, y un muy buen cazador a quien llamaban para hacer operaciones de raleo de elefantes. Y un buen día me pidió que lo acompañara.

¿En qué circunstancias las autoridades solicitaban estas operaciones?
Como bien sabes los elefantes suponen un peligro para la subsistencia de algunos poblados, porque cuando llegan a viejos pierden su tercer juego de muelas y, al quedar desdentados, toman la costumbre de entrar en los campos de cultivo a comerse el maíz o la yuca muchas veces terminando con lo que esa aldea tiene para subsistir durante todo el año.
La tarea del cazador regulador, a diferencia del cazador profesional, es la de equilibrar los tantos. No se puede permitir que los elefantes acaben con los sembrados pero tampoco que se acabe con ellos. Además los elefantes viven casi ochenta años, cuando el resto de animales africanos vive quince años como máximo. Se beben en un solo día lo que beberían cincuenta animales diferentes. Por eso, hay momentos en que tienes que elegir entre matar elefantes o dejar morir a otras cincuenta especies diferentes. No se trata de matar por matar sino de balancear las poblaciones de diferentes especies.

¿Y cómo era el trabajo de regulación que realizaban?
Nos avisaban de que un macho viejo había pasado por un poblado y teníamos que darle caza. Tal vez esa aldea estaba a cuatro o cinco días de viaje y cuando llegábamos teníamos que seguirle la pista. Cuando se trata de cazar paquidermos, si no llevas un buen rastreador estás perdido, porque puedes seguir a una manada y cuando estás a punto de alcanzarlo, cae la noche y hay que detenerse, mientras que él, que no duerme más que un par de horas, sigue caminando y sacándote ventaja.

 ¿Cuánto tiempo duraban las cacerías aproximadamente?
Podían durar varios días e incluso semanas. Imagínate que cuando vas siguiendo huellas no puedes llevar más que el fusil y comida para tres días como mucho. Muchas veces el rececho se extendía más de lo planeado, y se convertía en una pesadilla, sin nada que comer y durmiendo en el suelo.
Cierto día estábamos tras un gran macho muy esquivo. Tanto fue así que al seguirlo nos quedamos sin comida. Finalmente cuando lo abatimos, nos comimos parte de su trompa. Según los nativos, la parte más sabrosa. Según yo, algo asqueroso con un aspecto como de callos a la madrileña pero malolientes. Bueno que no teníamos otra cosa a la mano. Al otro día me empecé a sentir mal del estómago. A la vuelta a la ciudad, consulté con un médico y me dijo que podía ser una indigestión o una amebiasis y me dio unas pastillas. No le creí, para mí era un envenenamiento de trompa de elefante. Casi un año después, estando en Río de Janeiro, me vuelvo a descomponer con dolores tremendos.  Fui a un médico, y le conté mi historia sobre el envenenamiento de trompa del elefante. El médico brasileño me miró desconcertado, me revisó y al rato me dijo, muy educadamente, “pues mire usted, lo que tiene es una apendicitis que se ha transformado en una peritonitis, así que de acá al quirófano”. Me salvé con lo justo.

¿Y qué armas usaban para cazar en la selva?
Yo utilizaba por aquel entonces un rifle doble Holland& Holland calibre 500. Una joya, y la mejor arma para elefantes de foresta. En esas operaciones debíamos tirar al cerebro. Mi amigo Mario tenía su Remington en calibre 30-06, lo que para mí se me hacía extremadamente liviano, pero en sus manos funcionaba a la perfección.
En una ocasión íbamos Mario, nuestro pistero Alf -al que años después mataron los de su propia tribu para comerle el corazón porque era un hombre muy valiente y además ligaba mucho con las chicas de su tribu- y yo. Cuando de repente nos salió un gorila de entre los árboles. Mario se quedó quieto, mientras que yo, que le había dado mi arma a Alf, le decía por lo bajo a Mario que le disparara. Pero el muy jodido, ni se movía mientras el simio rugía  y se daba golpes en el pecho. No sabía si quedarme allí parado o salir corriendo. Finalmente el gorila se dio media vuelta y se fue. Como si nada. En ese momento le reproché a mi compañero su falta de coraje por no haberle disparado, a lo que me respondió: ¿Recuerdas qué balas llevamos en el rifle?, me preguntó. Y ahí me acordé. En su fusil tenía balas sólidas para elefante, las que disparadas a tan corta distancia al gorila podría haberle dado tiempo de echársenos encima y aplastarnos el cráneo antes de caer muerto. En aquella época tenía mucho que aprender, y afortunadamente Mario era mejor cazador que yo.

¿Tuvieron algún accidente con elefantes?
No, aunque lo más peligroso era cuando teníamos que seguir a un elefante que había entrado en un poblado y que había sido herido por los nativos que lo atacaban con lanzas o algún otro artilugio poco efectivo. Ahí la cosa se complicaba porque un elefante herido es peligrosísimo, no sólo por su fuerza sino también por su astucia. Los ejemplares viejos en especial son muy listos.  Si se dan cuenta que los sigues se meten en los cañaverales, y se protegen con el oído y el olfato de manera que cuando oye tus pisadas sobre las cañas, se te tira encima y acaba contigo
Recuerdo que a mi amigo Gianni Roghi lo mató uno de ellos en Bangui en 1967. Tardamos varios días en encontrar su cuerpo porque el elefante ocultó su cuerpo con ramas. Finalmente dimos con su cadáver cuando las hienas y los buitres lo destaparon. Roghi, era un famoso buceador italiano, autor de varios libros sobre submarinismo con el que coincidí en algunas inmersiones y en el Primer Congreso Mundial de Actividades Subacuáticas en el año 60. Era un tipo muy fuerte y muy simpático pero tenía poca experiencia en selva.

 ¿A pesar de no ser típicos “marfileros”, podían vender los colmillos que obtenían?
En algunos lugares como en la Guinea Española, sí estaba permitido venderlo. En otros países, dejábamos el animal y las autoridades se hacían cargo de todos los despojos.

¿Le pagaban bien por el marfil?
Generalmente no. Me acuerdo que Mario se quedó con unos colmillos muy grandes. A mí no me interesaban en absoluto. Nunca me ha interesado guardar objetos de mis viajes. La verdad es que viví toda mi vida yendo y viniendo y nunca me quedé con nada, a excepción de los negativos de mis fotos. Alguna vez le mandaba a mi padre algún recuerdo que él guardaba. Por eso creo que me deshice del Holland & Holland. Pero cuando llevas este tipo de vida, tienes que tener una absoluta libertad de movimiento. Creo que los recuerdos se llevan en la memoria.

¿En qué países siguieron la senda de los elefantes?
En varios. En la Guinea Española, el sur del Sudán, el Camerún, lo que hoy es la República Central Africana que era antes el Ubangui Chari, Uganda. Como cazador he recorrido buena parte del continente. Luego como periodista y corresponsal de guerra he podido visitar muchos lugares alejados de la mano de Dios, como Chad y el Congo. Más tarde he estado en Sudáfrica no cazando, sino trabajando para Televisión Española en plena época del apartheid. La verdad es que no me gustaba nada la situación racial que se vivía allí. Hacía poco que había ocurrido la revuelta de Soweto, cerca de Johannesburgo, donde veías las alambradas, los tanques, y decías joder, cuánto durará todo esto. Tengo muy malos recuerdos de ese país, excepto de las mujeres que eran bellísimas. 

¿Cuánto de usted tiene el personaje de Jonathan Rhin, aquel “marfilero” que buscaba al mítico elefante Abdullah en su novela Marfil?
Supongo que nada. Mira, en literatura los personajes tienen que ser independientes del autor. Es cierto que en mis primeros libros como Arena y Viento, o Bajo siete mares, hay mucho de mí, pero cuando te conviertes en novelista tienes que ser distinto de todos los personajes. En toda mi carrera debo haber creado más de mil personajes, y yo no puedo tener nada que ver con ellos.

¿Y en qué libros plasmó sus experiencias como cazador de elefantes?
Hay varios en los que he utilizado situaciones de aquellas épocas y de aquellos lugares, por ejemplo en África llora, África encadenada, Marfil, o en  Kalashnikov. Esas experiencias siempre han estado junto a mí, igual que las del desierto, las selvas sudamericanas o del océano, 

¿Leyó a los cazadores ingleses que han escrito sobre cacerías de elefantes?
Sí claro, sobre todo cuando era joven, me gustaba Hunter, Karamojo Bell, Pondoro Taylor, pero el que más me interesaba era Hemingway, tal vez por el carácter novelado de su escritura. Era un gran admirador de Hemingway a quien conocí siendo yo muy joven. Hasta que leo Las verdes colinas de África, donde explica cómo le pega un tiro a un búfalo en los pulmones para poder describir -en más de tres páginas- la agonía del animal cuando se va asfixiando, me pareció un hijo de puta y ya no pude mantener la admiración que le tenía. Un verdadero cazador debe intentar matar al animal que busca de una manera rápida y con el menor sufrimiento posible.  

¿Está al tanto de la situación actual que atraviesan los países de África central donde vivió?
Sí, de alguna manera. Hace unos cinco años publiqué mi libro Coltán, cuando en ese momento casi nadie sabía lo que era, ni para que se utilizaba la columbita y tantalita (de ahí el nombre coltán). Resultó que la extracción por parte de niños esclavos de este mineral estratégico (con lo que se hacen los procesadores por ejemplo), se convirtió en un grave flagelo en el Congo que además es causal de numerosos conflictos bélicos de baja intensidad que muchas veces se creen de origen étnico y no lo son. Sin embargo en estos momentos estoy más interesado en el presente de Europa.  La llegada del euro se ha convertido en un fracaso total, que recuerda a la situación que enfrentaron ustedes en Argentina hace unos diez años con su corralito y su crisis social y económica. Esto no quiere decir que no vuelva a escribir sobre África, pero por ahora estoy más enfocado en la problemática europea.

Muchos de sus libros tratan temas como el tráfico de sangre humana, la explotación del oro, del caucho, del marfil, del coltán, la trata de personas, la falta de agua potable, y ahora la crisis internacional. ¿Siente que su tarea como escritor además de entretener, es advertir a la sociedad sobre ciertos conflictos?
Mira, cuando investigué el tema del coltán, lo hice porque un mercenario amigo me contó de qué se trataba esa explotación. Yo vi buscadores de oro en África y en el Amazonas, así como buscadores de esmeraldas en Venezuela, donde yo mismo las busqué, pero nunca había visto algo similar como lo que sucede con el coltán. Y eso es sobre lo que quise escribir. Esa es mi labor, es lo que tengo que hacer. No aspiro al premio Nobel de literatura. Mi tarea es la de contar historias que casi siempre se ocultan a la opinión pública. Recuerda que me crié con los tuareg en la tradición del desierto, donde el que sabia contar una historia alrededor de la fogata era el importante de la tribu. Por eso me considero más un contador de historias que un escritor.


Publicado en Revista Vida Salvaje (Abril 2012)

domingo, 1 de abril de 2012

Caza Mayor - Diez claves para empezar la temporada


Por Eber Gómez Berrade

En estos momentos están comenzando las temporadas de caza en buena parte de planeta. En Argentina naturalmente Marzo es el mes de la brama de los ciervos colorados, al igual que lo es en Nueva Zelandia. En África, si bien las temporadas varían de acuerdo a cada país, Sudáfrica y Namibia están inaugurando el 2012. En Abril le seguirá Botswana, en Mayo, Zambia, y recién a mediados de año comenzará la caza en Mozambique, por nombrar solo algunos de los destinos de safaris más populares en el continente negro.
Cualquiera sea el lugar elegido por el cazador, hay algunas claves que siempre vale la pena tener en cuenta a la hora de comenzar con una de las etapas más excitantes de la cacería: la preparación.
A continuación, unas diez claves para empezar la temporada con todo, ya sea que vaya por uno de nuestros colorados, antílopes africanos, osos de Alaska o carneros asiáticos.

Las Diez Claves
1.- Hacer los deberes
Una vez que haya decidido las especies que irá a  cazar en temporada, comienza una etapa larga pero fructífera que es la de decidir a qué lugar irá y qué compañía o cazador profesional contratará.
Hacer estos deberes correctamente le ahorrará dolores de cabeza en el futuro y le permitirá disfrutar a pleno de una experiencia única. Para esto es buena idea estudiar la información disponible sobre la ubicación de los mejores trofeos, en qué áreas o países se encuentran, donde están las tasas de abate más económicas, evaluar las distancias y la logística que terminarán encareciendo la cacería, y por último analizar a las empresas de safaris o outfitters de cada lugar. Aquí, como en toda decisión de negocios, le sugiero que se guíe por el prestigio de la empresa, la confiabilidad y naturalmente por el “rendimiento” en términos de trofeos obtenidos. En este sentido considero que hay tres variables a tener en cuenta a la hora de decidirse por una empresa de safaris ya sea nacional o extranjera. En primer lugar el costo total de la cacería (que siempre será alto tratándose del dinero propio); Segundo el “lucro cesante”, es decir el costo extra que deberá afrontar por ausentarse de su actividad personal por el período que dure la cacería, que puede ser de 5 a 30 días dependiendo del lugar y lo que vaya a cazar; Y tercero, la ilusión, tal vez la más importante de las tres pero difícil de contabilizar. No hay peor sensación que volver de una cacería con el sabor amargo de la desilusión, ya sea por la baja calidad de los trofeos, por un servicio deficiente o simplemente porque la empresa contratada no respetó alguno de los términos prometidos.  
Afortunadamente, esta primera clave no es muy difícil de llevar adelante, sólo deberá averiguar sobre las distintas alternativas disponibles, asesorarse y consultar referencias. En el mundo de los safaris, también lo barato sale caro (como sucede en toda actividad), y en este mundo las “gangas” tampoco existen. Tenga presente que para las empresas de safaris esto es un negocio, y por lo tanto aunque resulte una obviedad, el cliente siempre recibirá en la misma proporción de lo que haya pagado.

2.- Conocer las especies a cazar
Hay una escena de la película The Macomber affair, basada en un cuento de Ernest Hemingway, donde el protagonista, un cliente estadounidense llamado Francis Macomber, le pregunta a su cazador profesional, un inglés llamado Wilson (interpretado por Gregory Peck), “y dígame, ese animal de ahí, no lo conozco, qué es?, señalando una cabeza colgada sobre la pared de un bar de Nairobi. A lo que Gregory Peck responde “…el gran kudú”, con cara de que tendrá por delante un largo y aburrido safari. Está claro que Macomber, que había llegado a Kenia a realizar su primera experiencia africana no tenía ni la más remota idea de lo que iba a cazar. Me imagino que, si ni siquiera conocía el nombre del más paradigmático antílope africano, mucho menos sabría de comportamiento, hábitos de alimentación, temporada de celo, huellas, etc. de los animales de su lista.  
Conocer estas características de las especies a cazar, le permitirá disfrutar aun más la cacería, tomar decisiones en cuanto a la forma de cazarlas y complementarse mejor con el guía o el cazador profesional. Para él será un placer poder guiar a un cliente que sabe lo que hace y conoce al animal que busca.  Para esto hay dos fuentes de conocimientos, la experiencia en el campo y la lectura. En el primer caso, no hay mucho que decir. En el segundo, si el objetivo es el colorado pampeano o patagónico, le sugiero un par de libros sobre este emblemático trofeo argentino. El más antiguo es “El ciervo colorado” de Esteban Lyka, que tiene por subtítulo, “Su especie, vida, costumbres y cacería”. Exactamente de lo que aquí se trata. El otro libro de lectura obligada es “El ciervo rojo argentino” de mi querido amigo el Dr. Juan Campomar. La primera edición está agotada y se ha convertido casi en un incunable. Por suerte hay una segunda edición en camino.

En el caso de que el destino sea algún país extranjero, ahí tal vez la cosa se complique un poco más a la ahora de buscar información sobre la ecología de las especies cazables. Lamentablemente es poco lo que se puede encontrar en idioma castellano sobre animales de África, Alaska, Asia u Oceanía, a no ser que sean viejos libros de aventuras y relatos de caza. Pruebe en estos casos de buscar información en atlas o guías de mamíferos de las diferentes regiones del globo. Otra fuente interesante de consulta son los libros de récords. Tanto los del Safari Club Internacional como el de Rowland Ward, tienen apartados taxonómicos de cada una de las especies de cada continente. Por último, otra buena fuente de material de consulta la encontrará en artículos de revistas especializadas como ésta, y por supuesto navegando en internet. Seguramente encontrará allí algo que le sea de utilidad.

3.- Buen estado físico
Siempre es bueno estar en estado. Obvio. Pero mucho mejor es estarlo antes de empezar a recorrer mallines en busca del macho bramador, o antes de seguir las huellas de un huidizo antílope en el medio del bush. La realidad es que para los argentinos, la temporada de caza comienza en muchos lugares cuando terminan las vacaciones. O sea, peor imposible. Los kilos demás acumulados en los meses veraniegos y la natural vida sedentaria moderna hace cuesta arriba todo esfuerzo de estar en condiciones físicas aptas, a menos que se prepare antes para la temporada cinegética. Por supuesto que antes de buen estado físico hay que tener un buen estado de salud. Ya hemos hablado en una nota sobre la salud en el safari, pero nunca es malo recordarlo. Aproveche este tiempo para ponerse al día y decídase a hacer el postergado chequeo médico, la consulta con algún especialista, conseguir lentes de repuesto, obtener las recetas de medicamentos que deberá usar en el viaje, y un largo o corto etcétera según sea cada caso en particular.  

4.- Vacunas para todos
Tener un programa actualizado de vacunación es fundamental a la hora de decidir en qué lugar iniciará la temporada de caza. Podemos decir que existen dos clases de vacunas: las “todo terreno”, y las específicas de cada región. Las primeras son las clásicas que necesitará para cualquier actividad al aire libre en cualquier parte del mundo, desde Canadá, hasta Bariloche, pasando por África y Nueva Zelandia. Me refiero a la del tétanos, a las de la hepatitis, los refuerzos de gammaglobulina, etc. Las específicas dependerán de las regiones a las que vaya, y ahí el menú es mucho más amplio: fiebre amarilla, tifus, para-tifoidea, cólera, rabia, o profilaxis contra la malaria. La única forma de saber qué tipo de vacuna inocularse es consultando a un medico infectólogo. No hay otra. Evite  “auto prescribirse” tal o cual vacuna en base a lo que leyó en algún libro, revista o sitio de internet, tampoco copie lo que hizo su amigo durante su safari del año pasado. La elección de la vacuna específica para cada organismo es algo que sólo un médico puede prescribir, ya que tomará en cuenta las reacciones que cada droga utilizada provocará en cada organismo en particular.

5.- Los papeles en orden
Trate de no comenzar la temporada de caza “flojo de papeles”, y más aún si viaja al extranjero. Ojo, no se asuste que no hablo de ponerse al día con la AFIP, sino a tener en regla toda la documentación relacionada con la cacería. Por ejemplo, el pasaporte y demás documentos nacionales deberán estar  actualizados, y por disposición del gobierno deben usarse sólo aquellos que digan Mercosur en su portada. Si visita un país en el que se requiera visa, asegúrese de tramitarla con el suficiente tiempo de antelación.
Cuando hablo de papeles, también me refiero a su cartilla de la fiebre amarilla, los seguros médicos y de asistencia al viajero, las permisos del Renar para la exportación temporaria del arma, los pasajes de avión, los permisos de caza si en Argentina, los formularios que deba completar para el outfitter, y algo también importante: todos aquellos papeles relacionados con la contratación de la cacería, desde el folleto del operador, los emails intercambiados, la lista de precios, el contrato, etc. De esa manera, evitará cualquier mal entendido a la hora de tratar directamente con la empresa de safaris. Una carpeta donde tenga todo esto en copia de papel, le servirá además de respaldo para lo que almacene en su computadora.

6.- El arma ideal
La elección del arma es directamente proporcional a la elección de la especie que va a cazar en esta temporada. Con esto me refiero no sólo al calibre requerido, sino también al tipo de acción del fusil. Claramente esto siempre dependerá del gusto del usuario, pero a mi criterio hay dos claves básicas: Tener el calibre adecuado (y un poco más si es posible) para el animal a buscar, y la acción adecuada para no correr riesgos innecesarios. Me explico,  si tuviera un monotiro lo dejaría para cazar especies de planicie, pero no para la caza de osos o de algunos de los big five, aunque sea de grueso calibre. Dicho esto, el arma ideal para llevar -siempre que cumpla con estos dos requisitos previos-, es aquella con la que uno se sienta más seguro y cómodo al momento de disparar.

7.- Que munición llevar
La elección de la munición adecuada para un safari da para varios artículos y algunos libros más. Sin embargo, desde mi experiencia, muchas veces nos tenemos que conformar con lo que hay en el mercado en ese momento. Si llegó a la conclusión que una punta más pesada es lo que usted necesita para abatir alguno de los cinco grandes, es probable que se convenza de elegir la munición Kynoch o tal vez las más pesadas Norma African PH. El problema es que son casi imposibles de conseguir en Argentina.
Aquí también aparece la disyuntiva factory versus recarga. Esta es otra gran disquisición cuasi filosófica y hay tantas hipótesis como situaciones a las que se enfrenta el cazador-recargador. La realidad es que abatir al trofeo que tanto se buscó con una munición de autor, es un placer extra que se agrega a la cacería. Pero evalúe el riesgo de fallas en una cacería cara y en el extranjero. Donde no dudaría en usar las factory (pero probadas con anterioridad y la de mejor calidad que consiga) es en los safaris de caza peligrosa. Así disminuirá el riesgo de mal funcionamiento, nunca desparecerá del todo dicho sea de paso. Esta será su última línea de defensa y el mejor seguro de vida que pueda tener en un momento de riesgo.
En cualquier de los casos, no es conveniente ahorrar en municiones. Ni en calidad ni en cantidad. Practique con las mismas que usará en la cacería. La misma marca y el mismo peso de punta. Memorice la tabla balística y acostúmbrese a disparar con ellas en todo tipo de ocasión, y recuerde jamás mezclar munición en un safari. Hacerlo puede resultarle caro y en algunos casos, peligrosísimo.

8.- Equipo de caza apropiado
Si ya es un veterano de bramas, no hace falta describir aquí lo que deberá llevar a su cacería. Si viaja al exterior, le sugiero que se ponga en contacto con su profesional o empresa outfitter para que ellos le recomienden algunas cosas que deberán ser infaltables en su lista de equipo. Recuerde que si sale en Marzo o incluso en Abril, es el fin de la temporada de lluvias en varios países del África austral, así que no es mala idea llevarse un quipo de agua para resistir los últimos chubascos tropicales. La clave aquí es no complicarse demasiado. Recuerde que si no va a acampar a algún parque nacional andino, los cotos privados y las operaciones de safaris en nuestro país como en el exterior ofrecen servicio de lavandería diario. Por eso con dos mudas de ropa es suficiente. Una lista de chequeo, le será de mucha ayuda al ir tildando cada cosa al momento de armar su bolso y lo mismo al volverlo a armar en el campamento.
En cuanto a artefactos ópticos y tecnológicos, una pocas palabras. Que sean de la mejor calidad y lo menos complicado posible. Si utiliza mira telescópica, que sea la mejor que pueda obtener. Recuerde que los binoculares son la herramienta fundamental para el cazador profesional que debe evaluar el trofeo en el campo, pero la mira lo es para el cazador que deberá ubicar la bala en el lugar indicado. Es cierto que a medida que pasa el tiempo, cada vez hay aparatos más y más sofisticados. Pues no se complique demasiado. La arena, la tierra, la lluvia, el barro, el frío y el calor extremo atentan contra la delicadeza tecnológica, por lo que es muy bueno depender lo menos posible de estas maravillas tecnológicas bajo las duras condiciones que imperan en un safari de caza mayor.

9.- Entrenar antes de la cacería
Es algo que parece obvio pero no pasa habitualmente. Está perfecto probar el rifle en el polígono de tiro, alinear la mira, probar la munición que llevará. Todo eso está muy bien, pero una vez hecho esto. Váyase de la mesa de reglaje. Si puede ir a un campo mejor, si no, los recorridos de caza que ofrecen algunos clubes de tiro servirán perfectamente. Qué hacer entonces?. Simple, disparar a brazo alzado y con apoyos inestables como trípodes y bípodes. Pruebe a diferentes distancias, a blancos fijos y móviles. Aproveche a disparar en todas las posiciones, de pie, rodilla en tierra, sentado, y cuerpo a tierra. Trate de duplicar los tiros ya sea que dispare con un fusil de cerrojo como con un doble. Y por último, si no lleva telémetro o no tiene un binocular con ese artilugio incluido, pruebe de estimar distancias como se hacía antes: a ojo. Prueba y error. La clave del entrenamiento es ganar “horas campo”. Y eso significa alejarse de las mesas de café, de reglaje y de la biblioteca.

10.- Expectativas razonables
Por último, pero no por eso menos importante como dice el dicho inglés, está el tema de ser razonable con las expectativas que tenga antes de arrancar la temporada. No vaya a cazar con la idea de lograr el récord del mundo, sino de disfrutar de una experiencia memorable. Nunca está demás decir que lo importante en el deporte de la caza es el lance cinegético. No el trofeo.
No hay nada peor para un guía de caza que tener un cliente esclavo de la cinta métrica o del ranking de los libros de records. Ya todos sabemos lo que decía Ortega y Gasset, aquello de que la clave más importante de nuestra actividad es estar cazando, no cazar.